miércoles, 23 de noviembre de 2016

Estén preparados



1º Domingo de Adviento, ciclo A
Is 2,1-5  -  Rom 13,11-14  -  Mt 24,37-44     

   Muchos de nosotros vivimos sin dar sentido a nuestra existencia,
nos dejamos arrastrar por la propaganda consumista que esclaviza.
   Pero también en el aspecto religioso estamos adormecidos,
damos más importancia -de manera rutinaria- a ciertos ritos externos;
mientras los hermanos de Jesús (Mt 25) no tienen el pan de cada día.
   Adviento es un tiempo para estar vigilantes, preparados, despiertos,
para despojarnos de las obras de las tinieblas (2ª lectura).

Sucederá como en los días de Noé
   Según el texto de Mateo, Jesús está en el monte de los Olivos,
enseñando a sus discípulos sobre el juicio final.
Se trata del fin de un mundo injusto que no respeta la vida.
   Les habla de Noé… y del “diluvio” que tiene un mensaje para hoy,
pues los males de la tierra es responsabilidad de los seres humanos:
El Señor vio que en la tierra crecía la maldad de los hombres,
y que todos sus proyectos tendían siempre hacia el mal…
La tierra estaba corrompida y llena de crímenes… (Gen 6,5ss).
Entre tanto, comen, beben, se casan… sin tener una meta, un ideal.
Algo semejante sucede hoy en la celebración de fiestas patronales:
mientras unos pasan hambre, otros están borrachos (1Cor 11,21).
   Al respecto, escuchemos lo que dijo Paulo VI, en 1967, (PP, n.53):
Cuando tantos pueblos tienen hambre,
cuando tantos hogares sufren miseria,
cuando tantos hombres viven sumergidos en la ignorancia,
cuando aún quedan por construir tantas escuelas, hospitales,
viviendas dignas de este nombre;
todo derroche público o privado,
todo gasto de ostentación nacional o personal,
toda carrera de armamentos se convierte en un escándalo intolerable.
Nos vemos obligados a denunciarlo.
Quieran los responsables oírnos antes de que sea demasiado tarde.

El Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen
   A continuación, Jesús dice a sus discípulos: Estén preparados,
porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.
   La venida del Señor Jesús debe ser motivo de alegría, Él nos dice:
Si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa (Apc 3,20).
   Jesús ya vino y su nombre significa: Dios salva (Mt 1,21):
Él vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron.
Pero a los que le recibieron, a los creen en Él,
los hizo capaces de ser hijos de Dios (Jn 1,11s).
   Jesús es el Emmanuel, que significa Dios con nosotros (Mt 1,23).
*Jesús nos dice: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre,
yo estoy allí en medio de ellos (Mt 18,20).
*Cada vez que celebramos la Eucaristía Jesús está con nosotros:
La Eucaristía -lo dice Francisco- no es un premio para los perfectos
sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG, n.47).
*Jamás debemos olvidar la presencia de Jesús en sus hermanos
con hambre y sed, emigrantes y desnudos, enfermos y encarcelados.
   En “Misericordia et misera” (n.18), el papa Francisco, nos dice:
Todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed
Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro
en busca de alimento, trabajo, casa y paz.
La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente
de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo.
Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia,
las condiciones de vida inhumana causan graves sufrimientos…
El analfabetismo está todavía muy extendido…
La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente,
hace que se pierda el sentido de solidaridad y responsabilidad…
Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos
   Por eso, para hacer realidad un mundo más fraterno es necesario:
que nuestras manos compartan generosamente el pan de cada día,
que nuestros brazos estén abiertos para acoger al hermano necesitado,
que nuestros pies se detengan para sanar a los enfermos abandonados,
que nuestros ojos estén abiertos para ver la opresión de los que sufren,
que nuestros oídos escuchen el grito de la tierra y de los pobres,
que nuestros corazones crezcan amando siempre con misericordia…
Solo así Jesús estará con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28).
J. Castillo A.

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