10º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Gén 3,9-15 - 2Cor
4,13-5,1 - Mc 3,20-35
Las enseñanzas y
obras
de Jesús ponen en peligro los privilegios
de
quienes tienen poder económico,
político y religioso. Todos estos,
rechazan a Jesús, le acusan y, después, deciden que sea crucificado.
Cuando
Jesús vuelve “a casa”, otra vez se
reúne mucha gente.
En
eso, llegan sus parientes para llevárselo
“a su casa” (de Nazaret),
pero
Jesús les dice que su nueva familia hace la voluntad de Dios.
A
Jesús le rechazan por predicar y sanar enfermos
Desde que Jesús empieza a anunciar el Reino y sanar enfermos,
los
escribas, fariseos y sumos sacerdotes le rechazan, por ejemplo:
Cuando
Jesús dice al paralítico: Tus pecados quedan perdonados,
algunos
escribas piensan que sus palabras ofenden a Dios (Mc 2,1ss).
Mientras
comen en casa de Leví, los escribas preguntan:
¿Por
qué come con publicanos y pecadores? (Mc 2,13ss).
Cuando
sus discípulos arrancan espigas de trigo (Mc 2,23ss),
los
escribas le dicen a Jesús: Eso no se puede hacer en sábado.
En
la sinagoga de Cafarnaúm, un sábado, Jesús sana a un enfermo.
De
inmediato, fariseos y herodianos buscan eliminarlo (Mc 3,1-6).
Más
tarde, Jesús anuncia que sufrirá mucho, será rechazado,
morirá
y al tercer día resucitará (Mc 8,31; 9,30ss;
10,32ss).
Dos
días antes de la Fiesta pascual, los escribas y sumos sacerdotes
buscan detener a Jesús y darle
muerte
(Mc 14,1).
Cuando
arrestan a Jesús, todos huyen y le abandonan (Mc 14,50).
Por estos y otros motivos, Jesús es
rechazado y como dice san Juan:
Vino a los suyos y los suyos no le
recibieron
(Jn 1,11), porque:
*Él es el Hijo amado de Dios, a quien debemos escuchar (Mc 9,11).
*Se opone a ciertas costumbres para dar
vida a los enfermos (Mc 3,4).
*Jamás estuvo al lado de quienes
amontonan riquezas (Mc 10,24).
También
sus seguidores/as serán rechazados y perseguidos:
Los
entregarán a las
autoridades… los azotarán en las
sinagogas…
los
llevarán ante los reyes…
para que sean mis testigos (Mc 13,9ss).
La
nueva familia de Jesús
Su nueva familia son los hombres y las
mujeres que le buscan…
oyen sus enseñanzas… hacen la voluntad del Padre celestial:
*El pueblo está reunido delante de la puerta
(de la casa de Pedro),
y Jesús
sana a muchos enfermos de diversas dolencias (Mc 1,32ss).
*Cuando Jesús va a las orillas del lago de
Galilea,
toda la gente va a verlo, y Él les vuelve a enseñar (Mc 2,13).
*Al oír lo que hace Jesús, una gran multitud
acude a Él (Mc 3,8).
*Vuelve a casa y se reúne tanta gente que no
podía ni comer (3,22).
*En otra oportunidad, Jesús se pone a enseñar
a orillas del lago,
y se reúne tanta gente que tuvo que subir a una barca (Mc 4,1).
*Cuando Jesús regresa en la barca al otro lado
del lago,
de nuevo se reúne en torno a Él mucha
gente
(Mc5,21).
Muy diferente la actitud de sus familiares y paisanos de Nazaret:
*Cuando sus parientes se enteran de todo esto,
fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco (Mc 3,21).
*Un sábado Jesús enseña en la sinagoga de su
pueblo (Nazaret).
Muchos le oyen y se preguntan extrañados:
¿Dónde aprendió tantas cosas? ¿Qué
pensar de su sabiduría?
¿Cómo explicar los milagros que hace con
sus manos?
¿No es este el carpintero, el hijo de
María…?
¿Sus hermanos no viven aquí, con
nosotros? No creían en Él.
Como
respuesta, Jesús dice: En todas partes se honra a un profeta,
menos
en su tierra, entre sus parientes
y en su propia casa
(Mc 6,4).
Cuando le dicen: Tu madre, tus hermanos y hermanas te buscan,
Jesús
-mirando a las personas que están a su alrededor-
les
responde: El que hace la voluntad de Dios,
ese
es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Al
respecto, recordemos lo que Jesús anuncia en el sermón del monte:
No el que me dice; ¡Señor! ¡Señor!,
entrará en el Reino de Dios,
sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial (Mt 7,21).
Y,
justamente, Jesús quiere que nos amemos unos a otros (Jn 13,34s),
para
que no haya entre nosotros ningún necesitado (Hch 4,34).
Tengamos
presente también, el siguiente texto de Santiago:
La
religión verdadera y perfecta delante de Dios
nuestro Padre,
consiste en ayudar a huérfanos y viudas en sus necesidades,
y no dejarse contaminar por la corrupción de este mundo (Stgo 1,27).
J. Castillo A.
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