miércoles, 9 de abril de 2014

Es Jesús, el Profeta de Nazaret

Domingo de Ramos (ciclo A): 13 de abril del 2014
Is 50,4-7 - Fil 2,6-11 - Mt 21,1-11 - Mt 26,14-27,66

  
 Durante la Semana Santa, muchas personas aprovechan para viajar, descansar, hacer turismo y, luego, mostrar a sus familiares y amigos las fotografías de las ‘procesiones masivas’ que han presenciado…
Sin embargo, tengamos presente que Jesús, el Profeta de Nazaret, por dar vida a las personas pobres, débiles, indefensas, excluidas…  fue ejecutado como un delincuente, por los poderosos de siempre.

Tu rey, humilde, viene montado sobre un asno
   Los judíos, año tras año, celebran la fiesta de la Pascua (Ex 12), 
recordando la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto.
Siglos después, Egipto es reemplazado por Roma y, desde entonces,
celebran la Pascua pero como extranjeros en su propia tierra.
   Jesús, después de haber cumplido su misión en la región de Galilea,
va a Jerusalén para la fiesta pascual, enseñando y sanando enfermos.
Al salir de Jericó, dos ciegos sentados en el camino le suplican:
Señor, que se nos abran los ojos. Jesús se compadece, toca sus ojos 
y, al instante, ambos recobran la vista y siguen a Jesús (Mt 20).
   Con los ciegos que ven, los mudos que hablan, los sordos que oyen; 
con sus discípulos y los pobres que le siguen, Jesús se dirige a Judea.
Serán días de: silencio y vivas… rechazo y amor… duelo y alegría… 
violencia y esperanza… humillación y victoria… muerte y vida…
   Jesús ingresa a la ciudad de Jerusalén, no como el gobernador Pilato
que lo hace montado en un caballo de guerra y en olor de multitud;
sino humildemente sobre un asno prestado, el animal de los pobres.
   Ya en Jerusalén, Jesús va al templo y echa fuera a los negociantes
y cambistas que han hecho de la casa de Dios una cueva de ladrones.
Como no se puede servir a Dios y al dinero, uno de los Doce, llamado
Judas Iscariote traiciona a su Maestro por treinta monedas de plata.
Lamentablemente, en nuestros días, muchas veces se usa el dinero
para derramar sangre inocente que desde la tierra clama justicia…

Bendito el que viene en nombre del Señor
   En varias ocasiones, Jesús anunció que en la ciudad de Jerusalén,
las autoridades religiosas lo iban a condenar a muerte, y entregar
a los paganos para que lo crucifiquen; pero Él resucitaría al tercer día.
Justamente, antes de padecer y mientras ingresa a Jerusalén,
la multitud exclama: Bendito el que viene en nombre del Señor.
La gente sencilla bendice y alaba a Jesús, el Profeta de Nazaret,
porque ha caminado por las carreteras polvorientas de Palestina,
anunciando la Buena Noticia del Reino y dando vida a los que sufren.
   Por eso, debemos ver el rostro sufriente de Cristo que nos interpela,
en los hermanos que llevan la cruz de la pobreza y miseria.
Ante esta situación sobran los discursos teóricos y tantas promesas…
Hacen falta obras concretas, como lo dirá Jesús en el juicio final:
Vengan, benditos de mi Padre, porque estuve hambriento y sediento,
emigrante y desnudo, enfermo y encarcelado, y ustedes me ayudaron.
También debemos denunciar las causas que generan tantas injusticias.
   En el siglo IV, después de tantas persecuciones y martirios,
los cristianos comenzaban a tener una vida instalada y mediocre,
y la Iglesia oficial se iba haciendo cada vez más rica y poderosa.
En este contexto, S. Hilario de Poitiers (315-367) escribe lo siguiente:
Oh Dios, ojalá me hubieses concedido vivir en los tiempos de Nerón,
me habría considerado feliz luchar contra tus enemigos declarados.
Pero ahora tenemos que combatir contra un perseguidor engañoso.
Éste no nos apuñala por la espalda, pero nos acaricia el vientre.
No confisca nuestros bienes, pero nos enriquece para la muerte.
No nos mete en la cárcel, pero nos honra y esclaviza en su palacio.
No desgarra nuestras carnes, pero destroza nuestra alma con su oro.
No nos amenaza con la hoguera, pero nos prepara para el infierno.
No lucha contra nosotros, pues tiene miedo de ser vencido.
Nos adula para poder reinar. Confiesa a Cristo para negarlo.
Trabaja por la unidad para sabotear la paz. Reprime las herejías
para destruir a los cristianos. Construye templos para demoler la fe.
Lleva tu nombre a flor de labios y en sus discursos, pero hace todo
lo que puede para que nadie crea que Tú eres Dios.
Consigue ser perseguidor sin hacer mártires.
   Entonces Jesús dijo: Yo los envío como ovejas en medio de lobos,
sean astutos como serpientes y sencillos como palomas
J. Castillo A.

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