sábado, 28 de noviembre de 2020

Estén vigilantes (1 de Adviento)

1º Domingo de Adviento, ciclo B

*Dios va al encuentro del que practica la justicia (Is 63,16-19; 64,2-7)

*Doy gracias al Señor por los dones que Él les ha dado (1Cor 1,3-9)

*Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Vigilen (Mc 13,33-37)

 

ESTÉN  VIGILANTES

   Antes de morir crucificado, Jesús quiere dejar la casa organizada. Por eso, dirigiéndose a sus discípulos -su nueva familia- (Mc 3,31ss), les narra una breve y significativa parábola: El dueño, antes de viajar, da a cada uno de sus servidores una tarea. Y les pide estar vigilantes, despiertos, atentos… mirando y caminando siempre hacia adelante.

 

El dueño de casa da a cada uno su tarea

   En aquella época, entre los seguidores y seguidoras de Jesús están:

Varios pescadores de Galilea (Mc 1,16ss).

Un cobrador de impuestos para el imperio romano (Mc 2,13ss).

Judas Iscariote, uno de los Doce, que le traiciona (Mc 3,13ss).

El ciego de Jericó que recupera la capacidad de ver (Mc 10,46ss).

Varias mujeres que le acompañan hasta el Calvario (Mc 15,40ss).

   De esta manera, Jesús forma una nueva familia, no para que realicen -en el templo- ceremonias religiosas rutinarias, sino para que hagan la voluntad del Padre celestial (Mc 3,35)… anuncien su Reino… y sanen a los enfermos… (Mc 6,12s).

   Anunciar el Reino y sanar enfermos, no fue fácil para Jesús.

Por ejemplo, después que sana a un hombre, en un día sábado, los fariseos y herodianos buscan matar a Jesús (Mc 3,1ss). También, cuando Jesús vuelve a Nazaret y enseña en la sinagoga, sus paisanos y parientes no creen en Él, sorprendidos preguntan: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?... (Mc 6,1ss).

   Desde su experiencia, el Maestro de Galilea nos sigue diciendo:

*Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame. El que quiere salvar su vida la perderá, y el que la pierde por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8,34ss).

*Les entregarán a los tribunales, les azotarán en las sinagogas.

Por mi causa, ustedes serán llevados ante los gobernadores y reyes, así podrán dar testimonio de mí delante de ellos. Pero antes, se anunciará el Evangelio a todas las naciones (Mc 13,9ss).

Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: Vigilen

   Adviento -que significa “venida”- es algo más que cuatro semanas.

Debe ser un tiempo permanente de vigilancia y espera, porque Jesús “viene” constantemente en sus hermanos pobres y excluidos.

   Pues, ¿cómo se explica que teniendo tantos recursos naturales, millones de peruanos -hermanos nuestros- vivan en la miseria?

¿No será que muchos de nosotros, en vez de vigilar, preferimos dormir? 

Entre tanto, la industrialización salvaje y descontrolada, contamina el ambiente (DA 473), con el apoyo de varias instituciones:

*Del poder ejecutivo, legislativo y judicial; cuyos representantes -muchas veces- son incapaces de ver el rostro sufriente de los pobres.

*De los medios de comunicación, controlados por el gran capital, que busca ganar a costa del consumo esclavizador de cosas inútiles.

*De la educación que -con frecuencia- no enseña a pensar ni a hacer, para perfeccionar: la producción, la salud y la política (=bien común).

   Por eso, vigilar es servir a los hermanos y hermanas de Jesúsque -actualmente- están sin trabajo y enfermos de coronavirus.

Ante estos problemas que causan tanta muerte, no basta “hablar” de:

-Opción preferencial por los pobres, no exclusiva ni excluyente.

-La Iglesia siente el impulso del Espíritu a ser pobre entre los pobres.

-La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres.

-Escuchar el clamor de la tierra y el clamor de los pobres… etc.

Para ser creíbles, es importante practicar éstas y otras enseñanzas.

   Vigilar es purificar nuestros templos del escándalo de los precios: bautismo, tanto; misa, tanto… lo dice el Papa (21 nov. 2014).

Que nuestra Eucaristía -insiste el Papa Francisco (8 nov. 2017)- no sea un espectáculo… donde se ve tantos celulares elevados.

   Vigilar es permanecer despiertos para anunciar el Reino de Dios, no solo con palabras… sino con el testimonio de nuestras obras… haciendo buen uso de nuestros ojos, oídos, labios, manos y pies:

*Ojos para ver el sufrimiento que hay cerca y lejos de nosotros.

*Oídos para escuchar el lamento de las personas despreciadas.

*Labios para anunciar el Reino de Dios y su justicia.

*Manos para partir, compartir y repartir el pan de cada día.

*Pies para caminar por ciudades y pueblos, dando vida  plena.

   Nuestras comunidades cristianas necesitan un corazón nuevo.

Solo así recuperaremos el rostro vivo de Jesús que nos transforme, para estar despiertos y vigilantes… y para ser creativos. J. Castillo A .

viernes, 27 de noviembre de 2020

Adviento (Domingo 29 de Noviembre)

 Ciclo B: Isaías 63,16b-17;64,1.3b-8; Salmo  79, 22c y3b.15-16.18-19; 1 Corintios 1,3-9; Marcos 13,33-37. 


El año litúrgico con su pedagogía milenaria vuelve a llamarnos en Adviento para convertirnos a la esperanza. Ahora bien, la celebración de "otro" año no debe hacernos pensar en la ley del "eterno retorno de lo mismo". El tiempo cristiano no es circular, sino que es una recta ascendente que apunta muy alto: hacia la consumación de todas las cosas en Cristo. 

Adviento invita a reiniciar el camino de la vida cristiana no partiendo de cero sino desde el punto en que nos hallamos, desde nuestra realidad espiritual actual como personas o como comunidad. Desde ahí el Adviento trata de volver la mirada a Jesucristo: el que fue, el que es y el que será. Aunque parezca un extraño juego de palabras, estamos ante un "esperar hoy al que ya ha llegado".


Pasado: “El que fue (el que vino)”. 

Adviento nos invita a unirnos al pueblo de Israel en su esperanza. Un Pueblo que vivió momentos de derrotismo, de humillaciones, de persecuciones,... pero un resto de ese pueblo nunca perdió de vista la esperanza en su Dios. "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él… Todos éramos impuros, … Y sin embargo, señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero” (Is 63,16.64,7) 

Contemplar las acciones de Dios en la historia de la salvación es buena meditación para el Adviento. El “resto de Israel” se mantuvo firme en la esperanza rememorando las acciones pasadas de Dios;  esto nos da pie para esforzarnos estos días en recurrir con más frecuencia a la lectura de la Palabra de Dios, para  rememorar acontecimientos y personajes (Abrahán, Moisés, Isaías, Jeremías, Juan bautista, María, etc) que nos ayuden a entender las claves de la esperanza. 

Contemplando la historia sagrada escrita en la Biblia nos preparamos para conocer y enfocar nuestra propia historia personal de relación con Dios. Es conveniente alimentar nuestra esperanza volviendo a las fuentes de nuestra fe: ¿Cuándo me sacó el Señor de Egipto (mi conversión)? ¿En qué momento concreto sentí que me libró de la angustia y me abrió a la esperanza? ¿Cuándo le sentí cercano, amigo, compañero? ¡Gózate haciendo memoria de tu conversión primera! No se trata de encerrarte en la nostalgia del pasado, sino de pisar fuerte con un pie y echar el otro hacia adelante con seguridad y aplomo.

En la oración personal y comunitaria, en las celebraciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía, celebra y rememora, bebe del agua de la fuente que es la experiencia de Dios que te enseña la Iglesia y que tú mismo extraes de la fuente que es tu historia personal. El agua de la vida que corre por los veneros de la Escritura es la misma agua que extraes del pozo de tu vida espiritual. El mismo espíritu que inspiró la Biblia inspira en ti la vida de Dios. 


Presente: “El que es (el que viene)”. 

Y desde la lectura del pasado eclesial y personal, mira el presente. Un presente de pandemia que está poniendo a prueba nuestra esperanza. Este año vive el mundo unas limitaciones, un miedo, una incertidumbre e inseguridad que parecían ya imposibles. La pandemia es uno de esos "signos de los tiempos" que el Concilio Vaticano II nos invitaba a leer como lenguaje de Dios. 

En medio de tanto dolor incomprensible y tanto sufrimiento acumulado, la esperanza corre el riesgo de tambalearse. Las cosas no parecen invitar al optimismo. Nos queda el refugio en el futuro que vendrá, pero ¿qué hay del presente? ¿Donde está el Dios bueno y misericordioso? 

Hay que tener claro que la esperanza es virtud del presente. Los signos salvadores se están dando ya. En la noche de la pandemia brillan las estrellas de la entrega generosa. ¡Cuántas estrellas nos están alumbrando en estos tiempos de necesidad de pan y de cariño! 

Y no sólo las estrellas, también el sol (Jesucristo) y la luna (Iglesia) se hacen más visibles. A Dios solo se le ve en fe, y puedes estar seguro de que ese Dios que ves, oyes y sientes que toca el corazón en estos días de incertidumbre, es el Dios verdadero; y esa Iglesia que, en su limitación, celebra los misterios de la fe entre medidas de distanciamiento y con caridad pone sus brazos al servicio de enfermos y necesitados, es más visible que la Iglesia acomodada de épocas más fáciles.

Los signos hablan y hay que leerlos en clave de fe. El amor sigue presente más que nunca, la fe es más pura y verdadera porque no se asienta tanto en evidencias cuanto en abandono humilde, y la esperanza es más efectiva, está más presente, porque ancla el corazón en la realidad del aquí y ahora queridos por Dios más que en el idílico porvenir que con frecuencia sueña nuestra egoísta imaginación. A Dios se le ve, se le ama y se le espera en el presente. ¿Qué hacéis mirando al cielo? 

Adviento es tiempo para mirar con los ojos bien abiertos y descubrir en el día a día “el brote del tronco de Jesé” (Is 11). "No recordáis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. (No penséis en lo que está por venir, añadiría yo). Mirad que realizo algo nuevo. ¿No lo notáis? Abriré caminos en el desierto, corrientes en el yermo, para dar de beber a mi pueblo" (Is 43,18-19). Entre las zarzas del dolor y la tristeza crecidas estos días, hay señales que anuncian un mundo nuevo. Deberíamos dejarnos interpelar por esos gestos mesiánicos que recorren la geografía del mundo, y que si sabemos aprovechar apuntan a un despertar de la solidaridad, la fraternidad y la misericordia. 

Como los Magos de Oriente, los que vivimos la noche de la pandemia observamos cómo brilla en la oscuridad la estrella de Belén. Dios no nos deja solos. En la noche esperamos, “aguardamos” como el cazador la presa; atentos a que no se nos escapen los signos de esperanza que podamos ver en la noche de la fe: la sensibilidad crecida del sanitario, el gesto solidario, la disponibilidad y generosidad del vecino, la dolorosa conciencia de la necesaria distancia social, la sonrisa y ánimos de quienes se preocupan por quienes están confinados y hospitalizados, el ánimo de enfermos que muestran gratitud por las atenciones que reciben, ... ¡Está naciendo algo nuevo! ¿No lo veis? 

Es Adviento. Cada día es Adviento. Porque cada día el Señor sigue viniendo a nosotros y anima nuestra esperanza. Y con Cristo, nosotros preparamos el camino, acercamos el reino de Dios, construimos “el cielo nuevo y la tierra nueva en que habite la justicia” (2 Pe 3,13)


Futuro: “El que será (el que vendrá)”.

Adviento mira también al futuro: ¡Ven, Señor, Jesús! Estamos en proceso constante de crecimiento espiritual, de conversión. Importante es mirar al pasado, y esencial entender y situarse en el presente; pero no lo es menos el futuro. Con la venida de Dios la utopía de un mundo perfecto no es un sueño imposible. La creación entera responde a un proyecto de Dios; y como toda proyección apunta a una meta: la consumación de todas las cosas en Cristo, la plenitud de su venida, el momento -kairós- en que Dios lo sea "todo en todos" (1 Cor 15,28; cf Rm 8,18-30). 

Vivir el Adviento es poner en acto nuestra esperanza, clarificar los objetivos que nos proponemos alcanzar y echar a andar. Porque el futuro es don y tarea, es porvenir de Dios y tarea de cada cual. 

¿Hacia dónde me dirijo? ¿Cuál es mi destino? ¿Qué debo hacer hoy aquí para "vivir el futuro en mi presente". Un buen camino es reorientar mi proyecto de vida constantemente a luz de la Palabra, para no estancarme ni desviarme del camino. Mirarme en el espejo de la Palabra y hacerla vida es necesario si no quiero correr el peligro de esforzarse por nada y llegar a ninguna parte. 

En adviento he de estar atento al peligro de ahogarme en mi propio egocentrismo. Y lo hago cuando me obsesiono por esperar el retorno de un pasado glorioso que fue o un futuro que de hecho es inexistente. Cuando uno cree que cualquier tiempo pasado fue mejor, cuando se pierde la esperanza en Dios y las utopías se desvanecen, nos volvemos reaccionarios. ¿Notas en ti síntomas de ello? ¿Te descubres a ti mismo excesivamente dogmático, cerrado, intransigente, impermeable a todo lo nuevo? Si tu respuesta es sí necesitas urgentemente entrar en Adviento.

La esperanza del Adviento se alimenta también del futuro, de la utopía, de la meta que ya se divisa más o menos cercana, del triunfo que ya se saborea. He dicho "se saborea", en presente, porque como dice san Agustín, "tres cosas que existen de algún modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (recuerdos), presente de cosas presentes (visión) y presente de cosas futuras (expectación)” (Confesiones, L. XI,XX,26). La esperanza es, pues, del presente.

El futuro es una realidad cuando afecta al presente, lo único real. La utopía es motor en el presente, fuerza que pone en marcha el hoy; no es embobamiento en el mañana que se espera de brazos cruzados. Si la ilusión -utopía- del futuro no te está dinamizando, si no avanzas en tu vida espiritual y en tus compromisos personales, ¿no será que has perdido la brújula? Esa brújula es Jesús. Cuando te desorientas y desesperas, ¿no será que te obsesiona volver a un pasado inexistente o alcanzar un futuro de consumo, poder, apariencias o tranquilidad de conciencia,  que no es el futuro de Cristo? 

Adviento te llama a esperar ante todo en y a Dios, y con él afianzar tu esperanza en que puedes trabajar por un mundo nuevo unido a otros muchos. Quien no espera nada de Dios corre el riesgo ahogarse en la desesperanza y el abatimiento cuando se le hace insoportable el camino de la vida y sobreviene el fracaso. “Quien no espera nada de los demás, acaba marginándolos. Quien no espera nada de sí mismo acaba autodestruyéndose. La vida se edifica sobre la esperanza. Y la esperanza nace de la conciencia de lo que se cree” (Ricardo Mª Carles). 

Importante la interacción de las tres virtudes teologales. ¿Qué esperas de Dios? ¿Qué esperas del prójimo? ¿Qué esperas de ti mismo? No olvides que la esperanza es esa virtud que va de la mano de sus dos hermanas, la fe y la caridad; para vivir en esperanza cree en Dios, cree en el hermano y cree en ti mismo; ama a Dios, ama a tu prójimo y ámate a ti mismo. Ama tu realidad con el mismo amor con que Dios la ama. 

* * *
Quedan poco más de cuatro semanas para esta Navidad tan atípica de 2020. Examina tu esperanza en estos días de limitaciones sociales y económicas. Se espera una navidad donde el consumo va a perder puntos y la limitación de personas en reuniones familiares va a hacer más visible la necesidad que tenemos de cercanía. Aprende en adviento a ver en esto una oportunidad para humanizar más la Navidad, para prescindir de el elementos y abalorios que le son ajenos; y sé consciente de que una Navidad más humana, despojada de oropeles,  es una Navidad más divina. 

Casto Acedo GómezNoviembre 2020. paduamerida@gmail.com.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Separa unos de otros (34º Ord Cristo Rey)

 

Jesucristo, Rey del Universo, ciclo A

 

*Buscaré a las ovejas perdidas y sanaré a las enfermas (Ez 34,11-17)

*Cristo eliminará todo señorío, autoridad y poder (1Cor 15,20-28)

*¿Cuándo te vimos con hambre, y te alimentamos? (Mt 25,31-46)

 

SEPARA A UNOS DE OTROS

   Aquel día -al atardecer de la vida- todos seremos examinados.

No por las oraciones, prácticas religiosas, o promesas que hacemos,

sino por la acogida y ayuda que damos a las personas necesitadas.

   Son benditos quienes dan de comer a los hermanos/as de Jesús…

Y son malditos los que no lo hacen… los egoístas, los indiferentes.

 

Jesús vino a servir y no a ser servido

   La fiesta que hoy celebramos, fue establecida por el Papa Pío XI,

el 11 de diciembre de 1925; y ordenaba renovar en este día

la consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús.

¿Qué autoridad moral tienen los gobernantes corruptos, para consagrar

su país al Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María


 Nuestro destino final se decide, en esta tierra, a partir de las obras

que hacemos o dejamos de hacer a las personas más necesitadas.

En la Sagrada Escritura, dar limosna significa hacer justicia:

*El Señor hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante,

dándole alimento y vestido (Deut 10,18),

*Practicar la justicia agrada a Dios más que los sacrificios (Prov 21,3).

*Felices los que tienen hambre y sed de justicia,

porque ellos serán saciados (Mt 5,6).

*Cuando des limosna, no la publiques a los cuatro vientos,

como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles,

para que la gente los alabe. Les aseguro que ya recibieron su premio.

Tú en cambio, cuando des limosna, no debe saber tu mano izquierda

lo que hace tu derecha; cuida que tu limosna quede en secreto,

y el Padre que ve lo secreto, te premiará (Mt 6,2-4).

*Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros

como yo les amo. En esto conocerán todos que ustedes

son mis discípulos, si se aman mutuamente (Jn 13,34s).

   Hoy en día, los cristianos y cristianas ¿amamos preferentemente

a los hermanos y hermanas de Jesús? (cf. Is 58,6-12).

 

   *Señor, ¿cuándo te vimos con hambre?

En el Perú, con tantos recursos naturales en la Costa, Sierra y Selva,

hay personas que sufren hambre, sobre todo niños menores de 5 años.

Jesús al ver esa multitud, tiene compasión y dice a sus discípulos:

No tienen necesidad de irse, denles ustedes de comer (Mt 14,14ss).

   *Señor, ¿cuándo te vimos sediento?

Cada día, se contaminan los lagos, los ríos, el mar, arrojando basura,

relaves mineros, productos químicos, desechos industriales…

Como siempre, los pobres sufren más, al beber agua contaminada.

Hoy también, Jesús crucificado exclama: Tengo sed (Jn 19,28).

   *Señor, ¿cuándo te vimos forastero?

Las empresas mineras que hay en nuestro país, son una amenaza,

pues, con el apoyo de los gobiernos de turno, esas empresas extraen:

minerales, petróleo, gas… y dejan inmensos depósitos de porquería.

Ante esta injusticia que clama al cielo, los campesinos y nativos

se ven obligados -con dolor- a dejar la tierra que los vio nacer.

Diferente lo que dicen los discípulos de Emaús al Forastero Jesús:

Quédate con nosotros, ya es tarde y el día se acaba (Lc 24,29).

   *Señor, ¿cuándo te vimos desnudo?

¿Cómo se explica que produciendo lana y algodón,

fibra de alpacas y de llamas, etc. preferimos los vestidos asiáticos?

¿De qué sirve “alquilar” vestidos para ciertas ceremonias religiosas,

cuando negamos al mismo Jesús el vestido para cubrir su desnudez?

José de Arimatea, hombre justo, pide a Pilato el cuerpo de Jesús,

y, luego, lo envuelve en una sábana (Lc 23,50-53; cf. Lc 2,7).

   *Señor, ¿cuándo te vimos enfermo?

Lamentablemente, tenemos hospitales sin camas, sin medicamentos,

sin equipos suficientes. Entre tanto, sigue el comercio de las clínicas.

¿Hay proyectos para promover la salud, y prevenir enfermedades?

Un samaritano ve al enfermo abandonado en el camino,

tiene compasión, cura sus heridas, lo sube a su propia cabalgadura,

lo lleva a un alojamiento, y lo cuida (Lc 10,30ss).

   *Señor, ¿cuándo te vimos encarcelado?

Nuestros penales están repletos y con miles de personas enfermas.

No olvidemos que todos ellos son hijos de Dios y hermanos nuestros.

Ojalá llegue el día en que haya paz con justicia, y justicia con amor.

Arrestan a Jesús y todos sus discípulos huyen (Mt 26,56).  J. Castillo

jueves, 19 de noviembre de 2020

El Reino de la compasión (22 de Noviembre)

 Ciclo A: Ez 34,11-12.15-17; Salmo 22,1-6;1 Cor. 15,20-26ª.28; Mt 25, 31-46 

 No ha sido extraña a la vida de la Iglesia la idea de un Reino de Dios  en connivencia con los poderes de este mundo, bien sea permitiendo la intromisión de la autoridad política en la vida eclesial o apoyando la participación de la Iglesia en los ámbitos del poder civil. Entender el título de Rey como algo mundano aplicado a Cristo, trae como consecuencia la construcción de una Iglesia acaparadora de poder político. 

Sin embargo, parábolas evangélicas como el buen samaritano (Lc 10,25-37) o el juicio final (Mt 25,31-46), ponen de manifiesto lo que Jesús mandó, hizo y enseñó es que el Reino de Dios no se asentara en el poder sino en el servicio y el amor. Las palabras de san Pablo: “Cristo tiene que reinar, hasta que ponga a sus enemigos bajo sus pies” (1 Cor 15,25), no pueden ser leídas en clave política sino teológica; al final el Reino de la paz, el amor y la justicia, prevalecerá sobre el enemigo, que son el odio, la violencia y la desigualdad. 
 
Jesús anunció el Reino de Dios
 
Hablar del Reino de Dios es tocar el quid de la predicación de Jesús. Solemos hablar del evangelio de Jesús, pero olvidamos con frecuencia que su buena noticia no fue una doctrina sino una realidad que Él resumió con la expresión “Reino de Dios”, aunque otros consideran más apropiado hablar de “reinado de Dios”, porque más que un lugar es un estado de cosas en los que se ve que la mano de Dios está presente.  

Reino o reinado -es difícil decidirse por uno de los dos términos- lo cierto es que el mismo Jesús huye de definiciones que terminan por encerrar la realidad en palabras. Su discurso sobre el Reino lo hace contando parábolas que despiertan la mente y los sentidos para rastrear la presencia y acción de Dios en el mundo, presencia y acción que a la postre no son otra cosa que el mismo Jesús aquí y ahora. Dice el teólogo E. Schilleebeck que "el mismo Jesús es una parábola y cuenta parábolas” y que “las parábolas no remiten a un mundo distinto del presente, sino a una nueva posibilidad dentro de este mundo: una posibilidad real de ver y vivir la vida y el mundo de un modo distinto al usual”. Una conciencia nueva.
 
Para ver con los ojos de Dios, Jesús no sólo nos da la letra de la canción del Reino en sus sermones y sus parábolas, también en sus obras, y especialmente sus milagros y su entronización en la cruz; con su vida pone música a la gran sinfonía de la vida que es el misterio de la Encarnación. En Cristo, Dios encarnado, somos invitados a mirar de modo diferente la realidad que nos envuelve; ¿qué son los evangelios sino gafas que nos permiten ver la presencia de Dios en nuestra historia personal y en la de nuestro mundo? “¡Convertíos porque está cerca el Reino!” (Mc 1,15). Y no es otra cosa convertirse que cambiar el chip para leer la vida desde el ángulo de Dios y su reino.
 

La ira de Dios para los que rechazan el Reino
 
La parábola del juicio final (Mt 25,31-46) forma parte de esa invitación a cambiar nuestro punto de vista habitual sobre las cosas. Se habla en ella del día en que “vendrá el Hijo del hombre y todos los ángeles con él, y se sentará en el trono de gloria para juzgar a todas las naciones” (Mt 25,31-32). ¿Dies irae, dies illa? ¿Día de ira aquel día? Desde el lado del ego, señor de las tinieblas y sus hijos, desde luego que sí, porque el juicio de Dios que realiza la venida del Hijo les hace ver su inútil existencia; el egoismo humano ha rehuido la luz que ahora viene a evidenciar la verdad. La suerte está echada. La falsedad humana se disuelve y pierde consistencia al caer sus mascaras. 

Los no-miseticordiosis no entendieron que una vida de bondad y misericordia es la clave de todo, que la violencia, la avaricia y la soberbia son agentes de muerte, que las buenas palabras, los rezos y las ceremonias religiosas sólo son medios para un fin: amar sin límites. “Aquel día dirán muchos: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. ¿No fuimos asiduos a los rezos y las ceremonias? ¿No guardamos el domingo y cumplimos la abstinencia y el ayuno? “Y entonces les declararé: "¡No os conozco; apartaos de mí malvados!" (Mt 7,22-23). Una cosa les faltó: cumplir la voluntad de Dios Padre, que no es otra que amar. 

La alabanza de Dios para los que acogen el Reino
 
Más allá de los credos y las convicciones religiosas, el amor es lo único que redime al hombre. “¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de comer? ¿Cuándo te vimos forastero y te hospedamos o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis?” (Mt 25,37-40).
 
Los justos no fueron especialistas en teología, tan torpes fueron en eso  que se mostraron incapaces de tematizar que Dios estaba en el prójimo necesitado, pero no le hicieron falta pías catequesis ni doctas teologías para saber que la misericordia para con el prójimo es el primer deber ineludible de todo hombre. Amando al prójimo amaron el Reino. En esto fueron sagaces. Y el día final no es para ellos el día de la ira de Dios; para quienes ponen el amor como piedra angular de sus relaciones (cf 1 Cor 13, 1-13) el día final será día de alabanza, bendición y acción de gracias.
 

Ateos buenos y ateos malos.
 
Por muy importante que sea la fe, mucho más lo es la vida a la que esa fe ha de conducir. Hay quienes han subtitulado a la parábola del juicio final como la parábola de los ateos buenos y los ateos malos. Y no les falta razón. Aquí, como en el buen samaritano (Lc 10,17-37), se pone el valor de la misericordia por encima de todo, incluso sobre la fe. La carta de Santiago abunda en ello: "¿De qué le sirve a uno, hermanos, decir que tiene fe si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? … La fe, si no tiene obras, está muerta. Alguno puede decir: ´ ¿Tú tienes fe?, pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo por las obras te mostraré mi fe´. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. También los demonios lo creen y tiemblan. ¿Por qué no te enteras de una vez, pobre hombre, de que la fe sin obras es estéril?" (Sant 2,14.17-20).
 
Sin amor la fe es tan infructuosa como el talento enterrado bajo tierra (cf Mt 24,25.30). San Juan de la Cruz, místico, y por ello curiosamente expuesto a ser seguido por los que buscan lo extraordinario de la vida religiosa (éxtasis, visiones, revelaciones, …), enseñó que “es más preciosa delante de Dios una obra o acto de voluntad hecho en caridad que cuantas comunicaciones y visiones puedan tener del cielo, pues estas ni son mérito ni demérito, y muchas almas, sin cosas de éstas, están sin comparación más adelante que otras que tienen muchas” (Subida, L.2, c. 22,19). 

Fíjate que simple. Vale más un vaso de agua dado al prójimo que tiene sed, que todas las revelaciones y visiones que se puedan tener, porque éstas son puro don de Dios, pero ese vaso de agua ha exigido una respuesta de tu voluntad, un gesto de amor, un paso tuyo hacia adelante, y no se quedará sin recompensa (Mc 9,41). Amar no es extasiarse ante la belleza de Dios y del prójimo, sino salir a su encuentro. Cuando la contemplación no mueve a la acción es falsa.
 
Cristo Rey, soberano del Reino de la compasión, del servicio solidario (INRI); Rey de todos los que, relativizando leyes humanas y divinas, discursos teológicos y ritualismos, han encontrado en el "amor de hecho" la esencia de toda inteligencia, ya sea ésta filosófica, científica o mística.  Teología donde confluyen ateos y creyentes.

 * * *

Sé que tienes hambre y sed de conocimientos, ya sean estos científicos o filosóficos. También quieres conocer más a Dios. Te preocupa su ser o no ser, la verdad de su Encarnación. ¡Cuántas cosas querrías aprender de él, de su vida, de su entorno! ¿Será verdad que resucitó? Te preguntas, además, sobre la validez de tus rezos y demás actos piadosos. ¿Merecen la pena? Quizá también esperas disfrutar de alguna experiencia divina extraordinaria. Pero ¿no estarás olvidando lo esencial? 

Recuerda cómo en la parábola de el buen samaritano sólo uno quedó justificado, sólo uno alcanzó la verdadera vida, la salvación: “el que tuvo compasión” –dijo el maestro de la ley. “Jesús le dijo: Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10,37). No huyas de la práctica de la compasión refugiándote en rezos y prácticas devocionales. La llave de la Vida, más allá de credos y pertenencias religiosas, es la compasión. Jesús te aconseja: Busca ante todo el Reino de Dios y su justicia, procura vivir en el  amor y la compasión hacia los hermanos, y todo lo demás se te dará por añadidura (cf Mt 6,33). ¿Vale? Pues hala, ¡llena el vaso de agua fresca, porque están llamando a tu puerta!

Casto Acedo Gómez. Noviembre 2020. paduamerida@gmail.com.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Servidores que dan vida

33º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A

 

*Tiende su mano al pobre y acoge al necesitado (Prov 31,10-31)

*Ustedes son hijos de la luz, no somos de las tinieblas (1Tes 5,1-6)

*Como fuiste fiel en lo poco, te confiaré mucho más (Mt 25,14-30)

 

SERVIDORES QUE DAN VIDA

   Actualmente, hay hombres y mujeres que son como peces muertos, viven arrastrados por la corriente del egoísmo, bienestar, fama, poder, llevan una vida mediocre, sin meta… son servidores malos y flojos.

   Muy diferente las personas que -como peces vivos- luchan contra la corriente de la indiferencia… son servidores buenos y fieles.

Servidores malos y flojos

   El servidor que recibió un talento (don de Dios), se acerca y dice: Señor, tuve miedo y escondí tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyoEse servidor, en vez de poner su capacidad al servicio de los demás, prefiere instalarse en un bienestar superficial, no se complica la vida ni asume responsabilidades, es incapaz de crecer como persona libre. Además, ese servidor malo y flojo tiene una falsa idea de su señor, piensa que es un patrón exigente a quien se le debe tener miedo.

   Hay “creyentes” que tienen la falsa idea de un dios-castigador.

Además, no reconocen el grave pecado de omisión, por eso:

-No dan de comer a las personas que viven en la pobreza (Lc 16,20s).

-Ni sanan a los enfermos abandonados en el camino (Lc 10,30ss).

-Prefieren conservar costumbres y leyes que esclavizan (Mc 7,1ss).

   Sobre este conservadurismo, el Papa Francisco hace una denuncia, en el mensaje por la IV Jornada Mundial de los Pobres (IV JMP):

Hay manos tendidas para rozar rápidamente el teclado de una computadora y mover sumas de dinero de una parte del mundo a otra, decretando la riqueza de estrechas oligarquías y la miseria de multitudes o el fracaso de naciones enteras. Hay manos tendidas para acumular dinero con la venta de armas que otras manos, incluso de niños, usarán para sembrar muerte y pobreza. Hay manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse y vivir en el lujo y el desenfreno efímero. Hay manos tendidas que por debajo intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas (IV JMP n.9).

 

Servidores buenos y cumplidores

   Los dones que Dios nos da, son para producir buenos frutos.

Un ejemplo concreto está en la primera lectura de este domingo, donde una esposa y madre ejemplar: Hace el bien y nunca el mal…

Se levanta cuando aún es de noche, para dar comida a su familia…

Tiende su mano al pobre y acoge al necesitado…

Es fuerte y digna, y mira confiada el porvenir…

Habla siempre con sabiduría y enseña con amor…

Se preocupa por la buena marcha de su casa y nunca está ociosa…

   Jesús -el hijo de María- anuncia la verdadera felicidad, diciendo:

*Felices los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece (Lc 6,20).

*Felices los que oyen la Palabra de Dios y la practican (Lc 11,28).

*Vengan, benditos de mi Padre, reciban el Reino,

  preparado para ustedes, porque me dieron de comer (Mt 25,31ss).

   Al respecto, reflexionemos en el mensaje del Papa Francisco:

El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le está permitido delegarla a otros.

Y para apoyar a los pobres es fundamental  vivir la pobreza evangélica en primera persona (IV JMP, nº 4).

   Luego, el Papa subraya las manos tendidas que hacen el bien:

Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! 

La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. 

La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. 

La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas.

La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. 

La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado

La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle (nº 6). J. Castillo