2º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,42-47 - 1Pe
1,3-9 -
Jn 20,19-31
SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO
Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida,
nos anima a:
*Ser mensajeros de la paz, en nuestra sociedad
con tanta violencia.
*Perdonar, pues hemos recibido el
Espíritu Santo.
*Dar testimonio, con palabras y obras,
que Él es Señor y Dios.
*Ser felices, pues nosotros creemos en
Él sin haber visto.
La
paz esté con ustedes
Aquella tarde del primer día de la semana
(domingo, día del Señor),
los
discípulos están en una casa con las puertas cerradas por miedo.
¿Será
porque uno de ellos -Pedro- le negó, y todos le abandonaron?
Lamentablemente,
hoy, en países con tantos millones de católicos,
hay
sectores de la Iglesia que viven con las
puertas cerradas,
instalados
en: el egoísmo, la mediocridad, la indiferencia y la rutina;
en
vez de vivir la verdadera alegría que
Jesús nos ofrece (Jn 16,22).
¿Qué
nos impide salir y acoger con alegría
a los hermanos de Jesús
quienes,
actualmente, son oprimidos y víctimas de tanta injusticia?
¿No
será mejor ser una comunidad cristiana perseguida por defender
-siguiendo
el Evangelio- a los que no tienen el pan de cada día?
La
tarde de ese día, Jesús se presenta en medio de sus discípulos,
y
les anima diciendo: La paz esté con ustedes. De inmediato, añade:
Como
el Padre me envió, así yo los envío a ustedes. Desde
entonces,
anunciarán el mensaje de Jesús como corderos
en medio de lobos.
Luego,
Jesús les muestra las heridas de sus manos
y costado,
son
las señales de haber sido asesinado por anunciar el Reino de Dios,
y
dar vida a las personas despreciadas por la sociedad y la religión.
Cuando
Jesús sopla sobre ellos, les dice: Reciban el Espíritu Santo.
Nosotros
habiendo recibido el mismo Espíritu, debemos
perdonar,
siguiendo
su ejemplo: Padre, perdónalos, no saben lo que hacen.
Solo
así, iremos construyendo comunidades
proféticas que:
anuncian el mensaje de
Jesús, celebran la fracción del pan,
comparten sus bienes
según las necesidades de cada uno (1ª lectura).
¡Felices
los que creen sin haber visto!
Ocho días después, los discípulos están
reunidos y Tomás con ellos.
Jesús
se presenta en medio de ellos y les dice: La paz esté con ustedes.
Sobre
la paz, Jesús les había dicho: Les dejo la paz, les doy mi paz.
Mi paz
no es como la del mundo… No tengan miedo (Jn 14,27).
Cuando
Jesús invita a Tomás a tocar sus manos y
su costado,
nuevamente
nos encontramos ante un proceso de reconciliación.
Las heridas de Jesús no han desaparecido. En este
sentido,
nada
diferencia a Jesús de los supervivientes que deben sobrellevar
-durante
el resto de sus vidas- el peso de las heridas que han padecido.
Pero
cuando Jesús enseña sus heridas a Tomás, es porque esas heridas
ya
no son fuente de dolor ni de recuerdos desgarradores;
son
-ahora- heridas que sanan y señalan un futuro de vida y esperanza.
También
las heridas de personas torturadas son parte de su historia,
pero,
cuando las asumen de manera diferente, son heridas que sanan.
Por
eso, para reconciliar a otros hermanos, los mejores agentes
son
las personas que han experimentado un camino de reconciliación.
Aquel domingo, Jesús toma la iniciativa y
le dice a Tomás:
Mira mis manos y
toca mis heridas, trae tu mano y palpa mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino persona creyente.
Tomás,
una vez reconciliado, exclama: Señor mío y Dios mío.
“Jesús
es Dios”, atraviesa el texto evangélico de Juan (1,1; 20,28).
Recordemos
que para los judíos, la prueba de que Jesús debía morir
era
que Él, no solo violaba el sábado, sino
que además se hacía
igual
a Dios al decir que
Dios era su propio Padre (Jn 5,18;
10,33).
Luego,
Jesús dice a Tomás: Tú crees porque me has visto. ¡Felices
los
que creen sin haber visto! Meditemos sobre la verdadera felicidad:
*Felices ustedes que ven y oyen, porque
muchos profetas y justos
quisieron
ver lo que ustedes ven y no lo vieron… (Mt 13,16s).
*Felices los servidores a quienes su amo,
cuando llega,
los
encuentre repartiendo la comida a los de casa (Mt 24,45s).
*Los ciegos ven, los sordos oyen… los
pobres son evangelizados,
y felices los que no se
escandalizan por mi causa (Lc 7,23).
*Felices los que escuchan y practican la
Palabra de Dios (Lc 11,28).
*Felices los que dan de comer a los
pobres, mancos, cojos y ciegos,
recibirán
su recompensa en la resurrección de los justos (Lc 14,14).
*Les di ejemplo, felices ustedes si lo practican (Jn 13,17).
J. Castillo A.
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