miércoles, 8 de abril de 2020

Jesús nos da ejemplo

JUEVES SANTO,
Ex 12,1-14  -  1Cor 11,23-26  -  Jn 13,1-15

   En la Cena de despedida que Jesús realiza con sus seguidores,
hay tres mensajes que debemos meditarlos y practicarlos:
*Jesús ama a los suyos y los ama hasta el fin.
*Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre, por nosotros.
*Jesús, siendo el Señor y el Maestro, lava los pies a sus discípulos.

Jesús ama a los suyos y los ama hasta el fin
   En Galilea, Jesús enseña a sus seguidores diciéndoles:
*Yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.
Así serán hijos del Padre que hace salir el sol sobre malos y buenos,
y hace llover sobre justos y pecadores… Por tanto, sean perfectos
como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo (Mt 5,43ss).
*Ahora, en aquella Cena de despedida, el texto de Juan dice:
Jesús habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin.
   Poco después, Jesús anuncia: Les doy un mandamiento nuevo,
que se amen unos a otros como yo les amo a ustedes (Jn 13,34).
Tengamos presente que Jesús no dice que debemos amar a Dios,
ni que debemos amarle a Él. Solo nos pide amarnos mutuamente, 
como el Padre nos ama, y como su Hijo Jesús nos ama.
*Años más tarde, Pablo escribe el siguiente himno al amor:
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles,
si me falta el amor, soy como la campana o el platillo que suenan (…).
El amor es paciente y servicial, no es envidioso ni busca aparentar,
no es orgullo ni actúa con bajeza, no busca su interés ni se irrita.
Nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad (…).
Ahora  permanecen la fe, la esperanza y el amor,
pero el más grande de ellos es el amor (1Cor 13).
   Otro mundo es posible, si amamos y damos preferencia a los últimos,
a los insignificantes, a los maltratados, a los despreciados y excluidos,
que viven entre nosotros, en un país con muchos millones de cristianos.

Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre, por nosotros
   Al narrar la última cena, Juan se detiene en el lavatorio de los pies,
sin mencionar la Eucaristía, como hacen los otros tres evangelistas.
Sin embargo, ambos signos expresan la misma realidad, a saber:
la entrega total de Jesús: en la Eucaristíay en el servicio
   Jesús, después de compartir el pan con más de cinco mil personas,
anuncia: Les aseguro que si no comen la carne y beben la sangre
del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes (Jn 6,53s).
Jesús entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros (Lc 22,19s).
   San Pablo, se indigna al saber que en la comunidad de Corintio:
unos pasan hambre, mientras otros están borrachos.
Esto sucede cuando se reúne para comer la Cena del Señor.
A continuación, les recuerda la institución de la Eucaristía (2ª lectura).
   Hoy, ¿podemos participar en la celebración de la Cena del Señor,
ignorando a los que llevan sobre sus espaldas el peso de la miseria?
¿Qué diría Pablo al saber que en nuestras Misas hay cierto negocio?
Nos volvería a decir: Recuerden, hermanos, nuestro esfuerzo y fatiga,
trabajamos día y noche para no ser una carga a ninguno de ustedes
mientras les anunciábamos la Buena Noticia de Dios (1Tes 2,9). 

Jesús, siendo el Señor y el Maestro, lava los pies a sus discípulos
   En aquella época, los esclavos tenían la obligación de lavar los pies.
Pues bien, Jesús al lavar los pies a sus seguidores, les anuncia que Él
está en medio de nosotros, para servir y no para ser servido.
   Si queremos seguir el ejemplo de Jesús: vivamos con lo necesario,
renunciando al consumo de tantas cosas superfluas.
Al respecto, el Profeta de Nazaret nos sigue diciendo:
El discípulo no está por encima de su maestro,
ni el servidor por encima de su patrón (Mt 10,24s).
Muchas cosas cambiarían: en nosotros, en nuestras familias,
en nuestros centros de trabajo, y en nuestros pueblos y ciudades,
si los cristianos nos comportáramos como simples servidores.
   Hoy, ya no es costumbre lavar los pies como hacían los esclavos.
Sin embargo, la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más
en un inmenso depósito de porquería, dice el Papa Francisco (LS, 21).
¿Qué haría Jesús viendo tanta basura en nuestras calles y plazas?
Nosotros, ¿somos capaces, como hacen tantos trabajadores humildes, de
limpiar lo que está sucio y no ensuciar lo que está limpio? 
J. Castillo A.

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