miércoles, 30 de noviembre de 2016

La misión del profeta

2º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 11,1-10  -  Rom 15,4-9  -  Rom 15,4-9

   Cuando nace Juan el Bautista, Zacarías su padre (que es sacerdote),
exclama: A ti niño te llamarán profeta del Altísimo.
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados (Lc 1).
Años después, Juan: -Renuncia a una vida cómoda y se va al desierto.
-Denuncia la hipocresía e inmoralidad de ciertas autoridades.
-Anuncia la venida de Jesús que bautizará con el Espíritu Santo.

Juan el Bautista se presenta en el desierto
   Juan tiene una misión especial: Preparar el camino al Señor.
Para ello, como todo profeta, lo primero que hace es renunciar:
*Renuncia a ser sacerdote del templo de Jerusalén, donde abunda:
ceremonias, sacrificios, riquezas… pero no hay misericordia.
*Se aleja de Jerusalén, donde están los que: -oprimen al pueblo…
-matan a los profetas… -apedrean a los enviados de Dios (Mt23,37).
*Vive en el desierto, lugar de purificación y de encuentro con Dios,
y es allí a donde acuden: judíos de Jerusalén, de Judea y del Jordán.
*Opta por una vida sencilla: en el vestido y en el alimento.
*Al final de su vida da este impresionante testimonio sobre Jesús:
Ahora mi gozo es perfecto, Él debe crecer y yo disminuir (Jn 3,30).
   En países de larga tradición cristiana, como el nuestro,
la Iglesia debe renunciar: a las ataduras temporales…
al prestigio ambiguo… a los vínculos con la riqueza
solo así, su misión de servicio será más transparente (DM, 16º, n.18).
   Reflexionemos sobre lo dicho por S. Hilario de Poitiers (315-367),
pues las intrigas del emperador romano Constancio tiene actualidad:
-Constancio no nos apuñala por la espalda, nos acaricia el vientre.
-No confisca nuestros bienes, pero nos enriquece para la muerte.
-No nos mete en la cárcel, pero nos honra en su palacio.
-No lucha, pues tiene miedo, al contrario adula para poder reinar.
-Construye templos para demoler la fe y para que nadie crea en Dios.

¡Raza de víboras! Den frutos de una sincera conversión
   Juan denuncia a los fariseos y saduceos que piden bautizarse,
diciéndoles: ¡Raza de víboras! Den fruto de una sincera conversión.
Y no se hagan ilusiones diciendo: Somos descendientes de Abraham,
porque Dios puede hacer de estas piedras descendientes de Abraham.
   Más tarde, denunciará las inmoralidades de Herodes Antipas,
al decirle: No te es lícito tener la mujer de tu hermano Filipo.
Herodes, en vez de oír aquella voz y cambiar el rumbo de su vida,
hace encarcelar al profeta Juan y, luego, ordena matarlo (Mt 14,1ss).
Denunciar tiene un costo: calumnia, persecución, muerte (Mt 5,11s).
   Ojalá los responsables del grito de la tierra y de los pobres,
oigan la denuncia que dijo, en 1511, Fr. Antonio de Montesinos op,
en la actual República Dominicana: ¿Con qué derecho y justicia
tienen en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?
¿Con qué autoridad han hecho tan detestables guerras
a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas?
¿Cómo los tienen tan oprimidos y fatigados,
sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades,
que de los excesivos trabajos que les dan incurren y se mueren,
o por mejor decir, los matan, por sacar y adquirir oro cada día?

Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo
   Juan prepara el camino a Jesús, anunciando esta Buena Noticia:
-Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos…
-Yo les bautizo con agua para que ustedes se conviertan,
pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo;
Él les bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.
   Como Juan, anunciemos a Jesús con el testimonio de nuestra vida,
es decir, con palabras y obras que expresen amor a Dios y al prójimo;
pues -como lo dijo el papa Paulo VI- el hombre contemporáneo
escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan;
o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio.
Y añade: Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida,
como la Iglesia evangelizará al mundo,
es decir, mediante un testimonio vivido: -de fidelidad a Jesucristo,
-de pobreza y despego de los bienes materiales,
-de libertad frente a los poderes del mundo,
-en una palabra: de santidad (“Anuncio del Evangelio”, n.41).
J. Castillo A.

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