viernes, 18 de marzo de 2016

Domingo de Ramos (puerta de la Semana Santa)

Pasar de la plaza al templo.

"Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos”, dice un refrán popular. Con la llegada de la primavera parece como si todo y todos quisiéramos estrenar vida. Y en conexión con la novedad del momento, Semana Santa es tiempo de estreno, oportunidad para dar un giro a la vida. Entrar en la Ciudad Santa es el primer paso. El Domingo de Ramos inicia un movimiento hacia el interior del templo seducidos por un Dios nuevo, sorprendente, un Dios-servidor que llega a lomos de un asno. La Semana santa la iniciamos en la plaza pública, foro profano por excelencia, lugar de mercado y negocios, ágora de discusiones y polémicas, punto de fricciones económicas e ideológicas, atrio de los gentiles. Desde la plaza, cantando himnos al Señor que viene, nos dirigimos con nuestros ramos hacia el templo, ámbito de lo sagrado, zona de escucha, espacio para el despojo de uno mismo, morada de Dios.
 
En estos días santos pasamos del dominio de la sensualidad, del cálculo y de la razón práctica, al reino de la interioridad, de lo inconmensurable e incomprensible, lugar donde el Misterio nos abre a la fraternidad (Jueves Santo) a la aceptación de la voluntad de Dios (Viernes Santo) y a la renovación por la luz de la Vida, el Agua y el Espíritu (Domingo de resurrección). Semana Santa es tiempo para experimentar más allá de los sentidos, lo que “ni el ojo vio, ni el oído oyó; lo que Dios tiene preparado para los que lo aman” (1 Cor 2,9). Este Misterio insondable no es un nuevo descubrimiento de la física, ni el último teorema matemático, ni la más reciente moda filosófica, ni una nueva emoción; es una persona: Jesucristo, “mantenido en secreto durante siglos, y revelado ahora para nuestra salvación” (Rm 16,25-26).
 
¡Entra en Semana Santa!

Dando de lado a los farisaicos pasos procesionales de la tradicional cultura cofrade, esta Semana Santa puedes procesionar con Cristo por nuevos recorridos. Estos días son importantes para que tomes conciencia de tu destino, para aprender que un poco más allá de tus ambiciones materiales cotidianas hay una Vida nueva a la que puedes acceder por puro amor de Dios. La Semana Santa te invita a adentrarte en tu castillo interior; ahí, en el centro de tí mismo está Dios, el Castellano, como lo llama santa Teresa en sus Moradas. Para encontrarte con Él es bueno que huyas de los ruidos interiores y exteriores que te distraen, y te abismes en el silencio del alma. Procesión de silencio.
 
Semana Santa es tiempo de procesionar con Cristo sin ritualismos ni teologías, tiempo para experimentar la Verdad desnuda en la experiencia, tiempo para gozarte en el Misterio que es Dios. Y si "Dios es" y lo llevas contigo nada ni nadie puede derrotarte. ¡Entra en Semana Santa! Como dice san Gregorio Nacianceno: “Si eres Simón Cireneo, coge tu cruz y sigue a Cristo. Si estás crucificado con Él como un ladrón, como el buen ladrón confía en tu Dios. Si por ti y por tus pecados Cristo fue tratado como un malhechor, lo fue para que tú llegaras a ser justo. Adora al que por ti fue crucificado, e, incluso si estás crucificado por tu culpa, saca provecho de tu mismo pecado y compra con la muerte tu salvación. Entra en el paraíso con Jesús y descubre de qué bienes te habías privado. Contempla la hermosura de aquel lugar y deja que, fuera, quede muerto el murmurador con sus blasfemias. Si eres José de Arimatea, reclama el cuerpo del Señor a quien lo crucificó, y haz tuya la expiación del mundo. Si eres Nicodemo, el que de noche adoraba a Dios, ven a enterrar el cuerpo, y úngelo con ungüentos. Si eres una de las dos Marías, o Salomé, o Juana, llora desde el amanecer; procura ser el primero en ver la piedra quitada, y verás también quizá a los Ángeles o incluso al mismo Jesús”. (Oficio de Lectura del Sábado de la V Semana de Cuaresma).
 
Casto Acedo Gómez. Marzo 2016. paduamerida@gmail.com.

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