miércoles, 13 de mayo de 2020

Yo estoy con ustedes

6º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 8,5-8. 14-17  -  1Pe 3,15-18  -  Jn 14,15-21

   El amor a Dios es inseparable del amor al prójimo (1Jn 4,20).
Si de veras amamos a Jesús, practiquemos sus mandamientos,
entonces, el Padre nos enviará el Defensor, el Espíritu de la verdad.
   Jesús que no permanece indiferente ante el sufrimiento humano,
nos dice: No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.

Si me aman, practiquen mis mandamientos
   Después de la Cena Pascual, Jesús se despide de sus discípulos
con varios discursos, pidiéndoles que practiquen el amor fraterno.
   *Les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros
como yo les amo, así deben amarse unos a  otros.
En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos,
si se aman unos a otros (Jn 13,34s). Jesús nos pide convertirnos,
y amarnos mutuamente, pues, como dice J. A. Pagola (1984):
Vivimos en una sociedad donde a la mentira se la llama diplomacia,
a la explotación negocio, a la irresponsabilidad tolerancia,
a la injusticia orden establecido, a la sensualidad amor,
a la arbitrariedad libertad, a la falta de respeto sinceridad.
   *Quien conoce mis mandamientos y las practica, ése me ama.
Mi Padre le amará y yo también le amaré (texto de hoy).
Amemos a Jesús no con los labios, sino con el corazón (Mt 15,8),
compartiendo lo poco o mucho que tengamos, con aquellas familias
que vuelven a sus pueblos, caminando con hambre, sed, cansancio…
y llevando sobre sus espaldas equipajes o bultos pesados…
   *Desde su experiencia, Jesús nos dice: El amor más grande
que uno puede tener es dar la vida por sus amigos (Jn 15,13).
Jamás debemos olvidar que Jesús está presente en sus hermanos,
que trabajan más de doce horas, con salarios de hambre, sin seguro…
para que unos pocos ricos sean cada vez más ricos,
a costa de pobres cada vez más pobres (DP, 1979, n.30).
¿Hasta cuándo: corona… para los ricos, y… virus para los pobres?

El Defensor, el Espíritu de la verdad
   Refiriéndose a la verdad que nos hace libres, Jesús dice a los judíos:
El padre de ustedes es el diablo… Él es asesino desde el principio.
No se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él.
Su lenguaje es decir mentira, él es mentiroso y padre de la mentira.
Pero como yo digo la verdad, ustedes no me creen (Jn 8, 44ss).
   Esta denuncia de Jesús se aplica a los que tienen poder económico:
-Hoy… el poderoso se come al más débil (EG, 2013, n.53).
-La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión
nueva y despiadada en la dictadura de la economía sin rostro (ib.55).
-Los excluidos ven crecer el cáncer social de la corrupción (ib.60).
   Frente a estos y otros problemas, volvamos nuestra mirada a Jesús,
que no se deja arrastrar: por el bienestar del imperio romano invasor,
ni por la belleza del templo de Jerusalén que es una cueva de ladrones,
y menos por las enseñanzas religiosas de los escribas y fariseos.
   Jesús que es la verdad, anima a sus discípulos con estas palabras:
Pediré al Padre que les envíe otro Defensor, el Espíritu de la verdad,
que estará siempre con ustedes. Los del mundo no le pueden recibir.

No les dejaré huérfanos
   Sabiendo que ha llegado la hora de pasar de este mundo al Padre,
Jesús se despide de sus discípulos diciéndoles:
No les dejaré huérfanos, volveré para estar con ustedes.
   Ahora bien, ¿conocemos a Jesús compasivo y misericordioso?
¿Bastará pronunciar su Nombre de una manera rutinaria?
¿Podemos decir a los pobres indefensos: No les dejaré huérfanos?
¿De qué sirve adornar el templo y las imágenes de nuestra devoción,
cuando el mismo Jesús abandonado tiene hambre y está desnudo?
   También hace falta acompañar -con una formación permanente-
a quienes renacen por el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación,
y se alimentan en la Eucaristía (CCE, 1212); en vez de abandonarlos.
   Sobre el abandono, tengamos presente el siguiente texto de Isaías:
¿Puede una madre olvidar o dejar de amar al hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvide, yo tu Dios no te olvidaré (Is 49,15). 
   Al respecto, el 10 de septiembre de 1978, el Papa Juan Pablo I dijo:
Dios es Padre, más aún, es madre. No quiere nuestro mal,
solo quiere hacernos bien, a todos. Y los hijos, si están enfermos,
tienen mayor motivo para que la madre les ame.
J. Castillo A.

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