33º Domingo Tiempo Ordinario ciclo C
Mal 3,19-20 - 2Tes
3,7-12 -
Lc 21,5-19
¿De qué sirve dar prioridad a los adornos
y riquezas de los templos,
si
somos incapaces de oír el grito de los niños, jóvenes y adultos,
que
sufren las consecuencias de guerras, terremotos, epidemias…?
Que
nadie nos engañe con mensajes, discursos, promesas…
ajenos
a las enseñanzas y obras de Jesús, el Profeta de Nazaret.
Donde
hay violencia, corrupción, injusticia, narcotráfico, muerte…
Jesús
nos pide dar testimonio, incluso entregando nuestra vida.
No
quedará piedra sobre piedra, todo será destruido
A los que admiran los adornos y riquezas
del templo, Jesús les dice:
Llegará
un día en que todo lo que ustedes ven será destruido.
Aquel
templo -en vez de acoger el Reino de Dios y su justicia-
es
una cueva de ladrones, donde las autoridades religiosas:
-se
benefician con los diezmos, ofrendas, donaciones, sacrificios…
-los
sumos sacerdotes son ricos y viven en barrios residenciales…
-un
sacerdote, al ver a un herido abandonado, no hace nada…
Por
todo esto, aquel templo ya estaba
destruido “moralmente”.
Para
Jesús lo más importante no es el templo sino las personas,
y
como Él mismo lo dice: Vine para que tengan vida. Por eso:
*Sana
a los enfermos: Los que tenían enfermos se los traían,
y Él les imponía las manos a cada uno y
los sanaba
(Lc 4,40).
*Frente
al hambre de unas cinco mil
personas, dice a sus discípulos:
Denles ustedes mismos de comer (Lc 9,12ss).
*Perdona
a los pecadores: Hoy ha llegado la salvación a esta casa…
pues yo vine a buscar y a salvar lo que
estaba perdido (Lc 19,1ss).
Si
queremos honrar a Jesús, en espíritu y en
verdad (Jn 4,21),
hagámoslo
no en el templo, sino en sus hermanos que sufren (Mt 25):
¿Acaso no saben ustedes que son templos
de Dios,
y que el Espíritu de Dios vive en
ustedes?
Si
alguien destruye el templo de Dios,
Dios lo destruirá a él,
pues el templo de Dios es santo, y ese
templo son ustedes
(1Cor 3,16).
¡Cuidado,
no se dejen engañar!
Después que Jesús anuncia la destrucción
del templo de Jerusalén,
sus
discípulos le preguntan: Maestro, ¿cuándo
sucederá todo esto?
Jesús
les responde: ¡Cuidado, no se dejen engañar!
Porque
muchos vendrán usando mi nombre… No vayan tras ellos.
*En
algunos casos se trata de falsos profetas (falsas autoridades),
que
vienen disfrazados de ovejas, pero son
lobos feroces (Mt 7,15);
son
ladrones que vienen a robar… matar…
destruir… (Jn 10,7ss).
*Tengamos
presente también las siguientes palabras de Jesús:
Aquel día, muchos me dirán: Señor, en tu nombre hemos profetizado,
en
tu nombre hemos expulsado
demonios y hemos hecho milagros.
Yo les diré: No los conozco, aléjense de
mí, malhechores
(Mt 7,21ss).
En
tiempos difíciles no sigamos ni escuchemos a esos charlatanes.
*Años
más tarde, San Pablo denunciará a los falsos maestros
que
son orgullosos y no siguen las enseñanzas de Jesús:
para
ellos la religión es un puro negocio (1Tim 6,3ss; y 2ª lectura).
Muy
diferente lo que Jesús nos pide, desde su propia experiencia:
Den gratuitamente, lo que gratuitamente
han recibido
(Mt10,8).
Al
ser perseguidos, ustedes darán testimonio de mí
Hacer realidad el Reino de Dios que es vida, verdad, justicia, paz…
trae
consigo calumnias, maldiciones, persecuciones… (Mt 5,10s),
por
parte de los que tienen el poder político, económico, religioso;
pues
el orden injusto establecido y sus intereses son amenazados.
Pero,
¿qué sucede en países de tradición cristiana como el
nuestro?
Son
perseguidos los hijos de las tinieblas, los campesinos e indígenas
por
defender la vida de la madre tierra y la vida de los seres
humanos.
Persecución
que no sucede con ciertos sectores de los hijos de la luz,
porque,
generalmente, llevamos una vida egoísta y mediocre:
Ojalá fueras frío o caliente, pero como
eres tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Apc 3,15s).
Reflexionemos
en el siguiente testimonio que nos da San Pablo:
Voy a Jerusalén llevado por el Espíritu,
sin saber lo que me sucederá.
Solo sé que en cada ciudad el Espíritu
Santo me da a conocer
que me
esperan prisiones y persecuciones.
Pero poco me importa la vida, con tal de
terminar mi carrera
y cumplir el ministerio que he recibido
del Señor Jesús:
anunciar
la Buena Noticia de la gracia de Dios (Hch
20,22ss).J. Castillo A.
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