miércoles, 11 de diciembre de 2019

Anuncien lo que ven y oyen

3º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 35,1-6.10  -  Stgo 5,7-10  -  Mt 11,2-11 

   Cuando Juan Bautista es encarcelado por Herodes Antipas,
Jesús se retira a Galilea y -desde esa región despreciada y oprimida- 
proclama: Conviértanse, pues está cerca el Reino de Dios (Mt 4,17).
   Tiempo después, a los enviados por el Bautista, Jesús les dice:
Los ciegos venA los pobres se les anuncia la Buena Noticia
¡Feliz el que no se escandalice de mí! 
Luego, pregunta a la gente sobre Juan: ¿Qué fueron a ver al desierto?
  
¡Feliz el que no se escandalice de mí!
   Desde la cárcel Juan envía a dos discípulos para preguntar a Jesús:
¿Eres tú el Cristo que ha de venir o debemos esperar a otro?
Jesús responde no con palabrassino con obras que dan vida:
Vayan y digan a Juan lo que están viendo y oyendo: -los ciegos ven,
-los cojos andan, -los leprosos quedan sanos, -los sordos oyen,
-los muertos resucitan, -se anuncia la Buena Noticia a los pobres.
-¡Y feliz el que no se escandalice de mí!
   Actualmente, hay personas enfermas… y hay personas egoístas:
*Hay ciegos que andan por nuestras calles y plazas pidiendo limosna.
Y también “ciegos” incapaces de ver el sufrimiento del prójimo. 
*Hay cojos que no caminan. Y “cojos” arrodillados ante el dinero.
*Hay leprosos obligados a sobrevivir marginados por la sociedad.
Y “leprosos” que se creen la divina pomada explotando a los pobres.
*Hay sordos que nacieron así o perdieron la capacidad de oír.
Y “sordos” insensibles al grito de las niñas y niños que tienen hambre.
*Hay muertos que durante su vida terrenal hicieron el bien.
Y “muertos” por las guerras, la injusticia, la violencia, la corrupción.
   En este contexto, a los pobres se les anuncia la Buena Noticia,
para que se levanten y construyan -aquí y ahora- el Reino de Dios.
   Luego, Jesús añade: Feliz el que no se escandalice de mí. Se trata
de su crucifixión por salvarnos: Anunciamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos y locura para los griegos (1Cor 1,23).

¿Qué fueron a ver al desierto?
   A continuación, Jesús pregunta a la gente sobre el profeta Juan:
   *¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña movida por el viento?
Juan Bautista se mantiene firme en la misión que Dios le ha confiado.
El verdadero profeta de Dios no puede ser una persona inestable,
sin convicciones propias, que se arrodilla ante el poderoso por interés.
Y -hoy- se dejan arrastrar por la corriente del consumo “navideño”,
favoreciendo a los pocos ricos, propietarios del capitalismo salvaje,
para quienes, como dicen: Los pobres compran más y pagan mejor.
   *¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido elegantemente?
Juan no se presenta con vestidos elegantes, ni come regiamente.
Su vida sencilla contradice la hipocresía de los escribas y fariseos,
que se pasean con amplios ropajes, buscan los saludos en las plazas,
y los primeros puestos en las sinagogas y banquetes (Lc 20.46s).
   Hoy, la mundanidad espiritual es un grave peligro para la Iglesia.
Al respecto, reflexionemos sobre lo que dice el papa Francisco:
Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos,
rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestiona,
destaca los errores ajenos y se obsesiona sobre las apariencias (…).
   Luego añade: Es una tremenda corrupción con apariencia de bien.
Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí,
de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres.
¡Dios nos libre de una Iglesia mundana,
bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad se sana
tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo,
que nos libera de estar centrados en nosotros mismos,
escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios.
¡No nos dejemos robar el Evangelio! (EG, 2013, n.97).
   Anunciemos el Evangelio: Revestidos de entrañas de misericordia,
de bondad y humildad, de mansedumbre y paciencia… y, sobre todo,
de la caridad que es el vínculo de la perfección (Col 3,12ss).
   *¿Qué fueron a ver? ¿Un profeta? Sí, y más que un profeta.
Todos reconocen que Juan Bautista es un verdadero profeta.
Incluso Herodes Antipas al ser denunciado, quería darle muerte, pero
temía a la gente, que consideraba a Juan como profeta (Mt 14,5).
   Jesús, destaca también la autoridad moral del Bautista: Vino Juan,
a enseñarles el camino de la justicia, y no le creyeron. En cambio,
los publicanos y las prostitutas sí le creyeron (Mt 21,32).
J. Castillo A. 

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