miércoles, 8 de abril de 2020

Con miedo y alegría

VIGILIA PASCUAL,
Gen 1,1-2,2  (……)  -  Rom 6,3-11  -  Mt 28,1-10

El domingo de madrugada, dos mujeres van al sepulcro
   Concretamente, se trata de María Magdalena
y de María la madre de Santiago y de José.
Ellas, desde Galilea, han seguido a Jesús para servirle (Mt 27,55s).
   Al respecto, es bueno leer atentamente los textos evangélicos,
para ver que son varias mujeres las que acompañan y sirven a Jesús.
   En la casa de Pedro, su suegra está enferma en cama y con fiebre.
Jesús le sana y ella se levanta y se pone a servirle (Mt 8,14s).
   Mientras Jesús anuncia el Reinado de Dios por ciudades y pueblos,
le acompañan los doce apóstoles y también algunas mujeres
a las que había sanado de sus enfermedades…
Todas ellas les atendían con sus propios recursos (Lc 8,1-3).
   Jesús defiende a una mujer adúltera diciéndole:
Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar (Jn 8,11).
   En la casa de un fariseo, Jesús defiende a una mujer prostituta:
Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado (Lc 7,36-50).
   En Betania, Jesús tiene gran amistad con Marta y María (Lc 10,38).
Y cuando Lázaro muere Jesús dialoga con ellas e incluso llora (Jn 11).
También en Betania, durante una cena, María unge los pies de Jesús
con un perfumen muy caro (Jn 12,3).
   Mientras Jesús camina al Calvario, varias mujeres le siguen,
golpeándose el pecho y lamentándose. A todas ellas,
el Profeta compasivo les dice: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí.
Lloren más bien por ustedes mismas y por sus hijos (Lc 23,27s).
   Al morir Jesús en la cruz, unas mujeres le miran de lejos.
Ellas le siguieron y le sirvieron cuando predicaba en Galilea,
y, después, subieron con Él a Jerusalén (Mc 15,40s).
   También, en los relatos de la resurrección de Jesús,
las mujeres vienen a ser los primeros testigos del Resucitado:
El ángel del Señor dice a las mujeres: Ustedes, no teman.
Yo sé que  buscan a Jesús que fue crucificado.
No está aquí ha resucitado tal como lo había anunciado.
   ¡Qué lejos estamos, hoy, del trato que Jesús da a las mujeres!

Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán
   Primero el ángel del Señor dice a las mujeres:
Digan a sus discípulos: ha resucitado de entre los muertos
y se les adelanta camino a Galilea, allí le verán.
Luego, el mismo Jesús les dice: No tengan miedo. Vayan,
y digan a mis hermanos que se dirijan a Galilea, allí me verán.
   Para anunciar la Buena Noticia del Reinado de Dios,
debemos salir, como dice el Papa Francisco: Prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle (EG, 2013, n.49).
En otras palabras, ir la región marginada y despreciada de Galilea.
   Solo así, practicaremos el siguiente mensaje del Vaticano II:
Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias
de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres
y afligidos, son también gozos y esperanzas, tristezas y angustias
de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano
que no encuentre eco en su corazón (GS 1)
   También haremos realidad lo que piden nuestros obispos, en Puebla,
a saber, que nuestras comunidades eclesiales sean un ejemplo:
-Donde la autoridad se ejerza con el espíritu del Buen Pastor.
-Donde se viva una actitud diferente frente a la riqueza.
-Donde se ensayen formas de organización
y estructuras de participación, capaces de abrir camino
hacia un tipo más humano de sociedad.
-Y sobre todo, donde inequívocamente se manifieste que,
sin una radical comunión con Dios en  Jesucristo,
cualquier otra forma de comunión puramente humana
resulta a la postre incapaz de sustentarse
y termina fatalmente volviéndose contra el mismo hombre (n. 273).
   Siendo Jesús: Luz del mundo (Jn 8,12) y Agua Viva (Jn 4,10),
dejemos de lado fanatismos y persecuciones religiosas, para que
los bautizados y las personas de buena voluntad seamos capaces de:
-escuchar la verdad de los budistas,
-compartir el amor de los hindúes,
-compadecernos de las lágrimas de los mahometanos,
-valorar la rectitud de los ateos,
-aceptar la sonrisa de los idólatras,
-difundir las palabras buenas de los paganos.
J. Castillo A.

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