miércoles, 12 de julio de 2017

El sembrador sale a sembrar

15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 55,10-11  -  Rom 8,18-23  -  Mt 13,1-23

   Un día el campesino despertó / con la luz de un feliz amanecer.
   Y luego lentamente avanzó / y bajó al valle azul para sembrar.
Tras él la tierra se cubrió / de verdor, de amor y paz.
Después la rama floreció / y el sol brotó en el trigal… en el trigal.
   El pobre campesino descansó / al llegar un feliz atardecer.
   El cielo al ver su marcha sollozó / y empezó a llover cuando se fue.

El sembrador
   Jesús está sentado a orillas del lago de Galilea…sube a una barca…
y enseña a la gente diciendo: Sale el sembrador a sembrar
El sembrador es Jesús quien, con palabras, obras y gestos audaces,
anuncia la Buena Noticia del Reino de Dios… y sana a los enfermos.
Para que esta misión de sembrar continúe, Jesús busca discípulos/as,
y los forma en la acción misionera, para ser misioneros (Mt 10,5ss).
   Cuando se da más importancia a tener cosas y no a ser persona,
nuestras comunidades cristianas deben sembrar como Jesús,
palabras y obras de vida, de esperanza, de misericordia:
-sembrar gracia y santidad, donde hay egoísmo y pecado;
-sembrar amor y vida, donde hay odio y muerte;
-sembrar verdad y libertad, donde hay mentira y opresión;
-sembrar justicia y paz, donde hay corrupción y violencia.
   Al respecto, desde su propia experiencia campesina Jesús nos dice:
Levanten los ojos y observen los campos
que ya están madurando para la cosecha.
El segador ya recibe su salario, y cosecha frutos para la vida eterna,
pues el sembrador participa también en la alegría del segador.
De este modo se cumple el refrán: Unos siembran y otros cosechan.
Yo les envié a cosechar donde ustedes no han trabajado,
otros sembraron y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos (Jn 4,35).
   Teniendo presente estas palabras de Jesús, en nuestra labor pastoral,
¿hay continuidad entre los que siembran y los que cosechan?

La semilla
   Para Jesús no es fácil sembrar la semilla de la Palabra de Dios
Allí están los sabios y entendidos que se oponen a sus enseñanzas.
Pero el Profeta de Nazaret jamás se desanima ni pierde la esperanza,
busca, incluso, que sus enemigos se conviertan (Mc 12,28-34).
   ¿Qué debemos hacer, en una sociedad donde el capitalismo salvaje
destruye la tierra y oprime a la gente sencilla?... Oír a Jesús que dice:
Si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda solo,
pero si muere, da abundante cosecha.
El que ama su vida, la pierde; pero el que la arriesga en este mundo,
la conserva para la vida eterna (Jn 12,24ss).
   Para edificar una sociedad justa, humana, fraterna, solidaria;
oigamos y practiquemos la Palabra de Dios… (Mt 7,24ss);
dando testimonio en el hogar, en el barrio, en el trabajo…

El terreno
   Veamos el terreno que es el mundocon los mismos ojos
con que Jesús contempla la sociedad de su tiempo (DGC, 1971, n.16).
   Son millones -dice Juan Pablo II- los que carecen de esperanza
debido al hecho de que, en muchos lugares de la tierra,
su situación se ha agravado sensiblemente.
Y añade: Ante estos dramas de total indigencia y necesidad,
en que viven muchos de nuestros hermanos y hermanas,
es el mismo Señor Jesús que viene a interpelarnos (SRS, 1987, n.13).
   Los responsables de tantas injusticas: oyen pero no entienden,
miran pero no ven, tienen el corazón endurecido (Is 6,9s).
Una vez más, se cumple lo que dice Dios al profeta Ezequiel:
Hijo de hombre, yo te envío a un pueblo que se ha rebelado contra mí.
Son personas de corazón endurecido…Ya sea que te escuchen o no,
sabrán que hay un profeta en medio de ellos (Ez 2,3ss).
   No olvidemos que cada uno de nosotros somos al mismo tiempo:
tierra dura, con piedras y mala hierba; pero también tierra buena;
pues, -muchos no entienden la Palabra de Dios, tienen sus intereses…
-otros oyen la Palabra con gozo, pero abandonan al ser perseguidos…
-y no faltan quienes prefieren las riquezas materiales, el “dios-oro”…
-sin embargo, hay también creyentes y personas de buena voluntad,
que oyen la Palabra de Dios… la meditan… la ponen en práctica
y dan fruto: el ciento, el sesenta y el treinta por uno.
J. Castillo A.

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