15º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 55,10-11 - Rom
8,18-23 - Mt 13,1-23
Un día el
campesino despertó / con la luz de un feliz amanecer.
Y luego lentamente avanzó / y bajó al valle azul para sembrar.
Tras
él la tierra se cubrió / de verdor, de amor y paz.
Después
la rama floreció / y el sol brotó en el trigal… en el trigal.
El pobre campesino descansó / al llegar un feliz atardecer.
El cielo al ver su marcha sollozó / y empezó a llover cuando se fue.
El
sembrador
Jesús está sentado a orillas del lago de
Galilea…sube a una barca…
y
enseña a la gente diciendo: Sale el sembrador a sembrar…
El sembrador es Jesús quien, con
palabras, obras y gestos audaces,
anuncia la Buena
Noticia del Reino de Dios… y sana a los enfermos.
Para
que esta misión de sembrar continúe, Jesús
busca discípulos/as,
y
los forma en la acción misionera, para ser misioneros (Mt 10,5ss).
Cuando
se da más importancia a tener cosas
y no a ser persona,
nuestras
comunidades cristianas deben sembrar como Jesús,
palabras y obras de vida, de
esperanza, de misericordia:
-sembrar
gracia y santidad, donde hay
egoísmo y pecado;
-sembrar
amor y vida, donde hay odio y
muerte;
-sembrar
verdad y libertad, donde hay
mentira y opresión;
-sembrar
justicia y paz, donde hay
corrupción y violencia.
Al
respecto, desde su propia experiencia campesina Jesús nos dice:
Levanten los ojos y observen los campos
que ya están madurando para la cosecha.
El segador ya recibe su salario, y
cosecha frutos para la vida eterna,
pues el sembrador participa también en
la alegría del segador.
De este modo se cumple el refrán: Unos siembran y otros cosechan.
Yo les envié a cosechar donde ustedes no
han trabajado,
otros sembraron y ustedes recogen el
fruto de sus esfuerzos (Jn 4,35).
Teniendo
presente estas palabras de Jesús, en nuestra labor pastoral,
¿hay continuidad entre los que siembran y
los que cosechan?
La
semilla
Para Jesús no es fácil sembrar la semilla de la Palabra de Dios
Allí
están los sabios y entendidos que se
oponen a sus enseñanzas.
Pero
el Profeta de Nazaret jamás se desanima ni pierde la esperanza,
busca,
incluso, que sus enemigos se conviertan (Mc 12,28-34).
¿Qué debemos hacer, en una sociedad
donde el capitalismo salvaje
destruye
la tierra y oprime a la gente sencilla?...
Oír a Jesús que dice:
Si el grano de trigo al caer en tierra
no muere, queda solo,
pero si muere, da abundante cosecha.
El que ama su vida, la pierde; pero el
que la arriesga en este mundo,
la conserva para la vida eterna (Jn 12,24ss).
Para
edificar
una sociedad justa, humana, fraterna, solidaria;
oigamos y practiquemos la Palabra de
Dios… (Mt 7,24ss);
dando testimonio en el hogar, en
el barrio, en el trabajo…
El
terreno
Veamos el terreno que es el mundo… con
los mismos ojos
con que Jesús contempla la sociedad de
su tiempo
(DGC, 1971, n.16).
Son
millones -dice Juan Pablo II- los que
carecen de esperanza
debido al hecho de que, en muchos
lugares de la tierra,
su situación se ha agravado
sensiblemente.
Y
añade: Ante estos dramas de total indigencia y necesidad,
en que viven muchos de nuestros hermanos
y hermanas,
es el mismo Señor Jesús que viene a
interpelarnos
(SRS, 1987, n.13).
Los
responsables de tantas injusticas: oyen
pero no entienden,
miran pero no ven, tienen el corazón
endurecido
(Is 6,9s).
Una
vez más, se cumple lo que dice Dios al profeta Ezequiel:
Hijo de hombre, yo te envío a un pueblo
que se ha rebelado contra mí.
Son personas de corazón endurecido…Ya
sea que te escuchen o no,
sabrán que hay un profeta en medio de ellos (Ez 2,3ss).
No
olvidemos que cada uno de nosotros somos al mismo tiempo:
tierra dura, con piedras y mala hierba;
pero también tierra buena;
pues,
-muchos no entienden la Palabra de
Dios, tienen sus intereses…
-otros oyen la Palabra con gozo, pero
abandonan al ser perseguidos…
-y
no faltan quienes prefieren las riquezas
materiales, el “dios-oro”…
-sin
embargo, hay también creyentes y
personas de buena voluntad,
que
oyen la Palabra de Dios… la meditan… la ponen en práctica…
y dan fruto: el ciento, el sesenta y el
treinta por uno.
J. Castillo A.
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