miércoles, 30 de abril de 2014

Quédate con nosotros

III Domingo de Pascua (ciclo A)
Hch 2,14.22-33  -  1Pe 1,17-21  -  Lc 24,13-35

   
Aquel domingo, dos discípulos de Jesús se dirigen a Emaús, completamente desalentados por los sucesos dolorosos del viernes. Sin embargo, el mismo Jesús resucitado camina junto a ellosles escucha… les explica la Escritura… y comparte el pan con ellos… Una vez reconciliados, los dos se levantan y vuelven a Jerusalén.

Esperábamos que Él sería el liberador de Israel
   Los discípulos de Emaús no solo huyen y abandonan Jerusalén
que mata a los profetas y apedrea a los que Dios envía (Lc 13);
sino también abandonan la comunidad que Jesús había formado.
Amenazados por la violencia, ellos buscan seguridad en otro lugar,
pues herido mortalmente el pastor, las ovejas se dispersan (Mc 14).
   Mientras huyen, Jesús en persona se pone a caminar con ellos, pero
sus ojos no son capaces de reconocerlo; creen que es un ‘forastero’.
Para reconciliarlos, Jesús se interesa por el dolor que tienen…
pregunta… y escucha con paciencia sus tristezas y angustias
   A continuación, ellos dan su versión sobre lo ocurrido con Jesús:
-Profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante el pueblo
-Nuestras autoridades lo condenaron a muerte y fue crucificado
-Nosotros esperábamos que Él sería el liberador de Israel
   Hoy, ya no son dos sino millones los emigrantes y desplazados...
Países de África y América Latina tienen inmensas riquezas naturales,
lamentablemente, parte de su población vive en la pobreza y miseria.
Estos pobres abandonan sus tierras para ir a la ciudad o al extranjero,
cruzan desiertos, mares, murallas; si sobreviven siguen siendo pobres.
   ¿Hasta cuándo la voracidad de una industrialización salvaje,
seguirá aplicando el principio: máxima ganancia y mínimo gasto?
Con razón, hace muchos siglos, Dante Alighieri (1265-1321) escribía:
La avaricia es de naturaleza tan ruin y perversa que nunca consigue
calmar su afán: después de comer tiene más hambre.
¿Qué diría y qué haría, en pleno siglo XXI, Jesús de Nazaret?
   
Al compartir el pan reconocen a Jesús
   Luego, ambos discípulos dicen que unas mujeres de nuestro grupo
fueron al sepulcro, y unos ángeles les aseguraron que Jesús está vivo.
Fue entonces cuando Jesús, víctima reconciliada por su resurrección,
interviene y continúa el proceso de reconciliación de los dos viajeros.
   Para ello, lo primero que hace Jesús es partir de la Escritura,
no para dar un lección teórica y rutinaria como los doctores de la ley,
sino como un amigo que recuerda lo dicho por Moisés y los Profetas.
La Escritura por sí sola, no abre los ojos pero hace arder el corazón.
Si al escuchar el Evangelio, hemos sentido arder nuestros corazones,
no olvidemos que el mismo Jesús sigue caminando junto a nosotros.
   Cerca de la aldea de Emaús, Jesús hizo ademán de seguir adelante,
pero ellos le insisten diciendo: Quédate con nosotros, ya es tarde.
Ambos ofrecen al ‘forastero’ alojamiento y le piden comer con ellos.
Mientras están sentados los tres amigos alrededor de la misma mesa,
Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da.
En ese momento, se les abren los ojos y reconocen a Jesús.
Ya reconciliados, los dos discípulos se levantan, vuelven a Jerusalén,
para dar testimonio de lo que les había sucedido en el camino
y cómo habían reconocido a Jesús resucitado al compartir el pan.
   También hoy, comer juntos es el deseo de millones de hambrientos.
Para ello, no basta repetir la doctrina cristiana, ni leer los excelentes
documentos eclesiales, tampoco participar en ceremonias rutinarias…
Hace falta escuchar la voz del Profeta de Nazaret que hace arder
nuestros corazones, e invitar a los ‘forasteros’ para compartir el pan.
Si Jesús, que está presente en sus hermanos pobres que tienen hambre,
desaparece de nuestros corazones, cualquier celebración será inútil…
   Que no sea letra muerta la experiencia de las primeras comunidades
cristianas: Se reunían frecuentemente para escuchar las enseñanzas
de los apóstoles, y para participar en la vida común, en la fracción
del pan y en las oraciones…En sus casas partían el pan y compartían
la comida con alegría y sencillez… Todos los creyentes tenían un solo
corazón… No había entre ellos ningún necesitado… (Hch cap. 2 y 4).
   Sobre la Iglesia doméstica, S. Juan Crisóstomo (349-407) nos dice:
Vuelto a tu casa prepara una doble mesa: una de los alimentos,
y la otra de la Sagrada Escritura para que tus hijos la escuchen.

De esta manera harás de tu casa una Iglesia
J. Castillo A.

miércoles, 23 de abril de 2014

Heridas que reconcilian

II Domingo de Pascua (ciclo A)
Hch 2,42-47  -  1Pe 1,3-9  -  Jn 20,19-31
 
 Las personas que han sufrido miedo, amenazas, torturas, prisión… al ser abandonadas a su propia suerte, viven encerradas en sí mismas y, lo que es peor, muchas veces terminan dementes o se quitan la vida.
Muy diferente cuando una mano amiga las acogen y acompañan, para que lleguen a ser no solo víctimas reconciliadas consigo mismas, sino también víctimas reconciliadoras con los que siguen sufriendo.

Con las puertas bien cerradas
   La tarde de aquel domingo (día del Señor), los discípulos de Jesús
están en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
¿Hoy, puede la Iglesia permanecer encerrada por miedo? Escuchemos  
al papa Francisco que dice: Prefiero una Iglesia accidentada, herida
y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el
encierro y la comodidad… Más que el temor a equivocarnos, espero
que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan
falsa seguridad, en las normas que nos vuelven jueces implacables,
en las costumbres donde nos sentimos tranquilos… (EG, n.49).
Y en Aparecida se dijo: La Iglesia necesita una fuerte conmoción
que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento
y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres (DA, n.362).
   Para superar ‘encierro y miedo’, Jesús se aparece a sus discípulos,
y lo primero que les anuncia es la paz. Desde entonces sus seguidores
debemos salir para proclamar la paz allí donde hay odio y violencia.
Luego, les muestra sus manos perforadas y su costado abierto,
para no olvidarnos que fue crucificado por anunciar el Reino de Dios
y por dar vida a las personas marginadas por la sociedad y la religión.
Después, sopla sobre ellos diciendo: Reciban el Espíritu Santo.
Se trata del Espíritu que nos da vida plena y nos libera de todo temor:
En el mundo van a sufrir, pero tengan valor, yo he vencido al mundo.
A continuación, el Profeta de la misericordia no quiere venganzas
ni excomuniones sino perdón: acoger a pecadores y comer con ellos.

¡Felices los que creen sin haber visto!
   Ocho días después, los discípulos están reunidos y Tomás con ellos.
Jesús se aparece en medio de ellos y les dice: La paz esté con ustedes.
Esta Paz de Jesús no debemos confundirla con la paz que da el mundo
construida, generalmente, sobre la injusticia, las amenazas, el terror…
fruto de la carrera armamentista, gran crimen de nuestra época.
Qué diferente, cuando animados por la Paz de Jesús, buscamos vida
digna para todos, respetamos las diferencias, fomentamos la unidad.
   Cuando Jesús invita a Tomás a tocar sus manos y su costado,
nuevamente nos encontramos ante un proceso de reconciliación.
Las heridas de Jesús no han desaparecido. En este sentido, nada
diferencia a Jesús de cualquier superviviente que debe sobrellevar,
durante el resto de su vida, el peso de las heridas que ha padecido.
Pero cuando Jesús enseña sus heridas a Tomás, es porque esas heridas
ya no son fuente de dolor y de recuerdos desgarradores; son ahora
heridas que sanan, señalando un futuro diferente de vida y esperanza.
También las heridas de personas torturadas son parte de su historia,
pero al asumirlas de una manera diferente son heridas que sanan.
Por eso, para cualquier proceso de reconciliación los mejores agentes
son las personas que han experimentado un camino de reconciliación.
   Tomás, una vez reconciliado, proclama: ¡Señor mío y Dios mío!
Solo después del Prólogo (Jn 1,1), Jesús resucitado es llamado Dios.
Recordemos que para los judíos, la prueba de que Jesús debía  morir
era que Él, no solo quebrantaba el sábado, sino que además decía
que Dios era su Padre, haciéndose igual a Dios (Jn 5,18;  cf. 10,33).
  Finalmente, Jesús le dice a Tomás: Tú crees porque has visto.
y, mirando al futuro, anuncia: ¡Felices los que creen sin haber visto!
Desde entonces, la comunidad de discípulos no se reduce a los Doce,
que estaban reunidos en un lugar y en un tiempo determinados.
En adelante, quienes hemos recibido el don de la fe somos felices,
y también discípulos de Jesús aunque no le hemos visto físicamente.
Felices si seguimos el ejemplo del buen samaritano: ver a los heridos
y abandonados en nuestros caminos, compadecernos de ellos, curar
sus heridas, llevarlos a la posada, cuidar de ellos… (Lc 10).
Felices si como el ciego de nacimiento decimos: Creo, Señor (Jn 9).
Felices si confesamos como Marta: Sí, Señor, yo creo que tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a este mundo (Jn 11).
J. Castillo A.

miércoles, 16 de abril de 2014

El triunfo de la vida

Domingo de Resurrección (ciclo A)
Hch 10,34-43  -  Col 3,1-4  -  Jn 20,1-9

 En 1559, Bartolomé de Las Casas -defensor de los indios- escribió: Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotado y afligido,  abofeteado y crucificado, no una vez, sino millares de veces. Hoy, los cristianos debemos ver a Jesús en los pobres que sufren y, desde ellos, construir una sociedad más humana y fraterna. Jesús, el Profeta de Nazaret, el amigo de la vida, nos sigue diciendo: No tengan miedo a los que matan el cuerpo… (Mt 10,26ss).
 

El sepulcro vacío
   Desde Galilea, Jesús anuncia el Reino y sana a los enfermos,
acompañado de los doce apóstoles y de varias mujeres discípulas.
Todos ellos viven en un país ocupado por el imperio romano,
que para afianzar su poder, recurre a terribles ejecuciones.
   Aquel viernes, María la madre de Jesús, María de Cleofás y María
Magdalena estuvieron presente en la ejecución dolorosa de Jesús.
Su entierro tuvo que realizarse a toda prisa porque ya anochecía.
Como en muchas culturas, el sepulcro es un lugar a donde se acude
para liberar el dolor que se tiene por la pérdida de un ser querido.
   Sin embargo, la madrugada de aquel Domingo, cuando las mujeres
acuden al sepulcro de Jesús se encuentran con algo extraño: la piedra
está retirada, el sepulcro vacío, el cuerpo de Jesús ha desaparecido…
¿Habrán ordenado las autoridades sacar el cuerpo para deshacerse
de él en algún lugar desconocido? Tras una muerte atroz y humillante,
¿el Profeta Jesús se convertirá en uno más de tantos desaparecidos?
   Llorando y confusa, María Magdalena repite una y otra vez:
Se han llevado del sepulcro al Señor… Se han llevado a mi Señor
y no sé dónde lo han puesto… Si te lo has llevado, dime dónde está
   Entre 1980-2000, miles de peruanos pobres y campesinos fueron:
secuestrados, torturados, asesinados, arrojados en fosas comunes, 
desaparecidos… ¿Algún día se conocerá la verdad y habrá justicia?
Raquel llora desconsolada porque sus hijos están muertos (Mt 2,18).

Víctima reconciliada y reconciliadora
   Para verificar lo que María Magdalena les había dicho sobre Jesús,
Pedro y el discípulo amado corren, pero solo hallan un sepulcro vacío.
Sin embargo, cuando se dice que el discípulo amado vio y creyó,
se vislumbra una nueva luz: Según la Escritura, Jesús debía resucitar.
   Jesús, por su resurrección, es víctima reconciliada y reconciliadora.
Por eso, se acerca a María Magdalena… le pregunta por qué llora…
le llama por su nombre… y empieza a liberarla de sus angustias…
para que ella, en adelante, sea víctima reconciliada y reconciliadora.
   Tratándose de la reconciliación, no se busca olvidar el dolor,
sino asumirlo y proyectarse hacia el futuro de manera diferente;
solo así ese llanto, tristeza y angustia serán fuente de vida para otros.
Es por eso que Jesús le confía a María Magdalena una nueva misión:
Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes,
a mi Dios, el Dios de ustedes. De inmediato ella, ya reconciliada,
anuncia a los discípulos: ¡He visto al Señor! (Jn 20,11-18).
   Anunciar la resurrección de Jesús, no fue fácil para sus discípulos.
Cuando Pedro y Juan anuncian al pueblo la resurrección de Jesús,
de inmediato las autoridades judías muy irritadas los meten en prisión.
Al ser interrogados, Pedro lleno del Espíritu Santo responde:
Conste a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel que este hombre
ha sido sanado en nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien ustedes
crucificaron y a quien Dios lo resucitó de entre los muertos.
Al prohibirles hablar y enseñar en nombre de Jesús, ellos responden:
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído. Después,
al verse libres, se reúnen con la comunidad y oran a Dios diciendo:
Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus servidores
seguir anunciando tu mensaje con toda seguridad (Hch 4).
   Las autoridades judías no podían soportar que el proyecto de Jesús,
considerado tan peligroso, volviera a resucitar y ser anunciado.
   En nuestros días, ¿por qué el anuncio de la resurrección de Jesús,
en vez de suscitar persecución, suscita más bien cierta indiferencia?
¿Hasta cuándo seguiremos viendo al Señor azotado y afligido,
abofeteado y crucificado, en sus hermanos pobres e insignificantes?
¿Qué nos impide anunciar la resurrección de Jesús, y denunciar
al mismo tiempo a todos aquellos que le siguen crucificando?
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!    
J. Castillo A.

miércoles, 9 de abril de 2014

Es Jesús, el Profeta de Nazaret

Domingo de Ramos (ciclo A): 13 de abril del 2014
Is 50,4-7 - Fil 2,6-11 - Mt 21,1-11 - Mt 26,14-27,66

  
 Durante la Semana Santa, muchas personas aprovechan para viajar, descansar, hacer turismo y, luego, mostrar a sus familiares y amigos las fotografías de las ‘procesiones masivas’ que han presenciado…
Sin embargo, tengamos presente que Jesús, el Profeta de Nazaret, por dar vida a las personas pobres, débiles, indefensas, excluidas…  fue ejecutado como un delincuente, por los poderosos de siempre.

Tu rey, humilde, viene montado sobre un asno
   Los judíos, año tras año, celebran la fiesta de la Pascua (Ex 12), 
recordando la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Siglos después, Egipto es reemplazado por Roma y, desde entonces,
celebran la Pascua pero como extranjeros en su propia tierra.
   Jesús, después de haber cumplido su misión en la región de Galilea,
va a Jerusalén para la fiesta pascual, enseñando y sanando enfermos.
Al salir de Jericó, dos ciegos sentados en el camino le suplican:
Señor, que se nos abran los ojos. Jesús se compadece, toca sus ojos 
y, al instante, ambos recobran la vista y siguen a Jesús (Mt 20).
   Con los ciegos que ven, los mudos que hablan, los sordos que oyen; 
con sus discípulos y los pobres que le siguen, Jesús se dirige a Judea.
Serán días de: silencio y vivas… rechazo y amor… duelo y alegría… 
violencia y esperanza… humillación y victoria… muerte y vida…
   Jesús ingresa a la ciudad de Jerusalén, no como el gobernador Pilato
que lo hace montado en un caballo de guerra y en olor de multitud;
sino humildemente sobre un asno prestado, el animal de los pobres.
   Ya en Jerusalén, Jesús va al templo y echa fuera a los negociantes
y cambistas que han hecho de la casa de Dios una cueva de ladrones.
Como no se puede servir a Dios y al dinero, uno de los Doce, llamado
Judas Iscariote traiciona a su Maestro por treinta monedas de plata.
Lamentablemente, en nuestros días, muchas veces se usa el dinero
para derramar sangre inocente que desde la tierra clama justicia…

Bendito el que viene en nombre del Señor
   En varias ocasiones, Jesús anunció que en la ciudad de Jerusalén,
las autoridades religiosas lo iban a condenar a muerte, y entregar
a los paganos para que lo crucifiquen; pero Él resucitaría al tercer día.
Justamente, antes de padecer y mientras ingresa a Jerusalén,
la multitud exclama: Bendito el que viene en nombre del Señor.
La gente sencilla bendice y alaba a Jesús, el Profeta de Nazaret,
porque ha caminado por las carreteras polvorientas de Palestina,
anunciando la Buena Noticia del Reino y dando vida a los que sufren.
   Por eso, debemos ver el rostro sufriente de Cristo que nos interpela,
en los hermanos que llevan la cruz de la pobreza y miseria.
Ante esta situación sobran los discursos teóricos y tantas promesas…
Hacen falta obras concretas, como lo dirá Jesús en el juicio final:
Vengan, benditos de mi Padre, porque estuve hambriento y sediento,
emigrante y desnudo, enfermo y encarcelado, y ustedes me ayudaron.
También debemos denunciar las causas que generan tantas injusticias.
   En el siglo IV, después de tantas persecuciones y martirios,
los cristianos comenzaban a tener una vida instalada y mediocre,
y la Iglesia oficial se iba haciendo cada vez más rica y poderosa.
En este contexto, S. Hilario de Poitiers (315-367) escribe lo siguiente:
Oh Dios, ojalá me hubieses concedido vivir en los tiempos de Nerón,
me habría considerado feliz luchar contra tus enemigos declarados.
Pero ahora tenemos que combatir contra un perseguidor engañoso.
Éste no nos apuñala por la espalda, pero nos acaricia el vientre.
No confisca nuestros bienes, pero nos enriquece para la muerte.
No nos mete en la cárcel, pero nos honra y esclaviza en su palacio.
No desgarra nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro.
No nos amenaza con la hoguera, pero nos prepara para el infierno.
No lucha contra nosotros, pues tiene miedo de ser vencido.
Nos adula para poder reinar. Confiesa a Cristo para negarlo.
Trabaja por la unidad para sabotear la paz. Reprime las herejías
para destruir a los cristianos. Construye templos para demoler la fe.
Lleva tu nombre a flor de labios y en sus discursos, pero hace todo
lo que puede para que nadie crea que Tú eres Dios.
Consigue ser perseguidor sin hacer mártires.
   Entonces Jesús dijo: Yo los envío como ovejas en medio de lobos,
sean astutos como serpientes y sencillos como palomas
J. Castillo A.

miércoles, 2 de abril de 2014

La vida no termina, se transforma

V Domingo de Cuaresma (ciclo A)
Ez 37,12-14  -  Rom 8,8-11  -  Jn 11,1-45

Los funcionarios de la religión no solo insultan a Jesús…, también toman piedras para apedrearlo… intentan arrestarlo…  Ante estas amenazas, Jesús que vino a dar vida y vida en plenitud, arriesga su vida al ir a Betania para dar vida a su amigo Lázaro,  pues el amor más grande es entregar la vida por sus amigos.

Maestro, hace poco los judíos intentaban apedrearte
Según el Evangelio de hoy, Jesús se ha alejado de Jerusalén
ante las continuas amenazas de las autoridades judías.
Entre tanto, en Betania que significa ‘casa de los pobres’,
su amigo Lázaro está enfermo y sus hermanas, Marta y María,
le mandan avisar: Señor, tu amigo está enfermo.
Ir a Betania, que está cerca de Jerusalén, es un peligro para Jesús,
por eso sus discípulos se oponen porque tienen miedo.
Jesús aprovecha esta ocasión para seguir formándolos,
pues  el signo o milagro que Él va a realizar en Betania, servirá:
-Para la gloria de Dios: Amigo de la vida y quiere vida para todos.
-Para que el Hijo de Dios sea glorificado: Jesús será torturado,
  morirá crucificado, pero al tercer día resucitará, será glorificado.
-Para que sus seguidores: caminemos guiados por la luz que es Jesús,
  y creamos en Él, arriesgando nuestra vida para dar vida a los demás.
La respuesta de Tomás: Vamos también nosotros a morir con Él,
nos recuerda que la vida vence a la muerte y la luz a las tinieblas.
Antes de su asesinato, 24 marzo 1980, Mons. Oscar Romero dijo:
He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que,
como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan,
resucitaré en el pueblo salvadoreño… Si llegan a cumplirse
las amenazas, desde ya ofrezco a Dios mi sangre por la redención
y resurrección de El Salvador… Puede usted decir, si llegan
a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan… Un obispo
morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.

Yo soy la resurrección y la vida
Cuando Jesús llega a Betania, Lázaro que significa ‘Dios ayuda’,
lleva ya cuatro días enterrado. En este ambiente de dolor y tristeza,
muchos judíos solo consuelan a Marta y María, no pueden hacer más.
La llegada de Jesús es diferente, viene a consolar y a dar vida.
*Marta que significa ‘señora’, va al encuentro de Jesús y le dice:
Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
A pesar de esta desilusión, Marta abriga una esperanza y dice a Jesús:
Pero cualquier cosa que pidas a Dios, yo sé que Dios te la dará.
Jesús que es la resurrección y la vida, conduce a Marta a creer: 
Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo… Tú eres el Hijo de Dios
*María que significa ‘amada de Dios’, al saber que Jesús le llama,
se levanta, va de prisa, ve a Jesús, se postra a sus pies, llora…
Estos gestos muestran que sigue dolorida por la muerte de Lázaro,
no se abre a la esperanza ni llega a la confesión de fe de su hermana.
*Jesús que significa ‘Dios salva’, al ver el llanto de todos ellos,
se conmueve, llora, va al sepulcro y realiza cinco gestos de amor:
-Jesús empieza pidiendo ayuda para que saquen la piedra que separa:
a los vivos de los muertos, a los privilegiados de los pobres excluidos.
-Cuando Marta le dice: Señor, ya tiene mal olor, Jesús le pide creer:
¿No te he dicho que, si crees, vas a ver la gloria de Dios?
-Luego Jesús ora al Padre: Te doy gracias por haberme escuchado…
Lo digo por los que me rodean, para que crean que Tú me enviaste.
-Después, Jesús con fuerte voz grita: Lázaro, sal afuera.
-Finalmente, Jesús les dice: desátenlo y déjenlo caminar.
            Ayer planté una semilla, bien regada la dejé,
            tal vez estará llorando, por lo mal que la traté;
            tal vez estará diciendo: me muero en la oscuridad,
            si yo nací para la vida, ¿por qué me habrán de enterrar?
Para qué entrar en discusiones, ahora no puede entender,
mañana cuando sea un árbol, me lo sabrá agradecer;
tal vez entonces comprenda, que para su bien la enterré,
que hay siempre una oscura noche, para cada amanecer.
            La vida es un largo surco, que abrió la mano de Dios,
            semillita sepultada, buscamos la luz del sol;
            la espera a veces es larga, y larga la soledad,
            y hasta tememos a veces, si solo habrá oscuridad.
J. Castillo A.