viernes, 15 de mayo de 2020

El Espíritu de la Verdad (17 de Mayo)




Verdad y verdades

Basta abrir los medios tradicionales de comunicación o las redes sociales para comprobar que hoy la verdad no es precisamente un valor en alza. La sociedad de la información es paradójicamente sociedad de la desinformación. Nunca hubo tantos medios de información y nunca estuvimos tan mal informados. No es accidental el hecho de que un gobierno establezca una "oficina anti-bulos" para prevenir del daño que la no-verdad puede ejercer sobre la ciudadanía. Idea noble y digna de elogio si no escondiera el peligro de crear un ministerio de la verdad que, en otra paradoja evidente, sería la consagración de la mentira. 

Esta supuesta defensa de la verdad se predica sin tener en cuenta la jaculatoria pos-moderna que repite incansable que todo es relativo y que no hay verdad, sólo verdades. Hoy incluso se habla de la post-verdad, que no es sino la construcción mediática de los hechos a caballo pasado. Si la mentira es "decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar", la post-verdad es la elevación de la mentira a categoría de verdad objetiva, es decir, lograr que las cosas no sean lo que son sino lo que yo quiero que sean. 

Pero, seamos honrados: la verdad existe, la post-verdad no. Y el peligro está en construir una sociedad sobre algo que no es cuando sólo la verdad objetiva es digna de fe. ¿No se da a menudo la situación de dos visiones subjetivas enfrentadas e incapaces de crear comunión al no aceptar ninguna la verdad objetiva? Esto es muy serio, porque en el juego de la verdad arriesgamos algo tan serio como la paz social. A la situación actual de España me remito. Y poner para poner remedio a tanto desacuerdo podríamos acudir al verso de A. Machado: "¿Tu verdad? No, la verdad. Vente conmigo a buscarla, la tuya guárdatela".

Junto a la mentira de la post-verdad se habla hoy también de transparencia (1). ¿Quién no ha oído hablar de la necesaria transparencia política? Se parte de la presunción de que el mundo está enfermo de manipulación y de engaño, y para sanarlo hay que sacar las vergüenzas a la luz pública a fin curarlo. No negamos que esto sea bueno cuando se trata de cuestiones políticas y económicas; pero resulta cínico cuando se hace sólo para humillar al pecador, e indecente cuando se llega a considerar virtud la exhibición de las propias vergüenzas.

¿Podemos considerar como transparentes y limpios programas de televisión y revistas donde la vida privada se vende corporal y espiritualmente en un ejercicio de prostitución de la dignidad personal? ¿Transparencia o suciedad? Una sociedad transparente hasta el punto de negar el necesario pudor personal es un atentado contra el derecho a la privacidad, y no puede sino conducir a la muerte de la persona, convertida en espectáculo y privada su libertad. ¡Cuidado con esto, que so pretexto de controlar la pandemia, hay quien apuesta hoy por un control de la privacidad vía satélite controlando los terminales telefónicos!

A un mundo así nos han ido acercando los maestros de la sospecha (Feuerbach, Marx, Nietzsche y Freud): no hay Dios, no hay justicia, no hay nada, no hay realidad. No hay verdad. Todo es sospechoso, nada digno de confianza. No hay Dios, sólo hay "nada". ¿Será cierto? Y si lo es, ¿no hay nada ni nadie en qué o en quien confiar? Si no hay una verdad absoluta que esté por encima de nuestras verdades, ¿hacia dónde vamos? ¿No estamos perdidos en el espacio?

¿Qué hemos hecho al liberar esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve? ¿Hacia dónde nos movemos, lejos de todos los soles? ¿No nos estamos cayendo? ¿No vamos dando tumbos hacia atrás, de lado, hacia adelante, hacia todos los lados? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No vagamos a través de una nada infinita? ¿No sentimos el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No anochece cada vez más?”. Son palabras de Nietzsche, filósofo y profeta de la posmodernidad, que intuyó que la muerte de la verdad (Dios) no supondría una liberación, como pensaban las filosofías modernas, sino una tragedia.


El espíritu de la verdad 

El Señor, poco antes de partir -próximamente celebraremos el día de la Ascensión-, promete que no dejará huérfanos a los suyos, sino que les mandará un Defensor al que define como el “Espíritu de la Verdad” (Jn 14,17). 

¿Es posible que exista este Espíritu? La "Verdad", así, en singular absoluto, es una palabra caída en desuso, y ya hemos dado a entender que es insignificante para el hombre contemporáneo. Sin embargo, Jesús dijo: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. Pilato le responde:“¿Y qué es la verdad?”(Jn 18,37-38). La pregunta del procurador quedó en suspenso, sin respuesta. Tal vez por su escepticismo pueda ser considerado Pilato un adelantado a nuestro tiempo en el que creer en la verdad es ser un hereje de la -otra paradoja- "absoluta relatividad".

Ya hemos apuntado que para la mayoría de los predicadores y filósofos contemporáneos no hay verdad; en todo caso hay verdades; cada uno modela su verdad y vive cómodamente instalado en ella. Así, el político elabora su verdad para subir al poder, el periodista para apuntalar su propia ideología, el filósofo para despuntar o estar a la moda en las ideas, y el perezoso para rehuir el compromiso personal, familiar o social. Y, como dijo Groucho Marx, "estos son mis principios, pero si no le gustan se los cambio por otros".

Se trata de una moral camaleónica. Pero, ¿cómo podrá existir una sociedad de la transparencia cuando no somos transparentes ni siquiera con nosotros mismos? ¡Cuántas veces nos autoengañamos de un modo más o menos consciente! 

Es evidente que, para llegar a conocer y vivir la verdad se precisa una alta dosis de conocimiento de sí que sólo es posible desde la virtud de la humildad, otro valor en declive. ¿Cómo llegar a esa necesaria humildad? Santa Teresa aprendió en la contemplación que humildad y verdad son dones de Dios, y van de la mano.

"Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsoseme delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en mentira" (6M 10,7). 

La santa recibió esta revelación en una intuición divina -"sin considerarlo, sino de presto"-: sólo en la Verdad que es Dios, se tiene acceso a la verdad que somos y estamos llamados a vivir. Dios, el Espíritu de la verdad (Jn 14,16) es el único que nos garantiza una verdad sólida. 

En cierta medida, la Verdad que se descubre por el camino de la humildad, es un don. Acercarse a la Verdad, para nosotros, es posible haciendo un ejercicio de silencio de nuestras potencias, dejando a un lado las propias verdades para dar paso a la esplendorosa verdad que es Dios. 

"El esplendor de la verdad brilla en todas las obras del Creador y, de modo particular, en el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26), pues la verdad ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre, que de esta manera es ayudado a conocer y amar al Señor. Sal 4, 7" (Veritatis splendor,1). 

La Luz de Dios nos hace ver la luz (Sal 35,10), y la Verdad de Dios nos hace conocernos como hijos hechos a "imagen y semejanza de Dios", verdad que asumida y vivida facilita nuestra libertad. 

Nuestra realización personal se juega en el encuentro con la verdad que existe fuera de nosotros (verdad objetiva, "Espíritu de la Verdad"), y que estamos obligados a admitir y conocer si queremos crecer como personas: “La verdad os hará libres”, nos dice Jesús (Jn 8,32). En contraposición, la mentira nos sumirá en la opresión y la muerte. No en vano el demonio es llamado en el Evangelio “el padre de la mentira” (Jn 8,44), porque esa es su esencia; su mayor éxito: conseguir que nos engañemos a nosotros mismos.

Aquel axioma tan repetido en los ejercicios espirituales clásicos: “la mejor arma del diablo es hacer creer a todos que no existe”, se corresponde con esa afirmación tan bíblica que equipara la vida de pecado a una vida sumida en la ignorancia (cf Lc 23,34); porque el mundo pecador “no puede recibir al Espíritu de la Verdad, ya que no lo ve ni lo conoce” (Jn 14,17), es decir, lo ignora. Cuestión aparte es si se trata de una ignorancia culpable o inocente.


Ejercitarse en la verdad

Jesús viene a salvarnos del mal de la ignorancia que nos ata a la oscuridad. ¿Cómo lo hace? Ofreciéndose él mismo como Verdad que conduce al conocimiento de Dios, y como Luz que brilla en la tiniebla. En Jesucristo encontramos la verdad que somos (cf Gaudium et spes, 22). 

Para acercarse a la verdad basta acercarse a Él: “Yo soy la verdad” (Jn 14,6). Se trata de caminar hacia la Luz sin miedos ni complejos. Cuesta un poco, porque “todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras” (Jn 3,20); es el miedo lógico a conocerse de verdad cuando ya se ha acostumbrado uno a vivir en la mentira. De la decisión de acercarse a la Luz, de convertirse a la Verdad que es Jesús, surge la valentía de vivir a pecho descubierto, porque todo “el que obra la verdad, se acerca a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3,21).

San Pedro dice hoy en su carta: "tened buena conciencia, para que, cuando os calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en Cristo" (1 Pe 3,16). La buena conciencia solo es posible cuando no hay nada que ocultar, cuando se vive en comunión con la verdad. Esta comunión conmigo mismo en Dios es la base de la libertad cristiana. Siendo uno con Cristo, conozco el bien soy liberado del mal que me esclaviza, y libre para hacer el bien que amo.

Te recomiendo para esta semana unos ejercicios de amor al bien y a la verdad: consisten en pararte a mirar al Señor del bien y la verdad, y descubrir las mentiras que te esclavizan. Tan acostumbrado o acostumbrada estás a tus mentiras que ni siquiera las ves. 

¿Cómo trabajarme para poder ver? Ni que decir tiene que lo primero es ponerme ante la Verdad que es Dios. Sin esa Verdad va todo perdido. Mi verdad y la del prójimo sólo serán tales si reflejan la Verdad de Dios. Hacer ejercicios de meditación y contemplación que me hagan sentirme uno con "el Espíritu de la Verdad" es un paso esencial para caminar en verdad. 

Fue la experiencia de Teresa de Jesús. Considerando (meditando) el porqué es tan querida por Dios la humildad, recibió la Luz. Y se le concedió ver que la vida auténtica se cimenta en el conocimiento de uno mismo a la luz Dios, la Verdad con mayúsculas. En Él está el punto de encuentro de nuestras pequeñas y limitadas verdades. Cuando el punto de referencia que es Dios (Verdad) se pierde se hace difícil el entendimiento. ¿No nos estará haciendo falta Dios y humildad para solucionar los desencuentros que, pandemia aparte, se están dando en nuestra sociedad?

¡Cuán necesaria es hoy la meditación, entendida como "mirada desde y en Dios" o simplemente "como visión desde fuera del propio ego", para poder encontrarnos!. Y mientras tanto mira si te has alejado de ti mismo. 

Pueden ayudarte unas preguntas muy simples:

-Cuando no somos capaces de alcanzar cotas de virtud que sabemos buenas y necesarias; entonces decimos como la zorra incapaz de alcanzar las uvas: “están verdes”. ¿No has dejado a un lado grandes verdades que te ilusionaron en tiempos pasados, convenciéndote a ti mismo, con cierta amargura, de que eso no es tan bueno como creías?

-Si no estamos dispuestos a dejar tal o cual vicio nos justificamos y decimos que no es tan grave como se dice; finalmente el vicio acaba adueñándose de uno. ¿Es ese tu caso? ¿Quién manda en tu vida?

-Solemos responder airadamente cuando se emite una crítica negativa sobre nosotros. Haz una lista de las coas que han dicho de ti y más te han molestado. ¿Por qué no te paras y miras si hay algo de verdad en ello?

-Los estados de desánimo y apatía pueden ocultar un aburguesamiento impropio de quien buscó incansablemente la verdad y ahora ha desistido. Luché en un tiempo por algo, pero ya me he cansado. ¿Te planteas todavía la posibilidad de dar un vuelco total a tu vida? ¿O has entrado ya en la edad del "yo-ya"? La verdad está siempre abierta a nuevas conquistas (hace libres), la mentira tiende a instalarse en su inconsistencia.

-Un consejo para la Babel informativa que es este tiempo de Covid-19: Usa la razón, pero cuida que no esté contaminada por visiones subjetivistas; huye de juicios radicales generados por imágenes y noticias emotivas; ten en cuenta que nadie tiene la verdad, porque la verdad es Dios, y a Dios no se le posee; cuando una noticia crispe tu ánimo, ¡cuidado!, analiza la intención del emisor y no caigas en provocaciones... 

-Busca a Dios (cf Mt 7,7), dedica tiempo a la contemplación con la convicción de que Él te busca primero; sólo tienes que sentarte, hacer silencio y esperar; en Dios está la Verdad y la encuentra quien le busca y se deja encontrar; y abrazado al amor de Dios siéntete unido a las víctimas físicas, psíquicas y espirituales de esta pandemia. Abre los ojos y sé consciente de que Dios es nuestro Padre y todos esos que sufren son tus hermanos. Luego pregúntate: ¿Qué tengo que hacer? 


Conclusiones teóricas 

A menos que pongamos remedio, el señor de la mentira va ganando terreno y haciendo poco a poco su obra. “¡Ay de mí! Quién me librará de este cuerpo de muerte! –dice san Pablo ante sus propias mentiras-; y él mismo se responde: “Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor. Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte” (Rm7, 24-25 y 8,2). Jesús envía el “Espíritu de la verdad” que nos libera de nuestras mentiras y de las falsedades en y con las cuales nos tiene encadenado el mundo. “Cuando venga él, el Espíritu de la verdad –dice Jesús- , os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16,13).

Hay una palabra que define a Dios como la verdad: “amen”. Es una palabra que significa algo sólido, digno de confianza, estable, para siempre. Cuando se habla de Dios en la Biblia se dice de él que es fiel. La verdad es Dios, porque es digno de confianza y no falta nunca a sus promesas. En él la verdad se equipara a la fidelidad. El Dios de la verdad es el Dios fiel. Podemos fiarnos de Dios, podemos abandonarnos confiadamente a él, porque no nos defraudará. Él es la verdad. 

Y esta verdad que es Dios se ha manifestado en Jesucristo. En la persona de Jesucristo se revela la verdad de Dios, la verdad del hombre y, por tanto, también la propia verdad. Abrazar la verdad que es Jesús es abrazar su evangelio: “En verdad, en verdad, os digo... (amen, amen, dico vobis)”.

Cristo ha venido a dar testimonio de la verdad. Con Él cambia el modo de entender las relaciones con Dios y con el prójimo. Hay que construir no desde la ley y el templo, sino desde la verdad. “La ley fue dada por Moisés, por Cristo viene la gracia y la verdad” (Jn 1,17). 

Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn 4,23). Todos sabemos lo que quiere decir esto; los profetas del Antiguo Testamento ya habían preparado el terreno cuando echaron en cara a los poderosos la falsedad de su fe y de sus actos de culto.

Lo que Dios quiere es “adoradores en espíritu y en verdad”, o lo que es lo mismo, hombres misericordiosos capaces de servir a Dios y a los hombres sin artimañas ni componendas, en la desnudez de la verdad. Vivir en la verdad es amar. Del odio no surge conocimiento alguno sino oscuridad e ignorancia. Conocer la verdad es conocer a Dios, y este conocimiento viene del amor y se manifiesta en el amor. “Quien dice: ´Yo le conozco´ y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la verdad no está en él” (1 Jn 2,4). Sé pues, celosamente libre para buscar la verdad, y celosamente veraz para merecer seguir siendo libre.

(1) Sobre el tema de la transparencia y su complejidad remito a la obra del filósofo y ensayista Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia (resumen gráfico en https://www.youtube.com/watch?v=hkboENTKcK8). ).


Casto Acedo Gómez.
Mayo 2020 paduamerida@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog