miércoles, 28 de octubre de 2015

Felices ustedes

Fiesta de Todos los Santos
Apc 7,2-14  -  1Jn 3,1-3  -  Mt 5,1-12

   La fiesta de Todos los Santos no debemos reducirla a los santos
“beatificados” o “canonizados” por nuestra Iglesia. Necesitamos
“universalizarla”, incluyendo: a los santos no cristianos… a los santos
de otras religiones… a los santos que no tienen religión… a los santos
anónimos… Justamente, sobre esta universalidad nos habla el libro
del Apocalipsis: Vi una multitud enorme, que nadie podía contar,
de toda nación… raza… pueblo… y lengua (primera lectura).

Felicidad, dicha, bienaventuranza… en la vida de Jesús
   Un día, Jesús sube a la montaña… Al ver una inmensa multitud
de hombres y mujeres, les anuncia esta Buena Noticia:
*Felices los pobres de espíritu… porque el Reino de los cielos les pertenece.
-A un fariseo importante que le había invitado a comer, Jesús le dice:
Cuando ofrezcas una comida, invita a los pobres, mancos, cojos,
ciegos; y tú serás feliz porque ellos no pueden pagarte (Lc 14,12ss).
*Felices los que lloran… ellos serán consolados.
-En Betania, al ver llorar a María por la muerte de su hermano Lázaro,
Jesús se ‘com-padece’ profundamente y se pone a llorar (Jn 11,33ss).
-Habiendo entrado en Jerusalén y ver la ciudad, Jesús llora por ella
y dice: Ojalá reconozcas, hoy, los caminos de la paz (Lc 19,41s).
*Felices los mansos… ellos heredarán la tierra.
-En una ocasión, Jesús alaba al Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque la gente humilde acoge sus enseñanzas. Luego añade: Vengan
a mí los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré… Aprendan
de mí que soy paciente y humilde de corazón, y encontrarán descanso
para su vida, pues mi yugo es suave y mi carga liviana (Mt 11,25ss).
*Felices los que tienen hambre y sed de justicia… ellos serán saciados.
-Jesús pronuncia sus primeras palabras (según Mateo, 3,15) al pedir
a Juan que lo bautice,: Es necesario que cumplamos la justicia plena.
Justicia es obra de Dios y también respuesta humana, y debemos
hacerla realidad amando a Dios y amando al prójimo.
*Felices los misericordiosos… ellos alcanzarán misericordia.
-Así como Dios Padre actúa con entrañas de misericordia (Lc 1,78),
también Jesús, su Hijo muy amado, actúa de la misma manera.
En la ciudad de Naín llevan a enterrar al hijo único de una viuda.
Jesús al verla llorar se ‘com-padece’ y le dice: No llores (Lc 7,11ss).
*Felices los limpios de corazón… ellos verán a Dios.
Ciertamente, solo se ve bien con el corazón… Por eso Jesús nos dice:
El hombre bueno saca el bien del tesoro que hay en su corazón…
porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6,45).
*Felices los que trabajan por la paz… ellos se llamarán hijos de Dios.
Jesús, al enviar en misión a los setenta y dos discípulos, les dice:
Vayan, pero sepan que yo los envío como ovejas en medio de lobos…
Al entrar en una casa digan primero: Paz para esta casa (Lc 10,3ss).
*Felices los perseguidos… porque el Reino de los cielos les pertenece.
-Yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores.
Así serán hijos del Padre del cielo, que hace salir el sol sobre
malos y buenos, y hace llover sobre justos y pecadores (Mt 5,44ss). 

Iglesia de los pobres de espíritu y de los pecadores
   Sobre el significado del Sínodo de la familia, el Papa Francisco dice:
*Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho,
las realidades de hoy con los ojos de Dios, para encender e iluminar
con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento
histórico de desaliento y de crisis social, económica, moral
y de predominio de la negatividad.
*Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio
sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad,
contra quien quiere “adoctrinarlo” en piedras muertas para
lanzarlas contra los demás.
*Significa haber puesto al descubierto a los corazones cerrados, que
a menudo se esconden incluso detrás de las enseñanzas de la Iglesia
o detrás de las buenas intenciones para sentarse en la cátedra
de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad,
los casos difíciles y las familias heridas.
*Significa haber afirmado que la Iglesia es Iglesia de los pobres
de espíritu y de los pecadores en busca de perdón, y no solo
de los justos y de los santos, o mejor dicho, de los justos y de los
santos cuando se sienten pobres y pecadores (24 octubre 2015). 
J. Castillo A.

Lo importante es amar

Domingo XXXI, Tiempo Ordinario, ciclo B
Deut 6,2-6  -  Heb 7,23-28  -  Mc 12,28-34

   Si quieres saber lo que vale tu amor, mira a dónde te conduce.
No les hemos dicho: no amen, sino no se aten a las cosas terrenales;
solo así amarán con toda libertad al Creador de todas las cosas.
Si tú te hallas muy atado a alguna cosa de este mundo,
es como si tuvieras goma en las alas, no eres capaz de volar.
Al contrario, si te encuentras desprendido de las cosas terrenales,
tus alas estarán libres de todo aquello que te paraliza, y tú tomarás
vuelo con la ayuda de dos mandamientos: el amor a Dios y el amor
a tu prójimo. ¿A dónde ir sino hacia Dios? Tú te remontas volando,
porque tú subes amando (San Agustín: Comentario al Salmo 121,1).

Este pueblo me honra con los labios
   Camino a la tierra prometida, Dios hace una alianza con su pueblo:
Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo. Desde entonces, el pueblo
se compromete cumplir con los mandamientos de Dios (Ex 20,1ss).
Sin embargo, en la época de Jesús había más de seiscientos preceptos
que se debían observar, dejando de lado el mandamiento de Dios.
Por ejemplo: -el descanso del sábado (Mc 2,23ss;  3,1-6),
-comer con las manos impuras, es decir, sin lavárselas (Mc 7,1-5),
-dejar el mandato de Dios para cumplir las tradiciones (Mc 7,6-13),
-no comer la carne de animales impuros (Mc 7,14-23)… etc.
   Ahora bien, después de ingresar a la ciudad de Jerusalén, Jesús:
-denuncia a los que han hecho del templo una cueva de ladrones,
-desenmascara las intenciones homicidas de las autoridades religiosas,
-discute con fariseos y herodianos sobre el tributo al César,
y con los saduceos sobre la resurrección de los muertos (Mc 11 y 12).
   En este contexto, un maestro de la ley que ha escuchado aquellas
discusiones y viendo que las respuestas de Jesús son perfectas,
se acerca y le pregunta: ¿Cuál es el mandamiento más importante?
Jesús le responde a partir de dos textos del A.T: Amarás al Señor,
tu Dios (Dt 6,5)…Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18).

Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón
-Amamos a Dios, amigo de la vida, pues Él al crearnos a su imagen,
nos ha hecho hijos suyos para que todos nos amemos como hermanos.
-Amamos a Dios, porque Él nos amó primero (1Jn 4,10)
-Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que
los que creen en Él no mueran, sino tengan vida eterna (Jn 3,16).
-Padre, la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero y a tu enviado Jesucristo… Que todos sean uno, como
tú estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste (Jn 17).
-Conocemos lo que es el amor, en que Jesucristo dio su vida por
nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros
hermanos. Si uno es rico y viendo a su hermano necesitado le cierra
el corazón y no se compadece, ¿cómo puede amar a Dios? Hijitos,
no amemos  con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn 3,16ss).

Amarás a tu prójimo como a ti mismo
-Si uno dice que ama a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso.
¿Puede amar a Dios a quien no ve, y no amar al hermano a quien ve?
El mandato que Jesucristo nos ha dado es el siguiente:
quien ama a Dios que ame también a su hermano (1Jn 4,19-21).
-El amor es paciente y servicial, no es envidioso ni busca aparentar,
no es orgulloso, ni actúa con bajeza, no busca su interés, ni se irrita,
sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra
de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (1Cor 13).
-Acerca de la corrección fraterna, reflexionemos sobre lo que dice
San Bernardo (1090-1153) al Papa Eugenio III (1145-1153):
Vives junto al sepulcro de Pedro. Él jamás se presentó vestido
de sedas, cargado de joyas, cubierto de oro, montado sobre blanco
caballo, escoltado por soldados y acompañado de aparatoso séquito.
Pero despojado de todo eso, tuvo suficiente fe para creer que podría
cumplir el mandato del Salvador: ‘Si me amas, apacienta mis ovejas’.
Es como para pensar que tú no eres el sucesor de Pedro,
sino del emperador Constantino… Heredero como eres del Pastor,
no debes avergonzarte de anunciar el Evangelio.
(De consideratione, cap. 6: Que predique a los demás con su vida).
Amar a Dios y al prójimo vale más que todas las ofrendas.
J. Castillo A.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Recobra la vista y sigue a Jesús

Domingo XXX, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jer 31,7-9  -  Heb 5,1-6  -  Mc 10,46-52

   Bartimeo es un hombre ciego, mendigo y marginado. Sin embargo,
se levanta, empieza a ver  y sigue a Jesús, el Profeta compasivo.
   En cambio, muchos preferimos vivir instalados en la mediocridad,
cerrar los ojos a todo sufrimiento, incapaces de seguir a Jesús.
Muy diferente cuando vivimos, como Jesús, sirviendo y dando vida.

Jesús, el Hijo de David, acoge a Bartimeo, el Hijo de Timeo
*Bartimeo a pesar de ser ciego, tiene fe y espera recuperar la vista.
Por eso, una vez que Jesús le acoge, solo le pide una cosa: Ver.
Hermoso testimonio para muchos que vivimos en tinieblas y sombras
de muerte, pues no vemos la opresión que hay en nuestro pueblo.
*Está sentado, postrado al borde del camino, sobrante, desechable…
¿Es justo que los campesinos e indígenas sean expulsados de sus tierras
para vivir después en los cinturones de miseria de nuestras ciudades?
Ciertamente, en todo este proceso, tiene una enorme responsabilidad
el actual modelo económico que privilegia el desmedido afán
por la riqueza, por encima de la vida de las personas y los pueblos,
y del respeto de la naturaleza (DA, n.473).
*Pide limosna. Su vida depende de las monedas que caen en su manto.
¿Hasta cuándo los más pobres de nuestra sociedad dependerán
de  ciertos ‘proyectos paliativos’ que no van a la raíz del problema?
¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas! Pagan
el impuesto de la menta, del anís, y del comino, pero descuidan
lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.
Guías ciegos, cuelan el mosquito pero se tragan el camello (Mt 23).
*Al oír que Jesús pasa por aquel lugar, Bartimeo se pone a gritar:
¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!... Este grito se asemeja:
al clamor que brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores
una liberación que no les llega de ninguna parte. “Nos estáis ahora
escuchando en silencio, pero oímos el grito que sube de vuestro
sufrimiento” (Medellín, Pobreza de la Iglesia, n.2).

Muchos tratan de hacerlo callar
   Al escuchar los gritos de Bartimeo, muchos tratan de hacerlo callar.
¿Será porque no pueden “oír con tranquilidad” las palabras de Jesús?
Como siempre, el grito de los pobres molesta: a los jefes de las
naciones que dominan, y a los poderosos terratenientes que oprimen.
   Jesús se detiene. El profeta de Nazaret no puede seguir su camino,
como hicieron los funcionarios del templo al ver a un herido abandonado.
Los seguidores de Jesús tampoco podemos seguir caminando,
sin escuchar el clamor de los pobres y el clamor de la tierra (LS,49).
   Cuando Jesús dice: Llámenlo, las personas que trataban de marginar
al ciego, le llevan esta Buena Noticia: ¡Ánimo, levántate, te llama!
-Ánimo: es poner esperanza donde parece que todo está perdido.
-Levántate: es el comienzo de un cambio de vida, de una conversión.
-Te llama: Jesús que vino a salvar lo que está perdido, sigue llamando.
¿No es esto lo que muchas personas necesitan escuchar de nosotros?

Bartimeo sigue a Jesús por el camino
   Bartimeo deja su manto, se levanta, se acerca a Jesús y le suplica:
Maestro, que yo pueda ver. Viendo a Jesús su vida cambiará.
Jesús le dice: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recobra la vista.
   Hoy hacen falta discípulos que actuando como Jesús puedan decir:
Los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan sanos,  
los sordos oyen, se anuncia la Buena Noticia a los pobres (Lc 7,22).
Ciertamente, muchas cosas cambiarían si los últimos de la sociedad,
los insignificantes, pudieran: ver, oír, hablar, levantarse, caminar.
   Después de recobrar la capacidad de ver, Bartimeo sigue a Jesús.
Recordemos que antes un hombre se aleja triste porque era muy rico.
Bartimeo, en cambio, se despoja de su manto, el único bien que tiene;
es su abrigo para el frío y es su cobija para dormir (Ex 22,25-26).
Además, en ese manto recibía la limosna que ahora ya no la necesita.
   En nuestra sociedad consumista, hace falta despojarnos de las cosas
superfluas… Solo así, ligeros de equipaje, seguiremos a Jesús pobre.
   Hagamos realidad el llamado que nos hace el Concilio Vaticano II:
La Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad
humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren
la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar
sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo (LG, 8).
J. Castillo A.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Servir y dar la vida

Domingo XXIX, Tiempo Ordinario, ciclo B
Is 53,10-11  -  Heb 4,14-16  -  Mc 10,35-45

   Comprometernos, como Jesús, para que haya verdad donde hay
mentira, libertad donde hay opresión, justicia donde hay corrupción,
paz donde hay violencia… tiene un precio: persecución y muerte.
Sin embargo, la última palabra la tiene Dios, amigo de la Vida.

¿Pueden beber el cáliz que yo voy a beber?
   Cuando Jesús anuncia que en Jerusalén será condenado a muerte
y al tercer día resucitará, Santiago y Juan le piden: Concédenos
sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
Jesús no les promete nada, solo les pregunta: ¿Pueden beber el cáliz
que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir?
Cáliz y bautismo se refieren a su pasión, muerte y resurrección;
es el camino que Jesús recorre para darnos vida plena.
Santiago y Juan responden: Podemos. No se imaginan que Jesús,
el rey de los judíos, será crucificado; y junto con Él crucificarán
a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda (Mc 15).
   Todo cambiará al recibir la fuerza del Espíritu Santo (Hch 2).
*Después de sanar a un paralítico, Pedro y Juan son detenidos.
Cuando les prohíben hablar y enseñar en nombre de Jesús,
Pedro y Juan -llenos del Espíritu Santo- responden:
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído (Hch 4).
*Al ser encarcelados los apóstoles, el sumo sacerdote les interroga
diciendo: Les hemos prohibido enseñar en nombre de Jesús,
pero ustedes han difundido su doctrina por toda Jerusalén y quieren
hacernos culpables de su muerte. Pedro y los apóstoles responden:
Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5).
*Más tarde, Herodes Agripa I: Ordena perseguir a algunos miembros
de la Iglesia. Hace degollar a Santiago, el hermano de Juan. Viendo
que esto agrada a los judíos, hace arrestar también a Pedro (Hch 12).
   El seguimiento a Jesús hay que realizarlo entre: luces y sombras,
avances y retrocesos, gozos y tristezas, esperanzas y angustias.

El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida
   Los otros diez, al oír esto, se enojan contra Santiago y Juan, porque
ellos también tienen sus intereses personales. El seguimiento a Jesús
lo están convirtiendo en un medio para tener privilegios terrenales.
Jesús, como buen Maestro, aprovecha esta oportunidad para decirles:
*Los jefes de las naciones dominan… y los poderosos oprimen…
Estas palabras de Jesús atraviesan, hoy, la historia de muchos países
con una población mayoritariamente cristiana. Es por eso que nuestros
obispos piden: Que nuestra Iglesia esté libre de ataduras temporales,
de complicidades y de prestigio ambiguo (Medellín, 1968, cap.16).
*A continuación, Jesús añade: No será así entre ustedes, más bien 
el que quiera ser grande que se haga servidor de los demás.
Jesús busca introducir en este mundo una comunidad diferente,
donde no haya dominio y opresión. Se trata de hacer realidad
una comunidad cristiana: -con un estilo de vida sencillo… -cercana
a los pobres… -sin vestimentas ni títulos que expresen grandeza y
poder… -con un rostro auténticamente pobre, misionera y pascual,
desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la
liberación de todo el hombre y de todos los hombres (Medellín, cap.5).
*Luego, hablando con el testimonio de su propia vida, Jesús dice:
El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida en rescate de todos.
Siguiendo las enseñanzas y obras de Jesús, comprometámonos para:
-que no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación,
-que no haya campesinos sin tierra para vivir dignamente,
-que no haya trabajadores maltratados y disminuidos en sus derechos,
-que no haya explotación del hombre por el hombre o por el Estado,
-que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros les falte todo,
-que no haya tanta familia mal constituida, desunida, mal atendida,
-que no haya desigualdad en la administración de la justicia,
-que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho,
-que no prevalezca jamás lo económico y lo político sobre lo humano.
(Juan Pablo II, en Santo Domingo, 25 de enero de 1979).
   Al respecto, el Concilio Vaticano II, 1962-1965, nos sigue diciendo:
No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Solo desea una cosa:
continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo,
quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar
y no para juzgar, para servir y no para ser servido (GS, n.3). 
J. Castillo A.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Riquezas injustas

Domingo XXVIII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Sab 7,7-11  -  Heb 4,12-13  -  Mc 10,17-30

   Hay personas, empresarios y países ricos que han “amontonado”
millones de dólares: asesinando, robando, cometiendo injusticias
Ahora bien, sus herederos tendrán inmensas fortunas, darán limosnas,
gozarán de buena consideración al financiar ciertos proyectos… Pero,
si alguien les dice que sus riquezas son injustas, se ofenderán. Sin
embargo: todo rico o es ladrón o heredero de ladrones (S. Jerónimo).

No mates, no robes, no seas injusto
   Cuando Jesús se pone en camino, un hombre muy rico y que lleva
una vida religiosa ejemplar, llega corriendo, se arrodilla y le pregunta:
Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
   La fortuna que tiene aquel rico, probablemente, no la ha ganado
con el sudor de su frente;  como muchos ricos es un simple heredero.
Pero, ¿qué hicieron sus padres o abuelos para acumular tanta riqueza?
¿No lo habrán obtenido despojando y explotando a los pobres?
La respuesta a estas preguntas está en el libro de Job, capítulo 24:
Los malvados: -Cambian los linderos y apacientan ovejas robadas.
-Despojan de sus animales a los huérfanos y a las viudas.
-Apartan del camino a los pobres y los miserables se esconden.
-Arrancan del pecho de las viudas a sus hijos recién nacidos.
-Dan como garantía al hijo del pobre.
Los pobres: -Madrugan para buscar trabajo y pan para sus hijos.
-Pasan la noche desnudos, sin manto para protegerse del frío.
-Empapados por las lluvias se refugian en las rocas.
-Como animales de carga transportan el trigo y pasan hambre.
-Los moribundos gimen en la ciudad y los heridos piden socorro.
   Que la respuesta de Jesús al rico, sirva para examinar nuestra vida:
No mates… no robes… no mientas… no seas injusto… Meditemos
también en el siguiente texto del AT: El pan es vida del pobre, el que
se lo niega es asesino. Mata a su prójimo quien le quita el sustento.
Quien no paga el justo salario derrama sangre (Eclesiástico, 34).

Anda, vende lo que tienes, y da el dinero a los pobres
   Aquel rico le dice a Jesús: Maestro, todo esto lo he cumplido
desde  pequeño. Fue entonces cuando Jesús le mira con cariño,
-pues aquel judío piadoso anda buscando dar sentido a su vida-
luego le invita a ser discípulo suyo y, para ello, le pide tres cosas:
-Anda, vende lo que tienes… Nadie puede servir a Dios y al dinero.
-Da el dinero a los pobres… Tuve hambre y ustedes me alimentaron.
-Luego sígueme… El Hijo de Dios no tiene donde reclinar la cabeza.
   Al escuchar este llamado, aquel hombre se levanta, olvida la mirada
cariñosa de Jesús, y se va triste porque tiene muchas riquezas.
Esa persona rica, creyente a su manera, vuelve a su casa para seguir
viviendo en el lujo a costa de la miseria de muchos Lázaros (Lc 16).
Ahora bien, si alguien dice que ama a Dios pero no ve la opresión
de su pueblo, no oye sus lamentos, no se fija en sus sufrimientos,
no hace nada para liberarlo (Ex 3); no puede ser discípulo de Jesús.
   Por eso, Jesús aprovecha este diálogo con el hombre rico para decir:
¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Y viendo el asombro de sus discípulos, Jesús añade: Para los hombres
es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.
   Zaqueo es jefe de los cobradores de impuestos y muy rico,
pero sus paisanos de Jericó no lo quieren, lo consideran pecador,
pues colabora con el imperio romano explotando a su propia gente.
Además es pequeño de estatura, no solo física sino moralmente.
Sin embargo, no conoce a Jesús, pero como ha oído hablar de Él,
quiere verlo. Para ello, corre y como si fuera niño sube a un árbol.
Quizás sin saberlo, lo que anda buscando es dar sentido a su vida.
   Al llegar a ese lugar, Jesús levanta los ojos, le mira y le dice:
Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.
Zaqueo acoge a Jesús con alegría y, en esa acogida, se lleva a cabo
su conversión. De inmediato, Zaqueo se pone de pie y dice a Jesús:
Mira, Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres,
y a quien he exigido injustamente, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le contesta: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que
también él es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido
a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19).        
J. Castillo A.

viernes, 2 de octubre de 2015

"Lo que Dios ha unido" (Domingo 4 de Octubre)

27º Domingo del Tiempo Ordinario .

La liturgia de hoy nos lleva a abordar el tema de la fidelidad matrimonial y el divorcio; es este último  un fenómeno que debería ser excepcional pero que ha llegado a ser casi normal. Si hace unos decenios afrontar el divorcio era algo excepcional, hoy la excepción es encontrar quien crea y defienda la posibilidad de una  fidelidad eterna. Estamos ante una realidad propia y lógica en nuestro tiempo: en un mundo donde no se admiten verdades absolutas, donde todo se relativiza, se deja de creer también en el amor absoluto. Los tiempos que corren son reacios a admitir un Dios único y eterno del que dimane una verdad que sea tan eterna y única como Él. Pero ¿qué dios sería aquel que se muda con los tiempos y que solo se ocupa del hombre cuando éste resulta de su agrado?  Ese no sería el Dios de los cristianos. 

Nuestra adhesión al pensamiento de Jesucristo  nos predispone a aceptar al Dios que se revela con un amor total, lo que implica responder con la misma moneda y aceptar de entrada todos los puntos de su doctrina; y sabemos que llevar todo lo que propone a la práctica no es tarea pequeña; por eso nos empeñamos con tesón en la labor.  Este es el compromiso. Pero la verdad es que a la hora de afrontar algunos temas de moral cristiana que no gozan del consenso social, o que forman parte de nuestras propias dudas de fe, perdemos ímpetu para abordar su defensa, o para vivirlos desde el enfoque común de la Iglesia; máxime cuando este tema nos obliga a tomar postura porque,  cada día más, nos afecta directamente o indirectamente, bien sea personalmente o por  aquellos a los que estamos vinculados familiar o afectivamente. Cuando nos tocan de cerca los casos de divorcio o separación, también quienes hemos optado por seguir a Jesús entramos en crisis; nos cuesta aceptar la contradicción y el sufrimiento que lleva consigo la fidelidad. Y es que, al hablar de divorcio,  lo que Jesús quiere destacar ante todo es la grandeza del amor sin límites.
 
Cuando el evangelio crea conflictos.
 
Podemos decir que, en este punto del “amor matrimonial para siempre”, la Biblia no coincide con el pensamiento dominante en nuestra sociedad. En los puntos en que hay coincidencia entre Biblia y pensamiento social imperante -“no matarás, no robarás, amarás al prójimo”- la predicación y  asimilación del mensaje de Jesús es fácil. Sin embargo, cuando nos situamos ante temas cuya postura cristiana es rechazada por parte de la sociedad, se hace más incómodo predicar y es más improbable el arraigo social del consejo evangélico.
 
Decir de entrada que es lógico que haya fricciones entre la enseñanza evangélica y el pensamiento del mundo; ¿no ocurrió esto con la persona de Jesús? De no ser así en tiempos de Jesús no le habrían crucificado. Jesús es presentado en el evangelio de Lucas como “signo de contradicción” (Lc 2,34). Y con Él sus seguidores han de ser también fuerza de choque, alternativa de propuestas nuevas y sorprendentes por la opción radical a favor del perdón y el amor. En el caso que nos pone delante el evangelio de Mc 10,2-16,  al entrar en la disputa sobre el divorcio Jesús quiere poner en evidencia que estamos llamados a ser testigos del amor de Dios en el mundo, el amor de Jesucristo,  un amor que ha apostado por el hombre y ha llegado hasta el final, hasta dar la vida incluso por aquellos que han llegado a tal grado de infidelidad que son la causa de su propia muerte: nosotros. ¿Está este amor al alcance del hombre? ¿Es una utopía? ¿No es algo demasiado idealista?
 
Jesús nos quiere hacer conscientes del compromiso de fidelidad radical que se adquiere en el matrimonio. El compromiso matrimonial es para siempre, “hasta que la muerte los separe”, “ya no son dos sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mc 10,8-9). En el texto paralelo del evangelio de Mateo, a los discípulos eso de "para toda la vida" les pareció demasiado duro e inaceptable y dijeron a Jesús: "Si tal es la situación del hombre con respecto a  su mujer no tiene cuenta casarse" (Mt 16,10). Y Jesús les da a entender que no todos pueden hacer esto sino solo aquellos a quienes Dios se lo da a entender y se lo concede (cf. Mt 19, 10-11).
 
El matrimonio, don de Dios.
 
La clave para entender este precepto tan duro de la fidelidad matrimonial está en Dios.  El amor matrimonial hasta la muerte sólo se puede entender  como un don de Dios. La fidelidad absoluta sólo es posible para Dios, el hombre, limitado por sus pasiones (pecados), solamente puede alcanzar la salvación tomado de la mano del Todopoderoso. Para eso tiene el hombre la  ayuda  de la gracia que recibe en el sacramento del Matrimonio y en los demás sacramentos. Ese es el plus, la demasía que añade el sacramento al contrato matrimonial. Situados ante el hecho matrimonial cristiano no estamos ante algo que afecta solo a dos personas; se debe contar con una tercera: Jesucristo.

Se ha apuntado últimamente que habría que revisar muchas cosas en lo referente al matrimonio cristiano. ¿Es para todos o para los llamados a él?, es decir ¿hay que tener vocación para el matrimonio? Cuando la costumbre de "casarse por la iglesia" ha sido la norma, sin planteamientos de vivencia cristiana de fondo en la pareja, ¿podemos hablar en serio de "matrimonio cristiano"? Porque no se puede pedir a una pareja que desconoce los misterios del amor de Dios revelados en Jesucristo que se empeñe en una fidelidad prometeica. Sin fe y experiencia cristiana el matrimonio en fidelidad eterna no de deja de ser un despropósito, un proyecto abandonado al azar y la suerte. 
 
La riqueza del “amor cristiano”, incluida su dimensión esponsal, nace de la Pascua.  La persona de Jesucristo -el compromiso de amor que supone y significa el hecho de su  encarnación, muerte y resurrección- es  la piedra angular sobre la que se construye toda la vida del discípulo, y como parte de esa vida su opción por el matrimonio o por el celibato. Sin la experiencia pascual el texto evangélico de este domingo ("lo que Dios ha unido no lo separe el hombre") suena a hueco, a discurso vacío, a romanticismo trasnochado, a música celestial. Cualquiera que piense como el mundo y no como Dios comprende que vivir atado a una persona durante toda la vida no tiene porqué ser una obligación; si se “acaba” el amor, si la convivencia se hace imposible, si la pareja no funciona, etc., ¿habrá que seguir manteniendo un lazo inexistente de hecho? Es aquí donde entra la “sinrazón del evangelio”, lo incomprensible del mensaje de Jesús, el amor incondicional, la fidelidad más allá de las palabras, hasta la muerte,  el amor en la dimensión de la cruz, que busca contra toda esperanza la conversión del otro y la vuelta a la unidad. ¿No fue un amor así el de Cristo crucificado?
 
Casarse por/en la Iglesia.
 
Puede que el problema hoy no esté en el aumento de divorcios, sino en el miedo que nuestra sociedad está experimentando a la hora de pensar en  el matrimonio. ¿Miedo al amor?  El matrimonio cristiano es, valga la redundancia, para aquellos que “aman el amor”, aquellos que han optado en su vida por el seguimiento de Jesucristo y están dispuestos a amar a su esposa o esposo como Cristo ama a su Iglesia (cf Ef 5,31-32). Ya dije en otro lugar que  la familia cristiana es el fruto de un matrimonio, de una pareja, “casados en el Señor”; que no es lo mismo que “casados por la Iglesia”. Todos sabemos que son muchos los que se casan por la Iglesia, pero ¿podemos decir que todos los que se casan por la Iglesia lo hacen a sabiendas de lo que comporta el matrimonio cristiano? Ciertamente  no.

"Lo que Dios ha unido", dijo Jesús. Lo que Dios ha unido. Es verdad que donde hay amor está Dios, pero ¿son conscientes todas las parejas que se casan en la Iglesia de esa presencia de Dios que les une?  Cuando celebran el matrimonio ¿lo entienden como don de Dios o lo reducen a tarea humana?  Sin "Dios en medio" ¿será posible la fidelidad? El único amor eterno por definición es el de Dios; es el amor que no se acaba; el amor humano -amor conyugal incluido- es limitado, débil, necesitado. Lo que define como cristiano un amor es la grandeza del amor eterno de Cristo.  Cristiano es el matrimonio formado por una pareja que comparte una experiencia religiosa común, que da paso y enriquece su vivencia humana del amor con la dimensión divina del mismo; cristiano es el matrimonio que ha dado paso a Dios en su historia, que le deja actuar desde la fe y la celebración sacramental. Cuando se da paso a Jesús en la vida familiar, Dios entra a formar parte de la familia que le acoge,  como formó parte de la familia de Nazaret.
 
Desgraciadamente, sabemos que muchas de las parejas que se acercan al sacramento del matrimonio son personas bautizadas, cristianos de derecho,  pero que ni practican la fe ni tienen intención de practicarla, personas para las que Dios no cuenta nada en sus vidas. Y no se puede vivir la ley de Dios sin Dios. Sin Dios no podemos amar a una persona cuando la sentimos como enemiga; sin Dios no podemos vivir la virtud de la pobreza, la fecundidad, la fidelidad, etc… sin límites. Sin Dios, ni siquiera se puede entender lo que es el matrimonio como unión de amor permanente entregado “de una vez por todas”, para toda la vida.
 
Que es posible la fidelidad hasta la muerte lo han demostrado muchos matrimonios a lo largo de la historia; con sus momentos de gozo y con sus sufrimientos, con su placidez y sus circunstancias tormentosas. Para superar la dificultad solo les ha bastado ser conscientes de sus limitaciones y haberse abierto a la Gracia de Dios (contar con Dios) como ayuda necesaria para mantener viva la alianza de bodas más allá de los momentos buenos. La imagen del matrimonio genuinamente cristiano la desvirtúan aquellos que se casan “por la Iglesia”, pero no “en la Iglesia”. Vivir el matrimonio “en la Iglesia” es saber que no se está solo en la aventura de la convivencia matrimonial. Quienes saben  esto suelen recurrir a la oración, al auxilio de los sacramentos, a la pertenencia a grupos de matrimonios cristianos donde compartir la dimensión religiosa de su matrimonio con otras parejas y experimentar  el apoyo de los hermanos en las dificultades familiares y conyugales. Cuando se saben poner los medios necesarios para el cultivo del amor, cuando se pone el esfuerzo necesario para mantener el diálogo con Dios y en la pareja, se comprende que el amor eterno es posible. Casados en el Señor, y en la Iglesia.
 
Casto Acedo Gómez. Octubre 20125  paduamerida@gamil.com.