miércoles, 28 de junio de 2017

Tomar la cruz y seguir a Jesús

13º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
2Re 4,8-16  -  Rom 6,3-11  -  Mt 10,37-42

   El ángel del Señor se aparece a José y le dice: María, tu esposa,
dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús (=Dios salva).
   Luego, citando a Isaías (7,14), Mateo dice: La virgen tendrá un hijo,
su nombre será: Emanuel (=Dios con nosotros)… (Mt 1,18ss).
   Así es. Jesús vino a salvarnos de la injusticia, corrupción, violencia;
y está con nosotros, en sus hermanos/as que sufren hambre, sed…

Jesús vino a salvar a su pueblo
   Jesús de Nazaret, por salvar a su pueblo dándole vida plena,
fue perseguido y crucificado… Meditemos en los siguientes textos:
*El Ángel dice a José: Toma al niño y a su madre, y huye a Egipto…
porque Herodes busca al niño para matarlo (Mt 2,13).
*Al enterarse sus familiares de lo que hace Jesús,
van para llevárselo, pues dicen: -Se ha vuelto loco (Mc 3,21).
*Jesús pide a sus seguidores: tener hambre y sed de justicia,
pues para Él son felices los perseguidos por causa de la justicia.
*En Nazaret, sus paisanos dicen: ¿No es éste el hijo del carpintero?
¿No se llama su madre María? Y no creían en Él (Mt 13,53ss).
*Mi madre y hermanos son los que practican la Palabra de Dios (Lc 8).
*Los maestros de la ley y los fariseos -especialistas en religión-
al ver que Jesús da prioridad a la vida de los enfermos y no al sábado,
buscan la manera de matarlo (Mt 12,9-21).
*Enseñando Jesús sobre los hijos de Dios y los esclavos del pecado,
los judíos le insultan diciendo: samaritano, endemoniado (Jn 8,48).
*En Betania, Jesús resucita a su amigo Lázaro;
luego, las autoridades religiosas deciden darle muerte (Jn 11,47-54).
   Ahora bien, desde esta experiencia, Jesús nos sigue diciendo:
-El que quiere a su padre o madre más que a mí, no es digno de mí.
-El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
-El que trata de salvar su vida, la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.

Jesús está con nosotros
  Hoy en día, vivimos en una sociedad que se va deshumanizando,
porque el consumismo que nos esclaviza pone precio a todo.
   Si queremos cambiar esta sociedad, no esperemos que lo hagan
los que tienen: poder político, económico y medios de comunicación.
*Siguiendo el mensaje de Jesús, el cambio viene de las personas,
de los pequeños gestos en compartir lo que tenemos… Él nos dice:
-El que les recibe a ustedes, a mí me recibe.
y el que me recibe, recibe al Padre que me ha enviado.
-El que dé a beber un vaso de agua fresca,
a uno de estos pequeños por ser seguidor mío,
les aseguro que tendrá su recompensa.
*Al preguntarle: ¿Quién es el más grande en el Reino de Dios?,
Jesús llama a un niño, lo coloca en medio de sus discípulos y dice:
Les aseguro que si no se convierten y se hacen como los niños,
no entrarán en el Reino de los cielos… El que recibe en mi nombre
a uno de estos niños, a mí me recibe (Mt 18,1-5).
Lo más importante para Jesús, no son las autoridades religiosas,
sino los insignificantes, los que no valen según los criterios humanos.
*Aquel día -el juicio de las naciones- Jesús no condena, solo separa…
Allí están, los hombres y las mujeres, comprometidos con los pobres,
y que luchan contra la pobreza y contra sus verdaderas causas.
Entonces Jesús -el justo juez- dice a los buenos:
Vengan ustedes, benditos de mi Padre, reciban el Reino,
porque: -tuve hambre y ustedes me dieron de comer,
-tuve sed y me dieron de beber, -era emigrante y me acogieron,
-estaba desnudo y me vistieron, -estaba enfermo y me sanaron,
-estaba encarcelado y me liberaron
Les aseguro, lo que hicieron a uno de estos mis hermanos menores,
a mí me lo hicieron.
Tengamos presente que los pobres son producto de un sistema injusto,
y los responsables son los pocos ricos que se hacen cada vez más ricos;
pues no oyen el clamor de la tierra ni el clamor de los pobres (LS 49).
A esas personas egoístas, que siguen adorando el “becerro de oro”,
el Juez les dirá: Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno,
porque estuve hambriento, sediento, emigrante, desnudo, enfermo,
encarcelado, y ustedes no hicieron nada por mí (Mt 25,31ss).
J. Castillo A.

miércoles, 21 de junio de 2017

Anunciar el Evangelio sin miedo

12º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Jr 20,10-13  -  Rom 5,12-15  -  Mt 10,26-33

   Para ser misioneros que anuncien el Reino de Dios y su justicia,
Jesús nos dice: miren, yo les envío como ovejas en medio de lobos
Luego añade: ustedes serán odiados y perseguidos por mi Nombre
Pero también nos anima y nos da esperanza al decir: no tengan miedo,
y nos pide que le reconozcamos ante la gente, en vez de negarle.

No tengan miedo
   Anunciar el mensaje del Evangelio, no solo con palabras
sino con el testimonio de nuestras obras, no es una misión fácil;
sobre todo, cuando defendemos los derechos de los más pobres.
   Sin embargo, en países con mayoría cristiana como el nuestro,
hay “creyentes” que usan la religión para mantener sus privilegios.
Además, a muchos nos cuesta identificarnos con la persona de Jesús,
que fue calumniado, perseguido y crucificado como un delincuente.
Con razón S. Pablo dice: Nosotros anunciamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos y locura para los griegos (1Cor 1,23).
   Para ser misioneros ligeros de equipaje, necesitamos renunciar:
-a los títulos honoríficos que expresan grandeza y poder…
-a los símbolos de metales preciosos y a la manera de vestir…
-al sistema de aranceles y al exagerado secreto económico…
-a las ambiciones terrenales y ataduras temporales… (Doc. Medellín).
   Muy diferente el testimonio de San Juan Crisóstomo (350-407),
no tiene miedo y por eso pregunta: Díganme, ¿qué podemos temer?
-¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.
-¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena.
-¿La confiscación de los bienes? Sin nada venimos al mundo
 y sin nada nos iremos… (cf. Job 1,21).
No temo la muerte ni envidio las riquezas.
No tengo deseos de vivir, si no es para el bien espiritual de ustedes.
Por eso, les hablo de lo que sucede ahora exhortando su caridad,
para que tengan confianza. (Homilía antes de partir al exilio).

Reconocer a Jesús ante la gente
   El Edicto de Milán, del 313, dado por el emperador Constantino I,
pone fin a las persecuciones cristianas de los primeros siglos.
Desde entonces, el cristianismo pasa a ser religión oficial del Imperio.
   Aparentemente es algo bueno, sin embargo vale la pena examinar:
-¿se trata de un momento favorable para los seguidores de Jesús?,
-¿cómo se explica que los cristianos, después de tantas persecuciones,
empiezan -en esa época-  a llevar una vida instalada y mediocre?,
-¿por qué la Iglesia se iba haciendo cada vez más rica y poderosa?...
   En este contexto, el obispo francés S. Hilario de Poitiers (315-368)
que vivió en la época del emperador Constancio, hijo de Constantino,
reconoce a Jesús y denuncia “la hipocresía” de la autoridad política:
   ¡Oh Dios todopoderoso, ojalá me hubieses concedido vivir
en los tiempos de Nerón o de Decio...!
Por la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
yo no habría tenido miedo a los tormentos…
Me habría considerado feliz al combatir contra tus enemigos
   Ahora tenemos que luchar contra el emperador Constancio,
un perseguidor insidioso, un enemigo engañoso, un anticristo;
pues, -no nos apuñala por la espalda, pero nos acaricia el vientre,
-no confisca nuestros bienes, pero nos enriquece para la muerte,
-no nos encarcela, pero nos esclaviza honrándonos en su palacio,
-no nos azota las espaldas, pero destroza nuestra alma con su oro,
-no nos amenaza públicamente con la hoguera,
pero nos prepara secretamente para el fuego del infierno;
-no lucha, pues tiene miedo de ser vencido,
al contrario, nos adula para poder reinar;
-confiesa a Cristo, para negarlo,
-trabaja por la unidad, para impedir la paz,
-reprime las herejías, para destruir a los cristianos,
-honra a los sacerdotes, para que no haya Obispos,
-construye templos, para demoler la fe,
-lleva por todas partes tu nombre a flor de labios y en sus discursos,
pero hace todo lo que puede para que nadie crea que Tú eres Dios…
   A ti Constancio te digo: luchas contra Dios y persigues a la Iglesia.
Mientes cuando te llamas cristiano, eres un nuevo enemigo de Cristo.
Tu genio sobrepasa al del diablo, con un triunfo nuevo e inaudito,
eres perseguidor sin hacer mártires (Contra Constancio, n.17).
J. Castillo A.

miércoles, 14 de junio de 2017

Pan de vida y Bebida de salvación

Cuerpo y Sangre de Cristo, ciclo A
Dt 8,2-3. 14-16  -  1Cor 10,16-17  -  Jn 6,51-58

   Al “oír Misa”: -¿Practicamos la Palabra de Dios que escuchamos?
-¿Valoramos: -los frutos de la tierra y -el trabajo humano?
-¿Por qué hay millones de personas que no tienen el pan de cada día?
-¿Somos consecuentes con la paz que nos damos o es un simple rito?
-¿Al comulgar nos solidarizamos con los que sufren injustamente?

Hambre de pan, no… Hambre de Dios, sí
   Viendo a aquella multitud de hombres y mujeres que le siguen,
lo primero que Jesús pide a sus discípulos es compartir el pan.
En esa oportunidad, un joven dio cinco panes de cebada y dos peces,
su ejemplo sirvió para que los demás hagan lo mismo (Jn 6,1-15).
   Refiriéndose al hambre de pan, el Papa Juan Pablo II nos dijo:
Por el bien del Perú no puede faltar, se debe hacer todo para que
no falte este pan de cada día porque es un derecho (Lima 5 feb.1985).
Y sobre el hambre de Dios que debemos tener, el Papa subrayó:
Este hambre constituye una verdadera riqueza de los pobres…
que no se debe perder… ni sustituir con ningún programa.
   Ahora bien, después que la gente quedó satisfecha, Jesús anuncia:
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo,
el que come de este pan vivirá para siempre.
El pan que yo doy es mi carne para la vida del mundo.
   Se trata de un encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje,
con sus obras, con sus gestos de acogida a las personas despreciadas:
Si queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo
en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación
de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía.
El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia,
se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros
y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles…
No honres al Cristo eucarístico con ornamentos de seda,
si después lo abandonas desnudo (I Jornada Mundial de los Pobres).

Pan y vino… frutos de la tierra
El maltrato a la Madre Tierra, el cambio climático, la contaminación,
la deforestación, la desaparición de plantas y animales, etc.
son una verdadera amenaza de la vida del planeta y de las personas.
   Sin embargo, ¿qué hacemos nosotros los seguidores de Jesús?
¿Ponemos en práctica la siguiente oración del ofertorio:
Bendito seas, Señor, por este pan y vino, frutos de la tierra?
   Muchas cosas cambiarían, si los que participamos en la Eucaristía,
(en vez de: oír misa… decir misa… pagar misa rezada o cantada…)
nos comprometiéramos para que los frutos de nuestra Madre Tierra,
sean fuente de vida para la presente y las futuras generaciones.
   En este contexto, sigamos meditando en la parábola del sembrador:
¡Escuchen con atención! Salió un sembrador a sembrar.
-Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino
-Otras cayeron en terreno pedregoso con paca tierra…
-Otras cayeron entre espinos que las ahogaron…
-Otras cayeron en tierra fértil y dieron mucho fruto (Mc 4,1ss).

Pan y vino… frutos del trabajo del hombre y de la mujer
   Siguiendo con la oración del ofertorio, decimos:
Bendito seas, Señor, por este pan y vino, frutos del trabajo humano.
   Sobre el trabajo de los pobres, reflexionemos en el siguiente texto:
Los sacrificios de cosas adquiridas injustamente son impuros.
A Dios no le agrada las ofrendas de los malvados.
Robar algo a los pobres y ofrecérselo a Dios
es como matar un hijo delante de su padre.
La vida del pobre depende del poco pan que tiene.
No dar al obrero su salario es quitarle la vida (Eclo 34,18ss).
   También el Papa Francisco denuncia el actual modelo de desarrollo:
Teniendo presente que el ser humano es una criatura de este mundo,
que tiene derecho a vivir, a ser feliz, a tener una dignidad especial;
debemos considerar los efectos de la actual destrucción ambiental,
y de la cultura de exclusión en la vida de las personas (LS 43).
   Jesús -el carpintero- en la parábola de los trabajadores (Mt 20),
defiende el derecho de los obreros a trabajar, a recibir un salario justo;
pues, lo más importante es la vida de ellos y la vida de sus familias.
Con esta parábola, Jesús nos revela el amor y la generosidad de Dios
que están por encima de las formalidades de la justicia humana.
J. Castillo A.

miércoles, 7 de junio de 2017

Dios nos ama

Santísima Trinidad, ciclo A
Ex 34,4-9  -  2Cor 13,11-13  -  Jn 3,16-18

   Sobre la Santísima Trinidad no basta repetir palabras filosóficas,
tales como: substancia, persona, relación, (CCE,251s).
Lo importante es: -Amar a Dios Padre, porque Él nos amó primero.
-Seguir a Jesús, el Hijo de Dios, que vino a salvar y dar vida plena.
-Volver a nacer del agua y del Espíritu Santo (Jn 3,3ss).

Tanto amó Dios al mundo
   A Nicodemo, un fariseo importante entre los judíos, Jesús le dice:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único.
*Creemos en Dios, Padre misericordioso y compasivo (1ª lectura),
porque Él nos ha creado a su imagen y semejanza (Gen 1,26s).
Jamás debemos olvidar que a Dios le agrada, no los adornos y ritos,
sino que los seres humanos tengan vida, allí está su verdadera gloria.
Por eso, movido de amor, Dios habla a los hombres como amigos,
trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía (DV, 2).
   Jesús, en la última cena, nos pide amarnos como Él nos ama;
luego dice: Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando…
Les llamo amigos, pues les di a conocer lo que oí al Padre (Jn 15,14).
*En el corazón de Dios rico en bondad, ocupa un lugar privilegiado:
los forasteros, huérfanos y viudas (Ex 22,20s;  Deut 24,17;  Is 1,17).
   También Jesús, que vino a darnos vida plena, llama mis hermanos:
a los que no tienen el pan de cada día… a los sedientos… (Mt 25).
*Cuando nace el Bautista, su padre Zacarías alaba a Dios que actúa
con entrañas de misericordia y nos trae el sol de un nuevo día,
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1,78s).
   Jesús al narrar la vuelta del hijo menor a la casa paterna, dice:
Cuando su padre lo ve, se le remueven las entrañas,
sale corriendo a su encuentro, le abraza y le besa (Lc 15,11ss).
   Con razón, Juan Pablo I dice: Dios es Padre, más aún, es Madre.
No quiere nuestro mal, solo quiere hacernos el bien a todos (1978).

Jesús, el Hijo de Dios, viene a salvar
   En el diálogo con Nicodemo, Jesús le anuncia esta Buena Noticia:
Dios envió a su Hijo al mundo no para condenar, sino para salvar.
La salvación que Dios nos ofrece, podemos acogerla o rechazarla;
eso depende si aceptamos la luz de la verdad, o preferimos la tiniebla.
   Jesús cumple la misión que el Padre le confió, anunciando el Reino.
Y para que su misión continúe, llama y forma discípulos, seguidores,
quienes deben anunciar el Reino de Dios, llevando una vida sencilla.
   Al respecto, recordemos el seguimiento de sus primeros discípulos.
Al ver que Andrés y Juan le siguen, Jesús pregunta: ¿Qué buscan?;
contestan: Maestro, ¿dónde vives? Jesús les dice: Vengan y lo verán.
Ellos fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él (Jn 1,35ss).
   Tiempo después, en el lago de Galilea, Jesús le dice a Pedro:
Cuando eras más joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías;
cuando seas viejo, otro te atará y te llevará a donde no quieras.
Le decía esto, indicándole con qué muerte iba a glorificar a Dios.
Luego, Jesús le dice: ¡Sígueme! (Jn 21,18ss); se trata de seguirle,
desde su nacimiento en un establo… hasta su muerte en una cruz.

Volver a nacer del agua y del Espíritu
   Sobre el bautismo, Jesús dice a Nicodemo: Nadie puede entrar
en el Reino de Dios, si no vuelve a nacer del agua y del Espíritu.
*Volver a nacer, significa que llegó la hora de adorar a Dios,
ya no en el monte de Samaría ni en el templo de Jerusalén,
sino en espíritu y verdad, pues Dios es espíritu y verdad (Jn 4,21ss).
*Volver a nacer, como dice el profeta Isaías, es el camino para:
romper las cadenas injustas… dejar libres a los oprimidos…
acabar con toda tiranía…compartir nuestro pan con el hambriento…
hospedar al forastero… vestir al desnudo… (Is 58,6ss; cf. Mt 25).
*En países “cristianos” como el nuestro, hace falta volver a nacer,
es decir, convertirnos, cambiar nuestra manera de pensar y de vivir;
solo así habrá: justicia y paz, verdad y libertad, amor y vida.
*Volver a nacer, nos compromete a respetar: -la vida del universo
-la vida de nuestra madre tierra… -la vida de los hombres y mujeres.
Pero, ¿es justo que los dueños de las empresas transnacionales,
destruyan la vida, dejando en la miseria a millones de seres humanos?
¿Por qué hay “creyentes” que dicen con la boca: ¡Señor, Señor!;
pero su corazón está lejos de Dios? (Mt 7,21;  Mc 7,6).
J. Castillo A.