jueves, 30 de julio de 2015

Del hambre de pan, al hambre de Dios

Domingo XVIII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Ex 16,2-15  -  Ef 4,17-24  -  Jn 6,24-35

   Después de compartir panes y peces con unas cinco mil personas,
Jesús se va solo al monte a orar, evitando así que lo proclamen rey.
   Al día siguiente, Jesús pasa a la otra orilla… a Cafarnaún.
Allí, a la gente preocupada por asegurase el pan de cada día,
Jesús les anuncia esta Buena Noticia: Yo soy el pan de vida.

Trabajen por el alimento que dura y da vida eterna
   Cuando Jesús ve el hambre de la gente, no permanece indiferente. 
Él mismo parte y comparte el pan…Se identifica con los hambrientos
y sedientos llamándolos mis hermanos… A sus seguidores de todos
los tiempos les sigue diciendo: Denles ustedes de comer (Mc 6,37).
También, se lamenta de los que andan satisfechos, porque tendrán
hambre (Lc 6); y denuncia a los terratenientes ambiciosos (Lc 12).
   Hoy, cuando tenemos abundantes recursos naturales, el hambre
que sufren millones de hermanos nuestros es un crimen abominable.
Allí están los campesinos e indígenas que, al ser privados de la tierra
donde nacieron, se ven obligados a migrar a la ciudad o al extranjero.
   Al respecto, el Papa Francisco denuncia que las grandes ciudades
se hacen grandes con cordones de pobreza y miseria. Luego pregunta:
¿Por qué la gente viene a las grandes ciudades, a los cordones de las
grandes ciudades, a las villas miserias, a las chabolas, a las favelas?
Porque ya el mundo rural para ellos no les da oportunidades.
  Y continúa: La idolatría de la tecnocracia lleva a la desocupación,
crea desocupación. Los fenómenos de la falta de trabajo son muy
grandes y la gente necesita migrar, buscar nuevos horizontes.
   Entre los caminos de solución, el Papa señala: El trabajo más serio
y profundo se hace desde la periferia hacia el centro (21 julio 2015).
   Partiendo de la necesidad de trabajar para tener el pan de cada día,
Jesús pide a la gente trabajar por el alimento que dura y que da
vida eterna; pues, el hombre y la mujer no solo viven de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Deut 8,3;  Mt 4,4).

Creer en Jesús, el enviado de Dios
   La gente, pensando en agradar a Dios con ‘obras buenas’, pregunta:
¿Qué debemos hacer para realizar las obras que Dios quiere?
La respuesta de Jesús va a lo esencial: Creer en el enviado de Dios,
es decir, creer en la persona de Jesús, en su vida, en sus enseñanzas,
en sus obras; de tal manera que Jesús viva en nosotros (Gal 2,20).
En otras palabras, trabajar por un mundo más humano, donde todos:
-vivamos como hijos de Dios, creer que Dios es nuestro Padre; y
-vivir como hermanos, creer que Jesús está en medio de nosotros,
 en sus hermanos que sufren hambre, sed, enfermedad… (Mt 25).
   Sobre la importancia de creer en Jesús, en Juan (12,42ss) se dice:
Muchos creyeron en Él, aún entre las autoridades; pero por miedo
a los fariseos no lo decían, para no ser expulsados de la sinagoga.
Preferían la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
Jesús exclamó: El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en
el que me envió. El que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz y he
venido al mundo para que quien cree en mí no se quede en tinieblas.

Señor, danos siempre de ese pan
   A continuación, Jesús dice: El pan de Dios es el que baja del cielo
y da vida al mundo. Al oírlo, aquella gente pobre y sencilla exclama
con esta significativa oración: Señor, danos siempre de ese pan:
-Señor: es un título por el que reconocemos la ‘divinidad’ de Jesús.
-Danos: lo que Jesús da es un ‘don’, un ‘regalo’ que debemos pedir.
-Siempre: nuestra relación con la persona de Jesús es ‘permanente’.
-De ese pan: no basta el pan material, necesitamos ‘un nuevo pan’.
   Luego, Jesús añade: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí
no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed.
   Algo similar le dice Jesús a la samaritana: El que bebe de esta agua
vuelve a tener sed; quien beba del agua que yo le daré nunca más
tendrá sed. Entonces ella exclama: Señor, dame de esa agua (Jn 4).
   Sobre el hambre de Dios y el hambre de pan, el Papa Juan Pablo II,
en su primera visita al Perú (febrero de 1985), dijo lo siguiente:
-Veo que hay aquí un hambre de Dios que constituye una verdadera
riqueza, riqueza de los pobres que no se debe perder
-Hay aquí un hambre de pan… Por el bien del Perú no puede faltar,
se debe hacer todo para que no falte este pan de cada día, porque
es un derecho cuando rogamos: Danos hoy el pan de cada día.
J. Castillo A.

jueves, 23 de julio de 2015

Comerán y sobrará (Domingo 26 de Julio)

Comentario al texto evangélico: Jn 6,1-15
Durante cinco domingos vamos a seguir la lectura del capítulo 6 del Evangelio de  san Juan que se ocupa del milagro de la multiplicación y el discurso del pan de vida. 

 El pan es un símbolo que recoge como ninguno la realidad de las necesidades básicas del hombre: alimento, vestido, vivienda, cuidados médicos elementales, etc. Decir "no tengo pan" es como decir que estoy en la más absoluta indigencia. Así se hallaba ante Jesús la multitud que le buscaba y le seguía. Acudían a escucharle porque vivían en una necesidad perentoria de sentido para sus vidas; y estando en ello surge una necesidad más puntual de comida. Ante la necesidad global de sentido y la primaria de alimento, consciente de ello, Jesús lanza esta pregunta: “¿Con qué compraremos pan para que coman estos?”. ¿Cómo llenar la totalidad de su vida de sentido y como paliar su hambre de pan actual?
La respuesta de Jesús a la necesidad

A la pregunta de Jesús responde Felipe  echando cuentas: “Doscientos denarios de pan no bastan”, la situación no tiene salida, no hay fondos económicos suficientes. Andrés, más práctico, deja a un lado los cálculos y se va a la realidad posible, aunque sin mucha esperanza: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”.

Hasta ahora sólo tenemos un problema: hambre de la muchedumbre; y unas especulaciones: unos cálculos, unas esperanzas muy pobres… Oscuridad. ¿Quién quitará la piedra del sepulcro para que entre la luz?.

Vista y analizada la situación Jesús va a dar un paso importante; va a poner en marcha el corazón de todos, propone una solución que exigirá el compromiso de sus interlocutores: “Decid a la gente que se siente en el suelo”. Los discípulos debieron quedar un poco desconcertados. ¿No sería mejor que cada uno vuelva a su casa a procurarse la comida? Sin embargo, se sientan; y eran muchos; el evangelio, tal vez exageradamente, dice que “sólo los hombres eran unos cinco mil”. Sea como sea, los discípulos creyeron., y  ya es un primer paso: creen en la palabra de Jesús. No obstante,  el milagro pide también un compromiso, un pequeño signo que muestre que se cree de verdad; en  este caso el signo vendrá de un muchacho que tiene cinco panes y dos peces. Podría negarse a compartirlos, incluso puede que no fueran suyos. Pero ante la necesidad no se arredra y los pone a disposición del maestro de Nazaret. Y Jesús, “tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo todo lo que quisieron del pescado”. El simbolismo eucarístico es evidente: tomó, bendijo, repartió. Comió la multitud, y para asombro de todos  sobró. El evangelista termina anotando la sorpresa: “cuando se saciaron dijo a sus discípulos: recoged los pedazos que ha sobrado, que nada se desperdicie. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes que sobraron a los que habían comido”. ¿Y cómo reaccionó la multitud ante el prodigio? Quisieron proclamarlo rey. Una tentación para Jesús. Pero no cae en ella, no se deja embaucar por los laureles del triunfo, “y se retiró otra vez a la montaña, él sólo”.


Unas enseñanzas para tiempos de crisis

1) Estar abiertos a las necesidades de los hombres. Algo recomendable especialmente a los clérigos, a los de toda la vida, y a los nuevos clérigos de la predicación mediática: contertulios y demás predicadores del espectáculo televisivo, amantes de la solidaridad indolora, muy dados, como Felipe y Andrés, a la información y la especulación, pero cobardes para la acción. Una cosa es predicar y otra repartir trigo. Cuando a la prédica no acompaña el testimonio mejor es callar. Jesús, “se da cuenta”, ve la realidad que tiene ante sí, y yendo más allá del discurso, pone remedio a los males. No pocas veces, dice el concilio Vaticano II, el ateísmo es consecuencia del antitestimonio de los que nos llamamos cristianos. Cerrar los ojos al mal y el sufrimiento de los hombres nos hace ateos y hace ateos. No es, pues, tiempo de quejarse de la increencia del mundo sino de ponerle remedio con una evangelización que tenga  como palanca la misericordia.

2) La crisis económica que estamos viviendo (mejor sufriendo) es, al decir de muchos,  una crisis espiritual, y como tal tiene sus raíces en la falta de fe, que no es virtud exclusivamente religiosa, sino también humana: confianza mutua, fe en las posibilidades del hombre para salir juntos de situaciones difíciles, etc. Nadie duda de que, amén de lo económico, también lo espiritual se resiente en nuestra sociedad: corrupción económica, narcisismo de las personas y de los pueblos (nacionalismos excluyentes), idolatría del dinero, solidaridad indolora que no está dispuesta a la compasión (en su sentido de "compadecer" o "sufrir con", etc.  “No podéis servir a Dios y al dinero”, “no sólo de pan vive el hombre”. La respuesta al hambre del prójimo nno se puede limitar a dar lo que me sobra y no me quita nada; la “caridad” en su sentido fundamental es amor de entrega en gratuidad total, y sin límites. Sin esto, no hay salida, por muchos recortes que apliquemos a la economía personal o nacional. Recortar no es amar, amar es dar, poner al servicio del prójimo lo mucho o poco que tengo. Recortando este principio no se llega a nada. ¡Ay si aquel muchacho se hubiera negado a poner sus panes y sus peces!

3) “Hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces”. Un niño, un joven. Tal vez si hubiera sido un adulto, o un viejo, se hubiera reservado su comida. ¿Por qué madurez y  la vejez nos hacen más desconfiados y egoístas? ¿No debería ser al revés? Aquel muchacho tuvo el valor de poner todo lo suyo en común. Y aquello funcionó. Si miramos su actitud en este tiempo de crisis descubrimos que la solución no está en guardar los ahorros en lugar seguro, sino en ponerlos al servicio del bien común. Mientras los grandes bancos y entidades financieras sigan especulando, mientras lo primero en la escala de valores sea el capital (bienes “pasivos”) y no las personas, no podemos esperar el “milagro económico”; este sólo es posible por la aportación generosa de cada persona e institución. Poner todos nuestros “activos” (dinero, inteligencia, valores humanos, justicia social) en común es la solución.

4) No hacer las cosas para ganar medallas, ni dejarse embaucar por las glorias fáciles. El pueblo, que no es tonto, vio el negocio de tener por gobernante a uno que da pan y circo y “quisieron proclamarlo rey”. ¡Menuda bicoca! Con éste ya lo tenemos todo arreglado; cada vez que tengamos hambre nos socorrerá con el espectáculo de  un milagro. ¡Ya pueden ir cerrando las panaderías del país! Pero Jesús “se retiró”, rechazó la tentación del poder; podría haber aprovechado su gesto para hacer campaña electoral y subir en consideración pública, pero no lo hizo. Tal vez nos dice con ello  que el auténtico rey debería ser el muchacho que puso los panes y peces sobre la mesa. El Reino de Dios está allí donde se comparte la vida.

5) Finalmente, anotemos que este signo es una catequesis eucarística. El gesto de Jesús al ofrecer el pan y los peces apunta a algo importante para todos: no desconectar la Eucaristía de la vida. La misa no es una celebración para situarnos una hora a la semana al margen de la vida, sino para poner la vida en el centro de nuestra atención. Una oración (fe) que no mueva a la acción (obras) no es propiamente cristiana. Jesús celebró la Cena Pascual, pero ese signo sólo adquirió sentido con su entrega. ¿No crees que hay mucha relación entre la misa y la vida? Compartir el rito y no compartir nuestros bienes y riquezas personales desvirtúa la esencia de la reunión dominical.

Como conclusión unas preguntas: ¿Qué buscas en Jesús? ¿Qué esperas de la religión? ¿Para qué acudes  cada domingo a misa? Seguramente necesitas, como aquella multitud, “escuchar” a Jesús; o tal vez has visto los signos que hace Jesús con los enfermos; has visto como algunos han sido curados de sus enfermedades o sus desesperanzas, y te han dicho que sanaron por mediación divina. Esto es interesante. Todos buscamos algo en nuestras relaciones. Pero ¿vienes sólo a recibir? Pobre de ti. ¿No has descubierto aún que, como dice la oración franciscana, “es dando como se recibe”? Aquella multitud recibió pan un día. Al día siguiente hubieron de buscarse el sustento. Jesús no les dejó instalarse en “la cultura de la subvención”; les enseñó que el futuro de los hombres y de los pueblos pasa por la justicia y la caridad, por poner en común unos bienes que son de todos. “¡Dadles vosotros de comer! Los grandes cambios, las grandes revoluciones, empiezan en el corazón del  hombre. Mientras tu  despensa esté llena, ¿será digno pedir pan a Dios? Sin  embargo, cuando obedezcas la Palabra del Señor que te dice: Dale tus panes a la gente para que coma, "comerán y sobrará".
Casto Acedo. Julio 2015. paduamerida@gmail.com.

miércoles, 22 de julio de 2015

Dar desde nuestra pobreza

Domingo XVII, Tiempo Ordinario, ciclo B
2Re 4,42-44  -  Ef 4,1-6  -  Jn 6,1-15

   Jesús y sus discípulos pasan a la otra orilla del lago de Galilea.
Al ver a aquella multitud, Jesús piensa en el hambre que tienen; y
luego, gracias a la generosidad de un joven, bendice y reparte el pan.

Aquí hay un joven que tiene cinco panes de cebada
   Al preguntar Jesús: ¿dónde compraremos pan para darles de comer?
Felipe, pensando en el dinero, responde con realismo: Doscientas
monedas de plata no bastan para dar a cada uno un pedazo de pan.
   Dinero hay, sin embargo -como dijo el Papa Francisco en Bolivia-
la ambición desenfrenada de dinero es “el estiércol del diablo”
se convierte en ídolo, dirige las opciones de los seres humanos…
arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo,
destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo
y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.
   Luego, pasando a la orilla de los más pobres, el Papa pregunta:
¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista,
trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales?
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas
puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones?
¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población,
mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado?...
   Al responder, el Papa respalda a los Movimientos Populares
diciendo: Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes,
los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.
Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está,
en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse
y promover alternativas creativas (Santa Cruz, 9 julio 2015).
   Entre estas alternativas creativas, está la generosidad de aquel
joven que entrega todo lo que tiene: cinco panes de cebada
-el pan de los pobres- y dos peces. Lo mismo hace la pobre viuda,
desde su pobreza, da todo lo que tiene para vivir (Mc 12,41ss).

Jesús toma los panes, da gracias y los reparte
   Jesús nos muestra un camino sencillo que está al alcance de todos:
compartir el pan con los que tienen hambre, como hace aquel joven.
*Jesús manda que todos se sienten, había allí hierba abundante.
   Otro mundo es posible, si en vez de vestir y comer regiamente, los
ricos pudieran invitar a los pobres Lázaros y comer con ellos (Lc 16):
Me hace reposar en verdes pastos. Y prepara un banquete (Sal 23).
*Jesús ora, dando gracias al Padre del cielo, amigo de la vida.
   Agradecer a Dios que nos da, como un regalo, todo cuanto existe.
En vez de destruir la tierra, debemos cultivarla y cuidarla (Gen 2,15).
Justamente, en la Eucaristía, agradecemos a Dios por el pan y el vino
diciendo: Fruto de la tierra y del trabajo del hombre y de la mujer.
Que la tierra, nuestra casa, no sea un inmenso depósito de porquerías;
y no sigamos explotando a los trabajadores con salarios de hambre.
*Jesús, al repartir los panes y los peces, nos pide hacer lo mismo.
   Recordemos el ejemplo de las primeras comunidades cristianas:
No había entre ellos ningún necesitado, porque lo que poseían
campos o casas los vendían, y entregaban el dinero a los apóstoles
quienes repartían a cada uno según su necesidad (Hch 4,32-36).
   San Justino mártir (+165) pide que durante la Fracción del Pan:
Cada uno, según su voluntad, dé lo que puede, para socorrer:
-a los huérfanos, -a las viudas, -a los que por enfermedad o por
cualquier otra causa están necesitados, -a los encarcelados, -a los
forasteros de paso; en una palabra, -a cuantos padecen necesidad.
   Los injustos jamás comprenderán esos gestos de generosidad,
pues: La ofrenda a Dios hecha de cosas mal habidas, es impura.
A Dios no le agrada lo que ofrecen los malvados. El Altísimo
no acepta las ofrendas de los impíos. Robar algo a los pobres
y ofrecérselo a Dios es como matar un hijo ante los ojos de su padre.
La vida del pobre depende del poco pan que tiene, quien se lo quita,
es un asesino. Quitarle el sustento al prójimo es como matarlo,
no dar al obrero su salario es quitarle la vida (Eclo 34,18ss).   
   Cuando el joven rico se va triste, Jesús dice a sus discípulos:
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que
para un rico entrar en el Reino de Dios (Mc 10,24ss). Ahora bien,
si un camello pasa por el ojo de una aguja ya no es un camello, y
si un rico entra en el Reino de Dios ya no es rico (Bruce Chilton).
J. Castillo A.
  

miércoles, 15 de julio de 2015

Al verlos, Jesús se compadece

Domingo XVI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jer 23,1-6  -  Ef 2,13-18  -  Mc 6,30-34

    En el Evangelio de hoy, dos grupos se reúnen con Jesús:
-Los doce apóstoles que acaban de volver de la misión,
a ellos Jesús les dice: Vengan ustedes solos a descansar un poco.
-Unas cinco mil personas que andan como ovejas sin pastor. Jesús
se compadece y les alimenta con su Palabra y con el pan compartido.

Vengan a descansar un poco
   Después de enseñar y sanar en la sinagoga de Cafarnaún… sanar
a la suegra de Pedro…y sanar a muchos enfermos que habían acudido;
Jesús se va solo al ‘desierto’ a orar, para evitar todo triunfalismo, pues
su fama se divulgó rápidamente y todos le buscaban (Mc 1,21-39).
Desde esta experiencia, Jesús quiere que sus seguidores -de todos
los tiempos- busquen primero el Reino de Dios y su justicia,
dejando de lado aspiraciones mundanas de poder, fama, títulos…
   Por eso, cuando vuelven los apóstoles después de predicar y sanar,  
Jesús los lleva al ‘desierto’ a un lugar tranquilo a descansar un poco;
a reflexionar -en el silencio- que todo discípulo es un simple servidor.
   Hoy, muchos vivimos: ahogados en un activismo deshumanizador,
sometidos a fríos cálculos económicos, obligados a vegetar sin rumbo:
   Lo que más me sorprende del hombre occidental,
es que pierden la salud para ganar dinero,
después pierden el dinero para recuperar la salud.
   Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente,
por lo que no viven ni el presente ni el futuro.
   Y viven como si no tuviesen que morir nunca,
y mueren como si nunca hubieran vivido (Dalai Lama).
   Muy diferente si buscamos tiempo para meditar y encontrarnos:
-con nosotros mismos, convertirnos, creer y practicar el Evangelio;
-con los demás, preferentemente con los pobres cada vez más pobres;
-con nuestra madre tierra, que nos sustenta y produce diversos frutos;
-con Dios, amigo de la vida, defensor de los oprimidos.

Andan como ovejas sin pastor
   Si caminamos, como Jesús, por pueblos y ciudades de nuestro país,
vamos a encontrar una inmensa multitud de niños, jóvenes y adultos
que sufren el peso intolerable de la miseria, de la exclusión social, son
tratados como objetos desechables y sobrantes; son ovejas sin pastor.
   Sin embargo, todos ellos son personas con rostros muy concretos,
en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo:
-Son niños abandonados por sus padres: huérfanos de padres vivos,
golpeados por la pobreza y explotados cuando encuentran trabajo…
-Son jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad,
frustrados por falta de oportunidades de capacitación y ocupación…
-Son campesinos e indígenas privados de la tierra donde nacieron,
porque sin su consentimiento sus tierras pertenecen a los poderosos…
-Son obreros que, generalmente, sobreviven con salarios de hambre,
obligados -ellos y sus familiares- a caminar con austeridad,
y con dificultades para organizarse y defender sus derechos…
-Son desempleados y sub-empleados sometidos a fríos cálculos
del sistema económico neocolonialista, para que otros vivan mejor…
-Son marginados y hacinados urbanos que viven en la miseria,
frente a la ostentación de riqueza de ciertos grupos privilegiados…
-Son ancianos, cada día más numerosos, marginados de la sociedad
del progreso que prescinde de las personas que no producen…
(Puebla, n.32-39.  Santo Domingo, n.178.  Aparecida, n.65 y 402).
   Ante estos desafíos, los cristianos y personas de buena voluntad
debemos ver con un corazón compasivo y actuar dando vida:
   El futuro de la humanidad no está únicamente en manos
de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites.
Está fundamentalmente en manos de los pueblos,
en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
   Y cada uno, repitámonos desde el corazón: ninguna familia
sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador
sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona
sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades,
ningún anciano sin una venerable vejez.
   Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la madre tierra.
(Papa Francisco, en Santa Cruz, Bolivia, 9 julio 2015).  
J. Castillo A.

miércoles, 8 de julio de 2015

Iglesia pobre y misionera

Domingo XV, Tiempo Ordinario, ciclo B
Am 7,12-15  -  Ef 1,3-14  -  Mc 6,7-13

   Los que buscan poder económico, político, prestigio, seguridad…
son incapaces de construir una sociedad  justa, humana y fraterna;
porque la pobreza no se elimina con limosna sino con justicia.
   Muy diferente el testimonio de quienes: -viven ligeros de equipaje,
-disfrutan la verdadera felicidad compartiendo con generosidad, y
-buscan introducir en este mundo conversión y cambio de vida.

No lleven pan, alforja, ni dinero
   Jesús no se desanima por el desprecio que recibe en Nazaret.
Sigue enseñando en los pueblos vecinos y, para esta misión,
envía a sus discípulos con indicaciones precisas que valen para hoy:
anunciar la Buena Noticia del Reino desde la pobreza y sencillez.
   Al respecto, en nov. de 1965, 40 obispos del Concilio Vaticano II
firmaron: El pacto de las catacumbas. He aquí algunos compromisos:
*Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población
 en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción
*Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad
 de la riqueza, especialmente, en el vestir (ricas vestimentas,
 colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos
*Rechazamos que… nos llamen con nombres y títulos que expresen
 grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor)
   En consecuencia: -Donde hay desigualdad, hace falta una Iglesia
 que sea Pueblo de Dios, germen de vida, dignidad, justicia, paz…
-Donde los ricos se imponen con violencia, hace falta una Iglesia
 que camine en medio del pueblo, con misericordia y olor a oveja.
-Donde hay gastos en cosas superfluas, hace falta una Iglesia pobre
 entre los pobres, servidora, y con voz profética ante las injusticias.
-Donde hay corrupción, hace falta una Iglesia que tome su distancia
 del sistema económico y político vigente, que opte por las víctimas,
 denunciando por su nombre a los responsables de tanta marginación.
Nosotros, no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,20).

Quédense en la casa donde entren
   Jesús deja de lado el lujoso templo de Jerusalén y las sinagogas,
y da más importancia a la casa, al hogar, a la familia. Él nos dice:
Cuando entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen
Pues bien, en nuestros días, ¿damos prioridad a la pastoral familiar?
¿Bastará realizar ciertas visitas improvisadas de cumplimiento?
   Sobre la familia, el Papa Juan Pablo II -en Puebla- dijo lo siguiente:
Haced todos los esfuerzos para que haya una pastoral familiar.
Luego insiste en dar prioridad a esta pastoral, pues la evangelización
en el futuro depende en gran parte de la Iglesia doméstica (1979).
   Teniendo en cuenta estas palabras, el Documento de Puebla afirma:   
Urge un diligente cuidado pastoral para evitar los males provenientes
de la falta de educación en el amor, la falta de preparación
al matrimonio, el descuido de la evangelización de la familia y de la
formación de los esposos para la paternidad responsable (n.578).
También dicen que la Pastoral Familiar es evangelizadora, profética 
y liberadora… Busca caminos para que las parejas y las familias
puedan avanzar en su vocación al amor y en su misión de formar
personas, educar en la fe, contribuir al desarrollo (n.591ss).
   Sobre el medio ambiente y la vida humana, el Papa Francisco dice:
-Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra
 oprimida y devastada tierra (LS, n.2). Y más adelante añade: 
-En la familia se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado
de la vida como, por ejemplo, el uso correcto de las cosas, el orden
y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos
los seres creados. La familia es el lugar de la formación integral…
y de la maduración personal. En la familia se aprende a pedir
permiso sin avasallar, a decir gracias como expresión de una sentida
valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad
o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos
pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura
de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea (LS, n.213).
   En Guayaquil, durante su homilía el Papa Francisco dijo: La familia
también forma una pequeña Iglesia, una Iglesia doméstica que, junto
con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia
la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los
padres se siente cercano el amor de Dios (6, julio, 2015).  
J. Castillo A.