viernes, 2 de enero de 2015

Busquen y encontrarán

Epifanía del Señor, ciclo B
Is 60,1-6  -  Ef 3,2-6  -  Mt 2,1-12

   Desde su nacimiento, Jesús de Nazaret es signo de contradicción.
Es ‘mala noticia’ para todos aquellos que -ayer y hoy- solo buscan
el poder económico, político, religioso: Ay de ustedes los ricos
En cambio, es Buena Noticia para los pobres, afligidos, desposeídos;
para los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos,
los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, o son perseguidos
y calumniados por causa de Jesús. A todos ellos les dice: Felices

En Jerusalén…
   Cuando los magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntan:
¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?
Con esta pregunta ponen en duda la autoridad de Herodes,
que reinó en Judea durante 36 años, con el apoyo del imperio romano.
   Herodes es un extranjero de Idumea, personaje cruel y sanguinario.
Sus ansias de poder no tienen límites. Asesina a sus enemigos
y también a varios de sus familiares (cuñado, suegra, esposa e hijos).
Sin embargo, al escuchar a los magos se pone nervioso y tiene miedo.
Así son los poderosos, tienen miedo, y el miedo los lleva a matar;
por eso Herodes manda matar a todos los niños menores de dos años.
¿Qué esperar de las autoridades que están de rodillas ante el imperio?
Solo la opresión de los débiles y el asesinato de personas inocentes.
   En Jerusalén también están los sacerdotes y maestros de la ley.
Ellos saben que en Belén ha de nacer Cristo, el jefe y pastor de Israel.
Sin embargo, los sacerdotes siguen con sus negocios en el templo,
y los maestros de la ley con su hipocresía: dicen pero no hacen
Además, igual que Herodes, buscan a Jesús para matarlo.
   Años después, cuando Pilato le pregunta: ¿Entonces tú eres rey?
Jesús contesta: Yo soy rey, para esto nací y para esto vine al mundo.
Luego, mientras Pilato busca la manera de poner en libertad a Jesús,
los sumos sacerdotes, con tal de que Jesús muera crucificado, dicen:
No tenemos más rey que el César. Decir esto era renegar de Dios.

En Belén…
   Los magos dejan Jerusalén, la salvación no puede venir de Herodes,
ni de aquellas autoridades religiosas que se apacientan a sí mismas.
Guiados por la misteriosa estrella, leen los signos de los tiempos,
hacen su propio camino de fe, llegan a Belén y entran en la casa.
Allí encuentran al niño y a su madre. Ese niño es el Rey de los judíos.
Dios se da a conocer en el frágil, el indefenso, el más pequeño.
Años más tarde, Jesús dirá: Lo que hicieron con el más pequeño
de mis hermanos, lo hicieron conmigo (Mt 25).
   De inmediato, los magos se arrodillan ante ese Niño y le adoran.
y abriendo sus cofres le ofrecen como regalo:
-Oro, porque los padres de Jesús son personas pobres.
-Incienso, por el mal olor que hay en el establo.
-Mirra, para la salud del niño (Sto. Tomás de Aquino, Lectura n.201).
   Advertidos en sueños de no volver al palacio de Herodes,
los magos regresan a su tierra por otro camino. Ahora bien,
en la Biblia, seguir otro camino significa: conversión, cambio de vida.
   Hoy, ¿a quién adoramos?... Escuchemos lo que Jesús anuncia
a la samaritana: Créeme, mujer, ha llegado la hora
en que ni en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre…
Pero llega la hora en que los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad (Jn 4,21ss).
   Para que las ofrendas y limosnas que se dan durante la Misa lleguen
a los pobres, sigamos el ejemplo de las primeras comunidades:
Entre ellos no había ningún necesitado, porque los que tenían campos
o casas los vendían, y ponían el dinero a disposición de los apóstoles,
para repartirlo entre todos según sus necesidades (Hch 4,32-35).      
   Que la celebración de la Epifanía o Manifestación del Señor,
nos ayude a: -salir de nuestros egoísmos, comodidades, indiferencias;
-ir al encuentro de Jesús, escuchar sus enseñanzas y practicarlas;
-cambiar nuestros criterios, tomar otro camino, convertirnos.
   También necesitamos que nuestras comunidades cristianas
se conviertan: que pasen de una pastoral de mera conservación,
a una pastoral decididamente misionera. Que el Evangelio sea
el único programa, solo así nuestras comunidades serán como:
-una madre que sale al encuentro, -una casa acogedora,
-una escuela permanente de comunión misionera (DA, n.370). 
J. Castillo A.

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