miércoles, 14 de junio de 2017

Pan de vida y Bebida de salvación

Cuerpo y Sangre de Cristo, ciclo A
Dt 8,2-3. 14-16  -  1Cor 10,16-17  -  Jn 6,51-58

   Al “oír Misa”: -¿Practicamos la Palabra de Dios que escuchamos?
-¿Valoramos: -los frutos de la tierra y -el trabajo humano?
-¿Por qué hay millones de personas que no tienen el pan de cada día?
-¿Somos consecuentes con la paz que nos damos o es un simple rito?
-¿Al comulgar nos solidarizamos con los que sufren injustamente?

Hambre de pan, no… Hambre de Dios, sí
   Viendo a aquella multitud de hombres y mujeres que le siguen,
lo primero que Jesús pide a sus discípulos es compartir el pan.
En esa oportunidad, un joven dio cinco panes de cebada y dos peces,
su ejemplo sirvió para que los demás hagan lo mismo (Jn 6,1-15).
   Refiriéndose al hambre de pan, el Papa Juan Pablo II nos dijo:
Por el bien del Perú no puede faltar, se debe hacer todo para que
no falte este pan de cada día porque es un derecho (Lima 5 feb.1985).
Y sobre el hambre de Dios que debemos tener, el Papa subrayó:
Este hambre constituye una verdadera riqueza de los pobres…
que no se debe perder… ni sustituir con ningún programa.
   Ahora bien, después que la gente quedó satisfecha, Jesús anuncia:
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo,
el que come de este pan vivirá para siempre.
El pan que yo doy es mi carne para la vida del mundo.
   Se trata de un encuentro con la persona de Jesús, con su mensaje,
con sus obras, con sus gestos de acogida a las personas despreciadas:
Si queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo
en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación
de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía.
El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia,
se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros
y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles…
No honres al Cristo eucarístico con ornamentos de seda,
si después lo abandonas desnudo (I Jornada Mundial de los Pobres).

Pan y vino… frutos de la tierra
El maltrato a la Madre Tierra, el cambio climático, la contaminación,
la deforestación, la desaparición de plantas y animales, etc.
son una verdadera amenaza de la vida del planeta y de las personas.
   Sin embargo, ¿qué hacemos nosotros los seguidores de Jesús?
¿Ponemos en práctica la siguiente oración del ofertorio:
Bendito seas, Señor, por este pan y vino, frutos de la tierra?
   Muchas cosas cambiarían, si los que participamos en la Eucaristía,
(en vez de: oír misa… decir misa… pagar misa rezada o cantada…)
nos comprometiéramos para que los frutos de nuestra Madre Tierra,
sean fuente de vida para la presente y las futuras generaciones.
   En este contexto, sigamos meditando en la parábola del sembrador:
¡Escuchen con atención! Salió un sembrador a sembrar.
-Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino
-Otras cayeron en terreno pedregoso con paca tierra…
-Otras cayeron entre espinos que las ahogaron…
-Otras cayeron en tierra fértil y dieron mucho fruto (Mc 4,1ss).

Pan y vino… frutos del trabajo del hombre y de la mujer
   Siguiendo con la oración del ofertorio, decimos:
Bendito seas, Señor, por este pan y vino, frutos del trabajo humano.
   Sobre el trabajo de los pobres, reflexionemos en el siguiente texto:
Los sacrificios de cosas adquiridas injustamente son impuros.
A Dios no le agrada las ofrendas de los malvados.
Robar algo a los pobres y ofrecérselo a Dios
es como matar un hijo delante de su padre.
La vida del pobre depende del poco pan que tiene.
No dar al obrero su salario es quitarle la vida (Eclo 34,18ss).
   También el Papa Francisco denuncia el actual modelo de desarrollo:
Teniendo presente que el ser humano es una criatura de este mundo,
que tiene derecho a vivir, a ser feliz, a tener una dignidad especial;
debemos considerar los efectos de la actual destrucción ambiental,
y de la cultura de exclusión en la vida de las personas (LS 43).
   Jesús -el carpintero- en la parábola de los trabajadores (Mt 20),
defiende el derecho de los obreros a trabajar, a recibir un salario justo;
pues, lo más importante es la vida de ellos y la vida de sus familias.
Con esta parábola, Jesús nos revela el amor y la generosidad de Dios
que están por encima de las formalidades de la justicia humana.
J. Castillo A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog