Domingo de Resurrección (ciclo A)
Hch 10,34-43
- Col 3,1-4 - Jn
20,1-9
En
1559, Bartolomé de Las Casas -defensor de los indios- escribió: Dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios,
azotado y afligido, abofeteado y crucificado, no una vez, sino
millares de veces. Hoy, los cristianos debemos ver
a Jesús en los pobres que sufren y, desde ellos, construir una
sociedad más humana y fraterna. Jesús, el Profeta de Nazaret, el amigo de la vida, nos sigue diciendo: No tengan miedo a los que matan el cuerpo… (Mt 10,26ss).
El sepulcro vacío
Desde
Galilea, Jesús anuncia el Reino y sana a los enfermos,
acompañado de los doce apóstoles y de varias mujeres discípulas.
Todos ellos viven en un país ocupado por el imperio romano,
que para afianzar su poder, recurre
a terribles ejecuciones.
Aquel viernes, María la madre de Jesús, María de Cleofás y María
Magdalena estuvieron presente en la ejecución
dolorosa de Jesús.
Su entierro tuvo que realizarse a toda prisa porque ya anochecía.
Como en muchas culturas, el sepulcro es un lugar a donde se acude
para liberar el dolor que se tiene por la pérdida de un ser querido.
Sin
embargo, la madrugada de aquel Domingo, cuando las mujeres
acuden al sepulcro de Jesús se encuentran con algo extraño: la piedra
está retirada, el sepulcro vacío, el cuerpo de Jesús ha desaparecido…
¿Habrán ordenado las autoridades sacar el cuerpo para deshacerse
de él en algún lugar desconocido? Tras una muerte atroz y humillante,
¿el Profeta Jesús se convertirá en uno
más de tantos desaparecidos?
Llorando y confusa, María Magdalena repite una y otra vez:
Se han llevado
del sepulcro al Señor… Se han llevado
a mi Señor
y no sé dónde lo han puesto… Si te lo has llevado, dime dónde está…
Entre 1980-2000, miles de peruanos pobres y campesinos fueron:
secuestrados, torturados, asesinados, arrojados en fosas comunes,
desaparecidos… ¿Algún día se
conocerá la verdad y habrá justicia?
Raquel llora desconsolada porque sus hijos están
muertos (Mt 2,18).
Víctima reconciliada y
reconciliadora
Para
verificar lo que María Magdalena les había dicho sobre Jesús,
Pedro y el discípulo amado corren, pero solo hallan un sepulcro vacío.
Sin embargo, cuando se dice que el
discípulo amado vio y creyó,
se vislumbra una nueva luz: Según la
Escritura, Jesús debía resucitar.
Jesús, por su resurrección, es víctima reconciliada y
reconciliadora.
Por eso, se acerca a María Magdalena… le pregunta por qué llora…
le llama por su nombre… y empieza a liberarla de sus angustias…
para que ella, en adelante, sea víctima reconciliada y reconciliadora.
Tratándose de la reconciliación, no se busca olvidar el dolor,
sino asumirlo y proyectarse hacia el
futuro de manera diferente;
solo así ese llanto, tristeza y angustia serán fuente de vida para otros.
Es por eso que Jesús le confía a María Magdalena una nueva misión:
Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el
Padre de ustedes,
a mi Dios, el Dios de ustedes. De inmediato ella, ya reconciliada,
anuncia a los discípulos: ¡He visto
al Señor! (Jn 20,11-18).
Anunciar
la resurrección de Jesús, no fue fácil para sus discípulos.
Cuando Pedro y Juan anuncian al pueblo la resurrección de Jesús,
de inmediato las autoridades judías muy irritadas los meten en prisión.
Al ser interrogados, Pedro lleno del Espíritu Santo responde:
Conste a todos ustedes y a todo el pueblo de
Israel que este hombre
ha sido sanado en nombre de Jesucristo el
Nazareno, a quien ustedes
crucificaron y a quien Dios lo resucitó de entre los muertos.
Al prohibirles hablar y enseñar en nombre de Jesús, ellos responden:
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y
oído. Después,
al verse libres, se reúnen con la comunidad y oran a Dios diciendo:
Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a
tus servidores
seguir anunciando tu mensaje con toda seguridad (Hch 4).
Las
autoridades judías no podían soportar que el proyecto de Jesús,
considerado tan peligroso, volviera a resucitar y ser anunciado.
En nuestros días, ¿por qué el anuncio de la resurrección de Jesús,
en vez de suscitar persecución, suscita más bien cierta indiferencia?
¿Hasta cuándo seguiremos viendo al
Señor azotado y afligido,
abofeteado y crucificado, en sus hermanos pobres e insignificantes?
¿Qué nos impide anunciar la resurrección
de Jesús, y denunciar
al mismo tiempo a todos aquellos que le siguen crucificando?
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! J. Castillo A.
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