martes, 3 de abril de 2012

Amor, Eucaristía, Sacerdocio, (Jueves Santo)

Celebrar el Jueves Santo es celebrar lo esencial de la espiritualidad cristiana concentrado en un día. En su última cena con los suyos, cuando Jesús ve llegar su hora (Jn 13,1), se comporta como un padre despidiéndose y dando los últimos consejos a sus hijos. En la Cena de Pascua, pues, el Señor dió entonces a sus primeros seguidores y nos da a nosotros hoy su testamento; nos pasa el testigo de un tesoro muy valioso: su modo de vida.

Tres son las cláusulas del testamento de Jesús:

1) "Amaos los unos a los otros como yo" (Jn 15,12). Es verdad que el mandamiento del amor no es una novedad absoluta; ya existía en el Antiguo Testamento ( Lv 19,18) y en los escritos sagrados de otras religiones. La novedad está en el “como yo”, es decir: amad hasta el final, hasta la muerte; amad incluso “a vuestros enemigos, … porque si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? ¿No hacen eso también los publicanos? (Mt 5,44.47). Ese amor “como yo”, amor gratuito de Dios, rompe todos los esquemas, porque supone configurarse con el mismo Cristo, vivir como Él vivió. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13,15).

2) "Haced esto en memoria mía" (1 Cor 11,23). ¿Qué es lo que tenemos que recordar y hacer? Sobre todo la vida de Jesús, su misericordia para conmigo y para con todos los hombres, especialmente los más pobres. La misa se llena de sentido cuando se conecta con la vida. Reducir la Eucaristía a la repetición de un rito mágico por el que nos llega la vida de Dios es un empobrecimiento de su sentido. Celebrar la Cena del Señor no es, ante todo, celebrar la comunión (en el sentido en que se hace en las primeras comuniones, o en las comuniones rutinarias de cada misa dominical o de cada día), sino hacerlo dejándose envolver por el significado de ese gesto: “mi cuerpo entregado, … mi sangre derramada” (Lc 22,19). Quien recibe el Cuerpo de Cristo (el pan eucarístico) sin darse a los demás como Jesús, no es digno del Cuerpo y la sangre del Señor (cf 1 Cor 11,28-29).

3) El tercer regalo que nos hace el Señor en la tarde del Jueves Santo es el don del sacerdocio. Se trata de algo especial que no se puede desligarse de los dones mencionados anteriormente porque está íntimamente ligado a ellos. Además, el sacerdocio es inseparable del don mismo de la Iglesia. Algún teólogo ha dicho que al invitar a los suyos a reunirse para repetir el gesto de su vida, y especialmente el gesto de la última cena (“Tomad, comed. … Tomad, bebed”), Jesús está fundando la Iglesia. Y no le falta razón. Por parte de Jesús hay una voluntad de continuidad de su ministerio en el grupo al que le encomienda estos misterios en la Cena Pascual. Podemos decir que la Iglesia se perfila ahí como proyecto de amor, es engendrada en la cruz que reconcilia y atrae a todos hacia Él (Jn 12,32) y ve la luz con la efusión del Espíritu en Pentecostés (Jn 20,22-23; Hch 2). El sacerdocio ministerial es inconcebible sin la comunidad eclesial; el sacerdote consagrado por el Sacramento del Orden no es otro Cristo en medio de la nada, sino insertado (encarnado) en la Comunidad cristiana a la que sirve.

El testamento de Jesús marca unos hitos, unas lugares de encuentro donde el discípulo podrá experimentar su cercanía cuando ya no esté entre nosotros. Como dice el prefacio de la Ascensión, Jesús  "no se ha ido para desentenderse del mundo", sino que  sigue presente a ti en el hermano, especialmente el que necesita más de tu amor, y que generalmente suele ser el menos amable, bien porque la enfermedad, la vejez, la opresión, la pobreza o la violencia han deformado su cuerpo, o porque el sufrimiento le ha agriado el carácter. También se haya presente el Señor en los dones eucarísticos, en el pan y el vino consagrados, presencia real, sacramento, signo visible de lo invisible. Y, cómo no, a Jesús lo encuentras en la Iglesia, comunidad de servicio, presnte allí donde dos o más permanecen unidos o se han reunido en el nombre del Señor (Mt 18,20). También en el sacerdote, enviados a tu comunidad para dinamizar la evangelización,  administrar los sacramentos y promover la caridad, puedes encontrar a Cristo. Dios está, pues, contigo y con todos en este Jueves Santo. Hoy puedes recibir más conscientemente ese amor que derrama sobre ti cada día.

Casto Acedo. Abril 2012.  paduamerida@gmail.com. 18450