miércoles, 31 de agosto de 2016

Si quieres seguir a Jesús...

23º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Sab 9,13-18  -  Flm 9-10. 12-17  -  Lc 14,25-33

   Hoy, para bautizar a un niño recién nacido, se exige muy poco:
algunos documentos y la asistencia de los padres a una o dos charlas.
La promesa de los padres de educar al niño en la fe, generalmente,
es una promesa (como muchas otras…) que se la lleva el viento.
   Las consecuencias están allí: un país con millones de católicos,
donde hay problemas de injusticia… violencia… corrupción…
   Qué diferente las exigencias que Jesús nos pide para seguirle:
Dejar de lado a la familia… Cargar la cruz… Renunciar a los bienes.
Estas exigencias necesitan una respuesta personal, libre, responsable.

… Deja de lado a tu familia
   Para Jesús la familia es muy importante. Veamos algunos hechos.
-A los doce años, después de estar tres días en el templo de Jerusalén,
Jesús vuelve con sus padres a Nazaret y vive obedeciéndoles (Lc 2,51).
-En otra ocasión desenmascara la hipocresía de los escribas y fariseos,
que dejan de lado el mandamiento de amar al padre y a la madre,
para seguir la tradición: dar una ofrenda sagrada al templo (Mc 7,9ss).
-Al joven rico que busca heredar la vida eterna,
Jesús le dice: … honra a tu padre y a tu madre (Lc 18,20).
   Cuando por fidelidad a Jesús nos comprometemos para que haya: 
amor y vida donde hay muerte, verdad y libertad donde hay injusticia;
puede suceder que miembros de nuestra familia nos impidan hacerlo.
En este caso, el seguimiento y el amor a Jesús tiene preferencia, pues
Jesús y el proyecto del Reino están por encima de los lazos familiares.
   Tengamos presente también que Jesús anuncia una nueva familia:
Éstos son mi madre y mis hermanos. El que hace la voluntad de Dios,
ése es mi hermano, mi hermana, mi madre (Mc 3,31ss).
A la mujer que exclama: Dichoso el vientre que te llevó, Jesús le dice:
Felices los que oyen la Palabra de Dios y la practican (Lc 11,27s).
*Quien viene a mí y no deja de lado a su padre y a su madre…
e incluso a su propia vida, no puede ser mi discípulo.

… Carga tu cruz cada día
   No se trata de llevar -como adorno- la imagen de Jesús crucificado,
ni de colocarlo en alguna oficina donde se comete injusticia.
   Ante el actual sistema consumista que nos esclaviza,
es bueno privarnos de todo lo que es superfluo, pero no basta.
   Aceptar el proyecto de Jesús, oír sus enseñanzas y practicarlas,
tarde o temprano, es motivo de rechazo, condena, persecución
Por eso Jesús nos pide reflexionar antes de optar por seguirle.
   Hoy en día, cargar la cruz significa también solidarizarnos:
con el clamor de la tierra y con el clamor de los pobres (LS, n.49).
¿Podemos seguir indiferentes, cuando la tierra, nuestra casa común,
se está convirtiendo en un inmenso depósito de porquería? (LS, n.21).
¿Qué hacemos cuando los campesinos son despojados de sus tierras?
¿Por qué se persigue y encarcela a los defensores del medio ambiente,
dejando en la impunidad a las autoridades que dan leyes injustas?
*Quien no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.

… Renuncia a todos tus bienes
   Sobre esta tercera exigencia, reflexionemos en los siguientes textos:
-Ustedes no pueden estar al servicio de Dios y del dinero (Mt 6,24).
-Al enviar a sus apóstoles para anunciar el Evangelio, Jesús les dice:
No lleven en el cinturón ni oro, ni plata, ni cobre (Mt 10,9).
Para evangelizar no se necesita dinero, sino el testimonio personal.
-A Pedro que dice: Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte,
Jesús le contesta: Les aseguro, el que deje casa, hermanos, hermanas,
madre, padre, hijos y tierras, por mí y por el Evangelio;
recibe en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas,
madre, padre, hijos y tierras, en medio de persecuciones.
Y en el mundo futuro la vida eterna (Mc 10,28ss).
-Lo que dice San Jerónimo (342-420), tiene mucha actualidad:
Acertadamente, el Evangelio llama a las riquezas “injustas”,
porque todas las riquezas no tienen otro origen que la injusticia.
Y uno no se puede hacer dueño de ellas, a no ser que otro las pierda.
Por lo cual me parece muy cierto esta sentencia popular que dice:
Todo rico o es ladrón o heredero de ladrones (ML, 22,982).
-¿Se justifica mantener costosas oficinas burocráticas que solo sirven
para que unos pocos ganen bien a costa de los pobres? (CV, 47).
*Quien no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo.
J. Castillo A.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Más vale dar que recibir

22º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Eclo 3,17-18. 20. 28-29  -  Heb 12,18-24  -  Lc 14,1. 7-14

   Un jefe de los fariseos invita a Jesús a comer. Es un día sábado.
Ellos espían a Jesús, pues delante de Él hay una persona enferma…
   Después de sanar al enfermo, Jesús dice a los invitados:
El que se alaba será humillado y el que se humilla será alabado.
Luego, al fariseo más importante que le había invitado, le dice:
Al  ofrecer una cena invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos.

El que se alaba será humillado y el que se humilla será alabado
   En la época de Jesús y en nuestros días, hay hombres y mujeres
preocupados por figurar, dominar, creerse superiores a los demás.
Se ingenian para que sus nombres estén en todo lugar.
Se abren paso admirando a los de arriba y despreciando a los de abajo.
Exhiben costosas vestiduras para llamar la atención y ser saludados.
Buscan los lugares reservados en las ceremonias públicas o religiosas,
y los primeros puestos en los banquetes.
   Al respecto escuchemos a Jesús que nos dice: Ustedes no sean así…
¿Quién es más importante? ¿El que está a la mesa o el que sirve?
¿No es, acaso, el que está sentando a la mesa?
Sin embargo yo estoy entre ustedes como el que sirve (Lc 22,24ss).
   Centrando nuestra atención en la Cena del Señor (Eucaristía, Misa),
muchas veces damos más importancia a ciertas tradiciones humanas.
Por ejemplo, en las Misas con Asistencia Oficial de Autoridades:
-¿Quiénes son los que ocupan los principales lugares?
-¿Qué lugar ocupan los pobres, los lisiados, los cojos, los ciegos?
   Bueno sería que las enseñanzas de Jesús no sean letra muerta:
El que se alaba será humillado y el que se humilla será alabado.
   Escuchemos también a María de Nazaret, la madre de Jesús.  
Ella alaba a Dios diciendo: Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador,
porque se ha fijado en su humilde servidora
Dios derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,46ss).

Al ofrecer una cena invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos
   Desde el Evangelio anunciado por Jesús, otro mundo es posible:
-en el que amemos, sobre todo, a los que más nos necesitan…
-en el que pongamos al servicio de los pobres nuestras capacidades…
-en el que demos prioridad al “ser humano” y no al “dios-dinero”…
   Jesús pone el mundo al revés cuando dice al que le había invitado:
Cuando ofrezcas una comida o una cena,
no invites a tus amigos, hermanos, parientes o vecinos ricos;
porque ellos te invitarán también y recibirás lo mismo que diste.
Para nosotros discípulos de Jesús puede ser una gran equivocación,
creer que amamos de verdad porque nos desenvolvemos muy bien
dentro del pequeño círculo de nuestros amigos y familiares.
Tengamos presente que los pecadores hacen lo mismo (Lc 6,32ss).
Tampoco se trata, como sucede muchas veces,
de relacionarnos con los poderosos, para sacar provecho personal. 
Peor aún, devorar los bienes de los pobres, que es causa de injusticias:
ricos cada vez más ricos a costa de los pobres cada vez más pobres.
   A continuación, Jesús anuncia al que le invitó esta Buena Noticia:
Cuando des una comida, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos;
y tú serás feliz porque ellos no pueden pagarte (cf. Lc 14,21).
Hay una verdadera felicidad que solo conocen aquellas personas
que saben dar con generosidad, sin recibir nada a cambio.
Se trata de acoger y compartir nuestra mesa con los más necesitados,
con aquellas personas que no nos garantizan promoción social alguna.
Ahora bien, si somos capaces de ver sus sufrimientos y oír sus quejas,
puede ser el inicio para ir a las verdaderas causas de tantas injusticias.
Escuchemos también la voz de nuestros obispos reunidos en Puebla:
El compromiso con los pobres y los oprimidos
y el surgimiento de las comunidades de base han ayudado a la Iglesia
a descubrir el potencial evangelizador de los pobres (DP, n.1147).
   Al despedirse de la comunidad de Éfeso, Pablo da este testimonio,
que viene a ser una aplicación concreta de las enseñanzas de Jesús:
No he codiciado la plata, ni el oro, ni los vestidos de nadie.
Ustedes saben que trabajé con mis propias manos,
para conseguir lo necesario para mí y para mis compañeros.
Les enseñé que así se debe trabajar para ayudar a los necesitados,
recordando aquellas palabras del Señor Jesús: 
Hay más felicidad en dar que en recibir (Hch 20,33ss; cf. Ef 4,28).
J. Castillo A.

miércoles, 17 de agosto de 2016

La salvación es para todos

21º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Is 66,18-21  -  Heb 12,5-13  -  Lc 13,22-30

   Jesús siendo de condición divina, se hace semejante a los hombres,
se humilla y obedece hasta morir crucificado (Flp 2,6ss).
En la cena de despedida, se arrodilla y lava los pies a sus discípulos,
para que nadie domine a otro ni pisotee sus derechos (Jn 13,4ss).
   Desde esta experiencia, de ser el último y el servidor de todos,
Jesús dice: Yo soy la puerta, quien entra por mí se salvará (Jn 10,9).

Entren por la puerta angosta
   Mientras Jesús se dirige a Jerusalén, sede de los poderosos…
alguien le pregunta: Señor, ¿serán pocos los que se van a salvar?
   Lo importante para Jesús no es “la cantidad”, pocos o muchos,
sino saber que la salvación es un don que Dios da gratuitamente,
y también es una tarea, una respuesta libre de nuestra parte.
   Por eso Jesús responde: Procuren entrar por la puerta angosta,
que significa: conversión…seguir a Jesús…practicar sus enseñanzas.
*Si el sacerdote o el levita del templo de Jerusalén quieren salvarse,
deben seguir el ejemplo del samaritano: ser misericordioso (Lc 10).
*No basta invitar a Jesús para decir: hemos comido y bebido contigo.
La verdadera felicidad está en acoger a pobres, mancos, cojos, ciegos;
y compartir con ellos el pan, sin utilizarlos para figurar (Lc 14,1ss).
*De nada sirve orar en el templo como el fariseo que se cree justo…
Basta decir como el publicano: Señor, ten piedad de mí, soy pecador.
Éste vuelve a su casa justificado, pero el fariseo no (Lc 18,9ss).
*Haber “cumplido” los mandamientos desde la niñez,
no es un boleto de entrada para heredar la vida eterna.
Al joven rico le falta: vender lo que tiene y repartirlo a los pobres,
así tendrá un tesoro en el cielo; y luego seguir a Jesús (Lc 18,18ss).
*Cuando Zaqueo, jefe de los cobradores de impuestos y muy rico:
-acoge a Jesús… -da a los pobres la mitad de todo lo que tiene…
y -devuelve cuatro veces más a quien le ha robado…
Jesús le dice: Hoy ha llegado la salvación a esta casa (Lc 19,1ss).

Los últimos serán los primeros
   Jesús lleva a cabo su misión salvadora, sin que nada lo detenga,
ni siquiera las amenazas de muerte de Herodes Antipas (Lc 13,31ss).
El Profeta de Nazaret vive en una sociedad de injustas desigualdades;
allí, sacerdotes, escribas, fariseos, terratenientes, comerciantes ricos…
creen ser los mejores, los primeros; pero sus obras dicen lo contrario.
   El mensaje de salvación que Jesús anuncia está destinado a todos:
judíos y extranjeros, autoridades y pueblo en general, pobres y ricos…
   Sin embargo, lo que más impresiona en la vida de Jesús
es el trato que da a los despreciados: los acoge y come con ellos.
Ahora bien, desde este servicio humilde, Jesús nos sigue diciendo:
Los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos.
   Teniendo presente que los preferidos de Dios son los pobres,  
sigamos reflexionando en los siguientes textos del Nuevo Testamento:
*Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos,
y las diste a conocer a la gente sencilla (Lc 10,21).
*Sepan que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos,
ellos sí la van a escuchar (Hch 28,28).
*Miren, hermanos, quiénes han sido llamados.
Entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando,
ni muchos poderosos, ni muchas personas importantes.
Dios ha elegido a la gente sencilla, para humillar a los sabios.
Dios ha elegido a los débiles del mundo, para humillar a los fuertes.
Dios ha elegido a gente despreciada y sin importancia del mundo,
es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo.
Y así nadie podrá gloriarse ante Dios (1Cor 1,26ss).
*Hermanos, ustedes que creen en nuestro glorioso Señor Jesucristo,
no deben hacer diferencias entre las personas.
Supongamos que cuando ustedes están reunidos,
entra un rico con anillos de oro y ropa elegante, y le dicen:
-siéntate aquí en el primer lugar.
Y, al mismo tiempo, entra un pobre vestido con ropa sucia, y le dicen:
-quédate allá de pie o siéntate en el suelo.
Al actuar así, hacen diferencias y juzgan con pésimas intenciones.
Hermanos, Dios ha escogido a los que en este mundo son pobres,
para que sean ricos en la fe y para que hereden el Reino
que Él ha prometido a los que le aman (Stgo 2,1ss).
J. Castillo A.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Fuego y división en la tierra




20º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
Jr 38,4-10  -  Heb 12,1-4  -  Lc 12,49-53

   Es injusto que las empresas multinacionales del “primer mundo”,
hacen en “continentes pobres” lo que no se les permite en sus países;
a saber, destruir nuestra casa común… y explotar a los pobres
   Ante éstas y otras injusticias, Jesús sigue anunciando:
Vine a prender fuego en el mundo… y a traer división en la tierra

Vine a prender fuego en el mundo
   Jesús es signo de contradicción (Lc 2,34). Su mensaje viene a ser:
buena noticia para los pobres y mala noticia para los ricos (Lc 6,20ss).
¿Qué hacer cuando el actual modelo económico privilegia a los ricos,
a costa de la vida de las personas y destrucción de la tierra? (DA, 473).
Convertirnos para que el fuego traído por Jesús transforme el mundo.
   Por eso, que no sea letra muerta lo que dice el Papa Francisco:
Las empresas multinacionales, al cesar sus actividades y retirarse,
dejan graves problemas: desocupación, pueblos sin vida,
agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación,
empobrecimiento de la agricultura y ganadería local,
cráteres, cerros triturados, ríos contaminados,
y algunas obras sociales que ya no se pueden sostener (LS, n.51).
   Más adelante (en el n.52), el Papa hace esta denuncia:
La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada.
Sin embargo, el acceso a la propiedad de los bienes y recursos
para satisfacer sus necesidades vitales les está prohibido,
por un sistema perverso de relaciones comerciales y de propiedad.
Sistema perverso que busca eliminar no la pobreza sino a los pobres...
   Ante estas injusticias que provocan el gemido de la hermana tierra,
que se une al gemido de los abandonados del mundo (LS, n.53);
dejémonos encender por el fuego que lleva Jesús en su corazón.
Se trata de buscar primero el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33),
para que la tierra bendiga al Señor y cante en su honor eternamente,
y para que los hijos de los hombres bendigan al Señor…(Dn 3,74.82).

Vine a traer división en la tierra
   Jesús sigue su camino a Jerusalén donde morirá crucificado.
Ante esta triste realidad que le espera, Jesús dice a sus discípulos:
¡Qué angustia siento hasta que esto se haya cumplido!
Luego añade: ¿Piensan que vine a traer paz al mundo?
No he venido a traer la paz sino la división.
   La paz que Jesús nos ofrece va a crear división en la tierra,
porque su Paz es diferente a la “paz” que imponen los corruptos;
pues, todos, pequeños y grandes, solo buscan riquezas mal habidas.
Profetas y sacerdotes se dedican a engañar.
Sanan las divisiones de mi pueblo diciendo: paz, paz,  y no hay paz.
Debería darles vergüenza de hacer esas cosas que no las soporto.
Pero ni siquiera tienen vergüenza, ni saben sonrojarse (Jr 6,13ss).
   Para nuestros obispos la paz cristiana tiene estas características:
*La paz es, ante todo, fruto de la justicia (Is 32,17).
Supone y exige la instauración de un orden justo…
La opresión ejercida por los grupos de poder
puede dar la impresión de mantener la paz y el orden,
pero es el germen continuo e inevitable de rebeliones y guerras…
El paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas,
es el nombre nuevo de la paz (cf. PP, 1967, n.20-21).
*La paz es un quehacer permanente (GS, n.78).
Una paz estática y aparente puede obtenerse empleando la fuerza.
Una paz auténtica implica lucha, capacidad inventiva, conquista…
La paz no se encuentra, se construye.
El pueblo de Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo,
debe enfrentarse al egoísmo, a la injusticia personal y colectiva.
*La paz es fruto del amor (GS, n.78).
La solidaridad humana se realiza verdaderamente en Cristo
quien da la paz que el mundo no puede dar (Jn 14,27)…
El cristiano que trabaja por la justicia social
debe cultivar siempre la paz y el amor en su corazón.
La paz con Dios es el fundamento de la paz interior y de la paz social.
Por lo mismo, allí donde dicha paz social no existe,
allí donde hay injustas desigualdades sociales, políticas, económicas;
hay un rechazo del don de la paz del Señor,
más aún, un rechazo del Señor mismo (Medellín, La paz, n.14).
J. Castillo A.