miércoles, 30 de septiembre de 2015

Buena Noticia para la familia

Domingo XXVII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Gen 2,18-24  -  Heb 2,9-11  -  Mc 10,2-16

   Hay hombres y mujeres que buscan formar una familia, sin embargo
al hacerlo por intereses egoístas (aspectos físicos o económicos…),
esa relación terminará cuando se acaben esos intereses pasajeros.
   Muy diferente cuando ambos se unen en matrimonio, basados en la
capacidad de amarse desinteresadamente. Este proyecto de vida,
-a pesar de las dificultades- no disminuirá con el paso de los años.

¿Puede el esposo divorciarse de su esposa?
   En Palestina, los jóvenes se casaban, generalmente, por un acuerdo
de sus padres. Un ejemplo es la boda de Isaac con Rebeca (Gen 24).
Ahora bien, una vez casados el marido podía despedir a su esposa:
Si un hombre se casa con una mujer y luego no le agrada,
porque descubre en ella algún defecto notable; le escribirá el acta
de divorcio, se la entregará y la echará de casa (Deut 24,1).
Según estas costumbres, lo que más hacía sufrir a la esposa,
no era vivir al servicio de todos los miembros de su familia, 
sino que su esposo la podía arrojar de casa en cualquier momento.
   Mientras Jesús camina hacia Jerusalén, llegan algunos fariseos
y le preguntan de mala fe: ¿Puede el esposo divorciarse de su esposa?
La respuesta de Jesús sorprende a todos: Porque ustedes son duros
de corazón, Moisés dejó escrito ese precepto. Con estas palabras,
Jesús busca liberar a las mujeres de toda clase de opresión, pues
Dios no quiere dominación del hombre, ni esclavitud de la mujer.
   En este contexto, recordemos el caso de la mujer adúltera (Jn 8).
Ante tanta hipocresía, Jesús opta por la vida: El que no tenga pecado,
tire la primera piedra. Luego dice a la mujer: Yo tampoco te condeno.
   El objetivo de la ley es hacer justicia, y no cabe duda que la justicia
libera al oprimido dándole vida: Hagan auténtica justicia. Que cada
uno trate a su hermano con misericordia y compasión. No opriman
a las viudas, a los huérfanos, a los forasteros, a los pobres. Que nadie
trame en su corazón hacer maldades contra su prójimo (Zac 7, 9s).

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre
   A continuación, Jesús les dice que el proyecto original de Dios es este: 
Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Por eso
abandona el hombre padre y madre, se une a su esposa, y los dos
vienen a ser una sola persona (Gen 1,27;  2,24). Luego Jesús añade:
Lo que Dios ha unido que no lo separe el varón. El matrimonio es
el encuentro de dos ‘personas’ y no es el encuentro de dos ‘objetos’.
   Cuando la familia, hoy en día, se halla ante  tantas amenazas,
nuestra labor pastoral debe dar prioridad a este campo, sabiendo que
la evangelización depende, en gran parte, de la “Iglesia doméstica”.
Para ello, se debe formar a los jóvenes que optan por el matrimonio,
para que asuman responsablemente la noble misión de ser: familias
evangelizadas y familias evangelizadoras. Además, es necesario
que los esposos tengan un acompañamiento permanente de nuestra
iglesia local, y no vivan abandonados como ovejas sin pastor.

Dejen que los niños se acerquen a mí, no se lo impidan
   Después que Sara da a luz a Isaac, pide a su esposo Abraham
que despida a su sierva egipcia Agar y a su hijo Ismael.
Abraham se pone triste, pues Ismael es también su hijo. Sin embargo,
un día, Abraham entrega a Agar pan y un odre de agua, y la despide.
Al caminar por el desierto se le acaba el agua. Agar abandona al niño,
pero Dios oye su llanto, llama a Agar y le dice: No tengas miedo,
toma al niño, pues yo sacaré de él un gran pueblo (Gen 16 y 21).
   Como buenos judíos, los discípulos de Jesús conocen esta historia.
Sin embargo, cuando unas personas traen a sus niños para que Jesús
los bendiga, ellos les reprenden. Jesús, al ver esto, se enoja y dice:
Dejen que los niños vengan a mí, porque el Reino de Dios pertenece
a los que son como ellos. Luego, los abraza y los bendice.
   Hagamos algo para solucionar el sufrimiento de tantos niños y,
yendo a las causas de tantas injusticias, denunciemos a los culpables:
-Niños con hambre… que generalmente se van a dormir sin comer.
-Niños con sed… que caminan por nuestras calles mendigando.
-Niños sin hogar… huérfanos de padres vivos que se han divorciado.
-Niños mal vestidos… que buscan el calor de una mano generosa.
-Niños enfermos abandonados… condenados a morir antes de tiempo.
-Niños prisioneros…explotados por adultos insensibles (Mt 25).
J. Castillo A.

sábado, 26 de septiembre de 2015

¿Quienes son "los nuestros" (Domingo 27 de Septiembre)-2

Hay hoy entre determinados cristianos una cierta manía persecutoria; el sentimiento de que estar rodeados de fantasmas y acosados por personas hostiles, enemigos de la Iglesia. Esto va creando una actitud a la defensiva que no es favorable en absoluto. Porque si bien es cierto que debemos defender los principios evangélicos frente a los que pretenden acallarlos, esta defensa sólo puede hacerse efectiva incidiendo en esos mismos principios que invitan a la tolerancia, al diálogo, y a la apertura; nunca la condena sistemática, ni la demonización del mundo, puede conducirnos a Dios.

¿Quiénes son “los nuestros”?

El mundo, como desierto que toca atravesar, es lugar donde el demonio sale al encuentro; pero sobre todo es lugar donde podemos encontrarnos con Dios, porque el Dios cristiano no es el que se revela en una oculta cueva del desierto sino en los avatares de la historia, que por eso se define como “historia de salvación”. El cristiano no es el que está fuera del mundo, sino en el mundo (Jn 7,15), no es cristiano quien huye de la propia historia, sino que la afronta adentrándose en sus penas y sus alegrías (Gaudim et Spes 1).

Hoy, en el evangelio, Juan, escandalizado porque uno que no era del grupo andaba por ahí echando demonios -o lo que es lo mismo, luchando contra el mal; haciendo el bien- en nombre de Jesús, corre a decirle al Maestro: “se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros” (Mc 9,38). Pero ¿quiénes son los nuestros? Pregunta que nos hacernos ahora: ¿Quienes forman parte de nuestro grupo?¿Quiénes forman parte de nuestra Iglesia (comunidad)?  ¿Serán los que asisten a grupos de catequesis y a actos especiales de culto en la parroquia? ¿Serán los que pertenecen a alguna sociedad o movimiento eclesial? ¿Serán los que van a misa todos los domingos? ¿Los que se bautizan y casan por la Iglesia? ¿Quiénes son “los nuestros”? Jesús, con su hacer y decir, amplía ese concepto restringido de “Iglesia” que a menudo no es sino constructo nuestro: “el que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9,40). Es verdad que existe otra sentencia de Jesús que parece contradecir ésta: “quien no está conmigo, está contra mí” (cf Mt 12,30; Lc 11,23), pero leída en su contexto es una advertencia a aquellos que se niegan a escuchar a Jesús acusándole de estar endemoniado. 

Frente a la pretensión de hacer del bien un monopolio cuya patente es de los discípulos elegidos por Jesús, el mismo Señor corrige: el que hace el bien, el que vive el amor y la compasión, el que construye la paz, aunque no sea de nuestro grupo estructural, es de los nuestros. Está claro que iniciativas que lleven adelante el principio de la compasión y la misericordia -¿qué es sino el reino de Dios?- han de sentirse como propias por los que se consideran seguidores de Jesús.

¿Quién es de los nuestros aunque no ande con nosotros?

Jesús pone ejemplos elementales para comprender quienes son esos que, pareciendo ajenos al grupo-Iglesia, pertenecen a él de hecho:

1. Todo el que hace el bien, por insignificante que sea su gesto: “El que os de un vaso de agua sólo porque seguís al Mesías” (Mt 10,42). Allí donde descubrimos un gesto de amor, allí está el Espíritu de Dios. Hemos de estar abiertos para reconocer la presencia y acción de Dios más allá de la Iglesia-institución. El Espíritu Santo no conoce restricciones ni ataduras de ningún tipo; nadie tiene la exclusiva del Espíritu; es absolutamente libre en su ser y en sus dones,  no se ata sólo a unos pocos, aunque estos “pocos” sean la comunidad de los bautizados:  “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!” (Nm 11,29). No pongamos cerco a la gracia de Dios; no miremos con ánimo pesimista al mundo, porque en él sigue actuando Dios; todos sus avances en cuestiones de mayor justicia, igualdad y progreso saludable, son signos de la presencia del Espíritu en la historia.  El evangelio de hoy invita a descubrir la abundancia de bondad y de justicia que hay en nuestro entorno, a no desconfiar del mundo sino a buscar en él cauces de diálogo y encuentro. Porque la Iglesia “sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37), para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido (Jn 3,17; Mt 20,28; Mc 10,45)” (Gaudium et Spes 3). Para desengañarse del mundo, si este da razones para ello, siempre habrá tiempo.

2. Otro signo de la presencia de Dios son aquellos que pasan la vida sin escandalizar a los más pequeños y buscando la coherencia de vida luchando contra el mal que puede habitar dentro de ellos mismos; aquellos que se dedican y procuran limpiar antes los pecados propios que los ajenos; que buscan primero el reino de Dios y su justicia dejando de lado la obsesión por acabar con el pecado de los otros como condición para la propia conversión. El mismo Jesús abominó de los que ven la mota insignificante en el ojo del prójimo y no ven la viga densa en el suyo (Lc 6,41-42). Dios está en los que, conscientes de que su antitestimonio es siempre un escándalo para los débiles, han elegido el camino de la vida justa.
 
¡Ay de vosotros los ricos! (Lc 6,24)

Mencionar, ¿cómo no hacerlo?, la segunda lectura de este domingo; la carta de Santiago, en línea con las malaventuranzas de Lucas, sigue empeñada en pisar tierra. El aviso contra los ricos es indudablemente un aviso de Dios. Ningún ser humano se atrevería a pronunciarlo. En sí misma la infelicidad de los ricos es una aporía  incomprensible si no es leída desde la perspectiva del cumplimiento de las promesas de Dios. ¿Cómo van a llorar y a lamentarse los ricos?

En realidad el motivo de la desgracia del rico no está en el hecho de la posesión de la riqueza (¡ojalá todos tuviéramos cada vez más riquezas que proporcionen mejores condiciones de vida!), sino en la perversión de “ser rico” habiendo acumulado a base de robar, matar e impedir que los demás tengan lo necesario: “el salario defraudado al obrero”(Sant 5,4). La riqueza que se posee por la injusticia y la sinrazón testimonia contra el que la posee. A lo ojos del mundo tal vez la riqueza crea un halo que oculta la verdad de la persona, pero los ojos de Dios penetran en el interior y pueden ver la polilla de los vestidos y la herrumbre del oro y la plata adquirida con la sangre del hermano. Santa Teresa recoge en sus escritos esta mentalidad que ve la riqueza como elemento distorsionador del valor del hombre: “Tengo para mí que honras y dineros casi siempre andan juntos, y que quien quiere honras no aborrece dineros; y que quien los aborrece, que se le da poco de honra. … porque por maravilla, o nunca, hay honrado en el mundo si es pobre; … antes, aunque sea en sí honrado, le tienen en poco. La verdadera pobreza trae una honraza consigo, que no hay quien la sufra; la que es por sólo Dios, digo, no ha menester contentar a nadie sino a él” (Camino de Perfección 2 6-7).
 
Santiago invita a los ricos de hoy y de siempre a mirarse con los ojos de Dios y obrar en consecuencia. Se trata de seguir los pasos de Mateo (Mt 9,9), de Zaqueo (Lc 19,1-10), de Francisco de Asís, de Carlos de Foucauld o de tantos otros que descubrieron la corrupción que les causaban sus riquezas y se echaron en brazos del Dios del magníficat, que “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes” (Lc 1,52).
 
Son muchos los que, desde fuera de la Iglesia institución, desde otras religiones o desde un ateísmo nada culpable, son buscadores de la verdad, y procuran actuar según los dictados de su conciencia. Son los llamados “cristianos anónimos”. Dios traspasa las barreras de nuestras creencias,  está más allá de nuestras ideas y nuestras formas de ver el mundo. Al decir Jesús que "quien no está contra mí está conmigo", pone de manifiesto que la praxis cristiana no puede defenderse como exclusivismo y como independencia absoluta. Allí donde se trabaja por los demás, donde se abren las puertas a los hambrientos y los sedientos, aunque no se conozca al Dios de Jesús, los cristianos reconocen la acción del Espíritu.
 
        Ya no es su sitio el desierto,
        ni en la montaña se esconde;
        decid: si preguntan dónde,
        que Dios está, -sin mortaja-
        en donde un hombre trabaja
         y un corazón le responde.
     (Himno de Vísperas)
 
Casto Acedo Gómez. Septiembre 2015. paduamerida@gmail.com.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Dios no se encierra en una Iglesia (Domingo, 27 de Septiembre) -1

San Cipriano acuñó un eslogan de gran éxito en la historia de la teología: "fuera de la Iglesia no hay salvación" (extra ecclesiam nulla salus). Se trata de una afirmación de fe expresada en sentido negativo; con ella se quiso decir que los herejes, cismáticos y grupos que habían roto con la Iglesia y eran hostiles a ella se alejaban de la salvación. Ahora bien,  hubo quienes sacaron de este eslogan conclusiones que no pretendía, y lo entendieron como una proclamación de la Iglesia como camino único y exclusivo para alcanzar la vida eterna. De aquí concluyeron que es urgente extender lo más posible el alcance físico de la Iglesia, bautizando sin descanso, ya que de la incorporación recepción del bautismo dependería la salvación de todos y cada uno de los hombres. Tal convicción de que la "vida eterna" sólo podría alcanzarse por la inscripción en el libro de los bautizados llevó a muchos a posiciones fundamentalistas y fanáticas. El respeto a las otras creencias (sobre todo las más cercanas: judíos y musulmanes) perdió puntos frente a la cristiana. Las consecuencias de este modo de ver las cosas llevaron a la convicción de que la salvación del otro lo justificaba todo: imposición de la fe, inquisición, persecución de los no cristianos, etc.

¿Tiene la Iglesia el monopolio de la salvación?

Tal vez el error a la hora de interpretar la expresión de que “fuera de la Iglesia no hay salvación” estuvo en no tener en cuenta, como hemos dicho, que se estaba expresando de forma negativa el convencimiento positivo de que “por la Iglesia se llega a la salvación” (Per Ecclesiam salus). Con respecto a los que no forman parte formal de la Iglesia al no haber recibido el bautismo, el concilio Vaticano II confirma la doctrina que siempre fue oficial en la Iglesia: “Quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocidas mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (Lumen Gentium, 16). Algo así dice Jesús en el evangelio al corregir a Juan cuando pretendió hacer callar a quienes echaban demonios sin ser del grupo de los discípulos: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro” (Mc 9,39-40).

 
La Iglesia tiene como misión anunciar el Reino de Dios, pero este no se circunscribe a la Iglesia; el ser de Dios supera nuestras reducciones, y el misterio de su Reino escapa a los límites de la Iglesia institucional. El Espíritu Santo no obra sólo en unos pocos ordenados, también manifiesta su acción rompiendo las fronteras que a veces queremos imponerle: “¡Ojalá todo el pueblo de Dios fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!” (Nm 11,29).
 
Dos reflexiones al hilo de los textos de este domingo
 
1.- En una primera parte el evangelio proclamado habla de la necesidad de ser tolerantes con los hermanos a los que consideramos ajenos a nuestro grupo: "hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir porque no es de los nuestros". “¡No se lo impidáis!”, responde Jesús. Ningún grupo humano tiene la patente de las buenas obras ni del Reino de Dios. Este evangelio, unido al testimonio similar de la primera lectura, nos indica hasta qué punto hemos de estar abiertos a la acción del Espíritu de Dios en el mundo, porque éste no se encierra entre barrotes institucionales, "sopla donde quiere" (Jn 3,8); su orden no coincide con el orden de la Iglesia aunque sea el mismo Espíritu el que marca el orden eclesial y la Iglesia tenga que atenerse a él.
Según el evangelio de hoy hemos de mirar con buenos ojos a  todo el  que vive los valores del Reino:  los luchan por el amor, la justicia, la fraternidad, la solidaridad, la paz. Y la razón para aceptarlos como de los nuestros no tiene su fuente en nuestra buena voluntad, sino en el convencimiento de que fuera de la Iglesia también obra el Espíritu de Dios y se manifiesta para la salvación de todos. No existe un terreno (el de la Iglesia) donde está Dios y otro (el mundo profano) donde no está. También en y con los cristianos anónimos está el Señor. El punto de encuentro entre los hombres no está en las instituciones y tradiciones externas sino en la presencia interior del Espíritu, en el hecho de que hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios-amor (Gn 1,26-27) y el mismo Espíritu alienta nuestras vidas.

2.- En su segunda parte, el evangelio da un giro y habla de lo que verdaderamente es intolerable: el escándalo de los débiles; que alguien desde dentro de la Iglesia seduzca y conduzca al mal a personas espiritual o moralmente inseguras. El miembro de una comunidad cristina adquiere una responsabilidad muy seria ante los hermanos: debe dar testimonio de su fe con una vida digna de ella. Lo contrario es un escándalo, un anti-testimonio, que daña a la Iglesia, a los hermanos, especialmente a los más débiles. Y entre esos escándalos mencionar dos que han hecho y hacen un tremendo daño a la Iglesia de hoy y de siempre:

-Intolerable para un cristiano es el escándalo del abuso sexual de menores cuya magnitud ha salido estos años a la luz en los medios de comunicación. La misma Iglesia ha perdido perdón por ello y ha iniciado una política de tolerancia cero para estos casos de grave daño para las víctimas inocentes y escándalo para el resto del mundo. “El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que cree, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar” (Mc 9,42).

-El otro escándalo que mencionamos es el que pone en evidencia la carta del apóstol Santiago: el escándalo de la riqueza que engorda con el jornal defraudado al obrero y que no renuncia a su avidez (Sant 5,1-6). La maldad que supone la riqueza injusta es algo que el evangelio considera intolerable, porque no solo daña al pobre que se ve privado de lo básico para vivir (“el jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros”), sino también al rico, que acaba pudriéndose en su propia excrecencia (“Vuestro oro y vuestra plata… devorará vuestra carne como el fuego… Os habéis cebado para el día de la matanza).

Hay pues, una sana intolerancia: la que se refiere al pecado que anida en el corazón del hombre y amenaza con salir afuera y dañar la Iglesia y el Reino. En el corazón del hombre anidan los robos, avaricias, injusticias, adulterios, envidias, etc. (cf Mc 7,20) Y hay que poner los medios para que el mal no prospere; hay que cortar de raíz todo lo que nos pueda llevar a la práctica del mal, aunque las renuncias sean dolorosas (cf Mc 9, 44-47).

Conclusiones

Concluyo estas reflexiones extrayendo unas enseñanzas prácticas:
 
* Primero, que tienes que ser tolerante -me gusta más decir "abierto de corazón”; el término “tolerancia” parece tener la connotación negativa de ser algo impuesto desde fuera o desde uno mismo-, abierto a todo lo bueno del mundo, esté dentro o fuera la Iglesia. Para ser buen cristiano has de vivir abierto a los aires del Espíritu de Dios, que sopla donde quiere y como quiere, que se manifiesta en los acontecimientos de tu vida y de la de los que te rodean, y desde ahí está dándote señales de su presencia y reinado.
 
* Segundo: has de aprender a ser intolerante con cualquier manifestación del mal en el mundo; especialmente con el que puede arraigar en tu interior o en el interior de la Iglesia, porque este mal que generas en tu persona o se genera en tu comunidad, además del daño que produce todo pecado, potencia su poder destructivo con el escándalo de los más débiles.

 
El modelo a seguir lo tienes en Jesús, el justo, el pobre de Yahvé, que se salió del marco institucional de la religión judía y mostró la presencia de Dios fuera de las estructuras de la ley y el orden establecidos. Los judíos esperaban que el Mesías se manifestase en ámbitos más institucionales. ¿Cómo iban a pensar que Dios nacería en una aldea olvidada de Judea y se manifestaría en lugares ajenos a la sinagoga y el templo? No aceptaron esa libertad del Espíritu para andar libre por las calles, paisajes y paisanajes del mundo. Su libertad inaudita le granjeó la antipatía e intolerancia de quienes gustan domesticar a Dios. Por eso le mataron, porque se empeñó en enseñar que más allá de los muros del templo y de la letra de la ley hay personas; porque hizo del encuentro personal y misericordioso con el hombre la clave de la salvación; porque desacralizó el sometimiento a las clases dominantes como camino necesario para ser benditos de Dios.  Con su tolerancia, mejor con su amor, Jesús te ha salvado a ti y a todos los hombres que os acogéis a Él; lo hace exculpándoos, derrochando amor y perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
 
Casto Acedo Gómez.Septiembre 2015. paduamerida@gmail.com.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Hacer el bien no tiene fronteras

Domingo XXVI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Núm 11,25-29  -  Stgo 5,1-6  -  Mc 9,38-48

   En la época de Jesús y en nuestros días, hay creyentes que al ver
a un herido abandonado en el camino, no hacen nada para auxiliarle.
En cambio, hay personas rechazadas por la religión oficial, que se
compadecen y hacen el bien para salvar al herido (Lc 10). Al respecto,
escuchemos a San Agustín: Muchos que parecen dentro están fuera…
y muchos que parecen fuera están dentro (Tratado sobre el bautismo).

El mensaje de Jesús no es monopolio de nadie
   Los discípulos de Jesús tratan de impedir la acción de un hombre
que sana a los enfermos, devolviéndoles vida, dignidad, libertad.
Alegan que: actúa en nombre de Jesús… pero no es de los nuestros
   Ellos se consideran “propietarios únicos” de la misión de Jesús
y, por eso, no valoran el bien que hace aquel “discípulo anónimo”.
¿Para hacer el bien debemos someternos a ciertos grupos y esquemas?
¿Son “rivales” aquellos que trabajan por una sociedad más humana?
¿No será mejor actuar para que todo el pueblo sea profeta? (1ª lectura).
   El Maestro Jesús corrige “el espíritu mezquino” de sus discípulos:
El que hace un milagro en mi nombre no puede hablar mal de mí.
Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor.
   Al respecto, en La Habana, Leonardo Fernández pidió al Papa:
Ayúdenos Santo Padre a ser jóvenes que sepamos acoger al que
piensa diferente, que no nos encerremos en los conventillos de las
religiones o las ideologías. Luego añadió: Que nuestra patria sea una
tierra de reconciliación y un espacio para la cultura del encuentro.
   Al escuchar esta petición, el Papa Francisco dijo muy emocionado:
Y yo a ustedes, jóvenes cubanos, aunque piensen diferente, aunque
tengan su punto de vista diferente, quiero que vayan acompañados,
juntos, buscando la esperanza, buscando el futuro y la nobleza de la
patria (…). Por favor, no nos “desencontremos” entre nosotros
mismos. Vayamos acompañados, encontrados, aunque pensemos
distinto, aunque sintamos distinto (La Habana, 20 septiembre 2015).

¡Ay de los que escandalizan a uno de estos pequeños!
   Jesús sigue formando al pequeño grupo de sus seguidores, para
que se comprometan en hacer realidad el Reino de Dios y su justicia.
Nadie puede ser discípulo de Jesús y, al mismo tiempo, escandalizar
-con su manera de actuar- a los pequeños, a los creyentes más débiles,
pues, al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor
sería que lo arrojen al mar con una piedra de molino atada al cuello.
Es por eso que Jesús emplea imágenes muy duras, para que cada uno
examinemos nuestra vida, pues lo que está en juego es lo siguiente:
entrar en el Reino de Dios… o ser arrojados al basurero
   Hoy, lamentablemente, vivimos en una sociedad escandalosa donde
hay un abismo entre ricos y pobres: El lujo de unos pocos se convierte
en insulto contra la miseria de las grandes masas (DP, 1979, n.28).
También sigue cuestionándonos lo que dijeron nuestros obispos,
en Medellín (1968): En el contexto de pobreza y aun de miseria
en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, los obispos,
sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta
seguridad; mientras los pobres carecen de lo indispensable y se
debaten entre la angustia y la incertidumbre (Pobreza de la Iglesia).
   ¿Con nuestros ojos… pies… y manos… hacemos el bien o el mal?
*Las manos tienen relación con nuestras actividades de cada día.
Como Jesús, debemos emplear nuestras manos para dar de comer,
para abrazar y bendecir a los indefensos, para acoger a los excluidos.
Sin embargo, hay personas que usan sus manos para incrementar sus
riquezas sin pagar el salario a sus trabajadores, para llevar una vida
de lujo y placeres, para condenar y asesinar al inocente (2ª lectura).
Si tu mano te hace caer, córtatela… renuncia a ese modo de actuar.
*Los pies nos hablan del camino: a dónde vamos… a quién seguimos.
Caminando tras los pasos de Jesús, busquemos a las ovejas perdidas,
y demos vida a las personas heridas y abandonadas en el camino.
Otros, en cambio, recorren mar y tierra para amontonar oro y plata.
Si tu pie te hace caer, córtatelo… abandona esos caminos herrados.
*Los ojos expresan nuestros deseos y aspiraciones más profundas.
Quien tiene ojo bueno ve con el corazón, es compasivo como Jesús,
está atento para acoger a los marginados por la sociedad y la religión.
En cambio, el que tiene ojo malo está lleno de codicia y ambición.
Si tu ojo te hace caer, sácatelo… aprende a ver con el corazón.
J. Castillo A.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Iglesia pobre y servidora

Domingo XXV, Tiempo Ordinario, ciclo B
Sab 2,17-20  -  Stgo 3,16-4,3  -  Mc 9,30-37

   No basta decir: Opción preferencial por los pobres… Iglesia pobre
para los pobres… La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres
Es más importante hacer: Hoy más que nunca, la Iglesia es consciente
de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las
obras, antes que por su coherencia y lógica interna (CA, 1991, n.57).

El Hijo del hombre va a morir y resucitar
   Al emprender su viaje a Jerusalén, Jesús sabe a lo que se expone.
Es por eso que desea estar a solas con sus discípulos para enseñarles
que el Reino de Dios, se hace realidad dando la propia vida: El Hijo
del hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán,
y después de morir, a los tres días resucitará. Para Jesús, el triunfo
de la Vida pasa por su pasión y su muerte: Yo soy el buen pastor,
el buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10,11).
   Sin embargo, sus discípulos le escuchan pero tienen otros intereses.
Ellos esperan, no a un Mesías servidor sino a un ‘Mesías victorioso’...
ambicionan ser superiores a los demás… y ocupar puestos de honor…
Más tarde, cuando Jesús es encarcelado, todos ellos le abandonan.
Todo cambiará al recibir la fuerza del Espíritu Santo, ya no temerán
sufrir persecución, prisión y muerte por causa del Reino de Dios.
   En este contexto recordemos el testimonio del apóstol Pablo que
después de su conversión, se identifica con Jesús crucificado; sirve
al Señor y a los judíos y paganos, con ejemplar desprendimiento:
He servido al Señor con toda humildad, con lágrimas y pruebas
que me han causado las intrigas de los judíos.
Hice todo lo que puede ser útil para ustedes.
Les prediqué y enseñé tanto en público como en sus casas,
dando testimonio a judíos y a griegos para que se conviertan (…).
No he codiciado la plata, ni el oro, ni los vestidos de nadie.
Ustedes saben que trabajé con mis manos para conseguir
lo necesario para mí y para mis compañeros (Hch 20, 17ss).

El que acoge a un niño como éste, a mí me acoge
   Habiendo llegado a Cafarnaún y, ya en casa, Jesús les pregunta:
¿De qué hablaban por el camino? Ellos se quedaron callados,
porque habían estado discutiendo quién era el más importante.
   Jesús se sienta, llama a los Doce, y les muestra un camino diferente:
Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos.
Luego, Jesús abraza a un niño, lo pone en medio de ellos y les dice:
El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge.
En adelante, el centro de la comunidad no son Pedro, Santiago, Juan...
sino los insignificantes, los que no valen según los criterios humanos.
   Como se sigue despreciando a los campesinos y nativos, revisemos
la historia, y encontraremos obispos: que se expusieron totalmente,
se comprometieron hasta el fracaso, la expulsión de sus diócesis,
la prisión, la expatriación y la muerte, por sus indios violentamente
maltratados por los colonos. Sus vidas deben ser ejemplo para el
obispo de nuestra época, donde la mayor violencia la ejercen los
poderosos y, como en el tiempo de los conquistadores, “los hombres
de armas”. Por ello Bartolomé de las Casas decía “evangelización
sin armas”, lo que significa hoy: liberación no como lucha contra
la subversión, sino como humanización del injustamente tratado:
el indio, el mestizo, el campesino, el obrero, el pueblo simple, pobre,
analfabeto (E. Dussel: Historia de la Iglesia en América Latina).
   Junto al grito de los marginados y despreciados, oigamos también
el grito de la tierra, nuestra casa común, que por culpa de nosotros
la estamos convirtiendo en un inmenso depósito de porquería (LS, n.21).
Imaginemos al planeta Tierra como un avión de pasajeros. Tiene
alimento, agua y combustible limitados. El 1% viaja en primera clase,
el 5% en ejecutiva, y el 94% en clase económica…Llega un momento
en que todos los recursos se agotan. El avión planea un poco y luego
se precipita, acabando con todos los pasajeros de todas las clases.
¿Queremos este destino para nuestra única Casa Común y para 
nosotros mismos? No tenemos alternativa: o cambiamos nuestros
hábitos o iremos desapareciendo lentamente (L. Boff, 4 sept 2015).
   No basta repetir rutinariamente: Te ofrecemos, Señor, este pan
y este vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre y de la mujer.
Hace falta: -dejarnos evangelizar por los pobres… -convertirnos
-construir un mundo diferente desde los preferidos de Jesús… 
J. Castillo A.