miércoles, 26 de julio de 2017

Busquen y encontrarán

17º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
1Re 3,5-12  -  Rom 8,28-30  -  Mt 13,44-52

   ¿Por qué son cada vez más numerosos los hombres y las mujeres,
que no descubren la riqueza del Mensaje de Jesús, fuente de Vida?
   Lo que “enseñamos” a los niños, jóvenes y adultos, ¿no será:
una costumbre, una obligación y, peor, una carga pesada (Mt 23,4)?
   En nuestra sociedad consumista hacen falta seguidores/as de Jesús,
que hablen desde su experiencia y sean capaces de ofrecer vida nueva.

El tesoro escondido… La perla de gran valor…
   Dios Padre nos ha creado a su imagen y semejanza,
para que vivamos como hijos suyos y como hermanos entre nosotros.
Y nos confía también todo lo que existe para cuidarlo y cultivarlo.
Sin embargo, la maldad del ser humano corrompió la tierra (Gen).
   Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios Padre que tanto nos ama,
nos entrega a su Hijo único, no para juzgar sino para salvar (Jn 3).
   En este contexto, las parábolas del tesoro… y de la perla
nos enseñan que la Buena Noticia del Reino, anunciada por Jesús,
es un don, un regalo… y, al mismo tiempo, una respuesta libre
Por el Reino, renunciamos a todo lo que nos impide conseguirlo:
No amontonen tesoros en la tierra, donde los ladrones… roban.
Acumulen tesoros en el cielo… donde los ladrones no pueden robar.
Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6,19ss).
Para este compromiso necesitamos sabiduría para vivir como Jesús.
   A Salomón, joven rey, no le interesa las riquezas materiales,
es por eso que pide sabiduría para gobernar con justicia (1ª lectura).
   Muy diferente la actitud del joven rico a quien Jesús le dice:
Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselo a los pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.
Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico (Mt 19,16-22).
Cuánta falta nos hace buscar el verdadero tesoro que es Dios mismo,
porque quien pide, recibe; quien busca, halla;
y a quien llama a una puerta, se le abrirá (Mt 7,7ss).

La red que se echa al mar
    Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos les dice:
Síganme y yo haré de ustedes pescadores de personas (Mt 4,18ss).
Ellos saben por experiencia que en el mar hay peces buenos y malos.
Jesús, como ya lo dijo a propósito de la parábola del trigo y la cizaña,
la separación de buenos y malos tendrá lugar al final de los tiempos.
   Entre tanto, nuestra vida debe ser una permanente conversión, pues:
Ancho es el camino que lleva a la perdición y muchos van por allí.
Angosto es el camino que lleva a la vida y pocos lo encuentran…
No el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo (Mt 7,13-23).
   Lo peor entre ser bueno y malo, es ser mediocre, ser tibio:
Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio te vomito de mi boca.
Sin embargo, grande es la paciencia de Dios que  llama a la puerta…
Si alguien le abre, entrará y comerán juntos (Apc 3,15-20).
   No tengamos miedo al odio, a las persecuciones, a las calumnias:
Muchas son las olas que nos ponen en peligro
y una gran tempestad nos amenaza; dice San Juan Crisóstomo.
Luego añade: Sin embargo, no tenemos miedo de ser sumergidos,
pues permanecemos de pie sobre la roca… sobre la barca de Jesús.

El discípulo del Reino de los cielos
   Después de enseñar a la gente, Jesús les hace esta pregunta:
¿Han entendido todo esto? Ellos le responden: Sí. (cf. Hch 2,8-11).
En cambio, los especialistas en interpretar la Ley (de ayer y de hoy),
no estarán de acuerdo con las enseñanzas del Profeta de Nazaret,
pero no pueden decir que no le han entendido (cf. Mt 13,53-58).
   Luego, Jesús compara al discípulo que anuncia el Reinado de Dios,
con el padre de familia que saca de sus reservas lo antiguo y lo nuevo.
   Sobre los valores culturales, Juan Pablo II dijo en el Cusco (1985):
Conserven sus genuinos valores humanos, que son también cristianos.
Sin olvidar vuestras raíces históricas, fortificadlas a la luz de Cristo.
  Así es. El encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje y obras,
es el verdadero tesoro que da sentido pleno a nuestras vidas:
-Conocer a Jesús por la fe es el mejor regalo que hemos recibido.
-Haberle encontrado es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida.
-Seguirle es una gracia. -Transmitir este tesoro y darlo a conocer
con nuestra palabra y obras es nuestro gozo (DA, n.18 y 32).
J. Castillo A.

miércoles, 19 de julio de 2017

El Reino de los cielos...

16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Sab 12,13-19  -  Rom 8,26-27  -  Mt 13,24-43 

   Jesús sigue enseñando la Buena Noticia del Reino de los cielos,
utilizando comparaciones o parábolas muy sencillas, por ejemplo,
el trigo y la cizaña… la semilla de mostaza… la levadura
¿Por qué Jesús pide a sus seguidores de ayer y de hoy,
dejar que el trigo y la cizaña crezcan juntos hasta la siega?
¿La Iglesia es el hogar de todos, donde los pobres son los primeros?

… Se parece a un hombre que siembra buena semilla
   La parábola del trigo y la cizaña es una respuesta a la impaciencia
de los buenos que, escandalizados por el mal que hay en la sociedad,
quieren eliminar a los malos, con el fin de reinar ellos solos.
Jamás se puede justificar la violencia que causa muertes inocentes,
pues, nada ni la religión puede ser utilizada contra la vida humana.
   Esta parábola: -Es un llamado a cambiar nuestra manera de actuar,
pues lo que está en juego es nuestro futuro y destino final.
-Es una exigencia para ser sal y luz del mundo (Mt 5,13ss).
-Y nos alienta a dar testimonio de Jesús cuando somos
odiados y perseguidos por causa de la justicia (Mt 5,10ss;  10,16ss).
   Hoy, se viola los derechos humanos más elementales, sobre todo,
de los campesinos cuyas tierras son contaminadas o expropiadas;
por culpa de quienes no oyen el grito de la tierra y de los pobres (LS).
   En esta situación, ¿cómo sembrar buena semilla?... ¿qué hacer?... 
*Como todo profeta, reconocer nuestras limitaciones y convertirnos,
pues en cada uno de nosotros hay trigo, pero también hay cizaña.
*Denunciar a los que destruyen la vida de la tierra y del ser humano.
*Y, sobre todo, como seguidores/as de Jesús, el Profeta de Nazaret,
anunciar que el Reino de Dios es vida, justicia, paz…y por esta causa
liberar a los oprimidos… y con ellos liberar a los opresores.
*Solo al final, Jesús -el Justo juez- separará el trigo de la cizaña:
-Vengan, benditos de mi Padre, pues tuve hambre y me alimentaron
-Apártense de mí, malditos, pues tuve sed y no me dieron de beber…

… Se parece a un grano de mostaza
   Hablando del Reino de los cielos, Jesús no lo compara con el cedro,
que nos llevaría a buscar: poder, dinero, privilegios, honores. Por eso,
sería un grave error para los cristianos, hacer de la Cena del Señor
una ceremonia espectacular, llenando plazas y coliseos de multitud.
El ideal que Jesús nos propone está en lo pequeño, humilde, ordinario;
por ejemplo, en las pequeñas comunidades reunidas en una casa,
para oír la Palabra de Dios y participar en la fracción del pan (Hch 2).
   No olvidemos que la pequeña semilla de la mostaza es perjudicial,
porque se multiplica con facilidad y acaba con las plantas útiles;
luego vienen las aves, otra plaga, que se aprovechan de los frutos.
Para los poderosos de siempre, el Reinado de Dios es perjudicial
y no pueden librarse de él, aunque persiguen o asesinen, porque:
la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano).

… Se parece a la levadura
   Hay personas que trabajan para preparar nuestro pan de cada día.
Para ello, mezclan la levadura con la harina hasta que todo fermente.
La levadura, siendo poca, tiene fuerza para fermentar toda la masa.
Así actúa Dios, dice Jesús, desde adentro, de una manera sencilla.
   Hoy, ser Iglesia pobre entre los pobres significa hacer nuestro:
los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres
de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren (GS).
   En esta parábola, no debemos olvidar otro elemento cultural,
pues la levadura -para los judíos- era algo negativo para lo sagrado;
es por eso que durante la Cena pascual comían pan sin levadura.
Levadura escondida en la masa era, exactamente, como los poderosos
miran el movimiento de Jesús, algo que molesta “desde adentro”.
   Al respecto, ¿por qué los ricos tienen miedo a la gente sencilla
que: ve… oye… habla… se levanta… camina… y sigue a Jesús?
Por la sencilla razón que ya pueden denunciar las ayudas paliativas:
Quizás das limosna. Pero, ¿de dónde la sacas sino es de tus robos,
del sufrimiento, de las lágrimas, de los lamentos?
Si el pobre supiera de dónde viene tu ayuda, la rechazaría;
porque tendría la impresión de morder la carne de sus hermanos…
Él te diría: -no sacies mi sed con las lágrimas de mis hermanos…
-deshaga tu pandilla y nosotros sabremos desenvolvernos muy bien.
(San Gregorio de Nisa, 335-394, Sermón contra los usureros).
J. Castillo A.

miércoles, 12 de julio de 2017

El sembrador sale a sembrar

15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 55,10-11  -  Rom 8,18-23  -  Mt 13,1-23

   Un día el campesino despertó / con la luz de un feliz amanecer.
   Y luego lentamente avanzó / y bajó al valle azul para sembrar.
Tras él la tierra se cubrió / de verdor, de amor y paz.
Después la rama floreció / y el sol brotó en el trigal… en el trigal.
   El pobre campesino descansó / al llegar un feliz atardecer.
   El cielo al ver su marcha sollozó / y empezó a llover cuando se fue.

El sembrador
   Jesús está sentado a orillas del lago de Galilea…sube a una barca…
y enseña a la gente diciendo: Sale el sembrador a sembrar
El sembrador es Jesús quien, con palabras, obras y gestos audaces,
anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios… y sana a los enfermos.
Para que esta misión de sembrar continúe, Jesús busca discípulos/as,
y los forma en la acción misionera, para ser misioneros (Mt 10,5ss).
   Cuando se da más importancia a tener cosas y no a ser persona,
nuestras comunidades cristianas deben sembrar como Jesús,
palabras y obras de vida, de esperanza, de misericordia:
-sembrar gracia y santidad, donde hay egoísmo y pecado;
-sembrar amor y vida, donde hay odio y muerte;
-sembrar verdad y libertad, donde hay mentira y opresión;
-sembrar justicia y paz, donde hay corrupción y violencia.
   Al respecto, desde su propia experiencia campesina Jesús nos dice:
Levanten los ojos y observen los campos
que ya están madurando para la cosecha.
El segador ya recibe su salario, y cosecha frutos para la vida eterna,
pues el sembrador participa también en la alegría del segador.
De este modo se cumple el refrán: Unos siembran y otros cosechan.
Yo les envié a cosechar donde ustedes no han trabajado,
otros sembraron y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos (Jn 4,35).
   Teniendo presente estas palabras de Jesús, en nuestra labor pastoral,
¿hay continuidad entre los que siembran y los que cosechan?

La semilla
   Para Jesús no es fácil sembrar la semilla de la Palabra de Dios
Allí están los sabios y entendidos que se oponen a sus enseñanzas.
Pero el Profeta de Nazaret jamás se desanima ni pierde la esperanza,
busca, incluso, que sus enemigos se conviertan (Mc 12,28-34).
   ¿Qué debemos hacer, en una sociedad donde el capitalismo salvaje
destruye la tierra y oprime a la gente sencilla?... Oír a Jesús que dice:
Si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda solo,
pero si muere, da abundante cosecha.
El que ama su vida, la pierde; pero el que la arriesga en este mundo,
la conserva para la vida eterna (Jn 12,24ss).
   Para edificar una sociedad justa, humana, fraterna, solidaria;
oigamos y practiquemos la Palabra de Dios… (Mt 7,24ss);
dando testimonio en el hogar, en el barrio, en el trabajo…

El terreno
   Veamos el terreno que es el mundocon los mismos ojos
con que Jesús contempla la sociedad de su tiempo (DGC, 1971, n.16).
   Son millones -dice Juan Pablo II- los que carecen de esperanza
debido al hecho de que, en muchos lugares de la tierra,
su situación se ha agravado sensiblemente.
Y añade: Ante estos dramas de total indigencia y necesidad,
en que viven muchos de nuestros hermanos y hermanas,
es el mismo Señor Jesús que viene a interpelarnos (SRS, 1987, n.13).
   Los responsables de tantas injusticas: oyen pero no entienden,
miran pero no ven, tienen el corazón endurecido (Is 6,9s).
Una vez más, se cumple lo que dice Dios al profeta Ezequiel:
Hijo de hombre, yo te envío a un pueblo que se ha rebelado contra mí.
Son personas de corazón endurecido…Ya sea que te escuchen o no,
sabrán que hay un profeta en medio de ellos (Ez 2,3ss).
   No olvidemos que cada uno de nosotros somos al mismo tiempo:
tierra dura, con piedras y mala hierba; pero también tierra buena;
pues, -muchos no entienden la Palabra de Dios, tienen sus intereses…
-otros oyen la Palabra con gozo, pero abandonan al ser perseguidos…
-y no faltan quienes prefieren las riquezas materiales, el “dios-oro”…
-sin embargo, hay también creyentes y personas de buena voluntad,
que oyen la Palabra de Dios… la meditan… la ponen en práctica
y dan fruto: el ciento, el sesenta y el treinta por uno.
J. Castillo A.

viernes, 7 de julio de 2017

Vivir sencillamente con Dios (Domingo 9 de Julio)

 
“Te doy gracias, padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a os sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 25).  Es el grito exultante de quien ha experimentado el amor del Padre en las cosas sencillas y simples de la vida y constata que los que se complican la vida con juegos de palabras, experimentos, maquinaciones y teorías rebuscadas, no pueden captar la sabiduría y belleza de Dios. El mensaje divino sólo está manifiesto a la gente humilde, a los “simples”, diría san Francisco, a los que tienen la mente y el corazón abiertos a la sorpresa de Dios. Los sabios y entendidos del mundo han cerrado la puerta de acceso al conocimiento del Reino con su soberbia.  

¿"Antes muerta que sencilla"?

Gente sencilla es lo opuesto a  gente complicada; los simples y sencillos son diferentes a los complicados, aquellos que se han construido un mundo mental y moral a su medida donde ellos son el centro. Brilla en ellos más el personaje que la persona, la imagen que la realidad. De este modo los complicados han perdido la capacidad de ver lo evidente, realidades tan fáciles de intuir como:
-que Dios está ahí, a tu lado,
-que el hermano es algo más que un número,
-que la ambición destruye a la persona y a la sociedad,
-que al mundo no le sobran personas sino que falta voluntad de convivir y compartir,
-que las fronteras son un invento del maligno,
-que la justicia es mucho más que la ley,
-que el amor y el perdón tiene más futuro que el odio...


En nuestro mundo abundamos de gente complicada, mientras escaseamos de gente sencilla; tal vez porque cada uno tiende diabólicamente a complicar las cosas para buscar el propio beneficio. Al grito de "antes muerta que sencilla", título de una canción que fue de fugaz éxito, son muchos los que prefieren vivir ajetreados, distrayendo la vida con multitud de cosas, antes que pasar desapercibidos a los ojos de una sociedad que cada día exige más tontería para ser alguien según sus esquemas.


Es una pena, porque a quienes viven encumbrados sobre la farándula y encorvados sobre sus ombligos les está vedado el conocimiento de Dios; no porque Dios no quiera dárseles a conocer sino porque ellos no quieren conocerle; tampoco pueden, porque Dios es demasiado “excelente” para estómagos groseros y egoístas. A Dios no se le encuentra embelesados en las superficiales rugosidades del ombligo, sino adentrados en las profundidades interiores del corazón.

Los sencillos encuentran a Dios.

Captar la onda de Dios exige dejar a un lado los intereses mundanos, vaciar el alma de saberes, limpiar el corazón de borrones para escribir el nombre de Dios en su página inmaculada; para oír a Dios se precisa dar de lado a los ruidos que ensordecen el alma y escuchar en el silencio su llamada: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11,28).

¿Quién no se ha sentido alguna vez en la vida cansado, agobiado, desesperado, desanimado, hundido, ahogado? Todos hemos experimentado en algún momento esa carga sobre nuestros hombros, y hemos gritado como el poeta Antonio Machado
;
 
 ¡Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta rota
de gritar sobre los mares.
La voz de la mar me asorda
y el universo me ahoga.
 
Señor, me dejaste solo,
sólo con el mar a solas.
O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo 
es tu voz.
 
  Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás.
Y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.

Cuando sientes el agobio de la vida, cuando angustiado  preguntas ¿dónde estás, Señor?,  ya tienes la respuesta: “En todas partes te encuentro / sólo por irte a buscar”. Encuentras a Dios en la fe, buscándole siempre, no perdiendo su memoria en la tempestad.  Aunque parezca dormido, Él sigue estando contigo (cf Mt 8,23-27) y te llama: “¡Ven a mi! ...  Yo te aliviaré” (cf Mt 11,28). Y cuando vuelves tu mirada al Señor sientes en ti mismo el descanso de preocupaciones que son una tortura inútil: el miedo a perder en tus negocios, el miedo a quedarte en la calle, sin trabajo,  el pánico al rechazo si  ejerces la denuncia profética, el terror a que los que tanto quieres no te quieran; te basta saber que Él te quiere, y está de tu lado.

Con Santa Teresa de Ávila, puedes decir: “Sólo Dios basta”; todo lo demás es importante, pero sólo Él es esencial. En Él está mi despreocupada preocupación; si me ocupo sólo de las cosas de Dios, si en lo humano busco primero el Reino de Dios y su justicia, todo lo demás se me dará por añadidura (cf Mt 6,33) y encontraré el descanso de la carne y el espíritu.

Para hallar a Dios es suficiente dejarle ser; dejar que Dios sea Dios. Somos tan complicados que queremos que Dios no sea Él sino nuestra idea de Él, nuestro Dios imaginado, un Dios que tendría que hacer encajes de bolillos para poder concertar nuestras propias contradicciones y pecados. ¡Deja que Dios sea Dios! No te compliques fabricando un Dios que cimente tu personalidad ficticia, el imposible de una vida de nadar y guardar la ropa. ¡Mírate en el espejo y date cuenta de quien eres y quién es Él! Si te asusta verte reflejado en el espejo no temas, quítate el maquillaje, arroja al cubo de la basura tus abalorios y acude a Él, que te aliviará. ¿Me harás caso? 


En Dios está tu poder.


Hay un libro de éxito mundial escrito por Eckart Tolle, a quien podemos considerar el líder de los maestros espirituales new age del momento; se trata de una obra de la que se han vendido millones de ejemplares: El poder del ahora, y tiene como subtítulo: Una guía para la iluminación espiritual. Se trata de un autor místico de la new age que parece haber descubierto la clave de la felicidad en esa mezcla tan actual de  autoayuda y  espiritualidad. Su espiritualidad consiste es algo tan sencillo como situarse en el presente (mindfulness). Su evangelio, que desarrolla con detenidas puntualizaciones y que aquí no podemos explicitar , es muy simple: no existe el pasado, no existe el futuro, sólo existe el presente; por tanto, vive cada momento con serenidad porque el pasado ya fue y el futuro aún no es. Lógicamente el éxito del libro, en estos tiempos de espiritualidad sin Dios, puede deberse también en su indefinición religiosa. 

Va en aumento en nuestro entorno una espiritualidad de tinte marcadamente individualista y narcisista como la que predica E. Tolle, y que no soporta fácilmente ni la idea ni la presencia de un Dios encarnado y exigente que desenmascare la egolatría de quien sólo cree y se da culto a sí mismos, y tampoco la idea de una Iglesia (comunidad) que garantice una tradición espiritual sólida.  Aunque el autor del libro citado  remite a unos escogidos versículos del Nuevo Testamento, e incluso habla del camino de la cruz, da la sensación de que lo hace sólo como apoyo para justificar como máximo objetivo de la vida el disfrute individual  de un bienestar interior. ¿No estamos ante una espiritualidad de evasión, que olvida que Jesús no quita la cruz sino que la aligera con su presencia y acompañamiento?
 
Jesús no vino a quitarnos la cruz, sino a enseñarnos y ayudarnos a llevarla. La carga y el yugo de la vida son ligeros, pero no por ello un estorbo para vivir. Es más, la cruz es parte esencial de la propia existencia, porque no hay vida sin cruz, sin compromiso conmigo mismo, con  el Otro y con los otros. No hay evangelio sin cruz, y si al "evangelio de la cruz" y la resurrección" le quitamos una de sus partes  lo mutilamos y desvirtuamos.
 
La venta y suponemos que la lectura masiva de las obras de Eckhart Tolle  son un reto para los creyentes cristianos porque nos obliga a pensar que hay mucha gente de nuestro tiempo buscando la paz y la felicidad (hambre de espiritualidad) y creen encontrarlas en filosofías místicas (mientras más racionalistas, mejor). Se trata -piensan- de hallar la plenitud en uno mismo, en las propias capacidades y poderes.


Pero ¿se basta a sí mismo el hombre? El poder del ahora, la potencia para hallar la paz y el bienestar espiritual lo puedes encontrar en ti, pero no porque forme parte de tu naturaleza; esa fuerza vive y existe fuera de ti y debes salir de tu egoísmo para alcanzarla: la fuerza está en Jesucristo; no eres tú quien tiene el poder, es Él quien te concede esa fuerza; si le reconoces en la fe y le dejas entrar en tu vida, te colmará de sus dones, sanará tus heridas, llenará tus vacíos haciendo realidad en ti su palabra: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré” (Mt 11, 28).

Y no sólo fuera. También, misteriosamente, esa fuerza que es Dios la llevas en tu interior. Habitando en ti (inhabitación) Jesús te da el poder para complicarte la vida por el Reino, sin agobios. Sabrás entonces que no cuentas  sólo con tus fuerzas, porque el poder de Dios te acompaña (cf 1 Sam 17,45). Si abres tu conciencia a la verdad del Evangelio de Jesús, tu poder y tu ahora será Jesucristo; con Él gozarás del presente sin estar  lastrado por los errores del pasado y sin miedo al futuro. Y el gozo de Jesús no te enclaustrará en un presente pasivo y narcisista, sino que te empujará a la acción por un futuro mejor.

Piensa un poco en tus preocupaciones concretas, en lo que ahora mismo hace pesado y lento el dinamismo de tu existencia, y luego, teniendo ante ti  todas esas cosas que parecen ahogarte, mira a Jesús y escúcha lo que te dice: “Ven a mí si estás cansado y agobiado… Yo te aliviaré… y encontrarás tu descanso”. ¿A qué esperas para dejarle entrar en tu vida? No te quitará tu cruz, pero desde entonces será más leve, porque "su yugo es llevadero y su carga ligera”. (Mt 11,30).
 
Casto Acedo Gómez. Julio 2017. paduamerida@gmail.com

miércoles, 5 de julio de 2017

Jesús agradece al Padre

14º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Zac 9,9-10  -  Rom 8,9-13  -  Mt 11,25-30

   Jesús es una persona de oración… y agradece al Padre
porque el anuncio del Reino de Dios es acogido por la gente sencilla.
Siendo Hijo de Dios, nos da a conocer el verdadero rostro del Padre,
y, desde su experiencia, nos ofrece un yugo suave y una carga ligera.

Sabios y entendidos… y  gente sencilla…
   Los sacerdotes, doctores de la ley y fariseos son sabios y entendidos;
ellos no necesitan aprender, porque tienen otros intereses.
Los primeros han hecho del templo una cueva de ladrones (Mt 21).
Los otros: Rezan para devorar los bienes de las viudas (Lc 21,47).
Enseñan pero no practican. Ponen pesadas cargas a la gente.
Todo lo hacen para exhibirse. Les gusta ocupar los primeros puestos.
Son guías ciegos. No practican lo más importante de la ley, a saber,
la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mt 23).
Como dice Jesús: los que obran mal, odian la luz y no vienen a la luz,
para que sus maldades no sean descubiertas y condenadas (Jn 3,19s).
   Muy diferente la respuesta de la gente sencilla, pobre, ignorante…
que -según los fariseos- son malditos por no conocer la ley (Jn 7,49).
Sin embargo, Jesús les enseña a ellos, partiendo de la realidad,
desde lo que ve y oye, mientras camina por ciudades y pueblos.
Para Jesús todo es una oportunidad para anunciar el Reino de Dios:
la semilla y la tierra… el trigo y la cizaña… el tesoro y la perla
Es por eso que la gente sencilla le escucha con admiración y exclama:
Enseña con autoridad, no como los maestros de la ley (Mt 7,29).
   Y hoy, al ver que se adormece a los pobres con proyectos paliativos,
que no van a las verdaderas causas de tanta injusticia y desigualdad,
Jesús -a través de nosotros- vuelve a proclamar esta Buena Noticia:
Felices ustedes los pobres… los afligidos… los humildes…
los que tienen hambre y sed de justicia… los compasivos…
los limpios de corazón… los que trabajan por la paz…
porque el Reino de los cielos les pertenece (Mt 5,1ss).

El Padre y el Hijo
   Después que Jesús es bautizado, se oye la voz del Padre que dice:
Éste es mi Hijo querido, mi predilecto (Mt 3,17).
   Algo semejante se oye también durante su transfiguración:
Éste es mi Hijo amado, a quien he elegido, escúchenle (Mt 17,5).
   Desde esta íntima comunión del Padre con el Hijo,
podemos conocer -escuchando a Jesús- el verdadero rostro de Dios,
amigo de la Vida… Padre misericordioso y compasivo…
Para ello, abriendo las páginas de los evangelios, vemos que Jesús
tiene un corazón que siente y sufre la miseria de los insignificantes,
y vive pobre entre los pobres, padeciendo con todos ellos.
   Ahora bien, Jesús -a quien el Padre le ha entregado todo- nos dice:
Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre,
y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo quiera darlo a conocer.

Ligeros de equipaje
   Ya lo dijimos. Los fariseos y los maestros de la ley (de ayer y hoy),
imponen a la gente insoportables prácticas legales y religiosas;
mientras ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas.
Jesús, que vino a liberarnos de toda clase de opresión, nos dice:
Vengan a mí, los que están cansados y agobiados. Yo les aliviaré.
   Al enviar a sus discípulos para anunciar el Reino y sanar enfermos,
Jesús les dice: Den gratuitamente lo que gratuitamente han recibido.
No lleven en el cinturón oro, ni plata, ni monedas de cobre;
ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón,
porque quien trabaja tiene derecho a comer (Mt 10,7ss).
También hoy nos dice: Mi yugo es suave y mi carga es ligera.
   El camino para conocer al Padre es Jesús, su Hijo amado,
que por amor nace pobre en un establo, para darnos vida en plenitud.
Al respecto, San Pablo escribe: Cristo tomó la condición de servidor.
Se hizo semejante a los seres humanos. Se humilló. 
Y se hizo obediente hasta la muerte y muerte en la cruz (Flp 2,5ss).
Sabiendo que el camino de los sabios, entendidos, doctores de la ley...
no es el camino de la gente sencilla y despreciada (cf. Is. 55,8);
Jesús, el Hijo de Dios, el Profeta humilde de Nazaret, nos dice:
Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón
y encontrarán descanso para sus vidas (cf. Jer 6,16).
J. Castillo A.