miércoles, 25 de julio de 2018

Dar desde nuestra pobreza

17ª Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
2Re 4,42-44  -  Ef 4,1-6  -  Jn 6,1-15

DAR DESDE NUESTRA POBREZA
   Jesús y sus discípulos pasan a la otra orilla del lago de Galilea.
Al ver a más de cinco mil personas, Jesús no permanece indiferente,
piensa en el hambre que tienen y, gracias a la generosidad de un joven,
bendice y reparte los cinco panes de cebada y los dos pescados.
   Hoy, ¿qué hemos hecho de la Buena Noticia que Jesús anunció?

¿Dónde compraremos pan para darles de comer?
   A esta pregunta de Jesús, Felipe responde con cierto pesimismo:
el salario de doscientos días no basta para darles un pedazo de pan.
Tenemos recursos suficientes para solucionar este problema,
sin embargo, hay culpables que solo buscan amontonar dinero,
a costa del hambre de millones de niños, jóvenes y adultos.
   Al respecto, meditemos en el siguiente texto del Eclesiástico:
Robar algo a los pobres y ofrecérselo a Dios
es como matar un hijo delante de su padre.
La vida del pobre depende del poco pan que tiene,
quien se lo quita, es un asesino.
Quitarle el sustento al prójimo es como matarlo,
no dar al obrero el salario justo es quitarle la vida (34,20ss).
   El Papa Francisco, en Santa Cruz, Bolivia (9 julio 2015), pregunta:
¿Qué puedo hacer yo, artesano, vendedor ambulante, transportista,
trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales?
¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas
puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones?
¿Qué puedo hacer yo, desde mi villa, mi chabola, mi población,
mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado?...
  El Papa responde: Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes,
los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho.
   Ciertamente, los pobres, los insignificantes, los despreciados…
pueden hacer mucho, como aquel joven del Evangelio de hoy,
que desde su pobreza comparte todo lo que tiene.

Aquí hay un joven que tiene cinco panes y dos pescados
   Aquel joven (no sabemos su nombre) da todo lo que tiene:
cinco panes de cebada -el pan de los pobres- y dos pescados.
Lo mismo hace la pobre viuda, en el templo de Jerusalén,
desde su pobreza, da todo lo que tiene para vivir (Mc 12,41ss).
   Cuando el joven rico se va triste, Jesús dice a sus discípulos:
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja,
que para un rico entrar en el Reino de Dios.
Y ante el asombro de sus discípulos, Jesús añade:
Para los hombres es imposible, pero no para Dios (Mc 10,23-27).
La conversión de Zaqueo es un claro ejemplo (Lc 19,1-10).
   Por eso, para Jesús el centro de su mensaje es compartir el pan,
con sus hermanos y hermanas que tienen hambre (Mt 25,31ss).

Jesús toma los panes, da gracias y los reparte
   Hablar de pan es hablar de salud, educación, vivienda, trabajo…
Para crear una sociedad fraterna, hace falta compartir, dar, recibir:
nadie es tan pobre que no puede dar, ni tan rico que no puede recibir.
   Las primeras comunidades cristianas se caracterizan precisamente:
Por tener una sola alma y un solo corazón…
No había entre ellos ningún necesitado, porque lo que poseían
campos o casas los vendían, y entregaban el dinero a los apóstoles
quienes repartían a cada uno según su necesidad (Hch 4,32-35).
   En el siglo II, S. Justino dice que durante la celebración de la Misa:
Cada uno, según su voluntad, da lo que puede, para socorrer:
-a los huérfanos y a las viudas, -a los que por enfermedad
o por cualquier otra causa están necesitados, -a los encarcelados,
-a los forasteros de paso, -a cuantos padecen necesidad.
   Los santos Padres insisten: Alimenta al que muere de hambre,
porque si no lo alimentas lo asesinas (Vaticano II, GS, n.69).
   El Papa Francisco nos pide salir, partir, pasar a la otra orilla:
*Prefiero una Iglesia herida y manchada por salir a la calle,
antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad…
mientras fuera hay una multitud hambrienta
y Jesús nos repite sin cansarse: Denles ustedes de comer (EG, n.49).
*Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez
y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido,
hacia las periferias y las fronteras (GE, 2018, n.135).
J. Castillo A.

miércoles, 18 de julio de 2018

Al ver la multitud, Jesús se compadece

16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jer 23,1-6  -  Ef 2,13-18  -  Mc 6,30-34

   En el Evangelio de hoy, dos grupos se reúnen con Jesús:
-Los doce apóstoles que acaban de volver de la misión,
a ellos Jesús les dice: Vengan ustedes solos a descansar un poco.
-Unas cinco mil personas que andan como ovejas sin pastor.
Jesús se compadece y se pone a enseñarles con calma.

Vengan a descansar un poco
   Después de enseñar y sanar enfermos en la sinagoga de Cafarnaún,
sanar a la suegra de Pedro, y sanar a muchos enfermos que han acudido,
la fama de Jesús se divulga rápidamente por todas partes;
fue entonces cuando Él se va solo a orar, a un despoblado (Mc 1,21-39).
Desde esta experiencia, Jesús quiere que sus seguidores
busquen primero el Reinado de Dios y su justicia,
dejando de lado aspiraciones mundanas de poder, fama, títulos…
   Por eso, cuando vuelven los apóstoles después de predicar y sanar,  
Jesús los lleva a un lugar despoblado a descansar un poco;
a reflexionar -en el silencio- que todo discípulo es un simple servidor.
   Hoy, muchos vivimos: ahogados en un activismo deshumanizador,
sometidos a fríos cálculos económicos, obligados a vegetar sin rumbo.
   Lo que más me sorprende del hombre occidental,
es que pierden la salud para ganar dinero,
después pierden el dinero para recuperar la salud.
   Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfrutan el presente,
por lo que no viven ni el presente ni el futuro.
   Y viven como si no tuviesen que morir nunca,
y mueren como si nunca hubieran vivido (Dalai Lama, 24/ mar/2014).
   Muy diferente si buscamos tiempo para meditar y encontrarnos:
-con Dios, amigo de la vida, defensor de los oprimidos.
-con los demás, preferentemente con los pobres cada vez más pobres;
-con nosotros mismos, convertirnos, creer y practicar el Evangelio; y
-con nuestra madre tierra, que nos sustenta y produce diversos frutos.

Andan como ovejas sin pastor
   Si caminamos, como Jesús, por pueblos y ciudades de nuestro país,
vamos a encontrar una inmensa multitud de niños, jóvenes y adultos;
que sufren no solo pobreza sino miseria… sufren exclusión social…
son tratados como objetos sobrantes… son como ovejas sin pastor
   Sin embargo, todos ellos son personas con rostros muy concretos,
en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo:
*Son niños huérfanos de padres vivos (que los han abandonado),
golpeados por la pobreza, y explotados cuando encuentran trabajo…
*Son jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad,
frustrados por falta de oportunidades de capacitación y ocupación…
*Son campesinos e indígenas privados de la tierra donde nacieron,
porque sin su consentimiento, sus tierras pertenecen a los poderosos…
*Son obreros que no pueden organizarse ni defender derechos,
que sobreviven con un miserable sueldo mensual de 930 soles,
mientras nuestros congresistas ganan mensualmente 30,000 soles…
*Son desempleados y sub-empleados sometidos a fríos cálculos
del sistema económico neocolonialista, para que otros vivan mejor…
*Son marginados y hacinados urbanos que viven en la miseria,
frente a la ostentación de riqueza de ciertos grupos privilegiados…
*Son ancianos, cada día más numerosos, marginados: de la sociedad,
y del progreso que prescinde de las personas que no producen…
(Puebla, n.32-39.  Santo Domingo, n.178.  Aparecida, n.65 y 402).
   Ante estos desafíos, los cristianos y personas de buena voluntad:
debemos ver el mundo que nos rodea con los ojos de Jesús…
ver también con un corazón compasivo… y -sobre todo- dar vida.
   El futuro de la humanidad no está únicamente en manos
de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites.
Está fundamentalmente en manos de los pueblos,
en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan
con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño.
   Y cada uno, repitámonos desde el corazón:
ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra,
ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía,
ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia,
ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin venerable vejez.
   Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la madre tierra.
(Papa Francisco, en Santa Cruz, Bolivia, 9 de julio 2015).
J. Castillo A.

miércoles, 11 de julio de 2018

Iglesia pobre entre los pobres

15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Am 7,12-15  -  Ef 1,3-14  -  Mc 6,7-13

   La Iglesia siente cada vez más fuerte
el impulso del Espíritu a ser pobre entre los pobres,
a recordar la necesidad de conformarse con el ideal de pobreza
predicado y practicado por Jesús (Juan Pablo II, 24 noviembre 1994).
   Por eso, cuando des un banquete invita a pobres, mancos, cojos,
ciegos; y tú serás feliz porque ellos no pueden pagarte (Lc 14,13s).

Hacen falta cristianos ligeros de equipaje
   Jesús no se desanima por el desprecio que recibe en Nazaret.
Sigue enseñando en los pueblos vecinos y, para esta misión,
envía a sus discípulos con indicaciones precisas que valen para hoy:
Predicar la conversión, desde la pobreza… y sanar a los enfermos
  El 16 de nov.1965, cuarenta obispos del Concilio Vaticano II
firmaron: El pacto de las catacumbas. He aquí algunos compromisos:
-Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población
 en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción
-Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad
 de la riqueza, especialmente, en el vestir (ricas vestimentas,
 colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos
-Rechazamos que… nos llamen con nombres y títulos que expresen
 grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor)
   En consecuencia: *Donde hay desigualdad, hace falta una Iglesia
que sea Pueblo de Dios, germen de vida, dignidad, justicia, paz.
*Donde los ricos se imponen con violencia, hace falta una Iglesia
 que camine en medio del pueblo, con misericordia y olor a oveja.
*Donde hay gastos en adornos superfluos, hace falta una Iglesia
 pobre entre los pobres, servidora y profética ante las injusticias.
*Donde hay corrupción, hace falta una Iglesia que tome distancia
del sistema económico y político vigente, que opte por las víctimas,
denunciando a los responsables que explotan a las personas sencillas.
   Nosotros, no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4,20).

Quédense en la casa donde entren
   Jesús deja de lado el lujoso templo de Jerusalén y las sinagogas,
y da más importancia a la familia, al hogar, a la casa. Él nos dice:
Cuando entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen
   En nuestros días, si los párrocos conociéramos a nuestros fieles,
no sería necesario exigir a los novios tantos requisitos;
ni abandonarlos a su suerte, después de la ceremonia religiosa.
¿Puede una madre olvidar y dejar de amar al hijo de sus entrañas?
Pero, aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49,14ss).
   Que nuestra pastoral familiar acompañe a los esposos,
en los primeros años de la vida matrimonial (AL, 2016, n.217ss).
   Sobre la familia, el Papa Juan Pablo II -en Puebla- dijo lo siguiente:
Haced todos los esfuerzos para que haya una pastoral familiar.
Luego insiste en dar prioridad a esta pastoral, pues la evangelización
-en el futuro- depende en gran parte de la Iglesia doméstica (1979).
   Teniendo en cuenta estas palabras, el Documento de Puebla afirma:   
Urge un diligente cuidado pastoral para evitar males provenientes de
-la falta de educación en el amor,
-la falta de preparación al matrimonio,
-el descuido de la evangelización de la familia, y
-de la formación de los esposos para la paternidad responsable (578).
La Pastoral Familiar es evangelizadora, profética y liberadora…
Busca caminos para que las parejas y las familias puedan avanzar
en su vocación al amor y en su misión de formar personas,
educar en la fe, contribuir al desarrollo (n.591ss).
   Sobre la vida humana y el medio ambiente, el Papa Francisco dice:
Entre los pobres más abandonados y maltratados,
está nuestra oprimida y devastada tierra (LS, n.2). Luego añade: 
Contra la llamada cultura de la muerte,
la familia constituye la sede de la cultura de la vida…
En la familia se cultivan los hábitos de amor y cuidado de la vida,
por ejemplo, el uso correcto de las cosas, el orden, la limpieza,
el respeto al ecosistema local y la protección de todo lo creado…
En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar,
a decir gracias como expresión de una sentida valoración
de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad
o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño.
Estos pequeños gestos ayudan a construir una cultura de la vida.
J. Castillo A.

viernes, 6 de julio de 2018

A Jesús le desprecian en su tierra

14º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Ez 2,2-5  -  2Cor 12,7-10  -  Mc 6,1-6

   Cuando Jesús vuelve a Nazaret, su tierra natal,
sus paisanos y familiares, que le han visto crecer en medio de ellos,
no pueden creer que Dios se manifiesta en lo humilde y en lo débil.
   Actualmente, ¿valoramos la sabiduría de la gente sencilla?
¿Somos capaces de aceptar la fuerza evangelizadora de los pobres

¿No es éste el carpintero?
   No olvidemos que en una sociedad enferma se considera enfermo,
precisamente, a la persona sana. Y esto es lo que sucede con Jesús.
   Cuando Él vuelve a Nazaret, acompañado de sus discípulos,
un sábado va a la sinagoga y se pone a enseñar a la gente.
Sus paisanos que le escuchan, se escandalizan y preguntan:
¿De dónde saca esa sabiduría y ese poder de sanar? Y, le desprecian
sin decir su nombre: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?
A Jesús le desprecian también porque come con pecadores (Mc 2,16)
y, además, porque Él da más importancia a la vida del ser humano,
y no a la observancia rutinaria del descanso sabático (Mc 3,1-6).
   En nuestra sociedad injusta y racista,  hace falta valorar:
la milenaria sabiduría del Hombre Andino y Amazónico,
que busca salvar la vida de sus semejantes y de la madre tierra.
Sin embargo, los que tienen el poder económico, político y militar,
responden criminalizando toda protesta y persiguiendo a los líderes.
   Hace falta hacer realidad lo que dijeron nuestros obispos en Puebla:
El compromiso con los pobres y los oprimidos
y el surgimiento de las Comunidades de Base,
han ayudado a la Iglesia a descubrir
el potencial evangelizador de los pobres,
en cuanto ellos la interpelan constantemente,
llamándola a la conversión; y porque muchos de ellos
realizan en su vida los valores evangélicos de: solidaridad, servicio,
sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios (n.1147). 

Un profeta es despreciado en su tierra
   Jesús para darnos vida plena: toma la condición de servidor
se hace semejante a los seres humanos… se humilla
haciéndose obediente hasta la muerte en una cruz (Fil 2,6ss).
   Desde esta opción, Jesús tiene autoridad moral para denunciar:
la hipocresía de los escribas que: andan con amplios ropajes,
les encanta ser saludados, buscan los primeros asientos y puestos,
hacen oraciones para devorar los bienes de las viudas (Mc 12,38ss).       
   Por todo esto, los vecinos de Nazaret rechazan a Jesús, porque
conocen ciertos aspectos de su vida, pero no lo que realmente es.
Además, Él no “adoctrina” como hacen los escribas y fariseos,
sino que enseña con autoridad… y sana a los enfermos (Mc 1,21ss).
   Jesús que vino a liberar a los oprimidos, es rechazado por su pueblo
que sigue oprimido por funcionarios de la religión y los terratenientes.
   Al decir que un profeta es despreciado en su tierra y en su casa,
Jesús afirma públicamente que es Profeta y, al mismo tiempo,
se coloca en la larga lista de los profetas despreciados por el pueblo,
pues la misión del profeta, generalmente, trae consigo persecuciones:
   En la primera lectura de hoy, Dios le dice al profeta Ezequiel:
Hijo de hombre, yo te envío a Israel, pueblo rebelde… Esto les dirás,
te escuchen o no, sabrán que hay un profeta en medio de ellos.
   Así sucede con el profeta Amós, a quien el sacerdote Amasías dice:
¡Vete de aquí!, si quieres ganarte la vida profetizando hazlo en Judá.
No profetices aquí en Betel, donde está el templo real (Am 7,12s).
   Jesús deja Nazaret y sigue enseñando a sus discípulos:
El que a ustedes escucha a mí me escucha,
el que a ustedes desprecia a mí me desprecia;
y quien me desprecia, desprecia al Padre que me envió (Lc 10,16).
   Pablo también da testimonio de los momentos dolorosos que sufrió:
El tiempo que pasó en la cárcel. Los azotes y pedradas que recibió.
Las veces que estuvo al borde de la muerte. Los peligros al viajar,
con hambre y sed, con frío y sin abrigo… (2Cor 11,22ss).
Y, desde esta experiencia, escribe: No apaguen el fuego del Espíritu.
No desprecien el don de profecía (1Tes 5,19s).
   No tengamos miedo a dar la vida, porque como dice Tertuliano
(155-220): La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
   Felices ustedes cuando los hombres les odien, expulsen, insulten,
y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hombre (Lc 6,22).
J. Castillo A.