30º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Ex 22,20-26 - 1Tes
1,5-10 -
Mt 22,34-40
A la pregunta del fariseo: ¿Cuál
es el mandamiento principal?,
Jesús
le responde uniendo inseparablemente dos textos del AT:
*El
primer mandato es: Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma,
con todo tu ser
(Deut 6,4s).
*Pero
en seguida, Jesús añade que el segundo mandato es:
Amarás
a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18).
Para
Jesús no hay otro mandamiento mayor que estos dos.
Amar
a Dios
El amor a Dios no podemos reducirlo a
ciertas prácticas religiosas,
como
son los adornos de los templos y de las imágenes… si después,
abandonamos
a Cristo con hambre y sed, desnudo y
enfermo.
Tampoco
consiste en la repetición rutinaria
de ciertas frases,
que
están en los folletos de preparación para recibir algún sacramento.
Amar a
Dios, -Es hacer su voluntad,
como Jesús nos enseñó
en
varias ocasiones (cf. Mateo 6,10;
7,21-23; 12,47-50; 26,42)
-Es formar parte del Reino anunciado por
su Hijo amado, a saber:
Reino
de amor y vida, de gracia y santidad, de
justicia y paz.
-Es confiar en su ternura, compasión y
misericordia,
pues
Dios -amigo de la vida- Hace salir el sol
sobre malos y buenos,
y hace llover sobre justos y pecadores (Mt 5,45).
A
cerca del amor a Dios, sigamos meditando en el siguiente texto:
Nosotros hemos conocido y hemos creído
que Dios nos ama.
Dios
es Amor y el que vive
en el amor vive en Dios y Dios en él…
Donde hay amor no hay miedo, al
contrario,
el amor perfecto echa fuera el miedo,
pues el miedo supone el castigo.
Si alguien tiene miedo, es que no ha
llegado a amar perfectamente.
Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.
Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente;
porque si no ama al hermano a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve (1Juan, 4,16-20).
Amar
al prójimo
¿Cómo se explica que teniendo tantos
recursos naturales,
millones
de peruanas y peruanos viven en la
pobreza y miseria?
Lamentablemente,
para que esta injusta situación se perpetúe,
el
actual sistema neocolonialista tiene el respaldo:
-Del poder ejecutivo, legislativo,
judicial… cuyos representantes,
muchas
veces, son incapaces de ver el rostro sufriente de los pobres.
-De los medios de comunicación, controlados
por el gran capital,
que
solo buscan ganar a costa del consumismo esclavizador.
-Del sistema educativo que no enseña a pensar… y menos a hacer,
para
perfeccionar: la producción…modos de servicio…el bien común.
Tratándose del amor al prójimo, no basta
“hablar” sobre:
-Opción preferencial por los pobres, no
exclusiva ni excluyente.
-La Iglesia siente el impulso del
Espíritu a ser pobre entre los pobres.
-La Iglesia es abogada de la justicia y de
los pobres.
-Escuchar el clamor de la tierra y el clamor
de los pobres… etc.
Tampoco
basta ir al templo para oír Misa entera, rezar, cantar,
tranquilizar
la conciencia… y, luego, durante la semana, seguir:
explotando,
robando y maltratando a los hijos e hijas de Dios.
Con
relación al prójimo, en el texto
paralelo de Lucas (10,25-37),
dos
funcionarios del templo no hacen nada
por la persona herida.
Muy
diferente las acciones concretas que hace
el hombre de Samaría:
Lo
ve…se le remueven las entrañas… se
acerca… cura sus heridas…
lo
sube en su propia
cabalgadura… lo lleva a un
alojamiento…
cuida de él… al día siguiente da dos denarios al dueño … y le dice:
cuida a este herido, y si gastas algo más, yo te lo
pagaré al volver.
Para
Jesús el amor al prójimo tiene una
importancia especial.
Él
ama y acoge a los niños, a los jóvenes, a los adultos…
porque
son personas que sufren y necesitan ayuda. Por eso, nos pide:
-dar
de comer
al hambriento y de beber al sediento, para que vivan;
-acoger
al forastero y vestir al desnudo, para que no se mueran;
-sanar al enfermo y liberar al preso, para que se levanten y caminen.
Tengamos
presente también que durante la Cena de despedida,
Jesús
-después de lavar los pies a sus discípulos- les dice:
Les
he dado ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo (Jn 13,15).
Luego
añade: Les doy un mandamiento nuevo, ámense unos a otros...
En esto conocerán que ustedes son mis discípulos (Jn
13,34s).
J. Castillo A.
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