3º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 35,1-6.10
- Stgo 5,7-10 - Mt
11,2-11
Al saber
que Juan Bautista ha sido encarcelado por Herodes,
Jesús se
retira a Galilea y, desde esa región despreciada y oprimida,
anuncia:
Conviértanse,
porque está cerca el Reino de Dios (Mt 4,17).
Para
que esta misión continúe, Jesús mismo llama a sus discípulos.
A cada
uno les dice: Síganme. Ellos lo dejan
todo… y viven con Él.
Más
tarde les dirá: Vayan y hagan discípulos
entre todos los pueblos.
¡Feliz
aquel que no se escandalice de mí!
Desde la
cárcel Juan envía a dos discípulos para preguntar a Jesús:
¿Eres tú
el Cristo que ha de venir o debemos esperar a otro?
Jesús
responde no con palabras sino con obras que dan vida:
Vayan y digan a Juan lo que están viendo y
oyendo: -los ciegos ven,
-los
cojos andan, -los leprosos
quedan limpios, -los sordos oyen,
-los
muertos resucitan, -a los pobres
se les anuncia la Buena Noticia.
-¡Y
feliz aquel que no se escandalice de mí!
Tanto
en la época de Jesús, como en nuestros días, muchas personas
hemos
perdido la capacidad de ver, oír, hablar,
levantarnos, caminar.
*Somos ciegos y lo dice Jesús: he venido a este mundo para un juicio,
para que los ciegos vean y los que vean queden
ciegos (Jn
9,39).
*Somos sordos al no oír el grito de la madre tierra contaminada,
y el grito de los pobres que tienen hambre y sed de justicia (Mt 5,6).
*Somos mudos al no denunciar que el lujo de unos pocos
es un insulto ante la miseria de las grandes
mayorías (DP,
n.28).
*Arrodillados ante el dios-dinero, somos
incapaces de levantarnos
para
vivir como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
*Al ser arrastrados por la propaganda de
los templos del consumo,
ya no
podemos caminar libremente, llevando una vida sencilla.
Por
todo esto, hay creyentes que se escandalizan de Jesús,
sobre
todo, cuando Él se identifica con las personas que sufren…
¿De qué
sirve dar con una mano lo que se roba con la otra?
¿Qué nos
impide ir a las causas de tanta pobreza, miseria, opresión?
¿Qué
fueron a ver al desierto?
A
continuación, Jesús pregunta a la gente sobre el profeta Juan:
*¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña
movida por el viento?
Juan
Bautista se mantiene firme en la misión que Dios le ha confiado,
pues el
verdadero profeta de Dios no puede ser una persona inestable,
sin
convicciones propias, que cambia de parecer de un día para otro:
Conozco tus obras, no eres frío ni caliente.
Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres
tibio, ni frío ni caliente,
voy a vomitarte de mi boca (Apc 3,15s).
*¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido elegantemente?
Juan no
se presenta con vestidos elegantes, ni
come regiamente.
Su vida
sencilla contradice la hipocresía de los escribas y fariseos,
que se pasean con amplios ropajes, buscan los
saludos en las plazas,
y los primeros puestos en las sinagogas y banquetes (Lc 20.46s).
Qué
diferente, en cambio, revestirnos de entrañas de misericordia,
de bondad y humildad, de mansedumbre y
paciencia… y, sobre todo,
de la caridad que es el vínculo de la
perfección (Col
3,12ss).
*¿Qué fueron a ver? ¿Un profeta? Sí, y más
que un profeta.
Todos
reconocen que Juan Bautista es un verdadero profeta.
Incluso
Herodes Antipas al ser denunciado, quería
darle muerte,
pero temía a la gente, que consideraba a Juan
como profeta (Mt
14).
En otra
ocasión, Jesús destaca la autoridad
moral de este profeta:
Vino Juan, enseñando el camino de la justicia,
y no le creyeron,
en cambio, los publicanos y las prostitutas le
creyeron (Mt
21,32).
Hoy, la mundanidad espiritual es un grave
peligro para la Iglesia.
Al
respecto, reflexionemos sobre lo que dice el papa Francisco:
Quien ha caído en esta mundanidad mira de arriba y de lejos,
rechaza la profecía de los hermanos, descalifica
a quien lo cuestiona,
destaca los errores ajenos y se
obsesiona sobre las apariencias…
Luego
añade: Es una tremenda corrupción con
apariencia de bien.
Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en
movimiento de salida de sí,
de
misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres.
¡Dios
nos libre de una Iglesia mundana,
bajo
ropajes espirituales o pastorales! Esta
mundanidad se sana
tomándole el gusto al aire puro del Espíritu
Santo,
que nos libera de estar centrados en nosotros
mismos,
escondidos en una apariencia religiosa vacía de
Dios.
¡No nos
dejemos robar el Evangelio! (EG, 2013, n.97).
J. Castillo A.
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