1º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 2,1-5
- Rom 13,11-14 - Mt
24,37-44
Muchos de
nosotros vivimos sin dar sentido a
nuestra existencia,
nos
dejamos arrastrar por la propaganda consumista que esclaviza.
Pero
también en el aspecto religioso estamos adormecidos,
damos
más importancia -de manera rutinaria- a ciertos ritos externos;
mientras
los
hermanos de Jesús (Mt 25) no tienen el
pan de cada día.
Adviento
es un tiempo para estar vigilantes,
preparados, despiertos,
para despojarnos de las obras de las tinieblas
(2ª lectura).
Sucederá
como en los días de Noé
Según el
texto de Mateo, Jesús está en el monte de los Olivos,
enseñando
a sus discípulos sobre el juicio final.
Se trata
del fin de un mundo injusto que no respeta la vida.
Les
habla de Noé… y del “diluvio” que tiene un mensaje para hoy,
pues los
males de la tierra es responsabilidad de los seres humanos:
El Señor vio que en la tierra crecía la maldad
de los hombres,
y que todos sus proyectos tendían siempre hacia
el mal…
La tierra estaba corrompida y llena de crímenes… (Gen 6,5ss).
Entre
tanto, comen, beben, se casan… sin tener una meta, un ideal.
Algo
semejante sucede hoy en la celebración de fiestas patronales:
mientras
unos pasan hambre, otros están borrachos (1Cor 11,21).
Al
respecto, escuchemos lo que dijo Paulo VI, en 1967, (PP, n.53):
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia,
cuando aún quedan por construir tantas escuelas, hospitales,
viviendas dignas de este nombre;
todo
derroche público o privado,
todo
gasto de ostentación nacional o personal,
toda
carrera de armamentos se convierte
en un escándalo intolerable.
Nos vemos obligados a denunciarlo.
Quieran
los responsables oírnos antes de que sea demasiado tarde.
El Hijo
del hombre vendrá cuando menos lo esperen
A
continuación, Jesús dice a sus discípulos: Estén preparados,
porque
el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.
La
venida del Señor Jesús debe ser motivo de alegría, Él nos dice:
Si
alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa (Apc 3,20).
Jesús
ya vino y su nombre significa: Dios salva (Mt 1,21):
Él vino a los suyos, pero los suyos no le
recibieron.
Pero a los que le recibieron, a los creen en
Él,
los hizo capaces de ser hijos de Dios (Jn 1,11s).
Jesús es el Emmanuel, que significa Dios
con nosotros (Mt 1,23).
*Jesús
nos dice: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
yo estoy allí en medio de ellos (Mt 18,20).
*Cada
vez que celebramos la Eucaristía
Jesús está con nosotros:
La Eucaristía -lo dice Francisco- no es un premio para los perfectos
sino un generoso remedio y un alimento para los
débiles (EG,
n.47).
*Jamás
debemos olvidar la presencia de Jesús en
sus hermanos
con hambre y sed, emigrantes y desnudos,
enfermos y encarcelados.
En
“Misericordia et misera” (n.18), el papa Francisco, nos dice:
Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed…
Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro
en busca de alimento, trabajo, casa y paz.
La
enfermedad, en sus múltiples formas, es
una causa permanente
de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y
consuelo.
Las
cárceles son lugares en los que, con frecuencia,
las condiciones de vida inhumana causan graves
sufrimientos…
El
analfabetismo está todavía muy extendido…
La
cultura del individualismo exasperado, sobre todo en
Occidente,
hace que se pierda el sentido de solidaridad y
responsabilidad…
Dios
mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos…
Por eso, para hacer realidad un mundo más
fraterno es necesario:
que
nuestras manos compartan
generosamente el pan de cada día,
que
nuestros brazos estén abiertos para
acoger al hermano necesitado,
que
nuestros pies se detengan para sanar
a los enfermos abandonados,
que
nuestros ojos estén abiertos para
ver la opresión de los que sufren,
que
nuestros oídos escuchen el grito de
la tierra y de los pobres,
que
nuestros corazones crezcan amando
siempre con misericordia…
Solo así
Jesús estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28).
J. Castillo A.
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