Domingo XXVIII, Tiempo Ordinario, ciclo
B
Sab 7,7-11 - Heb
4,12-13 - Mc 10,17-30
Hay personas, empresarios y países ricos
que han “amontonado”
millones
de dólares: asesinando, robando,
cometiendo injusticias…
Ahora
bien, sus herederos tendrán inmensas fortunas, darán limosnas,
gozarán
de buena consideración al financiar ciertos proyectos… Pero,
si
alguien les dice que sus riquezas son injustas, se
ofenderán. Sin
embargo:
todo rico o es ladrón o heredero de
ladrones (S. Jerónimo).
No
mates, no robes, no seas injusto
Cuando Jesús se pone en camino, un hombre
muy rico y que lleva
una
vida religiosa ejemplar, llega corriendo, se arrodilla y le pregunta:
Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
La
fortuna que tiene aquel rico, probablemente, no la ha ganado
con
el sudor de su frente; como muchos ricos
es un simple heredero.
Pero,
¿qué hicieron sus padres o abuelos para acumular tanta riqueza?
¿No
lo habrán obtenido despojando y explotando a los pobres?
La
respuesta a estas preguntas está en el libro de Job, capítulo 24:
Los
malvados: -Cambian los
linderos y apacientan ovejas robadas.
-Despojan de sus animales a los
huérfanos y a las viudas.
-Apartan del camino a los pobres y los
miserables se esconden.
-Arrancan del pecho de las viudas a sus
hijos recién nacidos.
-Dan como garantía al hijo del pobre.
Los
pobres: -Madrugan para
buscar trabajo y pan para sus hijos.
-Pasan la noche desnudos, sin manto para
protegerse del frío.
-Empapados por las lluvias se refugian
en las rocas.
-Como animales de carga transportan el
trigo y pasan hambre.
-Los moribundos gimen en la ciudad y los
heridos piden socorro.
Que
la respuesta de Jesús al rico, sirva para examinar nuestra vida:
No
mates… no robes… no mientas… no seas injusto… Meditemos
también
en el siguiente texto del AT: El pan es
vida del pobre, el que
se lo niega es asesino. Mata a su
prójimo quien le quita el sustento.
Quien no paga el justo salario derrama
sangre
(Eclesiástico, 34).
Anda,
vende lo que tienes, y da el dinero a los pobres
Aquel rico le dice a Jesús: Maestro, todo esto lo he cumplido
desde
pequeño.
Fue entonces cuando Jesús le mira con
cariño,
-pues
aquel judío piadoso anda buscando dar sentido a su vida-
luego
le invita a ser discípulo suyo y, para ello, le pide tres cosas:
-Anda,
vende lo que tienes… Nadie puede
servir a Dios y al dinero.
-Da el
dinero a los pobres… Tuve hambre
y ustedes me alimentaron.
-Luego
sígueme… El Hijo de Dios no tiene
donde reclinar la cabeza.
Al
escuchar este llamado, aquel hombre se levanta, olvida la mirada
cariñosa
de Jesús, y se va triste porque tiene muchas riquezas.
Esa
persona rica, creyente a su manera, vuelve a su casa para seguir
viviendo
en el lujo a costa de la miseria de muchos Lázaros
(Lc 16).
Ahora
bien, si alguien dice que ama a Dios pero no ve la opresión
de
su pueblo, no oye sus lamentos, no se fija en sus sufrimientos,
no
hace
nada para liberarlo (Ex 3); no puede ser discípulo de Jesús.
Por
eso, Jesús aprovecha este diálogo con el hombre rico para decir:
¡Qué difícil les va a ser a los ricos
entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil a un camello pasar por el
ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Y
viendo el asombro de sus discípulos, Jesús añade: Para los hombres
es imposible, pero no para Dios, porque
para Dios todo es posible.
Zaqueo es jefe de los cobradores de
impuestos y muy rico,
pero
sus paisanos de Jericó no lo quieren, lo consideran pecador,
pues
colabora con el imperio romano explotando a su propia gente.
Además
es pequeño de estatura, no solo
física sino moralmente.
Sin
embargo, no conoce a Jesús, pero como ha oído hablar de Él,
quiere
verlo.
Para ello, corre y como si fuera niño sube a un árbol.
Quizás
sin saberlo, lo que anda buscando es dar sentido a su vida.
Al
llegar a ese lugar, Jesús levanta los ojos, le mira y le dice:
Zaqueo, baja pronto, porque hoy
tengo que hospedarme en tu casa.
Zaqueo
acoge a Jesús con alegría y, en esa
acogida, se lleva a cabo
su
conversión. De inmediato, Zaqueo se
pone de pie y dice a Jesús:
Mira, Señor, voy a dar la mitad de mis
bienes a los pobres,
y a quien he exigido injustamente, le
devolveré cuatro veces más.
Jesús
le contesta: Hoy ha llegado la
salvación a esta casa, ya que
también él es hijo de Abraham. Porque el
Hijo del hombre ha venido
a buscar y a salvar lo que estaba
perdido
(Lc 19).
J. Castillo A.
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