Domingo XV, Tiempo Ordinario, ciclo B
Am 7,12-15 - Ef
1,3-14 -
Mc 6,7-13
Los que buscan poder económico, político,
prestigio, seguridad…
son
incapaces de construir una sociedad
justa, humana y fraterna;
porque
la pobreza no se elimina con limosna
sino con justicia.
Muy
diferente el testimonio de quienes: -viven ligeros
de equipaje,
-disfrutan
la verdadera felicidad compartiendo con
generosidad, y
-buscan
introducir en este mundo conversión y
cambio de vida.
No
lleven pan, alforja, ni dinero
Jesús no se desanima por el desprecio que
recibe en Nazaret.
Sigue
enseñando en los pueblos vecinos y, para esta misión,
envía
a sus discípulos con indicaciones precisas que valen para hoy:
anunciar la Buena Noticia del Reino
desde la pobreza y sencillez.
Al
respecto, en nov. de 1965, 40 obispos del Concilio Vaticano II
firmaron:
El
pacto de las catacumbas. He aquí algunos compromisos:
*Procuraremos
vivir según el modo ordinario de
nuestra población
en lo que toca a casa, comida, medios de
locomoción…
*Renunciamos
para siempre a la apariencia y la
realidad
de la riqueza, especialmente, en el vestir
(ricas vestimentas,
colores llamativos) y en símbolos de metales
preciosos…
*Rechazamos que… nos llamen con nombres y títulos que
expresen
grandeza y poder (Eminencia, Excelencia,
Monseñor)…
En consecuencia: -Donde hay desigualdad,
hace falta una Iglesia
que sea Pueblo de Dios, germen de
vida, dignidad, justicia, paz…
-Donde
los ricos se imponen con violencia, hace falta una Iglesia
que camine en medio del pueblo, con misericordia y olor a oveja.
-Donde
hay gastos en cosas superfluas, hace falta una Iglesia pobre
entre los pobres, servidora, y
con voz profética ante las injusticias.
-Donde
hay corrupción, hace falta una Iglesia
que tome su distancia
del sistema económico y político vigente, que opte por las víctimas,
denunciando por su nombre a los responsables
de tanta marginación.
Nosotros,
no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,20).
Quédense
en la casa donde entren
Jesús deja de lado el lujoso templo de Jerusalén y las
sinagogas,
y
da más importancia a la casa, al hogar, a la familia. Él nos dice:
Cuando
entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen…
Pues
bien, en nuestros días, ¿damos prioridad a la pastoral familiar?
¿Bastará
realizar ciertas visitas improvisadas de cumplimiento?
Sobre
la familia, el Papa Juan Pablo II -en Puebla- dijo lo siguiente:
Haced todos los esfuerzos para que haya una pastoral familiar.
Luego
insiste en dar prioridad a esta pastoral, pues la evangelización
en el futuro depende en gran parte de la
Iglesia doméstica (1979).
Teniendo
en cuenta estas palabras, el Documento de Puebla afirma:
Urge un diligente cuidado pastoral para
evitar los males provenientes
de la falta de educación en el amor, la
falta de preparación
al matrimonio, el descuido de la
evangelización de la familia y de la
formación de los esposos para la
paternidad responsable (n.578).
También
dicen que la Pastoral Familiar es
evangelizadora, profética
y liberadora… Busca caminos para que las
parejas y las familias
puedan avanzar en su vocación al amor y
en su misión de formar
personas, educar en la fe, contribuir al
desarrollo
(n.591ss).
Sobre el medio ambiente y la vida humana,
el Papa Francisco dice:
-Entre los pobres más abandonados y
maltratados, está nuestra
oprimida y devastada tierra (LS, n.2). Y
más adelante añade:
-En la
familia se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado
de la vida como, por ejemplo, el uso
correcto de las cosas, el orden
y la limpieza, el respeto al ecosistema
local y la protección de todos
los seres creados. La familia es el lugar de la formación integral…
y de la maduración personal. En la familia se aprende a pedir
permiso sin avasallar, a decir gracias
como expresión de una sentida
valoración de las cosas que recibimos, a
dominar la agresividad
o la voracidad, y a pedir perdón cuando
hacemos algún daño. Estos
pequeños gestos de sincera cortesía ayudan
a construir una cultura
de la vida compartida y del respeto a lo
que nos rodea
(LS, n.213).
En
Guayaquil, durante su homilía el Papa Francisco dijo: La familia
también forma una pequeña Iglesia, una Iglesia doméstica que, junto
con la vida, encauza la ternura y la
misericordia divina. En la familia
la fe se mezcla con la leche materna:
experimentando el amor de los
padres se siente cercano el amor de Dios (6, julio,
2015).
J. Castillo A.
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