miércoles, 15 de abril de 2020

Señor mío y Dios mío

2º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,42-47  -  1Pe 1,3-9  -  Jn 20,19-31

SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO
   Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida, nos anima a:
*Ser mensajeros de la paz, en nuestra sociedad con tanta violencia.
*Perdonar, pues hemos recibido el Espíritu Santo.
*Dar testimonio, con palabras y obras, que Él es Señor y Dios.
*Ser felices, pues nosotros creemos en Él sin haber visto.
 
La paz esté con ustedes
   Aquella tarde del primer día de la semana (domingo, día del Señor),
los discípulos están en una casa con las puertas cerradas por miedo.
¿Será porque uno de ellos -Pedro- le negó, y todos le abandonaron?
   Lamentablemente, hoy, en países con tantos millones de católicos,
hay sectores de la Iglesia que viven con las puertas cerradas,
instalados en: el egoísmo, la mediocridad, la indiferencia y la rutina;
en vez de vivir la verdadera alegría que Jesús nos ofrece (Jn 16,22).
¿Qué nos impide salir y acoger con alegría a los hermanos de Jesús
quienes, actualmente, son oprimidos y víctimas de tanta injusticia?
¿No será mejor ser una comunidad cristiana perseguida por defender
-siguiendo el Evangelio- a los que no tienen el pan de cada día?
   La tarde de ese día, Jesús se presenta en medio de sus discípulos,
y les anima diciendo: La paz esté con ustedes. De inmediato, añade:
Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes. Desde entonces,
anunciarán el mensaje de Jesús como corderos en medio de lobos.
   Luego, Jesús les muestra las heridas de sus manos y costado,
son las señales de haber sido asesinado por anunciar el Reino de Dios,
y dar vida a las personas despreciadas por la sociedad y la religión.
   Cuando Jesús sopla sobre ellos, les dice: Reciban el Espíritu Santo.
Nosotros habiendo recibido el mismo Espíritu, debemos perdonar,
siguiendo su ejemplo: Padre, perdónalos, no saben lo que hacen.
   Solo así, iremos construyendo comunidades proféticas que:
anuncian el mensaje de Jesús, celebran la fracción del pan,
comparten sus bienes según las necesidades de cada uno (1ª lectura).

¡Felices los que creen sin haber visto!
   Ocho días después, los discípulos están reunidos y Tomás con ellos.
Jesús se presenta en medio de ellos y les dice: La paz esté con ustedes.
Sobre la paz, Jesús les había dicho: Les dejo la paz, les doy mi paz.
Mi paz no es como la del mundo… No tengan miedo (Jn 14,27).
   Cuando Jesús invita a Tomás a tocar sus manos y su costado,
nuevamente nos encontramos ante un proceso de reconciliación.
Las heridas de Jesús no han desaparecido. En este sentido,
nada diferencia a Jesús de los supervivientes que deben sobrellevar
-durante el resto de sus vidas- el peso de las heridas que han padecido.
Pero cuando Jesús enseña sus heridas a Tomás, es porque esas heridas
ya no son fuente de dolor ni de recuerdos desgarradores;
son -ahora- heridas que sanan y señalan un futuro de vida y esperanza.
También las heridas de personas torturadas son parte de su historia,
pero, cuando las asumen de manera diferente, son heridas que sanan.
Por eso, para reconciliar a otros hermanos, los mejores agentes
son las personas que han experimentado un camino de reconciliación.
   Aquel domingo, Jesús toma la iniciativa y le dice a Tomás:
Mira mis manos y toca mis heridas, trae tu mano y palpa mi costado.
En adelante, no seas incrédulo, sino persona creyente.
Tomás, una vez reconciliado, exclama: Señor mío y Dios mío.
   “Jesús es Dios”, atraviesa el texto evangélico de Juan (1,1; 20,28).
Recordemos que para los judíos, la prueba de que Jesús debía  morir
era que Él, no solo violaba el sábado, sino que además se hacía
igual a Dios al decir que Dios era su propio Padre (Jn 5,18;  10,33).
   Luego, Jesús dice a Tomás: Tú crees porque me has visto. ¡Felices
los que creen sin haber visto! Meditemos sobre la verdadera felicidad:
*Felices ustedes que ven y oyen, porque muchos profetas y justos
quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron… (Mt 13,16s).
*Felices los servidores a quienes su amo, cuando llega,
los encuentre repartiendo la comida a los de casa (Mt 24,45s).
*Los ciegos ven, los sordos oyen… los pobres son evangelizados,
y felices los que no se escandalizan por mi causa (Lc 7,23).
*Felices los que escuchan y practican la Palabra de Dios (Lc 11,28).
*Felices los que dan de comer a los pobres, mancos, cojos y ciegos,
recibirán su recompensa en la resurrección de los justos (Lc 14,14).
*Les di ejemplo, felices ustedes si lo practican (Jn 13,17).
J. Castillo A.

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