jueves, 9 de abril de 2020

JUEVES SANTO (Oración)

El texto que he grabado, por si alguien quiere hacerlo mejor leyendo. Feliz Triduo Pascual. 


ORAR
EN JUEVES SANTO
«Ha llegado la hora
en que el Hijo del Hombre va a ser glorificado»
(Jn 12,24)

¿Orar? ¿Para qué? En esta noche santa del Jueves Dios nos recomienda orar, para no sucumbir en la prueba, para no caer en la tentación. La gran dificultad para orar no está solo en el cansancio y la pereza («¿No habéis podido estar en vela conmigo ni siquiera una hora?» Mt 26,40). También pecamos de egoísmo en la oración: «No sabéis lo que estáis pidiendo» (Mt 20,22), por eso «el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como es debido» (Rm 8,26). El Espíritu nos enseña que en la oración recibimos más de lo que pedimos; por eso, nuestra actitud, más que de esfuerzo, ha de ser de escucha atenta, para que podamos descubrir al Señor que está a nuestro lado.

Oración preparatoria:

Señor, escúchame y ven en mi ayuda
para que este tiempo de oración
no sea para mi motivo de orgullo sino de humildad.
Que no sea sordo, sino oyente de tu palabra;
que no sea ciego para verte en los hermanos,
que me alegre y goce en tu alegría
y me duela y llore en tu dolor.
Ven, Espíritu Santo,
ilumina mi ser con la luz de tu verdad
para que, renovado con tus dones,
camine por las sendas del bien.


Acto primero
UNA CENA MEMORABLE

La última cena es el primer paso hacia el calvario. Es una Comida Pascual llena de ritos que simbolizan la intervención de Dios en la liberación de los israelitas de la esclavitud. Jesús, el salvador de la humanidad, que nos rescató de la esclavitud del pecado, le confiere a esta cena una nueva significación para sus discípulos. Inaugura la Eucaristía. «Haced esto en memoria mia» - nos dijo-, y hasta el día de hoy nosotros «recordamos» su presencia de una manera muy real, cada vez que celebramos la Eucaristía.

Contempla la escena del Cenáculo como si estuvieras allí, como un discípulo entre los demás discípulos. Contempla lo que acontece ahí esta noche. No pierdas detalle de las palabras, de los gestos, del estado de ánimo de Jesús.

«Llegada la hora, Jesús se puso a la mesa con sus discípulos. Y les dijo:
-¡Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros antes de morir! Porque os digo que no la volveré a celebrar hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios. ...
... Después tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
-Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mia.
Y después de la cena hizo lo mismo con la copa diciendo:
-Esta es la copa de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Pero mirad, la mano del que me entrega está junto a mí en esta mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo dispuesto por Dios; pero ¡ay del hombre que va a entregarlo! (Lucas 22,14-16.19-22).

Tiempo de reflexión personal:

* Jesús se sienta contigo ... está aquí, sentado contigo. Eres un invitado entre los invitados a la mesa. ¿No te parece un privilegio excepcional?
*«Tomad, esto es mi cuerpo... Esta es mis sangre derramado por vosotros». El amor es dar, compartir. Jesús se parte para ti.
*Pero ¡cuidado! hay un traidor en la mesa. ¿Acaso soy yo, Señor?
* Abandónate en Él. Cuéntale tus debilidades, tus miedos, tus frustraciones... y contempla con cuanto amor te escucha.

Alma de cristo, santifícame,
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh, mi buen Jesús, óyeme:
dentro de tus llagas, escóndeme;
no permitas que me aparte de Ti;
del maligno enemigo, defiéndeme;
en la hora de mi muerte, llámame,
y mándame ir a Ti,
para que, con tus santos, te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.


Acto segundo
UN MANDAMIENTO NUEVO 

Imagina un domingo cualquiera por la mañana. Mientras asistes a la celebración de la Eucaristía entra Jesús en la Iglesia, avanza hasta el pie del altar y, con voz serena y amable, dice a los presentes: «ya no os llamaré siervos, sino amigos».

Comienza llamando a varios por su nombre, y cada uno se pone de pie al oir el suyo. Jesús les indica que vayan hacia él. Algunos se levantan rápidamente, otros dudan y se mueven con pasos vacilantes. De pronto, te da un vuelco el corazón cuando oyes que ha pronunciado tu nombre. Te levantas y vas hacia el altar.

A todos los llamados os invita a sentaros junto a él cerca del altar. Entonces, deliberada y amorosamente, trae una jofaina de agua y varias toallas. Se quita el manto y se queda sólo con la túnica. Puedes ver las marcas de la crucifixión en sus manos.

Se arrodilla ante ti y te lava los pies. Luego, te mira a los ojos y te dice: «Haz con los demás lo que yo he hecho contigo».
A continuación se marcha de la Iglesia.

«Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y dijo a sus discípulos:
-¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, que soy el maestro y el señor os he lavado los pies, vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros....
...Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13, 12-14.34-35)

Tiempo de reflexión personal:

*Me llama por mi nombre. No soy un extraño para él. (Deja que tu nombre resuene en tus oídos pronunciado por Jesús).

*Yo creí que venía a este acto de oración a lavarle los pies a Jesús, y ahora ¡sorpresa!, es Jesús quien se me acerca y me limpia los pecados.

* Me dice: «Como yo os perdono, perdonaos también vosotros». El amor en la dimensión del perdón. ¿A quién tengo que perdonar? ¿Quienes son los “excluidos” de mi mundo? «¡Amaos!»


Acto tercero
MÁS SOBRE EL MANDAMIENTO NUEVO

En una película sobre la vida de san Vicente de Paúl, éste le dice a la más joven de las novicias entre las Hermanas de la Caridad:

-” La calle va a ser larga y muy poco amable, las escaleras empinadas y los pobres, muchas veces, desagradecidos. Pronto te darás cuenta de que la caridad es una carga pesada, más pesada que el caldero de sopa o el cesto lleno hasta arriba. Distribuir la sopa y el pan no lo es todo. También los ricos pueden hacer eso. Pero tú eres la humilde sirviente de los pobres y la hija de la caridad siempre sonriente y de buen humor. Ellos son tus amos y verás que son unos amos terriblemente exigentes.

De manera que, cuanto más repelentes y sucios ellos sean, cuanto más brutales e injustos, tanto más fino ha de ser tu amor hacia ellos. Solo si advierten que les amas te perdonarán los pobres las limosnas de pan que les haces”.

«Se produjo entre los discípulos una discusión sobre quién debería ser considerado el más importante. Jesús les dijo:
-Los reyes de las naciones ejercen su dominio sobre ellas y los que tienen autoridad reciben el nombre de bienhechores. Pero vosotros no debéis proceder de esta manera. Entre vosotros el más importante ha de ser como el menor, y el que manda como el que sirve. ¿Quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy entre vosotros como el que sirve» (Lucas 22,24-27)

Tiempo de reflexión personal:

*La calle va a ser larga y poco amable, las escaleras empinadas, los pobres desagradecidos, la carga de la cruz pesada,. .. pero tú has de subir al Calvario.

*Sólo si advierten que les amas te perdonarán los pobres las limosnas de pan que les haces... porque ¿acaso no es el pan “nuestro”?

*Cuando doy limosna ¿es para mí motivo de orgullo o es motivo de humildad y santa vergüenza por vivir en un mundo tan injusto sin comprometerme hasta el límite?

No existe eso que llaman «mi» pan.
Todo el pan es nuestro
y se me ha dado a mí,
a los demás a través de mí
y a mí a través de los demás.
Y no sólo el pan,
sino todas las otras cosas necesarias
para sustentar esta vida
se nos han dado en depósito
para compartirlas con los demás,
por causa de los demás,
para los demás y a los demás
a través de nosotros.
(Maestro Eckhart)


Acto cuarto
ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS

Toda la vida de Jesús fue una lucha contra el maligno. Las tentaciones del desierto con las que se iniciaba la cuaresma de su vida culminan en la gran tentación de Getsemaní. ¿Podrá soportar el embite del más terrible de los enemigos? ¿Logrará la muerte echar por tierra toda una vida de amor y generosidad? La tarde-noche del Jueves Santo apunta inexorable al amanecer del Viernes.

Acompaña ahora a Jesús y a sus apóstoles cuando salen del cenáculo hacia Getsemaní. Advierte que es de noche. La gente está en casa celebrando la Cena Pascual. Es noche de fiesta. Pero el enemigo no duerme ni festeja. Está al acecho. También el Señor.

A la entrada del huerto, Jesús pide a sus discípulos que aguarden allí, mientras él toma consigo a Pedro, Santiago y Juan para ir a un rincón solitario a hacer oración. Allí les recomienda que «estén en vela y oren».

Estar despiertos. Orar. Porque «el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil».

Esta noche, muchos están de fiesta. Están dormidos mientras su Señor está en oración, y «con actitud reverente, Jesús, a gritos y con lágrimas presenta oraciones y súplicas a aquél que puede salvarlo de la muerte«. Aunque es Hijo, esta noche «aprende sufriendo lo que cuesta obedecer».
Únete a él en su batalla. Que sus clamores atraviesen tu corazón. Comparte su soledad. Recuerda que todo esto lo está sufriendo por ti, por tus pecados.

«(Después de cenar, Jesús) salió y fue como de costumbre, al monte de los olivos. Sus discípulos lo siguieron. Al llegar allí les dijo: -Orad para que podáis hacer frente a la prueba.

Se alejó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y estuvo orando así: -Padre, si quieres, aleja de mi esta copa de amargura, pero no se haga mi voluntad sino la tuya». (Lucas 22,39-42)

Tiempo de reflexión personal:

* Jesús, el Hijo, ora. ¡Cuánto más lo necesitaré yo! ¿Cómo resistir a la prueba sin el testimonio de la oración y la renuncia?

* Un hombre es realmente espiritual cuando busca la voluntad de Dios renunciando a la propia. Cuando de su corazón no salen murmuraciones contra Dios. ¿Me cuesta aceptar la voluntad de Dios? ¡Cuántas veces he murmurado contra él!

*Contempla el amor de Dios en su Pasión. El amor en la dimensión de la cruz. ¿No es precisamente el sufrimiento el que pone a prueba y purifica nuestro amor?

Padre mio, me abandono a Ti.
Haz de mi lo que gustes,
sea lo que sea, te lo agradezco.
estoy dispuesto a todo
con tal que tu voluntad se cumpla en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo otra cosa, Dios mio,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo, y es para mí
una necesidad de amor el darme,
el ponerme en tus manos,
sin límite, con una infinita confianza,
pues Tú eres mi Padre.
(Charles de Foucauld)


EPILOGO

Compartimos  peticiones, alabanzas, y agradecimientos... (Silencio)

Toma, Señor, 
y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento 
y toda mi voluntad,
todo lo que soy y lo que tengo.
Tú me lo diste, y a ti te lo entrego.
Todo es tuyo; 
dispón de todo como tengas a bien; 
dame tu amor y tu gracia, 
que eso me basta.
(Ignacio de Loyola)


Casto Acedo paduamerida@gmail.com

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