miércoles, 14 de enero de 2015

Ser discípulos de Jesús

II Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
1Sam 3,3-10.19  -  1Cor 6,13-20  -  Jn 1,35-42

   Juan es el profeta del desierto… Es allí donde predica, bautiza,
y forma discípulos para que sigan a Jesús, el Cordero de Dios.
   También es el profeta de la alegría… Él salta de gozo en el seno
de Isabel, su madre (Lc 1,41ss); y termina su vida con este mensaje:
Ahora mi gozo es perfecto, que Jesús crezca y yo disminuya (Jn 3).
Hermoso testimonio para alegrarnos, sobre todo, cuando los hermanos
de Jesús, los insignificantes a los ojos de la sociedad y de la religión,
empiezan a ver… oír… hablar… levantarse… caminar

Jesús les pregunta: ¿qué buscan?
   Jesús, a los dos discípulos de Juan el Bautista que le siguen,
les hace una pregunta que vale también para nosotros: ¿Qué buscan?
-¿Qué buscamos al solicitar: bautismo… misa… matrimonio…?
-En este mes de enero, ¿qué buscan los devotos del Niño Jesús?
-En medio de tanta corrupción y violencia, ¿qué buscan aquellos
‘personajes’ que contra viento y marea se entornillan en el puesto?
-¿Qué buscan los grandes empresarios al invertir en los países pobres?
-¿Se justifica amontonar oro, plata… a costa de la contaminación del
agua, aire, tierra… y de la explotación ‘legal’ de personas humanas?
¿Qué buscamos al dejarnos esclavizar por el consumismo superfluo?
   Aquellos dos discípulos del Bautista que siguen a Jesús de Nazaret,
van a lo esencial, no buscan objetos ni cosas, buscan a un Maestro.
   Generalmente, hoy, los ‘expertos’ utilizan palabras complicadas
que solo entienden otros especialistas… viajan por muchos lugares
ofreciendo las mismas recetas… no permiten que otros crezcan…  
   Muy diferente la manera de enseñar del Maestro Jesús:
-sus palabras están respaldadas por el testimonio de su vida,
-su lenguaje es sencillo, al alcance de todos los que le escuchan,
-lo que enseña responde a las aspiraciones más profundas de la gente.
Jesús enseña con autoridad, no como los ‘expertos’ de la religión
El mensaje de Jesús será creíble por el testimonio de quien lo anuncia.

Maestro, ¿dónde vives?
   ¿Qué nos impide a cada uno de nosotros hacer la misma pregunta?
¿Seremos consecuentes cuando Jesús nos diga: Vengan y lo verán
    Recordemos: -Jesús nace pobre en un establo y vive pobremente:
el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Mt 8,20).
-Si alguna vez acepta comer en casa de un fariseo importante,
es para decirle: cuando des un banquete, invita a pobres, mancos,
cojos, ciegos; y tú serás feliz porque ellos no pueden pagarte (Lc 14).
-Él vino a este mundo para dar vida y vida en abundancia, por eso,
da de comer a las personas que tienen hambre, acoge y perdona
a los pecadores, sana a los enfermos abandonados y despreciados
como son los leprosos, dejando de lado tradiciones y costumbres.
-No le interesa que sus enemigos vayan diciendo que es un loco,
endemoniado, borrachoso, comilón, amigo de gente de mala vida…
   Teniendo esta ‘hoja de vida’ los dos discípulos de Juan el Bautista:
fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él desde aquel día
Ver y quedarse con Jesús nos lleva a una experiencia más profunda:
-Padre, que todos sean uno, como tú estás en mí y yo en ti,
así también que ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17,21).

Hemos encontrado a Jesús de Nazaret
   Andrés, que era uno de los dos discípulos, busca a su hermano
Simón, comparte con él la experiencia de vivir con Jesús, y le dice:
Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo lleva a Jesús.
   Lo mismo hace Felipe, busca a Natanael (Bartolomé) y le dice:
Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés y los profetas.
Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret… Ven y verás. Luego Natanael
exclama: Maestro, tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel (Jn 1,45ss).
   También la samaritana corre al pueblo para decir a sus paisanos:
Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que yo hice.
¿No será éste el Cristo?... En aquel pueblo muchos creyeron en Jesús
por las palabras de la mujer… Los samaritanos acudieron a Jesús
y le rogaron que se quedara con ellos (Jn 4,28ss).
   Ciertamente, como dicen nuestros Obispos en Aparecida (2007):
Conocer a Jesús por la fe es nuestro gozo. Seguirle es una gracia.
Transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor,
al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado (DA, n.18 y 32).
J. Castillo A.

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