miércoles, 25 de febrero de 2015

Los rostros de Jesús

II Domingo de Cuaresma, ciclo B
Gen 22,1-18  -  Rom 8,31-34  -  Mc 9,2-10

   Pedro, Santiago y Juan desean instalarse en la montaña con Jesús,
por eso le dicen: ¡Qué bien estamos aquí! Haremos tres chozas.
   Jesús no piensa así, les pide bajar de la montaña para ir a Jerusalén,
donde las autoridades lo condenarán a muerte, pero Él resucitará.
   A muchos nos encanta contemplar el rostro transfigurado de Jesús,
pero somos incapaces de verlo en los rostros desfigurados de quienes
sufren: hambre, sed, desnudez, enfermedad, desprecio… (Mt 25).

No sabían lo que decían… Estaban asustados…
   Pedro, Santiago y Juan, al escuchar el llamado de Jesús dejan,
inmediatamente, redes, barcas, trabajadores, familiares… (Mc 1,16ss).
Sin embargo, para seguir a Jesús e identificarnos con Él, es necesario
despojarnos del miedo… de la figuración… búsqueda de poder… etc.
   Jesús, al anunciar que tiene que padecer, ser crucificado y resucitar,
Pedro -que piensa como los hombres y no como Dios- rechaza esa
posibilidad; quizás actúa así porque tiene miedo a dar su vida (Mc 8).
   Más tarde, cuando arrestan a Jesús, Pedro le sigue de lejos, incluso
entra al palacio del sumo sacerdote y, ante las preguntas que le hacen,
echa maldiciones y jura que no conoce a Jesús Nazareno. Pero luego,
recordando lo que Jesús le había dicho, se pone a llorar (Mc 14,53ss).
   Cuando Jesús decide ir a Jerusalén, envía mensajeros delante de Él.
Al ser rechazados en un pueblo de Samaría, Santiago y Juan dicen:
Señor, ¿quieres que mandemos fuego del cielo para que los consuma?
Pero Jesús los reprende y se van a otro pueblo (Jn 9,51).
   Después que Jesús anuncia por tercera vez su muerte y resurrección,
Santiago y Juan le piden ocupar los primeros puestos en su Reino.
Al ver que los otros discípulos están enojados con Santiago y Juan,
Jesús aprovecha la ocasión y les dice: Entre ustedes no ha de ser así…
El que quiera ser el primero que se haga servidor de todos (Mc 10).
   Jesús que sabe lo que hay en el interior de cada persona (Jn 2,24),
se transfigura ante ellos porque lo necesitan, deben convertirse.

Escuchar a Jesús, el Hijo amado de Dios
   En la montaña, Pedro, Santiago y Juan oyen una voz que dice:
¡Este es mi Hijo amado, escúchenlo! Ahora bien, ellos y los demás
discípulos -después de escuchar y practicar las enseñanzas de Jesús-
serán sus testigos en: Jerusalén, Judea, Samaría, y en toda la tierra.
   En Jerusalén, a un paralítico que pide limosna, Pedro, acompañado
de Juan, le dice: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy;
en nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y camina.
Mientras la gente sencilla está asombrada, las autoridades religiosas
se reúnen y hacen comparecer a Pedro y Juan para interrogarles…
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, responde: Conste a todos
ustedes y a todo el pueblo de Israel que este hombre ha sido sanado
en nombre de Jesús, el Nazareno, a quien ustedes crucificaron y Dios
lo resucitó de la muerte. Luego, ante las amenazas y prohibiciones
de hablar y enseñar en nombre de Jesús, Pedro y Juan responden:
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 3-4).
   De esta manera se cumple lo que Jesús había dicho a una mujer: 
Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican (Lc 11).
   Herodes Agripa -que tiene las manos manchadas de sangre igual
que sus antepasados- por simple cálculo político emprende una feroz
persecución contra los discípulos de Jesús: Hace degollar a Santiago,
el hermano de Juan. Y viendo que esto agrada a los judíos, manda
arrestar a Pedro, durante la fiesta de los Panes Ázimos (Hch 12,1ss).
Jesús al preguntar a Santiago y Juan: ¿Pueden beber el cáliz amargo
que beberé? Ellos responden: Podemos (Mc 10,38). Con su martirio,
Santiago pone en práctica lo que Jesús había dicho: Cualquiera que
deje casa, hermanos, padres, hijos, terrenos por mí y por la Buena
Noticia del Reino, recibirá en esta vida cien veces más, en medio
de persecuciones; y en el futuro la vida eterna (Mc 10,28ss).
   Pedro, Santiago y Juan -entre luces y sombras- siguen a Jesús,
escuchan sus enseñanzas, las ponen en práctica, creen sólo en Él;
de esta manera, se sobreponen al miedo, amenazas, persecuciones…
Felices ustedes cuando los persigan por causa del Reino y su justicia.
   Al respecto, San Pablo dice: Santiago, Pedro y Juan -considerados
columnas de la Iglesia- nos estrecharon la mano a mí y a Bernabé,
en señal de comunión, para evangelizar a los paganos y ellos a los
judíos. Solo nos pidieron acordarnos de los pobres (Gal 2,9ss). 
J. Castillo A.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Conviértanse y crean en el Evangelio

I Domingo de Cuaresma, ciclo B
Gen 9,8-15  -  1Pe 3,18-22  -  Mc 1,12-15

   
Cuaresma es tiempo de oración… de obras buenas… de ayuno… y de conversión… para celebrar la muerte y la Resurrección de Jesús.
   Tiempo privilegiado de conversión integral, mente y corazón, para defender: -la vida de todos preferentemente de los que sufren…  y -la vida de la madre tierra, sabiendo que el Perú es el cuarto país más peligroso del mundo para los defensores ambientalistas, después de Brasil, Honduras y Filipinas (cf. Global Witness, noviembre 2014).

De las aguas del Jordán… al desierto
   El Espíritu que desciende sobre Jesús en su bautismo, lo empuja
al desierto, donde es tentado por Satanás, durante cuarenta días.
   En la Biblia el número cuarenta tiene un significado simbólico:
-El diluvio dura cuarenta días, seguido de una nueva alianza (Gn 6-9).
-El pueblo de Dios camina cuarenta años por el desierto (Ex 16,35).
-Moisés permanece en la montaña cuarenta días (Ex 24,18;  34,28).
-Elías camina cuarenta días para llegar a la montaña de Dios (1Re 19).
   El desierto, incluso el ‘desierto’ de nuestros pueblos y ciudades,
es un lugar de prueba, combate, purificación, conversión… y también
de escucha y encuentro con Dios, consigo mismo, con los demás…
   Jesús vive entre animales salvajes… dando a entender los peligros
y amenazas que encontrará al anunciar el Reino de Dios y su justicia.
Sin embargo, los ángeles le sirven… se trata de seguir el ejemplo
de Jesús, que vino a servir y a dar su vida por nosotros (Mc 10,45).
   Marcos no dice nada sobre el contenido de las tentaciones,
sin embargo, las tentaciones están presente en la vida de Jesús:
-Pedro y sus compañeros buscan retener a Jesús en Cafarnaún (1,36s).
-Los fariseos tientan a Jesús, pidiéndole una señal del cielo (8,11-13).
-Jesús reprende a Pedro y le dice: Ponte detrás de mí, Satanás (8,32s).
-En Getsemaní, Jesús suplica: Padre, aparta de mí este cáliz (14,35s).
-Los sumos sacerdotes y los escribas se burlan de Jesús y dicen:
  Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos (15,31s).

Del desierto… a Galilea
Desde Galilea Jesús nos dice: Conviértanse y crean en el Evangelio.
   En el aspecto personal, conversión significa cambiar nuestro modo
de pensar y de vivir. En efecto, si descubro que voy por un camino
que me lleva al abismo, la única solución es abandonar ese camino
y emprender otra ruta. Para ello debemos pensar, vivir y actuar
siguiendo las enseñanzas, las obras y el ejemplo de Jesús.
   Nuestras comunidades cristianas necesitan convertirse de las
enfermedades y tentaciones que debilitan el amor a Dios y al prójimo:
-Sentirnos inmortales, inmunes a toda crítica, indispensables, cayendo
en la enfermedad del poder. -Excesivo activismo, descuidando  otras
dimensiones humanas necesarias. -Tener corazón de piedra que lleva
a la falta de sensibilidad humana ante los problemas de los demás, que
impide llorar con los que lloran y reír con los que ríen. -La excesiva
planificación y funcionalidad burocrática. -La mala coordinación con
otros grupos. -La disminución progresiva de las facultades espirituales
y que lleva a ser esclavos de los ídolos que nosotros hemos fabricado.
-La rivalidad y vanagloria. -Llevar doble vida, fruto de la mediocridad
e hipocresía. -Los chismes y murmuraciones de los demás. -Divinizar
a los jefes esperando su benevolencia. -Indiferencia hacia los demás,
en vez de servir y compartir. -El tratar a los otros con rigidez, dureza
y arrogancia. -Ansia de tener bienes materiales para sentirnos seguros.
-El mantener un círculo cerrado de poder. -El exhibicionismo y la
búsqueda de poder (Papa Francisco, a la Curia Romana, 22 dic. 2014).
   Es urgente una conversión ecológica, como lo dijo Benedicto XVI:
¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas como: el cambio
climático, la desertificación, el deterioro y pérdida de la producción
en amplias zonas agrícolas, la contaminación de ríos y de las aguas
subterráneas, la pérdida de la biodiversidad… la deforestación 
de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente
fenómeno de los llamados “prófugos ambientales”, personas que
deben abandonar el ambiente en que viven -y con frecuencia también
sus bienes- a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las
incógnitas de un desplazamiento forzado? Ha llegado el momento en
que resulta indispensable un cambio efectivo de mentalidad, que
lleve a todos a adoptar nuevos estilos de vida (Mensaje: Si quieres
promover la paz, protege la creación, 1 enero 2010).      
J. Castillo A.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Acoger a los leprosos

VI Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Lev 13,1-2. 44-46  -  1Cor 10,31-11,1  -  Mc 1,40-45

   
Para los ‘buenos’ y para los que tienen poder político y económico, sería mejor limpiar nuestras calles -del campo y de la ciudad- de los vagabundos, drogadictos, prostitutas… considerados como ‘leprosos’. En esa perspectiva, los que están abajo, afuera y sin poder - además de ser explotados- son excluidos, sobrantes, desechables (DA, 65).
Sin embargo, esas ‘personas de bien’ ¿son capaces de ir a las causas de tanto sufrimiento y exclusión, y denunciar a los responsables? Jesús que acoge y come con personas marginadas y despreciadas, nos muestra un camino diferente: Ámense como yo les he amado.

Si quieres, puedes limpiarme
   Un leproso era considerado ‘impuro’ y castigado por Dios, pues
se creía que la lepra era consecuencia de graves pecados cometidos.
Para evitar cualquier contagio, lo mejor era estar lejos del leproso,
quien debía vivir aislado, harapiento y gritando: ¡Impuro, impuro!
Despreciado como si fuera basura, sobrante, desechable, excluido…
el leproso podía decir: Solo en la vida llevando un esqueleto podrido.
¿Qué trato damos hoy a los mendigos y forasteros… a los enfermos
de tuberculosis, cáncer o sida… a los niños, jóvenes y adultos
sometidos a la prostitución… a los drogadictos y homosexuales…?
   Así como una madre extranjera y pagana, con una fe sencilla,
se acerca a Jesús y de rodillas le suplica sanar a su hija (Mc 7,24ss)…
también un leproso rompe esas normas de exclusión social y religiosa,
se acerca a Jesús, se arrodilla y le dice: Si quieres, puedes limpiarme.
   El leproso no pide ser sanado… sino quedar limpio, ser purificado.
Busca, como todo ser humano, ser liberado de aquella marginación
que, lamentablemente, estaba justificada con argumentos religiosos.
Los leprosos padecían muchos sufrimientos: -el mal que desgarraba
sus cuerpos, -la condenación de vivir excluidos, -el drama de no poder
casarse, ni participar en las peregrinaciones y ceremonias del templo.
¿Cuál será la reacción de Jesús, el carpintero, el hijo de María…?

Jesús se compadece, extiende la mano y le toca
   Jesús realiza tres gestos: se compadece, extiende la mano, le toca;
luego, rompiendo prejuicios y temores, le dice: Quiero, queda limpio.
Con estos gestos y palabras, Jesús realiza una verdadera revolución:
anuncia que Dios es un Padre misericordioso y no un dios castigador.
   Al respecto, el P. José Antonio Pagola hace la siguiente reflexión:
Es especialmente significativa la actuación de Jesús con los leprosos,
excluidos de la comunidad por su condición de impuros. Los leprosos
no le piden a Jesús que les sane, sino que les limpie y tenga con ellos
esa compasión que no encuentran en la sociedad. Jesús reacciona
con un gesto: extiende la mano, los toca. Aquellos hombres y mujeres
son miembros del pueblo de Dios, tal como lo entiende Jesús.
Al tocarlos, Jesús los libera de la exclusión. Su gesto es intencionado.
No está pensando solo en la curación del enfermo, está haciendo
una llamada a toda la sociedad. Está llegando el Reino de Dios.
Hay que construir la vida de otra manera: los impuros pueden ser
tocados, los excluidos han de ser acogidos. Los enfermos no han
de ser mirados con miedo, sino con compasión, como los mira Dios.
(Cf. “Jesús, aproximación histórica”: La fuerza curadora de Jesús).
  
Jesús se queda en lugares despoblados
   Jesús había despedido al leproso diciéndole: No se lo digas a nadie.
Pero éste, apenas se fue, comienza a proclamar y divulgar el hecho,
de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo;
se quedaba en lugares despoblados. ¿Qué había sucedido?
Según la ley, interpretada por ‘los especialistas’ en materia religiosa,
quien toca a un leproso -como hace Jesús- queda impuro y excluido.
Este es el costo doloroso que Jesús debe pagar al tocar a un leproso.
   Hoy, ante el escandaloso abismo que hay entre ricos y pobres,
los creyentes y personas de buena voluntad debemos pasar a la orilla
de los que no solo son despreciados sino despojados de sus tierras.  
   Máxima Chaupe, desde Cajamarca, ante los abusos de una poderosa
empresa minera, exclama con lágrimas: No voy a abandonar mi tierra
por ningún motivo, voy a dar mi vida, voy a dar mi sangre para que
quede esto para la historia y para las próximas generaciones (3 feb).
El llanto de Máxima es el llanto de los campesinos maltratados por los
poderosos de siempre… es también el llanto de la madre tierra.
J. Castillo A.  

miércoles, 4 de febrero de 2015

Jesús sana, ora y predica

V Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Job 7,1-7  -  1Cor 9,16-23  -  Mc 1,29-39

 
 Después de aquella jornada en la que sanó a muchos enfermos, Jesús se levanta de madrugada y va a un lugar despoblado a orar.   Necesitamos orar para encontrarnos con Dios y con el hermano pues para hablar de Dios, hace falta primero oír a Dios que nos sigue diciendo: he visto la opresión de mi pueblo, he oído sus lamentos Solo así seguiremos a Jesús, su Hijo amado, que nos dice: Vamos a los pueblos vecinos para predicar, que para eso he venido.

De la sinagoga… a la casa de Pedro
   Jesús y sus primeros discípulos dejan la sinagoga (lugar sagrado),
y van a la casa de Pedro, donde vive su suegra que está enferma.
   Hoy, los enfermos sufren, sienten que su vida está amenazada,
peor cuando: -hay serias deficiencias en muchos hospitales estatales…
-se negocia con la enfermedad… o -se privatiza el servicio de salud.
   Ante la enfermedad de aquella mujer, Jesús realiza gestos concretos:
*Se acerca, se hace ‘prójimo’ del enfermo, le acompaña, le escucha…
*Sus manos acogen con cariño a todos, en especial a los enfermos,
  y a tantas personas pobres, humildes, marginadas, despreciadas…
*Levanta a las personas postradas, no quiere que sean simples objetos
de caridad pasajera y paternalista, sino sujetos de su propia liberación:
-Contigo hablo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa (Mc 2,11).
-La coge de la mano y le dice: Niña, a ti te digo, levántate (Mc 5,41).
-Lo toma de la mano, lo levanta y el joven se pone de pie (Mc 9,27).
   Tan pronto se le quita la fiebre, la suegra de Pedro se levanta, 
recupera su capacidad de servicio y actúa como auténtica discípula.
El servicio (diaconía) es un tema clave en el seguimiento de Jesús,
que vino no a ser servido, sino a servir y a dar su vida (Mc 10,45).
   Más tarde, mientras los discípulos abandonan a Jesús (Mc 14,50ss),
un grupo de mujeres que, desde Galilea, seguían y servían a Jesús,
permanecen fieles, contemplando la muerte del Maestro (Mc 15,40s).
Estas mujeres darán testimonio de su resurrección (Mc 16,1-8).

De la casa de Pedro… a un lugar solitario
   Jesús no se desgasta por la actividad agotadora de cada día…
Se levanta de madrugada, va a un lugar despoblado, se pone a orar;
luego, con nuevas fuerzas, sigue dando vida y vida en abundancia.
   Contemplemos el rostro orante de Jesús, según el texto de Marcos:
*Se levanta de madrugada y va a un lugar despoblado a orar (1,35).
*En la multiplicación de los panes, Jesús levanta los ojos al cielo,
bendice, da gracias (6,41;  8,6); y, luego, va al monte a orar (6,46).
*A la pregunta que le hacen sus discípulos, Jesús les responde:
Esta clase de espíritu solo se expulsa con la oración (9,29).
*A los negociantes del templo les dice: Mi casa es casa de oración,
pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones (11,17).
*Hablando sobre la fe y la oración, Jesús dice a sus discípulos:
Todo lo que pidan en la oración, crean que se les concederá y se les
dará. Cuando oren perdonen primero si tienen algo contra otros,
para que el Padre del cielo les perdone a ustedes sus faltas (11,24s).
*Sobre la hipocresía de los escribas, Jesús nos advierte: Ellos devoran
los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones (12,40).
*En la última Cena, celebrada en una casa, Jesús toma el pan, dice 
la bendición… Luego, toma la copa y da las gracias... (14,22-23).
*En Getsemaní se pone a orar y dice: Padre, aparta de mí este cáliz,
pero que no se haga lo que yo quiero, sino tu voluntad. Y a sus
discípulos: Velen y oren para no caer en la tentación (14,35ss).
*Antes de morir, Jesús exclama con fuerte voz: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? (15,34; cf. Salmo 22).

De un lugar solitario… a los pueblos vecinos
   En la sinagoga de Cafarnaún Jesús liberó a la gente de un sistema
religioso pervertido, impuesto por los ‘especialistas’ de la ley.
Eso mismo lo va a realizar en las sinagogas de Galilea y, más tarde,
lo harán sus discípulos: Mientras caminen, anuncien el Reino de Dios,
sanen a los enfermos y leprosos, expulsen a los espíritus mundanos,
den gratuitamente lo que gratuitamente han recibido (Mt 10,5ss).
   Hoy, para no quedarnos prisioneros de ciertos esquemas pastorales,
debemos salir, como lo dice el papa Francisco: Prefiero mil veces
una Iglesia accidentada, y no una Iglesia enferma; pues, muchas veces,
estamos encerrados en estructuras caducas, que sirven para hacernos
esclavos y no para hacernos hijos libres de Dios (18 mayo 2013). 
J. Castillo A.