martes, 26 de junio de 2018

Acoger y dar vida

13ª Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Sab 1,13-15; 2,23s  -  2Cor 8,7-15  -  Mc 5,21-43

   El Evangelio de hoy nos presenta la historia de dos mujeres:
*una adolescente que nace para vivir pero muere antes de tiempo, y
*una mujer adulta considerada impura por sufrir pérdidas de sangre.
   Jesús misericordioso y compasivo, las acoge y las libera de:
-la exclusión social, -la opresión masculina, -la marginación religiosa.
No así las autoridades del templo que las desprecian y discriminan.

Jovencita, a ti te digo, levántate
   Jairo, jefe de la sinagoga, pertenece al grupo que rechaza a Jesús.
Sin embargo, al reconocer que la “sinagoga” no da vida a su hija,
se acerca a Jesús…se postra a sus pies…y le suplica con insistencia:
mi hija está agonizando, ven, pon las manos sobre ella para que viva.
Mientras caminan a su casa, llegan algunos vecinos y le dicen:
Tu hija ha muerto, ¿para qué seguir molestando al Maestro?
Pero Jesús anima a Jairo y le dice: No temas, basta que tengas fe.
   En aquella época, las hijas dependían totalmente del padre.
La hija de Jairo, con sus doce años de edad, vive un momento crítico:
*hasta entonces, era su padre quien decidía “lo que debe de hacer”,
*en adelante, también su padre decidirá “con quien se casará”, y
*una vez casada, “dependerá del esposo” quien en cualquier momento
la puede abandonar, sin que ella diga algo para defender sus derechos.
¿Vale la pena llevar una vida adormecida, dependiente, sin libertad?
   Cuando llegan a la casa de Jairo, había gritos y llantos… Entonces,
Jesús dice a la gente: La muchacha no está muerta sino dormida.
Luego, la coge de la mano y le dice: Jovencita, a ti te digo, levántate.
Dejando de lado lo que dicen los “expertos”, Jesús toca un cadáver;
pero, en lugar de quedar contaminado, sucede lo contrario: da vida.
   Hoy, el consumismo desenfrenado y una religión mal entendida,
también “adormecen y esclavizan” a un sector de nuestra población.
Buena oportunidad para acoger a las nuevas generaciones y decirles:
levántense, ofreciéndoles “alternativas” que den sentido a sus vidas.

Hija, tu fe te ha sanado, vete en pan
   Mientras Jesús va a la casa de Jairo, acompañado de mucha gente,
se acerca una mujer, enferma y desconocida, pero con fe profunda.
Ella sufre, desde hace doce años, problemas de una hemorragia.
Por este motivo vive marginada por ser: pobre, mujer, y ahora impura;
además, hace impuro lo que toca: objetos, seres humanos…(Lev 15).
   Y algo más, para recuperar su salud, ha gastado todo lo que tiene
en manos de distintos médicos, pero en vez de mejorar se puso peor.
¿Hasta cuándo el derecho a tener salud seguirá siendo un comercio?
¿A dónde acudir para recuperar nuestra salud y vivir con dignidad?
¿Por qué nos sentirnos culpables, si somos víctimas de un sistema?
   Aquella mujer no pierde la esperanza, ella ha oído hablar de Jesús,
el Profeta de Nazaret, que acoge a todos con amor, dándoles vida.
Para encontrarse con Él, esta buena mujer busca su propio camino;
actuará en silencio, pues le da vergüenza hablar de su enfermedad,
pero con una fe profunda: con solo tocar su vestido, quedaré sana.
   Una vez que ella recupera la salud, Jesús pregunta a la gente:
¿Quién me ha tocado el vestido? Pregunta ingenua, aparentemente,
pero Jesús ofrece a la mujer una oportunidad para salir del anonimato.
Ella asustada, se acerca…se postra a sus pies…confiesa la verdad
Fue entonces cuando Jesús le dice: Tu fe te ha sanado, vete en paz
La acción liberadora de Jesús es total, libera a aquella mujer:
de su enfermedad y también de la marginación social y religiosa.
   Marcos no dice nada sobre lo que pasó después con aquella mujer.
Sin embargo, subrayemos la novedad radical del Maestro Jesús
que admite entre sus seguidores a un grupo de mujeres:
Junto a la cruz estaban unas mujeres, mirando desde lejos:
María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y Salomé.
Ellas habían seguido y servido a Jesús cuando estaba en Galilea.
Con ellas había otras, que subieron con Él a Jerusalén (Mc 15,40s).
   Recordemos también a las mujeres colaboradoras de san Pablo,
en la formación de comunidades domésticas y en la predicación:
*Les recomiendo a nuestra hermana Febe,
diaconisa de la Iglesia de Cencreas (Corinto) para que la reciban…
Ella ha protegido a muchos empezando por mí.
*Saluden a Prisca y a su esposo Áquila, mis colaboradores,
saluden también a la comunidad que se reúne en su casa.
*Saluden a Andrónico y Junia, apóstoles notables (Rom 16,1ss).
J. Castillo A.

miércoles, 20 de junio de 2018

Pasemos a la otra orilla

12º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Job 38,1.8-11  -  2Cor 5,14-17  -  Mc 4,35-41

   El dinero de los dueños del capitalismo salvaje, pasa a la orilla
de los países pobres de África y de América Latina, sin dificultad;
generalmente, para apropiarse de sus recursos naturales. En cambio,
si los pobres viajan a los países ricos, hallan muchísimos problemas.
   Muy diferente, cuando Jesús y sus discípulos pasan a la otra orilla
(a una región pagana), para anunciar el Reino y dar vida plena.
  
Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
   Jesús está a orillas del lago de Galilea y, como hay tanta gente,
sube a una barca y, desde allí, enseña con parábolas sencillas.
   Al atardecer, Jesús dice a sus discípulos: Pasemos a la otra orilla.
Se trata de llevar el mensaje del Reino de Dios a personas excluidas:
-a los paganos y extranjeros despreciados como si fueran perros…
-a los enfermos considerados pecadores y castigados por Dios…
-a los abandonados y olvidados por la sociedad y la religión…
   Hace falta pasar a la otra orilla: arriesgando nuestra vida,
abandonando privilegios, seguridades, comodidades, ambiciones…
simbolizados en la tempestad… el miedo… la falta de fe
   En medio de la tempestad, los discípulos reaccionan y dicen a Jesús:
Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Curiosa contradicción,
mientras ellos están desesperados, Jesús duerme, no ha perdido la paz.
Pero, hay situaciones de dolor donde solo encontramos silencio:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mc 15,34). 
   Al respecto, el Papa Francisco (en EG, n.54), nos dice:
Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos
ante los clamores de los otros,
ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos,
como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos importa.
   Por eso, cuando tantas personas: tienen hambre… sufren miseria
viven sumergidos en la ignorancia…todo derroche público o privado,
se convierte en un escándalo intolerable (Pablo VI, PP (1967) n. 53).

¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?
   A los discípulos (de ayer y de hoy) nos falta fe, nos falta confianza,
vivimos en medio de tanta crisis, como si Jesús estuviera ausente.
   Qué diferente el testimonio de San Juan Crisóstomo (350-407):
Muchas son las olas que nos ponen en peligro,
y una gran tempestad nos amenaza.
Sin embargo, no tememos ser sumergidos
porque permanecemos de pie sobre la roca.
Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca.
Aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús.
Díganme, ¿qué podemos temer?
¿La muerte?... para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia.
¿El destierro?... del Señor es la tierra y cuanto la llena.
¿La confiscación de los bienes?... nada trajimos al mundo,
de modo que nada podemos llevarnos de él. (cf. Job,1,21)
Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes.
No temo la muerte ni envidio las riquezas.
No tengo deseos de vivir, si no es para el bien espiritual de ustedes…
Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer?
Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos,
todo eso pesa como la tela de araña (Homilía antes de partir al exilio).

¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
   Con esta pregunta sin dar respuesta, termina el Evangelio de hoy.
Sin embargo, después de tantos siglos, ¿quién es Jesús para nosotros?
¿Bastará invocarlo con títulos nobles que expresan grandeza humana,
o sepultarlo con adornos superfluos para orgullo de unos devotos?
   Para saber quién es Jesús, sigamos el camino que Él mismo recorre,
desde su nacimiento en un establo… hasta su muerte en el Calvario… 
*A Jesús lo encontramos en los insignificantes, los que no valen nada: 
Jesús llama a un niño, lo coloca en medio de ellos, lo acaricia y dice:
Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe.
Quien me recibe a mí… recibe al Padre que me envió (Mc 9,33ss).
*Cuando Jesús muere, condenado por el poder religioso y político,
un pagano exclama: Verdaderamente este hombre es Hijo de Dios.
*Siendo inseparable el amor a Dios y el amor al prójimo (Mc 12),
no debemos abandonar a los hermanos de Jesús, sobre todo,
a los que sufren el peso intolerable de la miseria (SRS, n.13).
J. Castillo A.

miércoles, 13 de junio de 2018

Parábolas del Reino

11º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Ez 17,22-24  -  2Cor 5,6-10  -  Mc 4,26-34

   Jesús anuncia con parábolas, la Buena Noticia del Reino de Dios:
vida y amor… gracia y santidad… verdad y libertad… justicia y paz.
   También nosotros seguidores de Jesús, debemos comprometernos,
no con proyectos paliativos (cambiar algo para que nada cambie),
sino anunciando  el Reino de Dios y su justicia, como lo hace Jesús.

El Reino de Dios es como una semilla
   En una ocasión, Jesús enseña a la gente diciendo:
El Reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra.
En la semilla hay vida latente para desarrollarse por sí sola,
pero necesita la participación del hombre: sembrar, regar, cultivar…
El Reino de Dios es una gracia, un don, un regalo que Dios nos hace,
y también una tarea de nuestra parte.
   El Reino es una gracia de Dios, pues tanto amó Dios al mundo,
que envió a su Hijo único, no para juzgar sino para salvar (Jn 3,16s).
Para ello, como toda semilla, Jesús realiza un camino muy humilde:
Nace pobre en un establo…Vive en Nazaret, un pueblo despreciado…
Recorre pueblos sanando enfermos y acogiendo a los marginados…
Pasa su vida haciendo el bien. Sin embargo, es asesinado muy pronto:
Si así tratan al árbol verde, ¿qué no harán con el seco? (Lc 23,31).
   El Reino de Dios es tarea de la persona que lo acoge libremente.
Por eso, Jesús llama a un grupo de seguidores para que vivan con Él
y, después, los envía a anunciar el Reino de Dios, diciéndoles:
No lleven nada fuera de un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero
Para anunciar el Reino, lo que importa no son las cosas materiales,
sino el testimonio, que nuestras palabras estén respaldadas por obras.
   Necesitamos reconocer que Dios hace crecer la semilla del Reino,
y los creyentes y personas de buena voluntad servidores, como Jesús:
Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo mandado,
digan: somos simples servidores,
solamente hemos cumplido nuestro deber (Lc 17,10).

El Reino de Dios es como el grano de mostaza
   En la región marginada de Galilea, Jesús no permanece indiferente:
al ver el sufrimiento de tantas personas y al oír sus quejas y lamentos.
Sus enseñanzas no son frases teóricas para aprenderlas de memoria,
sino que parten de la vida real de un pueblo oprimido y marginado.
   Cuando Jesús compara el Reino de Dios con el grano de mostaza,
las personas sencillas lo aceptan y aprueban…no así los terratenientes.
En efecto, la mostaza de cualquier especie se multiplica con rapidez,
acabando con las plantas útiles; además, ya convertida en arbusto,
vienen los pajaritos, otra plaga que perjudica la agricultura.
   El Reino que Jesús anuncia es un mensaje que mueve el piso,
a los terratenientes y poderosos de todos las épocas, porque:
Dios humilla al árbol elevado y eleva al árbol humilde (1ª lectura).
Al oír a Jesús, ¿cuál será la reacción del terrateniente ambicioso,
que amontona su cosecha sin compartirla? (Lc 12,16-21).
   También hoy, como dicen nuestros Obispos en Aparecida (2007):
Una industrialización salvaje y descontrolada,
de nuestras ciudades y del campo, va contaminando el ambiente
con toda clase de desechos químicos y orgánicos.
Lo mismo hay que alertar con las industrias extractivas de recursos
que -cuando no proceden a controlar y contrarrestar
sus efectos dañinos sobre el ambiente circundante-,
producen la eliminación de bosques, la contaminación del agua,
y convierten las zonas explotadas en inmensos desiertos (DA, n. 473).
   Cuánta falta nos hace oír a Jesús que nos sigue diciendo:
El que quiera salvar su vida la perderá. En cambio, quien la pierda
por mí y por la Buena Noticia del Reino de Dios, la salvará.
¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida?
¿Qué precio pagará el hombre a cambio de su vida? (Mc 8,35s).
   Por eso, felices los desposeídos, ellos heredarán la tierra (Mt 5,5),
felices los niños, los jóvenes, los adultos y las personas mayores,
que protegen la vida de nuestra madre tierra y la vida del ser humano.
   Al respecto, Mons. Luis Vallejos (1917-1982), dijo lo siguiente:
Hermano campesino, te doy gracias porque no desesperas ni decaes.
Y, especialmente, te agradezco el pan y el vino
fruto de la tierra y de tu trabajo diario.
Ellos son el Cuerpo y la Sangre de tu vida (31 enero 1982). 
J. Castillo A.

sábado, 9 de junio de 2018

La nueva familia de Jesús

10º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Gén 3,9-15  -  2Cor 4,13-5,1  -  Mc 3,20-35

   Las enseñanzas y obras de Jesús ponen en peligro los privilegios
de quienes tienen poder económico, político y religioso. Todos estos,
rechazan a Jesús, le acusan y, después, deciden que sea crucificado.
   Cuando Jesús vuelve “a casa”, otra vez se reúne mucha gente.
En eso, llegan sus parientes para llevárseloa su casa” (de Nazaret),
pero Jesús les dice que su nueva familia hace la voluntad de Dios.
  
A Jesús le rechazan por predicar y sanar enfermos
   Desde que Jesús empieza a anunciar el Reino y sanar enfermos,
los escribas, fariseos y sumos sacerdotes le rechazan, por ejemplo:
   Cuando Jesús dice al paralítico: Tus pecados quedan perdonados,
algunos escribas piensan que sus palabras ofenden a Dios (Mc 2,1ss).
   Mientras comen en casa de Leví, los escribas preguntan:
¿Por qué come con publicanos y pecadores? (Mc 2,13ss).
   Cuando sus discípulos arrancan espigas de trigo (Mc 2,23ss),
los escribas le dicen a Jesús: Eso no se puede hacer en sábado.
   En la sinagoga de Cafarnaúm, un sábado, Jesús sana a un enfermo.
De inmediato, fariseos y herodianos buscan eliminarlo (Mc 3,1-6).
   Más tarde, Jesús anuncia que sufrirá mucho, será rechazado,
morirá y al tercer día resucitará (Mc 8,31;   9,30ss;   10,32ss).
   Dos días antes de la Fiesta pascual, los escribas y sumos sacerdotes
buscan detener a Jesús y darle muerte (Mc 14,1).
   Cuando arrestan a Jesús, todos huyen y le abandonan (Mc 14,50).
   Por estos y otros motivos, Jesús es rechazado y como dice san Juan:
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron (Jn 1,11), porque:
*Él es el Hijo amado de Dios, a quien debemos escuchar (Mc 9,11).
*Se opone a ciertas costumbres para dar vida a los enfermos (Mc 3,4).
*Jamás estuvo al lado de quienes amontonan riquezas (Mc 10,24).
   También sus seguidores/as serán rechazados y perseguidos:
Los entregarán a las autoridades… los azotarán en las sinagogas…
los llevarán ante los reyes… para que sean mis testigos (Mc 13,9ss).

La nueva familia de Jesús
   Su nueva familia son los hombres y las mujeres que le buscan
oyen sus enseñanzashacen la voluntad del Padre celestial:
*El pueblo está reunido delante de la puerta (de la casa de Pedro),
  y Jesús sana a muchos enfermos de diversas dolencias (Mc 1,32ss).
*Cuando Jesús va a las orillas del lago de Galilea,
  toda la gente va a verlo, y Él les vuelve a enseñar (Mc 2,13).
*Al oír lo que hace Jesús, una gran multitud acude a Él (Mc 3,8).
*Vuelve a casa y se reúne tanta gente que no podía ni comer (3,22).
*En otra oportunidad, Jesús se pone a enseñar a orillas del lago,
  y se reúne tanta gente que tuvo que subir a una barca (Mc 4,1).
*Cuando Jesús regresa en la barca al otro lado del lago,
de nuevo se reúne en torno a Él mucha gente (Mc5,21).
   Muy diferente la actitud de sus familiares y paisanos de Nazaret:
*Cuando sus parientes se enteran de todo esto,
fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco (Mc 3,21).
*Un sábado Jesús enseña en la sinagoga de su pueblo (Nazaret).
Muchos le oyen y se preguntan extrañados:
¿Dónde aprendió tantas cosas? ¿Qué pensar de su sabiduría?
¿Cómo explicar los milagros que hace con sus manos?
¿No es este el carpintero, el hijo de María…?
¿Sus hermanos no viven aquí, con nosotros? No creían en Él.
Como respuesta, Jesús dice: En todas partes se honra a un profeta,
menos en su tierra, entre sus parientes y en su propia casa (Mc 6,4).
   Cuando le dicen: Tu madre, tus hermanos y hermanas te buscan,  
Jesús -mirando a las personas que están a su alrededor-
les responde: El que hace la voluntad de Dios,
ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Al respecto, recordemos lo que Jesús anuncia en el sermón del monte:
No el que me dice; ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial (Mt 7,21).
Y, justamente, Jesús quiere que nos amemos unos a otros (Jn 13,34s),
para que no haya entre nosotros ningún necesitado (Hch 4,34).
Tengamos presente también, el siguiente texto de Santiago:
La religión verdadera y perfecta delante de Dios nuestro Padre,
consiste en ayudar a huérfanos y viudas en sus necesidades,
y no dejarse contaminar por la corrupción de este mundo (Stgo 1,27).
J. Castillo A.