miércoles, 22 de abril de 2020

Quédate con nosotros

3º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,14.22-33  -  1Pe 1,17-21  -  Lc 24,13-35

   Aquel domingo, dos seguidores de Jesús van al pueblo de Emaús,
tristes por la muerte del Profeta, crucificado como un malhechor.
Pero después, se levantan y vuelven a Jerusalén. ¿Qué ha sucedido?
Gracias al encuentro con el Resucitado, ellos han sido reconciliados.
  
Esperábamos que Él fuera el futuro liberador de Israel
   Dos discípulos, temerosos de morir como Jesús, dejan Jerusalén,
y también abandonan la comunidad que el Nazareno ha formado,
pues herido mortalmente el pastor, las ovejas se dispersan (Mc 14,27).
Mientras se alejan, el mismo Jesús se acerca y camina con ellos,
pero son incapaces de reconocerlo, lo confunden con un forastero.
   Para reconciliarlos, Jesús se interesa por lo que van conversando,
les pregunta y escucha con paciencia la idea que tienen de Él.
Ellos reconocen que Jesús es un Profeta poderoso en obras y palabras,
además, esperaban que Él libraría a su nación de la esclavitud romana.
Pero, los dirigentes religiosos lo condenaron a una dolorosa muerte.
   Hoy, ya no son dos, son miles los emigrantes y forasteros, quienes,
para salvar sus vidas, abandonan la tierra que los vio nacer,
y se arriesgan a cruzar: desiertos… mares… muros alambrados…
¿Hasta cuándo las riquezas naturales de África y de América Latina,
serán devoradas por las empresas transnacionales de los países ricos?
    Ojalá, los responsables del capitalismo salvaje oigan lo que dijo
el Papa Francisco en la Audiencia General (2 de marzo del 2016):
Pienso en algunos bienhechores de la Iglesia que vienen
con su limosna: “Tome para la Iglesia este donativo” que es fruto
de la sangre de mucha gente explotada, maltratada y esclavizada
con el trabajo mal pagado. A esta gente le digo: “Por favor, llévate
tu cheque, quémalo”. El pueblo de Dios, es decir la Iglesia,
no necesita dinero sucio, necesita corazones abiertos
a la misericordia de Dios. Hay que acercarse a Dios con manos
purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la justicia.

Reconocen a Jesús al compartir el pan
   Mientras caminan, Jesús continúa el proceso de reconciliación,
y sana sus corazones a partir de la Sagrada Escritura, diciéndoles:
¡Cómo les cuesta creer lo que han anunciado los profetas!
Luego, les explica todo lo que Moisés y los profetas dijeron sobre Él.
Hoy, al predicar el Evangelio, ¿arden los corazones de los fieles?
   Cerca de la aldea de Emaús, Jesús hace ademán de seguir adelante,
pero ellos le retienen diciendo: Quédate con nosotros, ya es tarde.
Ambos discípulos sienten la necesidad de estar con Él. De inmediato,
acogen al Forastero y le invitan a compartir la misma mesa.
Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da.
Enseguida, se les abren los ojos y reconocen a Jesús. Es inseparable:
la Palabra… la Comunión… y el trato con la Persona de Jesús.
   Ya reconciliados, asumen de otra forma las ilusiones y temores
que han tenido… y actúan -en delante- de un modo diferente.
Ellos que han huido de Jerusalén y han abandonado a sus compañeros,
se levantan y vuelven para compartir esta Buena Noticia.
   Actualmente, las personas que dejan la capital, por falta de trabajo,
y caminan para volver a sus pueblos, ¿qué comen?, ¿dónde duermen?
Ojalá las enseñanzas de Jesús haga arder nuestros corazones,
para acoger a sus hermanos forasteros y compartir con ellos:
un pedazo de pan y un vaso de agua (Mt 25,35ss). Al respecto,
según el texto de Lucas, Jesús come con toda clase de personas:
*En Galilea: -come con pecadores en la casa de Mateo (Lucas, 5,29),
-en la casa del fariseo Simón, una pecadora le lava los pies (7,36ss),
-en Betsaida, durante la multiplicación de los panes (9,12ss).
*En el camino a Jerusalén: -en la casa de Marta y María (10,38ss),
-en la casa de un fariseo cumplidor de tradiciones humanas (11,37ss),
-en la casa de otro fariseo importante, un sábado (14,1ss),
-en la casa de Zaqueo, jefe de los cobradores de impuesto (19,1ss).
*En Jerusalén: -durante la celebración de la cena Pascual (22,7ss),
-en la casa de los dos discípulos de Emaús (texto de hoy),
-en la casa donde se llevó a cabo la cena Pascual (24,36ss).
   Sobre la Iglesia doméstica, S. Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:
Vuelto a tu casa prepara dos mesas: una de los alimentos,
y la otra de la Sagrada Escritura para que tus hijos la escuchen.
De esta manera harás de tu casa una iglesia doméstica.
J. Castillo A.

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