27º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 5,1-7
- Flp 4,6-9 - Mt
21,33-43
A los dirigentes religiosos del templo de
Jerusalén,
Jesús
les narra una parábola amenazadora: los
labradores asesinos.
Se
trata de unos labradores que para
apropiarse de la viña,
asesinan no solo a los servidores del dueño, sino también
a su hijo.
Al
oír esta parábola, aquellas autoridades intentan arrestarlo,
pero tienen miedo al pueblo que considera a Jesús como un Profeta.
Con
las manos manchadas de sangre
La parábola es una denuncia a las
personas y malas autoridades,
que
-ayer y hoy- en vez de servir al pueblo, buscan
sus intereses;
llegando
incluso a mancharse las manos con
sangre inocente.
Entre
los numerosos mártires de América Latina, veamos dos casos.
*Enrique Angelelli obispo de La Rioja
(Argentina), el 5 julio de 1976,
denuncia
que la
cárcel está repleta de detenidos…
por el solo delito de ser miembros fieles y conscientes de la Iglesia.
También
denuncia que en La Rioja se tortura asquerosamente.
Un
mes después (4 de agosto) Enrique A. es asesinado a los 53 años.
*Oscar Romero obispo de San Salvador, el
23 de marzo de 1980,
en
su homilía dice: En nombre de Dios… y de este sufrido pueblo,
cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos,
suplico, les ruego, les ordeno en nombre
de Dios: ¡Cese la represión!
Al
día siguiente celebraba la Eucaristía y es asesinado, tenía 63 años.
Ante
el homicidio de tantas personas
inocentes, preguntemos:
¿Quiénes
dan la orden y, después, amnistían a los criminales?
¿Quiénes
entrenan a los oficiales para encarcelar, torturar, asesinar?
¿Quiénes
financian a los ejércitos de los países pobres?
¿Quiénes
apoyan a los dictadores para imponer el neocolonialismo?
Al
respecto, Jesús dice: les voy a enviar profetas, sabios y maestros.
Pero ustedes asesinarán y crucificarán a algunos de ellos,
y a otros los azotarán…o los
perseguirán de pueblo en pueblo.
Sobre ustedes recaerá esa sangre inocente derramada… (Mt 23,34).
El
Reino de Dios se dará a un pueblo que produzca frutos
Aquellos jefes religiosos andan
preocupados por el culto del templo
y
por el cumplimiento de tradiciones y
costumbres humanas…
dejando
a un lado los mandamientos de Dios
(Mt 15,1-9).
Actuando
así, quieren apropiarse de la viña y de los frutos,
olvidándose
que son servidores, pues el único
propietario es Dios.
Ahora
bien, cuando Jesús pregunta a los dirigentes religiosos:
¿Qué hará el propietario con aquellos labradores
asesinos?,
responden:
Los matará y arrendará la viña a otros trabajadores.
Entonces
Jesús les dice: A ustedes se les quitará el Reino de Dios,
para ser entregado a un pueblo que produzca frutos.
El
Reino de Dios -dice Jesús- está en medio
de ustedes (Lc 17,21).
Por
eso cuando suplicamos: Venga a nosotros tu Reino, anhelamos
un Reino: -de amor,
donde hay odio… -de vida, donde hay muerte.
-de
gracia,
donde hay egoísmo… -de santidad, donde hay pecado.
-de
verdad,
donde hay mentira… -de libertad, donde hay esclavitud.
-de
justicia,
donde hay corrupción… -de paz, donde hay violencia.
Acerca del pueblo que produce frutos, el
Papa Francisco dice:
El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres,
tanto que hasta Él mismo “se hizo pobre”, naciendo en un (establo),
entre animales, como lo hacían los hijos
de los más pobres…
Creció en un hogar de sencillos trabajadores
y trabajó
con sus manos para ganarse el pan.
Cuando comenzó a anunciar el Reino, le seguía (gente desposeída)…
Luego,
el Papa subraya que los pobres están en el corazón de Dios:
A los que estaban cargados de dolor,
agobiados de pobreza,
les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón.
“Felices ustedes, los pobres, porque el Reino
de Dios les pertenece”.
Con ellos se identificó: “Tuve hambre y me diste de comer”,
y enseñó
que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo.
Más
adelante, el Papa declara: Por eso quiero una Iglesia pobre
(entre)
los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos…
Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos…
Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos,
a prestarles
nuestra voz en sus causas, pero también a
ser sus amigos,
a escucharlos,
a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría
que Dios quiere comunicarnos a través de ellos (EG, n.197s).
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog