miércoles, 30 de marzo de 2016

Creer en Jesús, el Hijo de Dios

2º Domingo de Pascua, ciclo C
Hch 5,12-16  -  Ap 1,9-19  -  Jn 20,19-31

   El texto del Evangelio de este domingo es un resumen de la Buena
Noticia que Jesús anuncia por ciudades y pueblos... Actualmente,
¿nos esforzamos por practicar sus enseñanzas… o nos contentamos
con repetirlas -de una manera rutinaria- en nuestras ceremonias?

Al anochecer del primer día de la semana
   Después de los acontecimiento dolorosos de aquel Viernes Santo,
los discípulos de Jesús están con las puertas cerradas por miedo
Sin embargo, la presencia de Jesús Resucitado los transforma.
*Recuperan la paz, pues el mismo Jesús les sigue diciendo:
Les dejo la paz. Les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como
la paz que da el mundo. No se angustien ni tengan miedo (Jn 14,27). 
*Luego, Jesús los envía. El término “enviar” atraviesa el Evangelio
de Juan. En el diálogo con la Samaritana, Jesús dice a sus discípulos:
Yo les envío a cosechar donde otros han trabajado (Jn 4,38).
Y en la oración sacerdotal, Jesús levanta los ojos al cielo y exclama:
Padre, así como tú me enviaste al mundo, así también yo los envío
al mundo… Que ellos sean uno en nosotros, así el mundo creerá que
tú me enviaste… Ellos han conocido que tú me enviaste (Jn 17,18ss).
*A continuación, Jesús les dice: Reciban el Espíritu Santo. Se trata
del Espíritu de la verdad: Ustedes le conocen, porque Él permanece
con ustedes y estará en ustedes. No les dejaré huérfanos (Jn 14,17s).
*Sobre el perdón de los pecados, recordemos lo que Jesús dice
a Nicodemo: Dios no envió a su Hijo a este mundo para condenarlo
sino para salvarlo (Jn 3,17). Es por eso que Jesús tiene autoridad
moral para decir a la mujer adúltera: Yo tampoco te condeno (Jn 8,11).
   La presencia viva de Jesús es fuente de alegría: Sus discípulos
se llenan de alegría al ver al Señor. También nosotros, con la ayuda
de Dios, seamos mensajeros de la paz, allí donde hay violencia…
pongamos verdad, donde hay mentira… amemos y perdonemos,
para vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros…

Ocho días después
   Ocho días después, sus discípulos -Tomás con ellos- están reunidos
con las puertas cerradas. Jesús se pone en medio de ellos y les dice:
La paz esté con ustedes. Luego dice a Tomás: Mira mis manos… Toca
mis heridas… Palpa mi costado… No seas incrédulo sino creyente.
En pocas palabras, se trata de un proceso de reconciliación.
   Las heridas de personas que han sido torturadas por autoridades
corruptas, forman parte de su historia personal, no las pueden olvidar;
pero al asumirlas de otra manera son heridas que sanan. Son víctimas
que una vez reconciliadas son capaces de perdonar y reconciliar.
Por eso, para cualquier proceso de reconciliación, los mejores agentes
son aquellas personas que han hecho un camino de reconciliación.
   Una vez reconciliado, Tomás exclama: ¡Señor mío y Dios mío!
El texto de Juan empieza diciendo que Jesucristo es Dios (Jn 1,1.14);
y ahora termina con esta confesión de fe: Jesús es Señor y Dios.
Recordemos que para los judíos, la prueba de que Jesús debe  morir,
es que Él, no solo quebranta el descanso del sábado, sino que además
dice que Dios es su Padre, haciéndose igual a Dios (Jn 5,18).
En otra ocasión cuando van apedrear a Jesús, los judíos le dicen:
No te apedreamos por las obras buenas que haces, sino por blasfemar
porque tú, siendo hombre te haces Dios (Jn 10,33).
   Después de decir a Tomás: tú crees porque has visto, Jesús anuncia
esta bienaventuranza: Felices los que creen sin haber visto.
Para que esta bienaventuranza se haga realidad entre nosotros,
sigamos el ejemplo de las primeras comunidades cristianas:
Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes.
Vendían sus propiedades y todo lo que tenían,
y repartían el dinero según las necesidades de cada uno.
Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan,
compartiendo la comida con alegría y sencillez sincera (Hch 2,44ss).
   Hoy, -cuando nos comprometemos por realizar (como dice Pablo VI)
la verdadera liberación que es el “paso”, para cada uno y para todos,
de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas...
-cuando dejamos de lado los adornos superfluos, para dar vida plena
a los hermanos de Jesús que tienen hambre y sed de justicia...
-cuando introducimos a los despreciados en nuestras comunidades…
son señales de creer: que Jesús vive y que por Él tenemos vida.
J. Castillo A.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Creemos que Jesús resucitó

Domingo de Resurrección, ciclo C
Hch 10,34-43  -  Col 3,1-4  -  Jn 20,1-9

   Los poderosos buscan apagar la voz profética de Jesús, que anuncia
-con palabras y obras- la Buena Noticia a los pobres. Por esta causa,
Jesús es arrestado… torturado… crucificado como un delincuente.
Pero Dios, amigo de la vida, hace justicia y resucita a su Hijo amado.

Se han llevado del sepulcro al Señor
   En la época de Jesús, el imperio romano ha invadido Palestina.
Para afianzar su poder, Roma realiza terribles actos de violencia
Por ejemplo, hay ejecuciones que se realizan fuera de la ciudad,
en lugares públicos, al borde de un camino, en medio de los basurales,
para que la gente se dé cuenta que los ejecutados son basura humana.
La peor humillación consiste, generalmente, en arrojar el cuerpo
de los ejecutados a un basurero, a una fosa común, o desaparecerlo.
Ni siquiera se les concede un sencillo pero digno entierro.
   Aquel viernes, los discípulos/as de Jesús que han caminado con Él
desde Galilea hasta Jerusalén, presencian su pasión y muerte injusta.
Pero, gracias a la intervención de José de Arimatea y de Nicodemo,
el cuerpo de Jesús es colocado en un sepulcro nuevo (Jn 19,38ss).
   Sin embargo, el primer día de la semana… muy temprano
cuando todavía está oscuroMaría Magdalena va al sepulcro
ve que la piedra está retirada del sepulcro… corre en busca de Pedro
y de Juan… para decirles: Se han llevado del sepulcro al Señor
¿Las autoridades habrán ordenado desaparecer el cuerpo de Jesús?
¿Jesús de Nazaret será uno más de tantos muertos y desaparecidos?
   Para verificar lo que María Magdalena les ha dicho sobre Jesús,
Pedro y Juan van corriendo, y al llegar solo hallan un sepulcro vacío.
Sin embargo, Juan el discípulo amado: entra… ve… y cree…
 Creer en Jesús Resucitado es: gracia de Dios…y respuesta humana…
*Los que reciben a Jesús y creen en Él, llegan a ser hijos de Dios (Jn 1).
*Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera,
vivirá. Quien vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto? (Jn 11,25).

Señor, te he buscado y te he encontrado
   Mientras Jesús anuncia el Reino de Dios en la región de Galilea,
algunas mujeres a las que había sanado de sus enfermedades,
le acompañan y le atienden con sus propios recursos (Lc 8,1-3).  
Ellas y otras mujeres han subido con Jesús a Jerusalén… contemplan
de lejos su muerte… y ven dónde ponen su cuerpo (Mc 15,40-47).
   El sepulcro, en muchas culturas, es el lugar a donde se puede acudir
para aliviar el dolor que se tiene por la pérdida de un ser querido.
Pero, en el caso de Jesús, resulta que su sepulcro ha sido violado…
han retirado la piedra… está vacío… su cuerpo ha desaparecido…
   Según el evangelio de Juan (20,11-18), María Magdalena llora,
(como llora la viuda de Naín por la muerte de su hijo único, o como
lloran las mujeres de Jerusalén al ver a Jesús llevando su cruz);
y mientras llora dice: -Se han llevado del sepulcro al Señor…
-Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
-Si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
Esta preocupación nos recuerda las palabras del Cantar de los cantares:
Me levanté, recorrí la ciudad, las calles y las plazas,
buscando al amor de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! (3,1-2).
   Pero después, al escuchar una voz conocida que le dice: ¡María!,
ella exclama: ¡Maestro! Es Jesús que ahora está con Dios Padre.
En pocas palabras es el camino de reconciliación de María Magdalena:
reconciliada con Dios, consigo misma y con los demás… luego asume
su dolor y llanto de manera diferente… para dar vida a sus hermanos.
   Y de hecho, ella ya reconciliada, reconcilia a los otros discípulos
anunciándoles: ¡He visto al Señor!... Por eso, San Hipólito de Roma
(+235) dice que María Magdalena es: La apóstol de los apóstoles;
pues, entre luces y sombras ha buscado y ha encontrado al Señor.
   Hoy en día, ante hechos dolorosos de tortura, muerte, desaparición;
son mujeres las que buscan caminos diferentes, ellas hablan de vida.
He aquí una tarea pendiente: crear pequeñas comunidades de base,
para desterrar la violencia… cultivar la vida… reconciliarnos…
El que vive en Cristo es una nueva criatura. Lo antiguo pasó,
ha llegado lo nuevo. Todo es obra de Dios, que nos reconcilió con Él
por medio de Cristo, y nos confió el ministerio de la reconciliación…
Por Cristo le suplicamos, déjense reconciliar con Dios (2Cor 5,17ss).
Digamos: FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN, dando vida…  
J. Castillo A. 

viernes, 18 de marzo de 2016

Domingo de Ramos (puerta de la Semana Santa)

Pasar de la plaza al templo.

"Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”, dice un refrán popular. Con la llegada de la primavera parece como si todo y todos quisiéramos estrenar vida. Y en conexión con la novedad del momento, Semana Santa es tiempo de estreno, oportunidad para dar un giro a la vida. Entrar en la Ciudad Santa es el primer paso. El Domingo de Ramos inicia un movimiento hacia el interior del templo seducidos por un Dios nuevo, sorprendente, un Dios-servidor que llega a lomos de un asno. La Semana santa la iniciamos en la plaza pública, foro profano por excelencia, lugar de mercado y negocios, ágora de discusiones y polémicas, punto de fricciones económicas e ideológicas, atrio de los gentiles. Desde la plaza, cantando himnos al Señor que viene, nos dirigimos con nuestros ramos hacia el templo, ámbito de lo sagrado, zona de escucha, espacio para el despojo de uno mismo, morada de Dios.
 
En estos días santos pasamos del dominio de la sensualidad, del cálculo y de la razón práctica, al reino de la interioridad, de lo inconmensurable e incomprensible, lugar donde el Misterio nos abre a la fraternidad (Jueves Santo) a la aceptación de la voluntad de Dios (Viernes Santo) y a la renovación por la luz de la Vida, el Agua y el Espíritu (Domingo de resurrección). Semana Santa es tiempo para experimentar más allá de los sentidos, lo que “ni el ojo vio, ni el oído oyó; lo que Dios tiene preparado para los que lo aman” (1 Cor 2,9). Este Misterio insondable no es un nuevo descubrimiento de la física, ni el último teorema matemático, ni la más reciente moda filosófica, ni una nueva emoción; es una persona: Jesucristo, “mantenido en secreto durante siglos, y revelado ahora para nuestra salvación” (Rm 16,25-26).
 
¡Entra en Semana Santa!

Dando de lado a los farisaicos pasos procesionales de la tradicional cultura cofrade, esta Semana Santa puedes procesionar con Cristo por nuevos recorridos. Estos días son importantes para que tomes conciencia de tu destino, para aprender que un poco más allá de tus ambiciones materiales cotidianas hay una Vida nueva a la que puedes acceder por puro amor de Dios. La Semana Santa te invita a adentrarte en tu castillo interior; ahí, en el centro de tí mismo está Dios, el Castellano, como lo llama santa Teresa en sus Moradas. Para encontrarte con Él es bueno que huyas de los ruidos interiores y exteriores que te distraen, y te abismes en el silencio del alma. Procesión de silencio.
 
Semana Santa es tiempo de procesionar con Cristo sin ritualismos ni teologías, tiempo para experimentar la Verdad desnuda en la experiencia, tiempo para gozarte en el Misterio que es Dios. Y si "Dios es" y lo llevas contigo nada ni nadie puede derrotarte. ¡Entra en Semana Santa! Como dice san Gregorio Nacianceno: “Si eres Simón Cireneo, coge tu cruz y sigue a Cristo. Si estás crucificado con Él como un ladrón, como el buen ladrón confía en tu Dios. Si por ti y por tus pecados Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tú llegaras a ser justo. Adora al que por ti fue crucificado, e, incluso si estás crucificado por tu culpa, saca provecho de tu mismo pecado y compra con la muerte tu salvación. Entra en el paraíso con Jesús y descubre de qué bienes te habías privado. Contempla la hermosura de aquel lugar y deja que, fuera, quede muerto el murmurador con sus blasfemias. Si eres José de Arimatea, reclama el cuerpo del Señor a quien lo crucificó, y haz tuya la expiación del mundo. Si eres Nicodemo, el que de noche adoraba a Dios, ven a enterrar el cuerpo, y úngelo con ungüentos. Si eres una de las dos Marías, o Salomé, o Juana, llora desde el amanecer; procura ser el primero en ver la piedra quitada, y verás también quizá a los Ángeles o incluso al mismo Jesús”. (Oficio de Lectura del Sábado de la V Semana de Cuaresma).
 
Casto Acedo Gómez. Marzo 2016. paduamerida@gmail.com.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Jesús entra en Jerusalén

Domingo de Ramos, ciclo C
Is 50,4-7  -  Flp 2,6-11  -  Lc 19,28-40  -  Lc 22,14 - 23,56

Después de haber anunciado el Reino de Dios y su justicia en Galilea,
Jesús entra en Jerusalén, sede del poder político, económico, religioso.
   Al ver la ciudad, Jesús llora por ella y dice: Ojalá comprendas hoy
el camino de la paz, pero ahora eso está oculto a tus ojos (Lc 19,42).
   Que las palabras y gestos de Jesús cuando padece, muere y resucita,
nos comprometan a hacer realidad una Iglesia pobre entre los pobres.
  
Servidor humilde, montado en un burrito
   La fiesta de Pascua -en el A.T.- estaba relacionada con la liberación
del pueblo judío de su esclavitud en Egipto (Ex 12,1ss). Sin embargo,
siglos después, Egipto ha sido reemplazado por el Imperio romano.
Es por eso que Pilato -cuyas manos están manchadas de sangre-
ingresa en la ciudad de Jerusalén montado en un caballo de guerra.
   Jesús entra también en Jerusalén, pero de una manera humilde.
Según el cuarto evangelio, Jesús encuentra un burrito y monta en él;
luego, Jesús anuncia el verdadero sentido de su entrada en Jerusalén:
Les aseguro que, si el grano de trigo al caer en tierra no muere,
queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida,
la pierde; pero el que la desprecia en este mundo, la conserva para
la vida eterna. Si alguno quiere servirme, que me siga;
y donde yo esté, allí estará también mi servidor (Jn 12,12ss).
   No hagamos -de la entrada de Jesús en Jerusalén- una ceremonia
triunfalista que nada tiene que ver con la vida de Jesús de Nazaret,
que vino a este mundo para anunciar la Buena Noticia a los pobres,
para liberar a los cautivos, oprimidos y encarcelados (Lc 4,18)
   Sigamos a Jesús como lo hace el ciego Bartimeo: al dejar su manto,
deja tras de sí “al hombre ciego”…recupera “la capacidad de ver”… y
después, sigue a Jesús, dispuesto a entregar su vida por Él (Mc 10,46ss).
 Recordemos que Jesús sigue sufriendo: en el hambriento y sediento,
en el forastero y desnudo, en el enfermo y encarcelado (Mt 25,31ss).

Si éstos callan, gritarán las piedras
   Mientras Jesús entra en Jerusalén, sus seguidores alaban a Dios
por todos los milagros que han visto, y exclaman: Bendito el rey
que viene en nombre del SeñorPaz en el cielo y gloria al Altísimo.
Esta última aclamación nos recuerda el canto de los ángeles, cuando
Jesús nace: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra (Lc 2,14);
y ahora, al final de su vida, lo proclaman: niños…jóvenes… adultos…
Si vivimos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros,
tendremos la paz de Jesús: Mi paz les dejo, mi paz les doy (Jn 14,27).
   Algunos fariseos dicen a Jesús: Maestro, reprende a tus discípulos.
Pero Jesús les responde: Si éstos callan, gritarán las piedras.
Esta frase está tomada del profeta Habacuc que denuncia a los ricos:
¡Ay del que se hace rico con lo que no le pertenece!
¡Ay de ti, que has llenado tu casa con el producto de tus robos!...
  porque las piedras de los muros gritan en tu contra.
¡Ay de ti que edificas ciudades sobre el crimen y la injusticia!
¡Ay de ti que emborrachas a tu prójimo para humillarlo! (2,6-20).
   Jesús no manda callar a nadie, y Él mismo sigue enseñando:
*La destrucción de Jerusalén, o sea, la destrucción de toda injusticia.
*Entra al templo y arroja a los negociantes diciendo: Mi casa es casa
  de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones.
*Denuncia a los sacerdotes y maestros de la ley de ser asesinos.
*Sobre el tributo al César declara que se debe dar a Dios lo que es
  de Dios, y devolver al César su dinero sucio y esclavizador.
*Desenmascara a los saduceos que rechazan la resurrección: El Señor
  no es Dios de muertos sino de vivos, porque para Dios todos viven.
*Denuncia la hipocresía de los maestros de la ley: les gusta andar
  con largas vestiduras… quieren que les saluden por las calles…
  buscan los asientos de honor en las sinagogas y en los banquetes…
  devoran los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones
   Por esta manera de enseñar, los expertos en materia religiosa
buscan arrestar a Jesús, pero tienen miedo al pueblo (Lc 20).
   La siguiente lamentación de Jesús tiene “hoy” mucha actualidad:   
¡Jerusalén, Jerusalén que matas a los profetas
y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! (Lc 13,34).
   Sin embargo, el Profeta de la misericordia sigue exclamando:
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). 
J. Castillo A.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Yo tampoco te condeno

5º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Is 43,16-21  -  Flp 3,8-14  -  Jn 8,1-11

   Ciertamente, es inmoral usar a una persona para condenar a otra.
   Herodías -mujer de Herodes- odia a Juan Bautista, y usa a su hija
para que el profeta Juan muera decapitado en la cárcel (Mc 6,14ss).
   Con esta misma maldad actúan los fariseos y maestros de la ley,
quienes usan a una mujer adúltera para acusar a Jesús. Sin embargo,
mientras los acusadores se van avergonzados, Jesús salva a la mujer.

La ley de Moisés manda apedrear a las adúlteras
   En nuestra sociedad mayoritariamente cristiana, hay mujeres que,
por diversas causas, son víctimas de la prostitución y turismo sexual.
Cuando una mujer no tiene hogar, salud, educación, trabajo, salario…
a veces, opta por ir a la calle para que cualquier cliente “la recoja”.
   ¿Hay organizaciones políticas, sociales y religiosas que defienden
los derechos humanos más elementales de “esa clase de mujeres”?
Sin embargo, aquellas mujeres deben enfrentarse a una sociedad
machista: que las considera un “mal necesario” pero mira a otro lado
cuando se le pregunta sobre “la dignidad” de esas mismas personas.
   Este problema no es ajeno a la época en que vivió Jesús de Nazaret.
Después de haber estado toda la noche en el monte de los Olivos,
al amanecer Jesús va al templo, y al ver tanta gente se pone a enseñar.
Fue entonces cuando los expertos en materia religiosa traen una mujer
sorprendida en adulterio, y según la ley de Moisés debe ser apedreada.
Luego, preguntan a Jesús: Tú, ¿qué dices? Con esta breve pregunta,
ponen a Jesús entre la pared y la espada con la finalidad de acusarlo.
*Si Jesús acepta apedrear a aquella mujer ya no tendría autoridad moral
para buscar… acoger… salvar… a los pecadores; ya no podría decir:
Misericordia quiero y no sacrificios (Os 6,6;  Mat 9,13;  12,7).
*Si dice: no la apedreen, se hace cómplice del pecado de adulterio;
 además, al no observar la ley es motivo suficiente para ser acusado.
*Pero aquellos hipócritas no se imaginan que al examinar cada uno
su propia vida, se irán avergonzados empezando por los más viejos.

El que esté sin pecado,  que le tire la primera piedra
   Jesús desenmascara “la doble vida” de aquellos expertos religiosos,
diciéndoles: El que esté sin pecado… que le tire la primera piedra.
  Lo primero que Jesús exige a los acusadores es que estén sin pecado,
es decir, que cada uno examine conscientemente su propia vida, pues
¿cómo pueden fijarse en la astilla que hay en el ojo de aquella mujer,
sin mirar el tronco que hay en el suyo? (Mt 7,1-5). Son guías ciegos,
expertos en colar un mosquito pero se tragan un camello (Mt 23,24).
   Tirar la primera piedra era obligación de los testigos para evitar
que se acusen a personas inocentes: Los testigos serán los primeros
en arrojar las piedras, luego lo hará todo el pueblo (Deut 17,7).
   Hoy, para no encerrarnos en normas que nos hacen jueces implacables
(EG, n.49), reflexionemos en lo que dice Daniel a uno de los ancianos
que había calumniado a Susana: Viejo en años y en crímenes, ahora
van a recaer sobre ti los pecados que cometiste en otro tiempo,
cuando dabas sentencias injustas: condenando a los inocentes
y absolviendo a los culpables. Actuabas en contra del mandato
del Señor que dice: No matarás al inocente ni al justo (Dan 13,52s).

Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar
   Después, Jesús se levanta y le pregunta: ¿Nadie te ha condenado?
Ella contesta: Nadie, Señor… Fue entonces cuando Jesús le dice:
Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.
   El amor que ella había buscado en las caricias y en el pecado,
lo encuentra por fin en el perdón que Jesús misericordioso le ofrece;
pues Él vino al mundo no para condenar sino para salvar (Jn 3,17).
   Jamás debemos olvidar que las enseñanzas y obras de Jesús tienen,
como base y fundamento, la persona humana de carne y hueso;
y no la ley ni las costumbres y tradiciones humanas: El sábado se hizo
para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mc 2,27).
   Al respecto, Mons. Romero en su última homilía (23/03/1980) dijo:
Jesús ama y ha venido precisamente a salvar a los pecadores
y aquí tiene un caso. Convertirla es mucho mejor que apedrearla.
Perdonarla y salvarla es mucho mejor que condenarla. La ley tiene
que ser un servicio a la dignidad humana y no los falsos legalismos
con los cuales se pisotea la honradez, muchas veces, de las personas.
  Tengamos hambre y sed de Dios Padre misericordioso: Él no quiere
que el pecador muera, sino que se convierta y viva (Ez 18,23).
J. Castillo A.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Amar con entrañas de misericordia

4º Domingo de Cuaresma, ciclo C
Jos 5,9-12  -  2Cor 5,17-21  -  Lc 15,1-3. 11-32

   Un padre tiene dos hijos: mientras el menor se aleja, pero vuelve;
el mayor se queda en casa, sin embargo vive como si no fuera hijo.
   El padre, figura central de la parábola, ama a sus hijos con entrañas
de misericordia, solo quiere que vivan como hijos y como hermanos.

Un padre tiene dos hijos…
   Sabiendo que en las familias hay discusiones entre padres e hijos…
rivalidades entre hermanos… reflexionemos en los siguientes casos:     
*Después que Caín asesina a su hermano menor, Dios le dice:
¿Dónde está tu hermano Abel?, Caín contesta: No lo sé, ¿acaso soy
el guardián de mi hermano? Pero Dios insiste: ¿Qué has hecho?
Desde la tierra, la sangre de tu hermano clama justicia. Sin embargo,
Caín se arrepiente: Mi culpa es demasiado grave para soportarla
Luego Dios le pone una señal para que respeten su vida (Gen 4).
*Abraham tiene dos hijos: Ismael el mayor, en Agar una esclava;
e Isaac el menor, en Sara su esposa que era anciana y estéril.
Como Ismael se burla de su hermano Isaac, Abraham despide a Agar
y a su hijo. Ellos caminan por el desierto. Cuando se acaba el agua,
Agar abandona a su hijo para no verle morir y se aleja… Dios, al oír
el llanto del niño, dice a Agar: Levántate, busca al niño y agárralo
de la mano, porque yo haré de él un gran pueblo (Gen 16 y 21).
*Gracias a la oración de Isaac, su esposa Rebeca que era estéril queda
encinta. Cuando da a luz, resulta que son mellizos: Esaú y Jacob.
Más tarde, Esaú renuncia a sus derechos de ser hijo primogénito
por un plato de lentejas (Gen 25). Después, con la ayuda de su madre,
Jacob le arrebata a Esaú la bendición especial de su padre Isaac.
Desde entonces, Esaú odia a su hermano y busca matarlo… (Gen 27).
Sin embargo, años después ambos se reconcilian: Jacob se adelanta,
se arrodilla siete veces, hasta encontrarse con su hermano. 
Esaú, por su parte, corre a su encuentro… le abraza… le besa…
y los dos se ponen a llorar (Gen 33).

Acoger a los pecadores y comer con ellos
   Al pedir la parte de su herencia, el hijo menor comete una locura.
A este joven egoísta no le interesa honrar a su padre, como dice Dios.
Abandona el hogar, se va a un país lejano, y derrocha todo el dinero…
hasta que un día se halla en la miseria: yo aquí me muero de hambre.
En esta situación, se acuerda de su padre y decide levantarse y volver.
Pero, ¿bastará decir: he pecado, trátame como uno de tus servidores?
   Estando aún lejos de casa sucede algo increíble, su padre: lo ve
tiene compasión (se le remueven las entrañas)…sale a su encuentro…
le abrazale besa… ordena que le traigan el mejor vestido
que le pongan un anillo en el dedo y sandalias en los pies… que maten
el becerro gordo… y celebren un banquete por la vuelta de su hijo.
   Al enterarse de todo esto, el hijo mayor se irrita, no entra a la casa,
reprocha a su padre y desconoce a su hermano diciendo: ese hijo tuyo.
Fue entonces cuando su padre sale y le suplica participar en la fiesta:
Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero había
que hacer una fiesta y alegrarse, porque tu hermano estaba muerto
y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado. El hijo mayor,
¿habrá entrado a la casa para acoger a su hermano y comer juntos?
   Jesús dijo esta parábola, cuando los fariseos y maestros de la ley
hablaban mal de Él, por acoger a los pecadores y comer con ellos.
   Hoy más que nunca, para que el mensaje de la Iglesia sea creíble,
es urgente, como dice el Papa Francisco, salir a las “periferias”
donde hay: sufrimiento, sangre derramada, ciegos que desean ver,
cautivos de tantos malos patrones… Ser pastores con “olor a oveja”,
en medio del rebaño… (Jueves Santo, 28 de marzo del 2013).
   Sobre este tema, vuelve a insistir en “La alegría del Evangelio”:  
Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la
calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad
de aferrarse a las propias seguridades… Si algo debe inquietarnos
santamente y preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos
nuestros viven: -sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con
Jesús; -sin una comunidad de fe que los contenga; -sin un horizonte 
de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos
mueva el temor a encerrarnos: -en las normas que nos vuelven jueces
implacables, -en las costumbres donde nos sentimos tranquilos,
mientras afuera hay una multitud hambrienta (EG, 24 nov.2013, n.49).
J. Castillo A.