VI Domingo, Tiempo
Ordinario, ciclo B
Lev 13,1-2. 44-46 - 1Cor
10,31-11,1 - Mc 1,40-45
Para los ‘buenos’ y para los que tienen poder político y
económico, sería mejor limpiar
nuestras calles -del campo y de la ciudad- de los vagabundos, drogadictos, prostitutas… considerados como
‘leprosos’. En esa perspectiva, los
que están abajo, afuera y sin poder - además de ser explotados-
son excluidos, sobrantes, desechables (DA, 65).
Sin embargo, esas ‘personas de bien’ ¿son capaces de ir a las causas de tanto sufrimiento y exclusión, y denunciar a los responsables? Jesús que acoge
y come con personas marginadas y despreciadas, nos muestra un camino diferente: Ámense como yo les he amado.
Si quieres, puedes limpiarme
Un leproso era considerado ‘impuro’ y castigado por Dios,
pues
se creía que la lepra era consecuencia de graves pecados
cometidos.
Para evitar cualquier contagio, lo mejor era estar lejos
del leproso,
quien debía vivir aislado,
harapiento y gritando: ¡Impuro, impuro!
Despreciado como si fuera basura, sobrante, desechable,
excluido…
el leproso podía decir: Solo en la vida llevando un
esqueleto podrido.
¿Qué trato damos hoy a los mendigos y forasteros… a los
enfermos
de tuberculosis, cáncer o sida… a los niños, jóvenes y
adultos
sometidos a la prostitución… a los drogadictos y
homosexuales…?
Así como una madre extranjera y pagana,
con una fe sencilla,
se acerca a Jesús y de rodillas le suplica sanar a su
hija (Mc 7,24ss)…
también un leproso rompe esas normas de exclusión social
y religiosa,
se acerca a Jesús, se arrodilla y le dice: Si
quieres, puedes limpiarme.
El leproso no pide ser sanado… sino quedar
limpio, ser purificado.
Busca, como todo ser humano, ser liberado de aquella
marginación
que, lamentablemente, estaba justificada con argumentos
religiosos.
Los leprosos padecían muchos sufrimientos: -el mal que
desgarraba
sus cuerpos, -la condenación de vivir excluidos, -el
drama de no poder
casarse, ni participar en las peregrinaciones y
ceremonias del templo.
¿Cuál será la reacción de Jesús, el carpintero, el hijo de María…?
Jesús se compadece, extiende la mano y le toca
Jesús realiza tres gestos: se compadece, extiende la mano,
le toca;
luego, rompiendo prejuicios y temores, le dice: Quiero,
queda limpio.
Con estos gestos y palabras, Jesús realiza una verdadera
revolución:
anuncia que Dios es un Padre misericordioso y no un dios castigador.
Al respecto, el
P. José Antonio Pagola hace la siguiente reflexión:
Es especialmente
significativa la actuación de Jesús con los leprosos,
excluidos de la
comunidad por su condición de impuros. Los leprosos
no le piden a Jesús
que les sane, sino que les limpie y tenga con ellos
esa compasión que
no encuentran en la sociedad. Jesús reacciona
con un gesto:
extiende la mano, los toca. Aquellos hombres y mujeres
son miembros del
pueblo de Dios, tal como lo entiende Jesús.
Al tocarlos, Jesús
los libera de la exclusión. Su gesto es intencionado.
No está pensando
solo en la curación del enfermo, está haciendo
una llamada a toda
la sociedad. Está llegando el Reino de Dios.
Hay que construir la vida de otra manera: los impuros
pueden ser
tocados, los excluidos han de ser acogidos. Los enfermos no han
de ser mirados con
miedo, sino con compasión, como los mira Dios.
(Cf. “Jesús, aproximación histórica”: La fuerza curadora de Jesús).
Jesús se queda en lugares despoblados
Jesús había despedido al leproso diciéndole: No se lo digas a nadie.
Pero éste, apenas se fue, comienza a proclamar y divulgar
el hecho,
de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en
ningún pueblo;
se quedaba en lugares despoblados. ¿Qué había sucedido?
Según la ley, interpretada por ‘los especialistas’ en
materia religiosa,
quien toca a un leproso -como hace Jesús- queda impuro y
excluido.
Este es el costo
doloroso que Jesús debe pagar al tocar a un leproso.
Hoy, ante el escandaloso abismo que hay
entre ricos y pobres,
los creyentes y personas de buena voluntad debemos pasar
a la orilla
de los que no solo son despreciados sino despojados de
sus tierras.
Máxima Chaupe, desde Cajamarca, ante
los abusos de una poderosa
empresa minera, exclama con lágrimas: No voy a abandonar mi tierra
por ningún motivo, voy a dar mi vida, voy a dar mi sangre
para que
quede esto para la
historia y para las próximas generaciones (3 feb).
El llanto de Máxima es el llanto de los campesinos
maltratados por los
poderosos de siempre… es también el llanto de la
madre tierra.J. Castillo A.
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