JUEVES SANTO,
Ex 12,1-14 - 1Cor
11,23-26 - Jn 13,1-15
En la Cena de despedida que Jesús realiza
con sus seguidores,
hay tres mensajes que debemos meditarlos
y practicarlos:
*Jesús ama a los suyos y los ama hasta el fin.
*Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre, por nosotros.
*Jesús, siendo el Señor y el Maestro, lava los pies a sus discípulos.
Jesús
ama a los suyos y los ama hasta el fin
En Galilea, Jesús enseña a sus seguidores
diciéndoles:
*Yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.
Así serán hijos del Padre que hace salir
el sol sobre malos y buenos,
y hace llover sobre justos y pecadores…
Por tanto, sean perfectos
como
es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo (Mt 5,43ss).
*Ahora, en aquella Cena de despedida, el
texto de Juan dice:
Jesús
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los
amó hasta el fin.
Poco
después, Jesús anuncia: Les doy un mandamiento nuevo,
que
se amen unos a otros como yo les amo a ustedes (Jn 13,34).
Tengamos
presente que Jesús no dice que debemos amar a Dios,
ni
que debemos amarle a Él. Solo nos pide amarnos mutuamente,
como el Padre nos ama, y como su Hijo
Jesús nos ama.
*Años más tarde, Pablo escribe el
siguiente himno al amor:
Aunque yo hablara todas las lenguas de
los hombres y de los ángeles,
si me falta el amor, soy como la campana o el platillo que suenan (…).
El
amor es paciente y
servicial, no es envidioso ni busca aparentar,
no es orgullo ni actúa con bajeza, no
busca su interés ni se irrita.
Nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad (…).
Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor,
pero
el más grande de ellos es el amor (1Cor 13).
Otro
mundo es posible, si amamos y damos preferencia a los
últimos,
a
los insignificantes, a los maltratados, a los despreciados y excluidos,
que
viven entre nosotros, en un país con
muchos millones de cristianos.
Jesús
entrega su cuerpo y derrama su sangre, por nosotros
Al narrar la última cena, Juan se detiene
en el lavatorio de los pies,
sin
mencionar la Eucaristía, como hacen
los otros tres evangelistas.
Sin
embargo, ambos signos expresan la misma realidad, a saber:
la entrega total de Jesús: en la
Eucaristía…
y en el servicio…
Jesús,
después de compartir el pan con más de cinco mil personas,
anuncia:
Les
aseguro que si no comen la carne y beben la sangre
del
Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes (Jn 6,53s).
Jesús
entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros (Lc 22,19s).
San
Pablo, se indigna al saber que en la comunidad de Corintio:
unos
pasan hambre, mientras otros están borrachos.
Esto
sucede cuando se reúne para comer la Cena del Señor.
A
continuación, les recuerda la institución de la Eucaristía (2ª lectura).
Hoy,
¿podemos participar en la celebración de la Cena del Señor,
ignorando
a los que llevan sobre sus espaldas el peso de la miseria?
¿Qué
diría Pablo al saber que en nuestras Misas hay cierto negocio?
Nos
volvería a decir: Recuerden, hermanos,
nuestro esfuerzo y fatiga,
trabajamos
día y noche para no ser una carga a ninguno de ustedes
mientras les anunciábamos la Buena
Noticia de Dios
(1Tes 2,9).
Jesús,
siendo el Señor y el Maestro, lava los pies a sus discípulos
En aquella época, los esclavos tenían la
obligación de lavar los pies.
Pues
bien, Jesús al lavar los pies a sus seguidores, les anuncia que Él
está
en medio de nosotros, para servir y no
para ser servido.
Si
queremos seguir el ejemplo de Jesús: vivamos con lo necesario,
renunciando
al consumo de tantas cosas superfluas.
Al
respecto, el Profeta de Nazaret nos sigue diciendo:
El discípulo no está por encima de su
maestro,
ni el servidor por encima de su patrón (Mt 10,24s).
Muchas
cosas cambiarían: en nosotros, en nuestras familias,
en
nuestros centros de trabajo, y en nuestros pueblos y ciudades,
si los cristianos nos comportáramos como
simples servidores.
Hoy,
ya no es costumbre lavar los pies como hacían los esclavos.
Sin
embargo, la tierra, nuestra casa, parece
convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de
porquería,
dice el Papa Francisco (LS, 21).
¿Qué haría Jesús viendo tanta basura en
nuestras calles y plazas?
Nosotros,
¿somos capaces, como hacen tantos trabajadores
humildes,
de
limpiar
lo que está sucio y no ensuciar lo que está limpio?
J. Castillo A.
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