miércoles, 21 de enero de 2015

Desde Galilea...

III Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Jon 3,1-5.10  -  1Cor 7,29-31  -  Mc 1,14-20

 
 La voz de Juan el Bautista no termina con su prisión y asesinato… Jesús de Nazaret retoma su antorcha y, como todo profeta itinerante, recorre los pueblos de una región despreciada como es Galilea, anunciando una Buena Noticia a los que sufren injustamente.
También llama y forma discípulos para que sigan con esta misión.

Jesús anuncia la Buena Noticia de Dios
   Desde Galilea… lejos de los funcionarios de Jerusalén,Jesús anuncia esta Buena Noticia de Dios: El tiempo se ha cumplido, está cerca el Reino de Dios, conviértanse, crean en la Buena Noticia.
  *Las promesas de Dios Padre anunciadas en el Antiguo Testamento,
se hacen realidad en Jesús; en su persona el tiempo se ha cumplido,
pues, en tiempos antiguos, muchas veces y de diversas maneras,
Dios habló a nuestros antepasados por medio de los profetas;
ahora, en esta etapa final, nos habló por medio de su Hijo (Heb 1).
   *Anunciemos el Reino de Dios, como lo hace Jesús de Nazaret:
-Dar vida, sobre todo, a los hambrientos, sedientos, enfermos.
-Perdonar a los pecadores y compartir con ellos nuestras mesas.
-Acoger a los forasteros, liberar a los perseguidos y encarcelados…
Solo así podemos orar: Padre nuestro, venga a nosotros tu Reino.
   *Para convertirnos no basta confesarnos o hacer penitencia…
Se trata de ver nuestro mundo con los mismos ojos de Jesús y, luego,
cambiar nuestra mentalidad, cambiar el rumbo de nuestras vidas,
para construir entre todos una sociedad más justa, humana, fraterna.
Este cambio o conversión es un proceso que dura toda la vida.
   *Jesús anuncia una Buena Noticia (Evangelio) que viene de Dios,
y nos pide creer, porque se trata de una Buena Noticia para todos,
empezando por los excluidos, los que tienen hambre y sed de justicia.
Sin embargo, ayer y hoy, optar por la liberación integral de los pobres
es ‘mala noticia’ para los opresores, que para mantener sus privilegios
no tienen reparos en difamar, perseguir, encarcelar, asesinar.

Jesús llama a sus primeros discípulos
   Anunciar la Buena Noticia de Dios no es tarea de una sola persona.
Es por eso que el mismo Jesús busca seguidores, no gente asalariada.
Sus seguidores son formados en la misión… y para la misión…
   Un día, mientras Jesús camina por las orillas del lago de Galilea,
ve a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el mar.
Más allá ve a Santiago y a su hermano Juan, arreglando las redes.
A ellos les dice: Síganme, yo haré de ustedes pescadores de hombres.
   Jesús llama, no a gente desocupada, sino a personas que trabajan,
que saben echar las redes en el mar y arreglar las redes malogradas.
Estos pescadores no son profesionales en materia religiosa,
son personas que conocen bien su oficio: mar, barca, redes, peces…
Desde esta experiencia comprenderán lo que significa:
ser pescadores de personas… Anunciar el Reino de Dios y su justicia.
Ellos dejan redes y barca, familiares y jornaleros, y siguen a Jesús
para anunciar, con palabras y obras, la Buena Noticia de Dios.
   Al leer los cinco documentos de las Conferencias Generales
del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe, desde 1955 al 2007,
vemos una preocupación: la escasez de vocaciones sacerdotales.
Por ejemplo, el Documento de Aparecida (2007) dice lo siguiente:
El insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa distribución
imposibilitan que muchas comunidades puedan participar
regularmente en la celebración de la Eucaristía (n.100,e).
   Sin embargo, hace años, el Card. brasileño Paulo Evaristo Arns dijo:
Yo no me preocupo por las vocaciones. Creo que la Iglesia no debe
preocuparse por estos problemas. En cuanto los olvida para ocuparse
de los problemas de los hombres, la Iglesia tiene muchos sacerdotes.
   En nuestro ‘Continente de la esperanza’ hace falta comprometernos
con los problemas de las personas del campo y de la ciudad: vida, 
salud, educación de calidad, vivienda, trabajo digno, salario justo…
Que nuestras comunidades cristianas, desligadas de todo poder,
estén al servicio de los que sufren el peso intolerable de la miseria.
Demos prioridad a la ‘Iglesia doméstica’ donde los padres sean
para sus hijos los primeros educadores de la Buena Noticia de Dios.
Fomentemos también las pequeñas comunidades eclesiales de base
y los centros de formación integral de laicos, sin clericalizarlos.
Solo así, como dice el Card. Paulo Evaristo, habrá muchos sacerdotes. 
J. Castillo A.

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