22º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Deut 4,1-8 - Stgo
1,17-27 - Mc 7,1-23
En la Iglesia, la “Tradición” radica en las enseñanzas de Jesús,
porque
solo Él: -es el Camino que nos
conduce a Dios,
-es la
Verdad que nos hace libres,
-es la
Vida que nos colma de alegría
(cf. Plegaria eucarística V/b).
También
hay en la Iglesia “tradiciones y
costumbres”, como son:
los
ritos, el lenguaje, la manera de vestir, los títulos, el poder, etc.
que
pueden ser cambiadas en cualquier momento.
Tus
discípulos no respetan nuestras tradiciones
*Mc 7,1-5: Mientras Jesús
sigue enseñando a sus seguidores,
se
acercan algunos fariseos, y escribas que han venido de Jerusalén.
Éstos
“especialistas” al ver que algunos de los discípulos de Jesús
comen
sin lavarse las manos, se escandalizan y preguntan:
¿Por
qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?
La
observancia de “la pureza” (en este caso, lavarse
las manos),
era
un camino que conducía hacia Dios, fuente de paz.
Pero,
en vez de paz era una fuente de esclavitud y desprecio,
toda
vez que se trataba de practicar unas 630 normas. Por ello,
los
pobres que no lo hacían eran considerados malditos
(Jn 7,49).
¿Por
qué descuidamos la Palabra de Dios?
*Mc 7,6-13: Jesús apoyado en la verdadera tradición, responde:
Este pueblo me glorifica con los labios,
pero su corazón está lejos de mí. El
culto que me dan es inútil,
y la doctrina que enseñan son preceptos
humanos
(Is 29,13).
Este
problema sigue vigente, pues hay
creyentes esclavizados
por
el “cumplo-y-miento” de costumbres y tradiciones humanas;
sin
dar al Evangelio -anunciado por
Jesús- su verdadera importancia
Actuando
así, dejan de lado el amor a Dios: Padre nuestro…
y el amor al prójimo necesitado: Danos hoy el pan de cada día…
No
olvidemos que la verdadera religión
está ligada a la justicia:
cuidar
a los huérfanos y viudas en sus
necesidades
(2ª lectura).
La
verdadera pureza
*Mc 7,14-23: En esa época, si
un hijo da -como ofrenda sagrada-
una
propiedad o cierta cantidad de dinero, ya no está obligado
a
ayudar a sus padres (pensemos si son ancianos o están enfermos).
Actuando
así, anulan la voluntad de Dios, para practicar tradiciones
que
solo benefician a los funcionarios
del templo de Jerusalén.
Este
comportamiento lo vemos también, hoy, entre nosotros.
-Hay
hijos/as que abandonan a sus padres, y solo se acuerdan de ellos
cuando
han fallecido para darles un entierro de
primera clase…
-Otros/as
obligan a sus padres ancianos a
trabajar, o a mendigar…
-Y
no faltan hijos/as, cuyos padres viven
pobres y aislados…
Actuando
así, ¿esos hijos cumplen el cuarto mandamiento de la Ley,
donde
Dios nos dice: Honra a tu padre y a tu madre? (Ex 20,12).
Lo
anterior nos permite examinar ciertas costumbres y tradiciones:
*Hay fiestas patronales que empiezan con
una “Misa solemne”.
Sin
embargo, lo que sigue: ¿tiene relación con la
Cena del Señor?
¿Por
qué se da más importancia a los disfraces, músicos, licores…?
Al
respecto, el apóstol Pablo nos sigue reprochando cuando dice:
Mientras unos pasan hambre, otros están
borrachos
(1Cor 11,21).
*Hay devotos preocupados por adornar las
imágenes materiales,
y
se olvidan de los pobres que son verdaderas
imágenes de Dios:
Ante los casos de necesidad, no se debe dar
preferencia:
a los adornos de los templos y a los
objetos preciosos del culto divino;
al contrario, podría ser obligatorio
vender estos bienes para dar:
pan, bebida, vestido y casa a quien
carece de ello
(SRS, 1987, nº 31).
*Hay también primeras comuniones
y matrimonios religiosos,
donde
los adornos, vestidos, locales… sirven para quedar bien;
pero
¿hasta cuándo los pobres lázaros seguirán siendo excluidos,
mientras
ciertos
ricos tienen banquetes todos los días? (Lc 16,19ss).
Volviendo al tema de lo puro e impuro, Jesús
dice lo siguiente:
Lo que sale del hombre es lo que
contamina al hombre, porque
del
interior de su corazón salen: malos
propósitos, fornicaciones,
robos, asesinatos, adulterios,
injusticias, maldades, engaños, vicios,
envidia, difamación, orgullo, falta de
juicio… Todas estas maldades
salen del interior y hacen al hombre y a
la mujer impuros.
Lo
que Jesús nos pide es la conversión de
nuestros corazones,
pues, solo
se ve bien con el corazón, lo
esencial es invisible a los ojos.
Lo esencial es invisible a los ojos,
repitió El Principito.
J. Castillo A.
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