II Domingo, Tiempo
Ordinario, ciclo B
1Sam 3,3-10.19
- 1Cor 6,13-20 - Jn
1,35-42
Juan es el profeta del desierto… Es allí donde predica,
bautiza,
y forma discípulos
para que sigan a Jesús, el Cordero de
Dios.
También es el profeta de la alegría… Él
salta de gozo en el seno
de Isabel, su madre (Lc 1,41ss); y termina su vida con
este mensaje:
Ahora mi gozo es perfecto, que Jesús crezca y yo
disminuya (Jn 3).
Hermoso testimonio para alegrarnos, sobre todo, cuando
los hermanos
de Jesús, los insignificantes a los ojos de la sociedad y
de la religión,
empiezan a ver…
oír… hablar… levantarse… caminar…
Jesús les pregunta: ¿qué buscan?
Jesús, a los dos
discípulos de Juan el Bautista que le siguen,
les hace una pregunta que vale también para nosotros: ¿Qué
buscan?
-¿Qué buscamos al solicitar: bautismo… misa… matrimonio…?
-En este mes de enero, ¿qué buscan los devotos del Niño
Jesús?
-En medio de tanta corrupción y violencia, ¿qué buscan
aquellos
‘personajes’ que contra viento y marea se entornillan en
el puesto?
-¿Qué buscan los grandes empresarios al invertir en los
países pobres?
-¿Se justifica amontonar oro, plata… a costa de la
contaminación del
agua, aire, tierra… y de la explotación ‘legal’ de
personas humanas?
¿Qué buscamos al dejarnos esclavizar por el consumismo
superfluo?
Aquellos dos discípulos del Bautista
que siguen a Jesús de Nazaret,
van a lo esencial, no buscan objetos ni cosas, buscan a un Maestro.
Generalmente, hoy, los ‘expertos’
utilizan palabras complicadas
que solo entienden otros especialistas… viajan por muchos
lugares
ofreciendo las mismas recetas… no permiten que otros
crezcan…
Muy diferente la manera de enseñar del Maestro Jesús:
-sus palabras están respaldadas por el testimonio de su
vida,
-su lenguaje es sencillo, al alcance de todos los que le
escuchan,
-lo que enseña responde a las aspiraciones más profundas
de la gente.
Jesús enseña con autoridad, no como los ‘expertos’ de la
religión…
El mensaje de Jesús será creíble por el testimonio de
quien lo anuncia.
Maestro, ¿dónde vives?
¿Qué nos impide a cada uno de nosotros hacer la misma
pregunta?
¿Seremos consecuentes cuando Jesús nos diga: Vengan
y lo verán?
Recordemos: -Jesús nace pobre en un
establo y vive pobremente:
el Hijo del Hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza (Mt 8,20).
-Si alguna vez acepta comer en casa de un fariseo
importante,
es para decirle: cuando
des un banquete, invita a pobres, mancos,
cojos, ciegos; y tú
serás feliz porque ellos no pueden pagarte (Lc 14).
-Él vino a este mundo para dar vida y vida en abundancia,
por eso,
da de comer a las personas que tienen hambre, acoge y
perdona
a los pecadores, sana a los enfermos abandonados y
despreciados
como son los leprosos, dejando de lado tradiciones y
costumbres.
-No le interesa que sus enemigos vayan diciendo que es un
loco,
endemoniado, borrachoso, comilón, amigo de gente de mala
vida…
Teniendo esta ‘hoja de vida’ los dos
discípulos de Juan el Bautista:
fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él desde
aquel día.
Ver y quedarse con Jesús nos lleva a una experiencia más
profunda:
-Padre, que todos
sean uno, como tú estás en mí y yo en ti,
así también que
ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo
crea que tú me has enviado (Jn 17,21).
Hemos encontrado a Jesús de Nazaret
Andrés, que era uno de los dos discípulos, busca a su hermano
Simón, comparte con él la experiencia de vivir con Jesús,
y le dice:
Hemos encontrado al
Mesías (que significa Cristo). Y lo lleva a Jesús.
Lo mismo hace Felipe, busca a Natanael (Bartolomé) y le dice:
Hemos hallado a
Aquel de quien escribió Moisés y los profetas.
Es Jesús, el hijo
de José, el de Nazaret… Ven y verás. Luego Natanael
exclama: Maestro,
tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel (Jn 1,45ss).
También la samaritana corre al pueblo para decir a sus paisanos:
Vengan a ver a un
hombre que me ha dicho todo lo que yo hice.
¿No será éste el
Cristo?... En aquel pueblo muchos creyeron en Jesús
por las palabras de
la mujer… Los samaritanos acudieron a Jesús
y le rogaron que se
quedara con ellos (Jn 4,28ss).
Ciertamente, como dicen nuestros
Obispos en Aparecida (2007):
Conocer a Jesús por la fe es nuestro gozo. Seguirle
es una gracia.
Transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor,
al llamarnos y
elegirnos, nos ha confiado (DA, n.18 y 32).
J. Castillo A.
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