miércoles, 2 de noviembre de 2016

Jesús, amigo de la vida

32º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo C
2Mac 7,1-2. 9-14  -  2Tes 2,16-3,5  -  Lc 20,27-38

   Después de su entrada en Jerusalén, Jesús expulsa a los negociantes
que han hecho del templo una cueva de ladrones (Lc 19,46).
  Mientras enseña al pueblo, Jesús denuncia a las autoridades asesinas;
en ese momento los escribas y sumos sacerdotes intentan detenerlo,
pero no lo hacen porque tienen miedo al pueblo (Lc 20,19).
  Otros de mala fe le preguntan sobre el impuesto al César (Lc 20,20).
  Por su parte, unos saduceos buscan desautorizar a Jesús.

Los saduceos niegan la resurrección
   En la época de Jesús, el grupo de los saduceos son pocos,
pero con una enorme influencia en lo político, económico, religioso;
pues entre sus miembros hay laicos y sacerdotes muy ricos.
Para conservar sus privilegios, colaboran con el imperio romano.
Solo aceptan los cinco primeros libros de la Biblia (=Pentateuco),
interpretados según sus intereses… y dejan los otros libros del AT,
donde hay textos que contradicen de raíz su mentalidad y falsa piedad.
Consideran que las riquezas materiales son una bendición de Dios,
y no dudan en decir: “buenos son los ricos… y malos son los pobres”.
Por eso, creyendo ser los preferidos de Dios, niegan la resurrección.
   Los saduceos desaparecen con la destrucción de Jerusalén el año 70,
sin embargo, su manera de pensar y de vivir está presente hoy en día.
*En una orilla: Barrios residenciales…palacios…vehículos lujosos…
Funcionarios que siguen y cumplen las consignas del capitalismo…
Inversionistas sordos al clamor de la tierra y de los pobres
Autoridades que usan ceremonias religiosas para manipular al pueblo.
*En la otra orilla: Una multitud… de niños, adultos y ancianos,
en una palabra, de personas humanas concretas e irrepetibles,
que sufren el peso intolerable de la miseria (SRS, 1987, n.13).
¿Se justifica este abismo en un país con millones de católicos?
   Algo está claro: la práctica de los antiguos y nuevos saduceos,
contradice las enseñanzas y las obras de Jesús, amigo de la vida.

El Señor no es Dios de muertos, sino de vivientes
   Jesús desenmascara la hipocresía de los saduceos
que engañan a la gente pobre, interpretando mal la Palabra de Dios;
y para negar la resurrección le presentan un ejemplo absurdo…
Ciertamente, como lo dice Jesús, los saduceos están equivocados,
porque no conocen las Escrituras ni el poder de Dios (Mc 12,24).
   La respuesta de Jesús va por otro camino.
Utiliza un texto del Éxodo, libro aceptado por los saduceos.
En ese texto, Dios le confía a Moisés la misión de liberar a su pueblo
y le dice: Yo soy el Dios de Abrahán,  de Isaac, de Jacob.
A continuación, el Dios de la vida le dice a Moisés:
He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus lamentos,
conozco sus sufrimientos, he bajado para liberarlo… (Ex 3,1ss).
   El verdadero rostro de Dios que Jesús nos da a conocer,
es un Padre con entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
y su gloria consiste en que el hombre y la mujer tengan vida.
Por todo esto, Jesús responde a los saduceos diciéndoles:
El Señor no es un Dios de muertos, sino de vivientes.
   Para el cristiano, la muerte es: puerta de salida de la vida terrenal,
y, al mismo tiempo, puerta de entrada en la Vida plena y definitiva:
La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma;
y, al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo (Prefacio I de difuntos).
   Actualmente, los cristianos y las personas de buena voluntad,
¿podemos seguir indiferentes cuando la tierra, nuestra casa común,
sigue siendo destruida, poniendo en peligro la vida actual y futura?
¿De qué sirve adornar con metales preciosos las imágenes de Jesús,
si después lo abandonamos hambriento, sediento, desnudo, enfermo?
   Si de veras amamos a Dios, seamos como Él amigos de la vida:
Señor, tú tienes compasión de todos, porque todo lo puedes.
No te fijas en los pecados de los hombres, para que se arrepientan.
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho.
Si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado…
Perdonas a todos porque son tuyos, Señor, amigo de la vida (Sab 11).
   Siguiendo el ejemplo de Jesús, pongamos vida donde hay muerte:
Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia (Jn 10,10).
Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí aunque muera vivirá.
Quien vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11,25).
J. Castillo A.

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