miércoles, 7 de octubre de 2015

Riquezas injustas

Domingo XXVIII, Tiempo Ordinario, ciclo B
Sab 7,7-11  -  Heb 4,12-13  -  Mc 10,17-30

   Hay personas, empresarios y países ricos que han “amontonado”
millones de dólares: asesinando, robando, cometiendo injusticias
Ahora bien, sus herederos tendrán inmensas fortunas, darán limosnas,
gozarán de buena consideración al financiar ciertos proyectos… Pero,
si alguien les dice que sus riquezas son injustas, se ofenderán. Sin
embargo: todo rico o es ladrón o heredero de ladrones (S. Jerónimo).

No mates, no robes, no seas injusto
   Cuando Jesús se pone en camino, un hombre muy rico y que lleva
una vida religiosa ejemplar, llega corriendo, se arrodilla y le pregunta:
Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
   La fortuna que tiene aquel rico, probablemente, no la ha ganado
con el sudor de su frente;  como muchos ricos es un simple heredero.
Pero, ¿qué hicieron sus padres o abuelos para acumular tanta riqueza?
¿No lo habrán obtenido despojando y explotando a los pobres?
La respuesta a estas preguntas está en el libro de Job, capítulo 24:
Los malvados: -Cambian los linderos y apacientan ovejas robadas.
-Despojan de sus animales a los huérfanos y a las viudas.
-Apartan del camino a los pobres y los miserables se esconden.
-Arrancan del pecho de las viudas a sus hijos recién nacidos.
-Dan como garantía al hijo del pobre.
Los pobres: -Madrugan para buscar trabajo y pan para sus hijos.
-Pasan la noche desnudos, sin manto para protegerse del frío.
-Empapados por las lluvias se refugian en las rocas.
-Como animales de carga transportan el trigo y pasan hambre.
-Los moribundos gimen en la ciudad y los heridos piden socorro.
   Que la respuesta de Jesús al rico, sirva para examinar nuestra vida:
No mates… no robes… no mientas… no seas injusto… Meditemos
también en el siguiente texto del AT: El pan es vida del pobre, el que
se lo niega es asesino. Mata a su prójimo quien le quita el sustento.
Quien no paga el justo salario derrama sangre (Eclesiástico, 34).

Anda, vende lo que tienes, y da el dinero a los pobres
   Aquel rico le dice a Jesús: Maestro, todo esto lo he cumplido
desde  pequeño. Fue entonces cuando Jesús le mira con cariño,
-pues aquel judío piadoso anda buscando dar sentido a su vida-
luego le invita a ser discípulo suyo y, para ello, le pide tres cosas:
-Anda, vende lo que tienes… Nadie puede servir a Dios y al dinero.
-Da el dinero a los pobres… Tuve hambre y ustedes me alimentaron.
-Luego sígueme… El Hijo de Dios no tiene donde reclinar la cabeza.
   Al escuchar este llamado, aquel hombre se levanta, olvida la mirada
cariñosa de Jesús, y se va triste porque tiene muchas riquezas.
Esa persona rica, creyente a su manera, vuelve a su casa para seguir
viviendo en el lujo a costa de la miseria de muchos Lázaros (Lc 16).
Ahora bien, si alguien dice que ama a Dios pero no ve la opresión
de su pueblo, no oye sus lamentos, no se fija en sus sufrimientos,
no hace nada para liberarlo (Ex 3); no puede ser discípulo de Jesús.
   Por eso, Jesús aprovecha este diálogo con el hombre rico para decir:
¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja,
que a un rico entrar en el Reino de Dios.
Y viendo el asombro de sus discípulos, Jesús añade: Para los hombres
es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.
   Zaqueo es jefe de los cobradores de impuestos y muy rico,
pero sus paisanos de Jericó no lo quieren, lo consideran pecador,
pues colabora con el imperio romano explotando a su propia gente.
Además es pequeño de estatura, no solo física sino moralmente.
Sin embargo, no conoce a Jesús, pero como ha oído hablar de Él,
quiere verlo. Para ello, corre y como si fuera niño sube a un árbol.
Quizás sin saberlo, lo que anda buscando es dar sentido a su vida.
   Al llegar a ese lugar, Jesús levanta los ojos, le mira y le dice:
Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.
Zaqueo acoge a Jesús con alegría y, en esa acogida, se lleva a cabo
su conversión. De inmediato, Zaqueo se pone de pie y dice a Jesús:
Mira, Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres,
y a quien he exigido injustamente, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le contesta: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que
también él es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre ha venido
a buscar y a salvar lo que estaba perdido (Lc 19).        
J. Castillo A.

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