miércoles, 26 de julio de 2017

Busquen y encontrarán

17º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
1Re 3,5-12  -  Rom 8,28-30  -  Mt 13,44-52

   ¿Por qué son cada vez más numerosos los hombres y las mujeres,
que no descubren la riqueza del Mensaje de Jesús, fuente de Vida?
   Lo que “enseñamos” a los niños, jóvenes y adultos, ¿no será:
una costumbre, una obligación y, peor, una carga pesada (Mt 23,4)?
   En nuestra sociedad consumista hacen falta seguidores/as de Jesús,
que hablen desde su experiencia y sean capaces de ofrecer vida nueva.

El tesoro escondido… La perla de gran valor…
   Dios Padre nos ha creado a su imagen y semejanza,
para que vivamos como hijos suyos y como hermanos entre nosotros.
Y nos confía también todo lo que existe para cuidarlo y cultivarlo.
Sin embargo, la maldad del ser humano corrompió la tierra (Gen).
   Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios Padre que tanto nos ama,
nos entrega a su Hijo único, no para juzgar sino para salvar (Jn 3).
   En este contexto, las parábolas del tesoro… y de la perla
nos enseñan que la Buena Noticia del Reino, anunciada por Jesús,
es un don, un regalo… y, al mismo tiempo, una respuesta libre
Por el Reino, renunciamos a todo lo que nos impide conseguirlo:
No amontonen tesoros en la tierra, donde los ladrones… roban.
Acumulen tesoros en el cielo… donde los ladrones no pueden robar.
Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 6,19ss).
Para este compromiso necesitamos sabiduría para vivir como Jesús.
   A Salomón, joven rey, no le interesa las riquezas materiales,
es por eso que pide sabiduría para gobernar con justicia (1ª lectura).
   Muy diferente la actitud del joven rico a quien Jesús le dice:
Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselo a los pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme.
Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico (Mt 19,16-22).
Cuánta falta nos hace buscar el verdadero tesoro que es Dios mismo,
porque quien pide, recibe; quien busca, halla;
y a quien llama a una puerta, se le abrirá (Mt 7,7ss).

La red que se echa al mar
    Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos les dice:
Síganme y yo haré de ustedes pescadores de personas (Mt 4,18ss).
Ellos saben por experiencia que en el mar hay peces buenos y malos.
Jesús, como ya lo dijo a propósito de la parábola del trigo y la cizaña,
la separación de buenos y malos tendrá lugar al final de los tiempos.
   Entre tanto, nuestra vida debe ser una permanente conversión, pues:
Ancho es el camino que lleva a la perdición y muchos van por allí.
Angosto es el camino que lleva a la vida y pocos lo encuentran…
No el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad de mi Padre del cielo (Mt 7,13-23).
   Lo peor entre ser bueno y malo, es ser mediocre, ser tibio:
Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio te vomito de mi boca.
Sin embargo, grande es la paciencia de Dios que  llama a la puerta…
Si alguien le abre, entrará y comerán juntos (Apc 3,15-20).
   No tengamos miedo al odio, a las persecuciones, a las calumnias:
Muchas son las olas que nos ponen en peligro
y una gran tempestad nos amenaza; dice San Juan Crisóstomo.
Luego añade: Sin embargo, no tenemos miedo de ser sumergidos,
pues permanecemos de pie sobre la roca… sobre la barca de Jesús.

El discípulo del Reino de los cielos
   Después de enseñar a la gente, Jesús les hace esta pregunta:
¿Han entendido todo esto? Ellos le responden: Sí. (cf. Hch 2,8-11).
En cambio, los especialistas en interpretar la Ley (de ayer y de hoy),
no estarán de acuerdo con las enseñanzas del Profeta de Nazaret,
pero no pueden decir que no le han entendido (cf. Mt 13,53-58).
   Luego, Jesús compara al discípulo que anuncia el Reinado de Dios,
con el padre de familia que saca de sus reservas lo antiguo y lo nuevo.
   Sobre los valores culturales, Juan Pablo II dijo en el Cusco (1985):
Conserven sus genuinos valores humanos, que son también cristianos.
Sin olvidar vuestras raíces históricas, fortificadlas a la luz de Cristo.
  Así es. El encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje y obras,
es el verdadero tesoro que da sentido pleno a nuestras vidas:
-Conocer a Jesús por la fe es el mejor regalo que hemos recibido.
-Haberle encontrado es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida.
-Seguirle es una gracia. -Transmitir este tesoro y darlo a conocer
con nuestra palabra y obras es nuestro gozo (DA, n.18 y 32).
J. Castillo A.

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