jueves, 30 de agosto de 2018

"La Tradición" y "las tradiciones"

22º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Deut 4,1-8  -  Stgo 1,17-27  -  Mc 7,1-23

   En la Iglesia, la “Tradición” radica en las enseñanzas de Jesús,
porque solo Él: -es el Camino que nos conduce a Dios,
-es la Verdad que nos hace libres,
-es la Vida que nos colma de alegría (cf. Plegaria eucarística V/b).
   También hay en la Iglesia “tradiciones y costumbres”, como son:
los ritos, el lenguaje, la manera de vestir, los títulos, el poder, etc.
que pueden ser cambiadas en cualquier momento.

Tus discípulos no respetan nuestras tradiciones
*Mc 7,1-5: Mientras Jesús sigue enseñando a sus seguidores,
se acercan algunos fariseos, y escribas que han venido de Jerusalén.
Éstos “especialistas” al ver que algunos de los discípulos de Jesús
comen sin lavarse las manos, se escandalizan y preguntan:
¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?
   La observancia de “la pureza” (en este caso, lavarse las manos),
era un camino que conducía hacia Dios, fuente de paz.
Pero, en vez de paz era una fuente de esclavitud y desprecio,
toda vez que se trataba de practicar unas 630 normas. Por ello,
los pobres que no lo hacían eran considerados malditos (Jn 7,49).

¿Por qué descuidamos la Palabra de Dios?
*Mc 7,6-13: Jesús apoyado en la verdadera tradición, responde:
Este pueblo me glorifica con los labios,
pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil,
y la doctrina que enseñan son preceptos humanos (Is 29,13).
   Este problema sigue vigente, pues hay creyentes esclavizados
por el “cumplo-y-miento” de costumbres y tradiciones humanas;
sin dar al Evangelio -anunciado por Jesús- su verdadera importancia
Actuando así, dejan de lado el amor a Dios: Padre nuestro
y el amor al prójimo necesitado: Danos hoy el pan de cada día
No olvidemos que la verdadera religión está ligada a la justicia:
cuidar a los huérfanos y viudas en sus necesidades (2ª lectura).

La verdadera pureza
*Mc 7,14-23: En esa época, si un hijo da -como ofrenda sagrada-
una propiedad o cierta cantidad de dinero, ya no está obligado
a ayudar a sus padres (pensemos si son ancianos o están enfermos).
Actuando así, anulan la voluntad de Dios, para practicar tradiciones
que solo benefician a los funcionarios del templo de Jerusalén.
   Este comportamiento lo vemos también, hoy, entre nosotros. 
-Hay hijos/as que abandonan a sus padres, y solo se acuerdan de ellos
cuando han fallecido para darles un entierro de primera clase
-Otros/as obligan a sus padres ancianos a trabajar, o a mendigar
-Y no faltan hijos/as, cuyos padres viven pobres y aislados
Actuando así, ¿esos hijos cumplen el cuarto mandamiento de la Ley,
donde Dios nos dice: Honra a tu padre y a tu madre? (Ex 20,12).
   Lo anterior nos permite examinar ciertas costumbres y tradiciones:
*Hay fiestas patronales que empiezan con una “Misa solemne”.
Sin embargo, lo que sigue: ¿tiene relación con la Cena del Señor?
¿Por qué se da más importancia a los disfraces, músicos, licores…?
Al respecto, el apóstol Pablo nos sigue reprochando cuando dice:
Mientras unos pasan hambre, otros están borrachos (1Cor 11,21).
*Hay devotos preocupados por adornar las imágenes materiales,
y se olvidan de los pobres que son verdaderas imágenes de Dios:
Ante los casos de necesidad, no se debe dar preferencia:
a los adornos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino;
al contrario, podría ser obligatorio vender estos bienes para dar:
pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello (SRS, 1987, nº 31).
*Hay también primeras comuniones y matrimonios religiosos,
donde los adornos, vestidos, locales… sirven para quedar bien;
pero ¿hasta cuándo los pobres lázaros seguirán siendo excluidos,
mientras ciertos ricos tienen banquetes todos los días? (Lc 16,19ss).
   Volviendo al tema de lo puro e impuro, Jesús dice lo siguiente:
Lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre, porque
del interior de su corazón salen: malos propósitos, fornicaciones,
robos, asesinatos, adulterios, injusticias, maldades, engaños, vicios, 
envidia, difamación, orgullo, falta de juicio… Todas estas maldades
salen del interior y hacen al hombre y a la mujer impuros.
   Lo que Jesús nos pide es la conversión de nuestros corazones,
pues, solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
Lo esencial es invisible a los ojos, repitió El Principito.
J. Castillo A.

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