miércoles, 7 de diciembre de 2016

Desde los empobrecidos

3º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 35,1-6.10  -  Stgo 5,7-10  -  Mt 11,2-11

   Al saber que Juan Bautista ha sido encarcelado por Herodes,
Jesús se retira a Galilea y, desde esa región despreciada y oprimida, 
anuncia: Conviértanse, porque está cerca el Reino de Dios (Mt 4,17).
   Para que esta misión continúe, Jesús mismo llama a sus discípulos.
A cada uno les dice: Síganme. Ellos lo dejan todoy viven con Él.
Más tarde les dirá: Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos.

¡Feliz aquel que no se escandalice de mí!
   Desde la cárcel Juan envía a dos discípulos para preguntar a Jesús:
¿Eres tú el Cristo que ha de venir o debemos esperar a otro?
Jesús responde no con palabras sino con obras que dan vida:
Vayan y digan a Juan lo que están viendo y oyendo: -los ciegos ven,
-los cojos andan, -los leprosos quedan limpios, -los sordos oyen,
-los muertos resucitan, -a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Y feliz aquel que no se escandalice de mí!
   Tanto en la época de Jesús, como en nuestros días, muchas personas
hemos perdido la capacidad de ver, oír, hablar, levantarnos, caminar.
*Somos ciegos y lo dice Jesús: he venido a este mundo para un juicio,
para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos (Jn 9,39).
*Somos sordos al no oír el grito de la madre tierra contaminada,
y el grito de los pobres que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).
*Somos mudos al no denunciar que el lujo de unos pocos
es un insulto ante la miseria de las grandes mayorías (DP, n.28).
*Arrodillados ante el dios-dinero, somos incapaces de levantarnos
para vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
*Al ser arrastrados por la propaganda de los templos del consumo,
ya no podemos caminar libremente, llevando una vida sencilla.
   Por todo esto, hay creyentes que se escandalizan de Jesús,
sobre todo, cuando Él se identifica con las personas que sufren…
¿De qué sirve dar con una mano lo que se roba con la otra?
¿Qué nos impide ir a las causas de tanta pobreza, miseria, opresión?

¿Qué fueron a ver al desierto?
   A continuación, Jesús pregunta a la gente sobre el profeta Juan:
   *¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña movida por el viento?
Juan Bautista se mantiene firme en la misión que Dios le ha confiado,
pues el verdadero profeta de Dios no puede ser una persona inestable,
sin convicciones propias, que cambia de parecer de un día para otro:
Conozco tus obras, no eres frío ni caliente.
Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Apc 3,15s).
   *¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido elegantemente?
Juan no se presenta con vestidos elegantes, ni come regiamente.
Su vida sencilla contradice la hipocresía de los escribas y fariseos,
que se pasean con amplios ropajes, buscan los saludos en las plazas,
y los primeros puestos en las sinagogas y banquetes (Lc 20.46s).
Qué diferente, en cambio, revestirnos de entrañas de misericordia,
de bondad y humildad, de mansedumbre y paciencia… y, sobre todo,
de la caridad que es el vínculo de la perfección (Col 3,12ss).
   *¿Qué fueron a ver? ¿Un profeta? Sí, y más que un profeta.
Todos reconocen que Juan Bautista es un verdadero profeta.
Incluso Herodes Antipas al ser denunciado, quería darle muerte,
pero temía a la gente, que consideraba a Juan como profeta (Mt 14).
En otra ocasión, Jesús destaca  la autoridad moral de este profeta:
Vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron,
en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron (Mt 21,32).
   Hoy, la mundanidad espiritual es un grave peligro para la Iglesia.
Al respecto, reflexionemos sobre lo que dice el papa Francisco:
Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos,
rechaza la profecía de los hermanos, descalifica a quien lo cuestiona,
destaca los errores ajenos y se obsesiona sobre las apariencias
Luego añade: Es una tremenda corrupción con apariencia de bien.
Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí,
de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres.
¡Dios nos libre de una Iglesia mundana,
bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad se sana
tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo,
que nos libera de estar centrados en nosotros mismos,
escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios.
¡No nos dejemos robar el Evangelio! (EG, 2013, n.97).
J. Castillo A.

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