miércoles, 30 de septiembre de 2015

Buena Noticia para la familia

Domingo XXVII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Gen 2,18-24  -  Heb 2,9-11  -  Mc 10,2-16

   Hay hombres y mujeres que buscan formar una familia, sin embargo
al hacerlo por intereses egoístas (aspectos físicos o económicos…),
esa relación terminará cuando se acaben esos intereses pasajeros.
   Muy diferente cuando ambos se unen en matrimonio, basados en la
capacidad de amarse desinteresadamente. Este proyecto de vida,
-a pesar de las dificultades- no disminuirá con el paso de los años.

¿Puede el esposo divorciarse de su esposa?
   En Palestina, los jóvenes se casaban, generalmente, por un acuerdo
de sus padres. Un ejemplo es la boda de Isaac con Rebeca (Gen 24).
Ahora bien, una vez casados el marido podía despedir a su esposa:
Si un hombre se casa con una mujer y luego no le agrada,
porque descubre en ella algún defecto notable; le escribirá el acta
de divorcio, se la entregará y la echará de casa (Deut 24,1).
Según estas costumbres, lo que más hacía sufrir a la esposa,
no era vivir al servicio de todos los miembros de su familia, 
sino que su esposo la podía arrojar de casa en cualquier momento.
   Mientras Jesús camina hacia Jerusalén, llegan algunos fariseos
y le preguntan de mala fe: ¿Puede el esposo divorciarse de su esposa?
La respuesta de Jesús sorprende a todos: Porque ustedes son duros
de corazón, Moisés dejó escrito ese precepto. Con estas palabras,
Jesús busca liberar a las mujeres de toda clase de opresión, pues
Dios no quiere dominación del hombre, ni esclavitud de la mujer.
   En este contexto, recordemos el caso de la mujer adúltera (Jn 8).
Ante tanta hipocresía, Jesús opta por la vida: El que no tenga pecado,
tire la primera piedra. Luego dice a la mujer: Yo tampoco te condeno.
   El objetivo de la ley es hacer justicia, y no cabe duda que la justicia
libera al oprimido dándole vida: Hagan auténtica justicia. Que cada
uno trate a su hermano con misericordia y compasión. No opriman
a las viudas, a los huérfanos, a los forasteros, a los pobres. Que nadie
trame en su corazón hacer maldades contra su prójimo (Zac 7, 9s).

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre
   A continuación, Jesús les dice que el proyecto original de Dios es este: 
Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza. Por eso
abandona el hombre padre y madre, se une a su esposa, y los dos
vienen a ser una sola persona (Gen 1,27;  2,24). Luego Jesús añade:
Lo que Dios ha unido que no lo separe el varón. El matrimonio es
el encuentro de dos ‘personas’ y no es el encuentro de dos ‘objetos’.
   Cuando la familia, hoy en día, se halla ante  tantas amenazas,
nuestra labor pastoral debe dar prioridad a este campo, sabiendo que
la evangelización depende, en gran parte, de la “Iglesia doméstica”.
Para ello, se debe formar a los jóvenes que optan por el matrimonio,
para que asuman responsablemente la noble misión de ser: familias
evangelizadas y familias evangelizadoras. Además, es necesario
que los esposos tengan un acompañamiento permanente de nuestra
iglesia local, y no vivan abandonados como ovejas sin pastor.

Dejen que los niños se acerquen a mí, no se lo impidan
   Después que Sara da a luz a Isaac, pide a su esposo Abraham
que despida a su sierva egipcia Agar y a su hijo Ismael.
Abraham se pone triste, pues Ismael es también su hijo. Sin embargo,
un día, Abraham entrega a Agar pan y un odre de agua, y la despide.
Al caminar por el desierto se le acaba el agua. Agar abandona al niño,
pero Dios oye su llanto, llama a Agar y le dice: No tengas miedo,
toma al niño, pues yo sacaré de él un gran pueblo (Gen 16 y 21).
   Como buenos judíos, los discípulos de Jesús conocen esta historia.
Sin embargo, cuando unas personas traen a sus niños para que Jesús
los bendiga, ellos les reprenden. Jesús, al ver esto, se enoja y dice:
Dejen que los niños vengan a mí, porque el Reino de Dios pertenece
a los que son como ellos. Luego, los abraza y los bendice.
   Hagamos algo para solucionar el sufrimiento de tantos niños y,
yendo a las causas de tantas injusticias, denunciemos a los culpables:
-Niños con hambre… que generalmente se van a dormir sin comer.
-Niños con sed… que caminan por nuestras calles mendigando.
-Niños sin hogar… huérfanos de padres vivos que se han divorciado.
-Niños mal vestidos… que buscan el calor de una mano generosa.
-Niños enfermos abandonados… condenados a morir antes de tiempo.
-Niños prisioneros…explotados por adultos insensibles (Mt 25).
J. Castillo A.

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