3º Domingo de Pascua, ciclo A
Hch 2,14.22-33 - 1Pe
1,17-21 - Lc 24,13-35
Aquel domingo, dos seguidores de Jesús van
al pueblo de Emaús,
tristes
por la muerte del Profeta, crucificado como un malhechor.
Pero
después, se levantan y vuelven a
Jerusalén. ¿Qué ha sucedido?
Gracias
al encuentro con el Resucitado, ellos
han sido reconciliados.
Esperábamos
que Él fuera el futuro liberador de Israel
Dos discípulos, temerosos de morir como
Jesús, dejan Jerusalén,
y también abandonan la comunidad que el Nazareno
ha formado,
pues
herido mortalmente el pastor, las ovejas se dispersan (Mc 14,27).
Mientras
se alejan, el mismo Jesús se acerca y
camina con ellos,
pero
son incapaces de reconocerlo, lo confunden con
un forastero.
Para
reconciliarlos, Jesús se interesa por lo que van conversando,
les pregunta y escucha con paciencia
la idea que tienen de Él.
Ellos
reconocen que Jesús es un Profeta
poderoso en obras y palabras,
además,
esperaban que Él libraría a su nación de la esclavitud romana.
Pero,
los dirigentes religiosos lo condenaron a una dolorosa muerte.
Hoy,
ya no son dos, son miles los emigrantes y forasteros, quienes,
para salvar sus vidas, abandonan la
tierra que los vio nacer,
y
se arriesgan a cruzar: desiertos… mares… muros alambrados…
¿Hasta
cuándo las riquezas naturales de África y de América Latina,
serán
devoradas por las empresas transnacionales de los países ricos?
Ojalá,
los responsables del capitalismo salvaje
oigan lo que dijo
el
Papa Francisco en la Audiencia General (2 de marzo del 2016):
Pienso en algunos bienhechores de la Iglesia que
vienen
con su limosna: “Tome para la Iglesia este donativo” que es fruto
de la sangre de mucha gente explotada,
maltratada y esclavizada
con el trabajo mal pagado. A esta gente
le digo: “Por favor, llévate
tu cheque, quémalo”. El pueblo de Dios, es decir la Iglesia,
no
necesita dinero sucio, necesita
corazones abiertos
a la misericordia de Dios. Hay que acercarse a Dios con manos
purificadas, evitando el mal y practicando el bien y la
justicia.
Reconocen
a Jesús al compartir el pan
Mientras caminan, Jesús continúa el proceso de reconciliación,
y sana sus corazones a partir de la
Sagrada Escritura, diciéndoles:
¡Cómo les cuesta creer lo que han
anunciado los profetas!
Luego,
les explica todo lo que Moisés y los profetas dijeron sobre Él.
Hoy, al predicar el Evangelio, ¿arden
los corazones de los fieles?
Cerca
de la aldea de Emaús, Jesús hace ademán de seguir adelante,
pero
ellos le retienen diciendo: Quédate con nosotros, ya es tarde.
Ambos
discípulos sienten la necesidad de estar con Él. De inmediato,
acogen al Forastero y le invitan a compartir la misma mesa.
Jesús
toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da.
Enseguida,
se
les abren los ojos y reconocen a Jesús. Es inseparable:
la
Palabra… la Comunión… y el trato con la Persona de Jesús.
Ya
reconciliados, asumen de otra forma las ilusiones y temores
que
han tenido… y actúan -en delante- de un modo diferente.
Ellos
que han huido de Jerusalén y han abandonado a sus compañeros,
se levantan y vuelven para compartir
esta Buena Noticia.
Actualmente, las personas que dejan la
capital, por falta de trabajo,
y
caminan para volver a sus pueblos, ¿qué comen?, ¿dónde duermen?
Ojalá las enseñanzas de Jesús haga arder
nuestros corazones,
para acoger a sus hermanos
forasteros y compartir con ellos:
un
pedazo de pan y un vaso de agua (Mt 25,35ss). Al respecto,
según
el texto de Lucas, Jesús come con toda
clase de personas:
*En Galilea: -come con pecadores en la
casa de Mateo (Lucas, 5,29),
-en
la casa del fariseo Simón, una pecadora le lava los pies (7,36ss),
-en
Betsaida, durante la multiplicación de los panes (9,12ss).
*En el camino a Jerusalén: -en la casa
de Marta y María (10,38ss),
-en
la casa de un fariseo cumplidor de tradiciones humanas (11,37ss),
-en
la casa de otro fariseo importante, un sábado (14,1ss),
-en
la casa de Zaqueo, jefe de los cobradores de impuesto (19,1ss).
*En Jerusalén: -durante la celebración
de la cena Pascual (22,7ss),
-en
la casa de los dos discípulos de Emaús (texto de hoy),
-en
la casa donde se llevó a cabo la cena Pascual (24,36ss).
Sobre
la Iglesia doméstica, S. Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:
Vuelto a tu casa prepara dos mesas: una de los alimentos,
y
la otra de la Sagrada Escritura
para que tus hijos la escuchen.
De esta manera harás
de tu casa una iglesia doméstica.
J. Castillo A.
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