2º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 11,1-10
- Rom 15,4-9 - Rom
15,4-9
Cuando
nace Juan el Bautista, Zacarías su padre (que es sacerdote),
exclama:
A ti niño te llamarán profeta del Altísimo.
porque irás delante del Señor a preparar sus
caminos,
anunciando a su pueblo la salvación, el perdón
de sus pecados (Lc 1).
Años
después, Juan: -Renuncia a una vida
cómoda y se va al desierto.
-Denuncia la hipocresía e inmoralidad de
ciertas autoridades.
-Anuncia la venida de Jesús que bautizará
con el Espíritu Santo.
Juan el
Bautista se presenta en el desierto
Juan
tiene una misión especial: Preparar el
camino al Señor.
Para
ello, como todo profeta, lo primero que hace es renunciar:
*Renuncia a ser sacerdote del templo de
Jerusalén, donde abunda:
ceremonias, sacrificios, riquezas… pero no hay misericordia.
*Se aleja de Jerusalén, donde están los
que: -oprimen al pueblo…
-matan a los profetas… -apedrean a los
enviados de Dios (Mt23,37).
*Vive en el desierto, lugar de
purificación y de encuentro con Dios,
y es
allí a donde acuden: judíos de Jerusalén,
de Judea y del Jordán.
*Opta por una vida sencilla: en el
vestido y en el alimento.
*Al
final de su vida da este impresionante testimonio sobre Jesús:
Ahora mi gozo es perfecto, Él debe crecer y yo disminuir (Jn 3,30).
En países
de larga tradición cristiana, como el nuestro,
la
Iglesia debe renunciar: a las ataduras temporales…
al prestigio ambiguo… a los vínculos con la
riqueza…
solo
así, su misión de servicio será más
transparente (DM, 16º, n.18).
Reflexionemos
sobre lo dicho por S. Hilario de
Poitiers (315-367),
pues las
intrigas del emperador romano Constancio tiene actualidad:
-Constancio no nos apuñala por la espalda, nos acaricia el vientre.
-No confisca nuestros bienes, pero nos enriquece para la muerte.
-No nos mete en la cárcel, pero nos honra en su palacio.
-No lucha, pues tiene miedo, al contrario adula para poder reinar.
-Construye
templos para demoler la fe y para que nadie crea en Dios.
¡Raza de
víboras! Den frutos de una sincera conversión
Juan denuncia a los fariseos y saduceos
que piden bautizarse,
diciéndoles:
¡Raza de víboras! Den fruto de una
sincera conversión.
Y no se hagan ilusiones diciendo: Somos descendientes
de Abraham,
porque Dios puede hacer de estas piedras
descendientes de Abraham.
Más
tarde, denunciará las inmoralidades
de Herodes Antipas,
al
decirle: No te es lícito tener la mujer
de tu hermano Filipo.
Herodes,
en vez de oír aquella voz y cambiar el rumbo de su vida,
hace
encarcelar al profeta Juan y, luego, ordena matarlo (Mt 14,1ss).
Denunciar tiene un costo: calumnia, persecución, muerte (Mt 5,11s).
Ojalá los
responsables del grito de la tierra y de
los pobres,
oigan la denuncia que dijo, en 1511, Fr. Antonio de Montesinos op,
en la
actual República Dominicana: ¿Con qué
derecho y justicia
tienen en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?
¿Con qué autoridad han hecho tan detestables guerras
a estas gentes que estaban en sus tierras,
mansas y pacíficas?
¿Cómo los tienen tan oprimidos y fatigados,
sin darles de comer ni curarlos de sus
enfermedades,
que de los excesivos trabajos que les dan
incurren y se mueren,
o por mejor decir, los matan, por sacar y adquirir oro cada día?
Detrás
de mí viene uno con más autoridad que yo
Juan
prepara el camino a Jesús, anunciando
esta Buena Noticia:
-Conviértanse, porque está cerca el Reino de
los cielos…
-Yo les bautizo con agua para que ustedes se
conviertan,
pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo;
Él les bautizará con el Espíritu Santo y con
fuego.
Como
Juan, anunciemos a Jesús con el
testimonio de nuestra vida,
es
decir, con palabras y obras que expresen amor a Dios y al prójimo;
pues
-como lo dijo el papa Paulo VI- el hombre contemporáneo
escucha más a gusto a los que dan testimonio
que a los que enseñan;
o si escuchan a los que enseñan es porque dan
testimonio.
Y añade:
Será sobre todo mediante su conducta,
mediante su vida,
como la
Iglesia evangelizará al mundo,
es decir, mediante un testimonio vivido: -de fidelidad a Jesucristo,
-de
pobreza y despego de los bienes materiales,
-de
libertad frente a los poderes del mundo,
-en una palabra: de santidad (“Anuncio del Evangelio”, n.41).
J. Castillo A.
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