miércoles, 9 de noviembre de 2016

Dar testimonio de Jesús

33º Domingo Tiempo Ordinario ciclo C
Mal 3,19-20  -  2Tes 3,7-12  -  Lc 21,5-19

   ¿De qué sirve dar prioridad a los adornos y riquezas de los templos,
si somos incapaces de oír el grito de los niños, jóvenes y adultos,
que sufren las consecuencias de guerras, terremotos, epidemias…?
   Que nadie nos engañe con mensajes, discursos, promesas…
ajenos a las enseñanzas y obras de Jesús, el Profeta de Nazaret.
   Donde hay violencia, corrupción, injusticia, narcotráfico, muerte…
Jesús nos pide dar testimonio, incluso entregando nuestra vida.
  
No quedará piedra sobre piedra, todo será destruido
   A los que admiran los adornos y riquezas del templo, Jesús les dice:
Llegará un día en que todo lo que ustedes ven será destruido.
Aquel templo  -en vez de acoger el Reino de Dios y su justicia-
es una cueva de ladrones, donde las autoridades religiosas:
-se benefician con los diezmos, ofrendas, donaciones, sacrificios…
-los sumos sacerdotes son ricos y viven en barrios residenciales…
-un sacerdote, al ver a un herido abandonado, no hace nada…
Por todo esto, aquel templo ya estaba destruido “moralmente”.
   Para Jesús lo más importante no es el templo sino las personas,
y como Él mismo lo dice: Vine para que tengan vida. Por eso:
*Sana a los enfermos: Los que tenían enfermos se los traían,
y Él les imponía las manos a cada uno y los sanaba (Lc 4,40).
*Frente al hambre de unas cinco mil personas, dice a sus discípulos:
Denles ustedes mismos de comer (Lc 9,12ss).
*Perdona a los pecadores: Hoy ha llegado la salvación a esta casa…
pues yo vine a buscar y a salvar lo que estaba perdido  (Lc 19,1ss).
   Si queremos honrar a Jesús, en espíritu y en verdad (Jn 4,21),
hagámoslo no en el templo, sino en sus hermanos que sufren (Mt 25):
¿Acaso no saben ustedes que son templos de Dios,
y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?
Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él,
pues el templo de Dios es santo, y ese templo son ustedes (1Cor 3,16).

¡Cuidado, no se dejen engañar!
   Después que Jesús anuncia la destrucción del templo de Jerusalén,
sus discípulos le preguntan: Maestro, ¿cuándo sucederá todo esto?
Jesús les responde: ¡Cuidado, no se dejen engañar!
Porque muchos vendrán usando mi nombre… No vayan tras ellos.
*En algunos casos se trata de falsos profetas (falsas autoridades),
que vienen disfrazados de ovejas, pero son lobos feroces (Mt 7,15);
son ladrones que vienen a robar… matar… destruir… (Jn 10,7ss).
*Tengamos presente también las siguientes palabras de Jesús:
Aquel día, muchos me dirán: Señor, en tu nombre hemos profetizado,
en tu nombre hemos expulsado demonios y hemos hecho milagros.
Yo les diré: No los conozco, aléjense de mí, malhechores (Mt 7,21ss).
En tiempos difíciles no sigamos ni escuchemos a esos charlatanes.
*Años más tarde, San Pablo denunciará a los falsos maestros
que son orgullosos y no siguen las enseñanzas de Jesús:
para ellos la religión es un puro negocio (1Tim 6,3ss; y 2ª lectura).
Muy diferente lo que Jesús nos pide, desde su propia experiencia:
Den gratuitamente, lo que gratuitamente han recibido (Mt10,8).

Al ser perseguidos, ustedes darán testimonio de mí
   Hacer realidad el Reino de Dios que es vida, verdad, justicia, paz
trae consigo calumnias, maldiciones, persecuciones… (Mt 5,10s),
por parte de los que tienen el poder político, económico, religioso;
pues el orden injusto establecido y sus intereses son amenazados.
   Pero, ¿qué sucede en países de tradición cristiana como el nuestro?
Son perseguidos los hijos de las tinieblas, los campesinos e indígenas
por defender la vida de la madre tierra y la vida de los seres humanos.
Persecución que no sucede con ciertos sectores de los hijos de la luz,
porque, generalmente, llevamos una vida egoísta y mediocre:
Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Apc 3,15s).
   Reflexionemos en el siguiente testimonio que nos da San Pablo:
Voy a Jerusalén llevado por el Espíritu, sin saber lo que me sucederá.
Solo sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me da a conocer
que me esperan prisiones y persecuciones.
Pero poco me importa la vida, con tal de terminar mi carrera
y cumplir el ministerio que he recibido del Señor Jesús:
anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios (Hch 20,22ss).
J. Castillo A.

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