lunes, 30 de diciembre de 2019

Señor, te he buscado y te ha hallado

Epifanía del Señor: 5 de enero  del 2020
Is 60,1-6  -  Ef 3,2-6  -  Mt 2,1-12

   El Niño Jesús es mala noticia para unos y buena noticia para otros,
es rechazado por unos que están dentro de la comunidad cristiana,
y aceptado por otros que están fuera de nuestra comunidad.
*El rey Herodes quiere saber dónde está el Niño, pero para matarlo.
*Los sacerdotes y los maestros de la ley, saben que el Mesías
ha de nacer en Belén (Miq 5,1s), pero permanecen indiferentes.
*Sin embargo, unos sabios de Oriente buscan y hallan al Niño

En Jerusalén, Jesús es rechazado por las autoridades
   Cuando Herodes se entera que unos sabios de Oriente preguntan:
¿dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?,
se pone nervioso, teme a ese Niño pobre que ha nacido en Belén,
y para acabar con Él, ordena matar a los niños menores de dos años.
Recordemos que Herodes está al servicio del imperio romano.
Para mantenerse en el poder, asesina no solo a sus enemigos,
sino también a sus propios familiares (cuñado, suegra, esposa e hijos).
   “Los Herodes” que viven hoy, de rodillas ante el capitalismo,
temen perder sus privilegios (poder político y poder económico).
Al respecto, el papa Francisco hace esta denuncia (en EG, n.53):
Hoy, todo entra dentro del juego de la competitividad
y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.
Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población
se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.
   Las autoridades religiosas de Jerusalén rechazan a Jesús, porque
han hecho de la Casa de oración… una cueva de ladrones (Mt 21,13).
   Los maestros de la ley y fariseos, expertos en la Escritura,
no hacen nada para seguir el ejemplo de los sabios de Oriente.
Refiriéndose a estos especialistas, años después, Jesús les dirá:
Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado,
porque esperan encontrar en ellas la vida eterna…
pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida (Jn 5,39ss).

En Belén, unos sabios extranjeros adoran a Jesús
   El texto de Mateo no dice que son tres reyes, ni de razas diferentes.
Todo eso es imaginación de la tradición cristiana (G. Gutiérrez).
   El mérito de aquellos sabios está en que guiados por una estrella,
lo dejan todo y buscan al que es Camino, Verdad y Vida (Jn 14, 6).
En ellos se cumple lo que dice el profeta Isaías (9,1):
Habitaban en una tierra de sombras y una luz brilló ante sus ojos.
   Después de haber estado en Jerusalén, los sabios llegan a Belén.
Entran en la casa. Ven al Niño con María, su madre. Se arrodillan.
Le adoran. Abren sus cofres y le ofrecen: oro, incienso y mirra.
Desde la época de los Santos Padres (siglo IV) se dice que ofrecen:
oro porque es Rey, incienso porque es Dios, mirra porque padecerá.
Sin embargo, lo que dice Santo Tomás de Aquino es más acertado:
Oro, porque son pobres… Incienso, por el mal olor del establo
Mirra, para la salud del Niño… (Lectura, n.201).
   Reflexionemos sobre las palabras de Tomás de Aquino (1225-1274).
*¿Por qué se permite a quienes buscan y adoran el becerro de oro,
destruir la tierra y explotar a los pobres con salarios miserables?
¿Hasta cuándo los pobres campesinos y nativos de la Sierra y Selva,
seguirán siendo expulsados de la tierra donde han nacido?
*Sobre el mal olor, escuchemos al Papa Francisco, obispo de Roma:
La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería. En muchos lugares del planeta,
los ancianos añoran los paisajes de otros tiempos, que ahora se ven
inundados de basura (residuos industriales y productos químicos…).
Muchas veces se toman medidas solo cuando se ha producido
efectos irreversibles para la salud de las personas (Laudato si, n.21).
*Siendo el hambre la causa principal de enfermedades y muertes:
¿Es justo que los fabricantes y traficantes de armas amontonen dinero,
causando enfermedad y muerte a millones de personas indefensas?
¿Qué nos impide seguir los pasos de Jesús, Profeta de la misericordia,
que durante su vida se preocupa y hace el bien a los que sufren?
¿Por qué damos preferencia a ciertas fiestas en honor del Niño Jesús,
dejando de lado (por no decir en el olvido) las enseñanzas de Cristo:
quiero que sean compasivos y no que ofrezcan sacrificios? (Mt 9,13). 
   Teniendo presente el ejemplo de aquellos sabios “extranjeros”,
ojalá nosotros -seguidores de Jesús- con el testimonio de nuestra vida,
podamos decir: Señor, te he buscado y te he encontrado.
J. Castillo A.

Madre de Jesús y madre nuestra

Santa María, Madre de Dios: 1º de enero del 2020
Num 6,22-27  -  Gal 4,4-7  -  Lc 2,16-21

   Sigamos el ejemplo de María, la madre de Jesús, que:
-Acoge a los pastores que llegan para ver al Niño recién nacido…
-Observa y medita en su corazón lo que dicen los pastores…
-Hace la voluntad de Dios, circuncidando al Niño…
   Que María -madre de Jesús y madre de todos nosotros- y San José:
nos acompañen…Solo somos huéspedes y peregrinos en esta tierra.

Los pastores van de prisa a Belén
  José y María son jóvenes y humildes esposos, sin prestigio ni poder.
Sin embargo, desde su pobreza acogen a unos pastores despreciados,
a quienes el ángel del Señor les anunció el nacimiento de Jesús. Ellos,
después de ver a María, a José y al Niño acostado en un establo,
se van alabando a Dios por todo lo que han contemplado y oído.
   Pasa el tiempo, y aquel Niño crece en edad, gracia y sabiduría,
sin olvidar: su nacimiento en un establo… y la visita de los pastores.
Años después, el Profeta de Nazaret anunciará a sus seguidores:
Felices ustedes los pobres, el Reino de Dios les pertenece (Lc 6,20).
Para Jesús, los pobres explotados y excluidos son los privilegiados.
   Supongamos -dice Santiago- que cuando ustedes están reunidos,
entra un rico con anillos de oro y vestido elegante,
y entra también un pobre con ropas sucias.
Y ustedes fijando la mirada en el que tiene vestidos lujosos le dicen:
siéntate aquí en este lugar reservado.
Y al pobre le dicen: tú quédate de pie, o siéntate allí en el suelo.
Al actuar así, ¿no están juzgando con pésimos criterios?
¿Acaso no escogió Dios a los pobres para hacerlos ricos en la fe,
y herederos del Reino que prometió a quienes le aman?
¿No son los ricos los que oprimen y hablan mal de Cristo? (2,1-7).
   Cuando sus discípulos discuten sobre quién es el más importante,
Jesús toma a un niño, lo pone en medio de ellos, y les dice:
Quien recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe (Lc 9,48).

María observa y medita en su corazón
   Muchos de nosotros, arrastrados por tanta propaganda comercial,
hemos perdido la capacidad de ver el sufrimiento de los pobres.
   Muy diferente lo que Dios, Padre misericordioso, dice a Moisés:
He visto la opresión de mi pueblo y he bajado a liberarlo (Ex 3,7s).
   Lo mismo hace María, la madre de Jesús, al acoger a los pastores.
Recordemos que en esa época, los pastores eran trabajadores impuros,
por vivir junto con los animales y, por eso, eran despreciados.
Además, nadie les hubiera invitado a visitar a un recién nacido.
Pero allí están, contando lo que el ángel les ha dicho sobre el Niño.
Es por eso que María observa estas cosas y las medita en su corazón.
Lo mismo hace María, cuando Jesús se queda en Jerusalén (Lc 2,51).
   Hoy en día, ¿sabemos ver las señales de los tiempos? (Mt 16,1ss).
Sobre la importancia de este tema, el Concilio Vaticano II dice:
La Iglesia debe observar a fondo los signos de la época
e interpretarlos a la luz del Evangelio. Solo así podrá responder
a las interrogantes sobre el sentido de la vida presente y futura (GS 4).

Circuncidan al Niño y le ponen por nombre Jesús
   Los jóvenes esposos José y María hacen la voluntad de Dios.
Ocho días después de su nacimiento, circuncidan al Niño,
para incorporarlo al pueblo de Dios (Gen 17,12).
Y, ese mismo día, le ponen por nombre Jesús (=Dios salva).
   Lo que dijo Juan Pablo I (obispo de Roma solo durante 33 días),
viene a ser un buen comentario de lo que hoy estamos celebrando:
Todos los hombres tienen hambre y sed de paz.
La tienen sobre todo los pobres que son los que más pierden y sufren
en los conflictos y las guerras (…).
Los que estamos aquí tenemos los mismos sentimientos,
somos objeto de un amor sin fin de parte de Dios.
Sabemos que Él siempre tiene los ojos fijos en nosotros,
también cuando nos parece que es de noche.
Dios es Padre, más aún, es Madre.
No quiere nuestro mal, solo quiere hacernos bien, a todos.
Y los hijos enfermos tienen mayor motivo para que la madre los ame,
también nosotros, si estamos enfermos de maldad o fuera de camino,
tenemos un título más para ser amados por el Señor (10 sept.1978).
¡FELIZ AÑO NUEVO!, les deseo a todos ustedes. J. Castillo A.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Sobre la familia (29 de Diciembre)

 
Hace años, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia escribí sobre lo específico de la familia cristiana; y es para mi un orgullo que sea una de las entradas que más éxito ha tenido en estos dos años. Me remito a ella como esquema general para una reflexión acerca de la identidad de un matrimonio y familia cristianos. Puedes acceder clickando en

Lo que sigue es una reflexión, también publicada en otro año,  muy específica sobre un problema que preocupa a la Iglesia de hoy, y de modo especial a la generación de padres que ven como sus hijos optan por modos de vida familiar que ellos no consideran plausibles.
 
Cambios en el modo de vivir en pareja.

 En estos días de celebraciones tan familiares está más que justificada una reflexión sobre la importancia de la institución familiar. Como cristianos no podemos cerrar los ojos y sentirnos ajenos a los cambios sociales que se están produciendo en nuestro entorno en el modo de entender el noviazgo, el matrimonio y la familia misma. Muchas personas sencillas, sobre todo padres, que recibieron una educación asentada en los principios cristianos de la sacralidad, fidelidad e indisolubilidad del matrimonio y la familia, andan desorientados y no saben cómo reaccionar ante el modo nuevo en que sus hijos enfocan estas realidades.

Relaciones sexuales a temprana edad y sin haber cuajado siquiera una mínima síntesis vital entre sexo y amor, parejas de hecho, divorcio a la carta, generalización de convivencia prematrimonial, unión civil legal (¿matrimonio?) entre personas del mismo sexo, etc., hacen que muchos padres, e incluso la misma jerarquía eclesiástica, se vean desorientados y se pregunten: ¿en qué nos hemos equivocado?, ¿qué hemos hecho mal? ¿cuál es la razón de nuestro fracaso a la hora de transmitir nuestro modelo de familia?


Aunque con matices yo diría, en descargo de padres y prelados que se angustian por su supuesto fracaso, que no se sientan más culpables que víctimas. Nuestros hijos son nuestros, pero también lo son de la libertad; quiero decir con esta frase tan manida que no siguen ni tienen por qué seguir necesariamente los preceptos y esquemas de comportamiento que como padres o Iglesia les hemos querido inculcar. La presión del ambiente social y mediático (cine, televisión, internet, etc) es determinante en la juventud de los últimos años, y por esos medios les ha llegado una visión de la vida muy distinta a la que nosotros recibimos y quisiéramos para ellos.
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Lo bueno y lo malo de la nueva situación.
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La visión de los jóvenes, con las deficiencias de todo lo humano, no deja de tener su parte positiva. Es positiva la apertura que se ha dado en lo referente a la sexualidad y la consiguiente ruptura del tabú que suponía en otros tiempos cualquier tema relacionado con ella. Tal vez ese miedo a hablar de lo afectivo y sexual, propio de la generación de los padres, ha sido un impedimento grande a la hora de dar una correcta educación para el amor a los hijos. ¿Cómo enseñar la riqueza de la sexualidad como expresión del amor total?, ¿cómo transmitir a los hijos una visión positiva del sexo si quienes la han de transmitir no la han recibido  o se les ha tergiversado?

Por ello, tal vez hay unas preguntas previas que habríamos de hacernos: Los comportamientos sexuales de las generaciones pasadas ¿se asentaban en convicciones morales derivadas de la fe, o eran simplemente convencionalismos?, ¿se guió la generación de los padres por la convicción personal o más bien por el miedo religioso o la presión social existente en su momento? ¿No habrían tomado muchos de los padres de los jóvenes de hoy la decisión que ellos toman ahora si en su día se les hubiera facilitado? El índice actual de separaciones matrimoniales  nos indica que posiblemente sí. Pero, y a lo que vamos, sin duda alguna el hecho de que la elección del modo de vida en pareja sea más libre, es algo positivo. En esto, como en otros ámbitos de la vida (profesión, amistades, etc), las imposiciones suelen ser nefastas.
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Tan malo es pecar por defecto como por exceso. Lo negativo en todo esto que se suele llamar "libertad sexual" puede estar en la sobrevaloración de la cantidad sobre la calidad, en la reducción de lo sexual a lo físico, y en la banalización del matrimonio que, en la mentalidad de muchos jóvenes queda reducido a “matrimonio de conveniencia”. Aunque esta expresión se aplica generalmente a quien se casa por interés económico o social, también me gusta hacer notar que hoy muchos jóvenes buscan la forma de convivencia que más convenga a sus intereses particulares. “Viviré contigo mientras haya amor”, dicen, entendiendo que el amor es un simple sentimiento de bienestar personal ajeno al sacrificio y la renuncia; “viviré contigo mientras convenga a mi gratificación, a mi interés particular”. Matrimonio de conveniencia. 

La propensión a poner como eje de la vida la propia satisfacción material, psicológica y espiritual, idea alentada por el consumismo, y la consiguiente incapacidad para soportar con paciencia los defectos del prójimo o la prójima, abren la puerta al miedo a casarse (entendido en el sentido negativo como "atarse"). Este "miedo al compromiso matrimonial" viene siendo viral en nuestro tiempo. En el fondo ¿no es miedo al amor entendido como donación? ¿No se esconde el rechazo al esfuerzo y sacrificio que supone vivir para el amado o amada?

La mayoría de los jóvenes de hoy, inmersos en el relativismo ambiente, no creen en el “amor para toda la vida”. Pero ¿y los adultos? ¿creen en el matrimonio para todo la vida?, ¿o creyeron en él y ya han dejado de creer? El divorcio es un fenómeno bastante extendido entre los mayores, lo cual quiere decir que muchos de sus hijos han vivido la experiencia de familias rotas y desestructuradas. Muchos recibieron de sus padres la herencia de un fracaso matrimonial mal gestionado del que quieren prevenirse precisamente cerrándose a la idea de casarse.
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Cómo situarnos cristianamente.
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¿Cómo enfocar cristianamente la circunstancia de los hijos que optan por la convivencia en pareja sin compromiso matrimonial ante el altar? Desde luego, cuando se trata de opción por el matrimonio civil habría que considerar que si la experiencia de fe es inexistente es sin duda la mejor opción.  

Cuando algún compañero sacerdote o un cristiano comprometido manifiesta su escándalo por el aumento de divorcios suelo decir que, más que escandalizarnos por ello, deberíamos hacer examen de conciencia, porque a la mayoría de esos que se han divorciado los hemos casado nosotros, ¿con qué discernimiento?; ¿no hemos estado casando en serie “por la Iglesia” a todo el que lo solicitaba, incluso sabiendo de su baja religiosidad? ¿Por qué no nos escandalizó el hecho de que hasta hace poco prácticamente todos los matrimonio se celebraran por la Iglesia y sin embargo las iglesias no se llenaran los domingos?

Me parece lógico el hecho de que los matrimonios por la iglesia hayan descendido alarmantemente en los últimos años; nos hemos dedicado a casar (sacramentalizar) sin molestarnos en acercar la persona de Jesús a las parejas (evangelizar) para que aprendan a leer su relación en clave de amor cristiano. De este modo la identidad cristiana del matrimonio ha quedado muy dañada. Si Jesús y su modo de amar no forma parte de la vida de una pareja, por muy religiosa que sea la ceremonia de la boda, no hacemos sino echar en saco roto la gracia de Dios (cf 2 Cor 6,1-10).

Señalemos algunos principios básicos para recuperar la vida matrimonial y familiar cristiana.
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a) La misericordia como principio. Cuando nos enfrentamos a la opción por la unión  libre, sin compromiso matrimonial ni siquiera civil, que hacen algunas parejas, o a los casos de uniones homosexuales, algo que descoloca especialmente cuando se implican en ello personas cercanas y queridas, deberíamos echar mano de una clave cristiana fundamental: el amor y la misericordia.  Acostumbrados al legalismo nos cuesta mira la vida en perspectiva divina.
 
 

La ley de Dios señala faltas objetivas, pero su misericordia no contempla los hechos sin mirar a las personas (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 1735). El hijo pródigo se marchó, pero el Padre no le impide dar el paso, ni deja de amarle por ello, lo cual facilitó el regreso (cf Lc 15,11-31). La misericordia o mirada desde el corazón supone una gran dosis de humildad, de respeto, de amor y apertura; supone estar siempre abiertos a la escucha de las razones y motivaciones del otro,  disponibles para la acogida. Sin renunciar a juzgar las actitudes y los hechos, debemos evitar el pecado del hermano mayor del pródigo: juzgar al prójimo y tratarlo con desprecio: "ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres". 


Emitir un juicio de valor sobre los hechos es un deber irrenunciable de toda persona y sin el cual renunciaría a su libertad que sin un discernimiento de lo bueno y lo malo, de lo mejor y de lo peor sería imposible ejercerla; pero el juicio sobre los hechos no exige necesariamente la condena de nadie, tal como hizo Jesús con la pecadora que acude a lavarle los pies a casa de Simón (cf Lc 7,36-47), o con la mujer adúltera: "Yo tampoco te condeno, vete y en adelante no peques más" (cf Jn 8,1-11); con esta sentencia Jesús condena el adulterio, pero no a la mujer adúltera, a la que ama e invita a la conversión.
 
Como cristianos nunca debemos emitir sobre nadie un juicio de condenación, porque tal actitud se opone a la mirada misericordiosa de Dios; el juicio a la persona, en última instancia, corresponde sólo a Él: "No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón" (1 Cor 3,5). Y no pienses sólo en tinieblas ajenas.
b) El matrimonio cristiano como alternativa. Sé que esto de respetar y mantener los propios principios y creencias no es fácil, sobre todo cuando del otro lado no se valoran del mismo modo opciones cristianas como la castidad o la fidelidad, o la indisolubilidad y fecundidad matrimonial

 Como en los primeros siglos, la Iglesia está llamada a ser hoy en este campo, como en tantos otros, una comunidad marginal, que no quiere decir marginada. Decir que la Iglesia es “marginal” no es definirla como comunidad que para vivir sus valores haya de huir del mundo o situarse en una esquina; a eso llamaríamos “marginada” por su propia decisión; sociedad ”marginal” quiere decir que vive en la frontera, en los márgenes de su sociedad; ni se integra, ni se evade, ni se encierra, porque presenta unos valores alternativos y no renuncia a influir y cambiar la sociedad.
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Convenzámonos de una vez por todas de que nuestra sociedad no es cristiana, si es que alguna vez lo fue;  ni el Evangelio, ni mucho menos la visión eclesial, son la clave interpretativa de nuestro mundo. La economía y otros poderes marcan el ritmo de nuestros criterios morales y nuestras relaciones. En estas circunstancias nos toca dar testimonio con el ejemplo, profundizando y viviendo la riqueza del amor cristiano en el seno del matrimonio y la familia, donde la persona amada es prioritaria, los hijos no son un capricho sino un don de Dios, y las crisis de convivencia tienden a ser consideradas como oportunidades para fortalecer el amor.
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Como proclama san Pablo en su himno de 1 Cor 13, “el amor es paciente y benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta: no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca” (4-8). Cambiemos en este texto la palabra “amor” por la palabra “Dios”, y releamos el texto. Dios es amor. Si ponemos a Dios en la vida matrimonial y familiar, si nuestra valoración sobre los nuevos modelos de vida familiar se guían por una lectura creyente, con los matices de búsqueda de Dios y de denuncia profética en los hechos que analizamos; si cuando se trata de las personas nuestros juicios rezuman misericordia, estaremos dando pasos para ser levadura en la masa (cf Mt 13,33; Gal 5,9). Ser levadura; edificar familias firmes en la fe, alegres en la esperanza y fuertes en el amor, esa es la alternativa cristiana, la respuesta a los retos que nos plantean las nuevas situaciones familiares.
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Casto Acedo Gómez. paduamerida@gmail.com. Diciembre 2019.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Felices los perseguidos

La Sagrada Familia, ciclo A: 29 de diciembre del 2019
Eclo 3,2-14  -  Col 3,12-21  -  Mt 2,13-23

   Cuando nace Moisés (Ex 2-3), varias personas le salvan de morir…
Ya adulto, huye de Egipto porque el Faraón le busca para matarlo…
Luego, Dios le envía para liberar a su pueblo de la esclavitud…
  Siglos después, José, María y Jesús huyen a Egipto pues Herodes
busca al Niño para matarlo… Al volver, se instalan en Nazaret…
Y, desde Galilea, Jesús anuncia una nueva y definitiva liberación…

Buscan al niño para matarlo
   José y María se ven obligados a vivir como emigrantes, porque
el rey Herodes busca al niño Jesús para matarlo. Pero, ¿por qué?...
   Herodes logra mantenerse en su puesto asesinando a sus enemigos,
incluso a varios miembros de su propia familia (esposa e hijos).
Al oír que había nacido en Belén, un niño que sería el Salvador,
y temiendo perder el trono, Herodes mandó matar -en Belén
y sus alrededores- a todos los niños menores de dos años (Mt 2,16s).
Recordemos. Herodes “es extranjero”, hijo de familia rica de Idumea.
Siendo un personaje adulador y servil, se ganó el favor de Roma, 
para “reinar” en Palestina; pero quien “gobierna” es el emperador.
   Hoy en día, muchos Herodes  -por codicia insaciable y por miedo-
destruyen la tierra, nuestra casa común…asesinan a la gente pobre…
explotan y dejan sin futuro a muchos niños, niñas y jóvenes…
   Cuando Jesús anuncia -en Galilea- que el Reino de Dios está cerca,
los que tienen poder político y religioso no cesan de perseguirle:
*Es sábado y Jesús sana a un hombre que tiene la mano paralizada,
de inmediato los fariseos se reúnen para acabar con Él (Mt 12,14).
*Más tarde, Caifás, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías,
se ponen de acuerdo para detener a Jesús y darle muerte (Mt 26,3-5).
*Uno de los Doce le traiciona por treinta monedas de plata (26,14-16).
   Desde su propia experiencia, Jesús de Nazaret nos sigue diciendo:
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia,
porque el Reino de los cielos les pertenece… (Mt 5,10-12).

Le llamarán Nazareno
   Cuando Herodes muere, José se levanta, toma al niño y a su madre,
vuelve a Palestina, y se establece en Nazaret, en la región de Galilea.
Galilea de los paganos es una región donde se mezclan las razas,
allí los paganos lo contaminan todo, allí no hay templo.
Sin embargo, es allí donde Jesús anuncia la Buena Noticia del Reino.
Nazaret es un pueblo despreciado, de allí no sale algo bueno (Jn 1,46).
En otras palabras, ser nazareno es lo mismo que ser “un don nadie”.
   Por eso, cuando Jesús vuelve a su pueblo de Nazaret,
va a la sinagoga para enseñar, pero sus propios paisanos le rechazan:
¿De dónde le viene esta sabiduría y ese poder de hacer milagros?
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María?...
Sus paisanos se escandalizan y no le reconocen (Mt 13,53ss).
Para ellos, ser Profeta no es compatible con la humildad de su familia.
¿Puede un artesano como Jesús: enseñar… sanar… liberar…?
Lamentablemente, miran y no ven, escuchan y no oyen (Mt 13,13ss).
Lo mismo sucede hoy, pues muchos de nosotros que tenemos título
y alguna profesión, ¿nos dejamos evangelizar por los pobres?
   Habiendo cumplido su misión en Galilea, Jesús viaja a Jerusalén.
Al ingresar a Jerusalén, la gente pregunta: ¿Quién es éste?
La multitud contesta: Es el Profeta Jesús,  de Nazaret (Mt 21,10s).
Luego, Jesús se lamenta de los líderes religiosos de Jerusalén
que buscan, por diversos medios, acabar con su misión y su vida:
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que
Dios te envía! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como reúne
la gallina a sus pollitos bajo sus alas, pero tú te negaste! (Mt 23,37).
Traicionado por Judas Iscariote, Jesús es azotado y muere crucificado:
Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz,
que decía: Jesús de Nazaret, rey de los judíos (I.N.R.I) (Jn 19,19).
Después un Joven anuncia esta Buena Noticia: Ustedes buscan
a Jesús el crucificado. No está aquí, ha resucitado (Mc 16,6s).
   Estando en Nazaret (5 de enero de 1964), el Papa Paulo VI  dijo:
Nazaret es la escuela del silencio, de la meditación, de la vida
personal e interior, de la oración que Dios solo ve secretamente.
Nazaret es la escuela de vida familiar que nos enseña: la sencillez,
la comunión de amor, el carácter sagrado e inviolable del matrimonio.
Nazaret es la escuela del trabajo: Cristo nuestro Señor es el modelo,
el hermano divino y el defensor de todos los trabajadores. 
J. Castillo A.

Jesús nace pobre

Nacimiento de Jesús: 25 de diciembre del 2019
Is 9,1-6  -  Tito 2,11-14  -  Lc 2,1-14

   Sigamos a Jesús que nace en un establo… y muere crucificado…
Para ello: -Que Navidad sea Buena Noticia para los más pobres,
-Trabajemos para que los pobres tengan: tierra, techo, trabajo; y
-Demos testimonio, incluso sufriendo persecución y dando la vida.

En un establo, María envuelve a Jesús en pañales
   El nacimiento y la infancia de Jesús debemos meditarlos,
teniendo presente su vida adulta, su pasión, su muerte y resurrección.
   *En Belén, José y María tocan varias puertas pidiendo alojamiento.
Y como no hay lugar para ellos, María da a luz a Jesús en un establo.
Desde esta experiencia, Jesús anuncia -en Nazaret- su misión:
He sido ungido y enviado para anunciar Buena Noticia a los pobres,
liberar a los cautivos y oprimidos, dar vista a los ciegos (Lc 4,18).
Sin embargo, como todo profeta, es rechazado en su propio pueblo,
y -por fidelidad a su misión- muere crucificado fuera de la ciudad.
¿Es delito defender la vida de tantas personas que viven en la miseria?
   *Después de dar a luz, María envuelve a Jesús en pañales.
Lo mismo hace José de Arimatea: Pide a Pilato el cuerpo de Jesús,
lo envuelve en una sábana y lo coloca en un sepulcro (Lc 23,52s).
¿Somos solidarios con los hermanos de Jesús que andan mal vestidos?
   *Luego, el ángel del Señor se aparece a los pastores para decirles:
Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes el Salvador.
También a Jesús, mientras está orando en el huerto de los Olivos,
se le aparece un ángel que le anima y le da fuerzas (Lc 22,43).
¿Actuamos con entrañas de misericordia con las personas que sufren?
   *En aquella región, una multitud de ángeles alaban a Dios diciendo:
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres.
Algo semejante sucede cuando Jesús entra en la ciudad de Jerusalén,
sus discípulos dicen: Paz en el cielo y gloria al Altísimo (Lc 19,38).
Jesús, ya resucitado, les dice: La paz esté con ustedes (Lc 24,36).
¿Trabajamos por una paz verdadera, basada en la verdad y justicia?

En aquella región viven unos pastores
   En la región de Belén hay unos pastores que pasan la noche,
cuidando por turno su rebaño. Un ángel del Señor se les presenta.
Y cuando la gloria de Dios los envuelve con su luz,
aquellos pastores sienten un miedo enorme.
Quizás tienen miedo, no a las tinieblas sino a la luz; como muchos
que preferimos no la luz de la verdad, sino las tinieblas de la maldad:
La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz,
porque sus acciones eran malas. Quien obra mal odia la luz
y no se acerca a la luz, para que no se descubra lo que hacen.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz,
para que se vea que todo lo hace según la voluntad Dios (Jn 3,19ss).
   A continuación, el mensajero del Señor les dice: No tengan miedo,
Les traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo.
Esta Buena Noticia es la persona de Jesús, Hijo de Dios y de María.
Su nacimiento es motivo de alegría para todos, preferentemente,
para las personas que son despreciadas por la sociedad y la religión.
   Hoy, si la persona de Jesús ya no es Buena Noticia para nosotros…
si sus enseñanzas, sus obras y sus gestos audaces no nos dicen nada…
si seguimos con el ritualismo, clericalismo, negocio de lo sagrado…
si somos indiferentes con las personas que tienen hambre, sed…
estamos celebrando cualquier cosa, menos el Nacimiento de Jesús.
   Luego, el ángel les anuncia: En Belén, hoy ha nacido para ustedes
el Salvador: Cristo el Señor. Que esta salvación llegue a todos,
preferentemente, a los niños/as que nacen con la esperanza de vivir.

Los pastores van de prisa a Belén
   Siguiendo con el texto de Lucas (2,15-20), los pastores llegan a Belén
y encuentran a María, a José, y al Niño acostado en el establo.
De inmediato, anuncian lo que les ha comunicado el Señor, y todos
los que le oyen, quedan asombrados. María, la madre de Jesús,
conserva estos acontecimientos y los medita en su corazón.
   En Medellín, nuestros obispos dijeron: Cristo nuestro Salvador,
no solo amó a los pobres, sino que “siendo rico se hizo pobre”,
vivió en la pobreza, centró su misión en anunciar a los pobres
su liberación, y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza (…).
Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa misión (cap.14º, n.7).
¡FELIZ NAVIDAD!, les deseo a todos ustedes.  
J. Castillo A.