28º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 25,6-10 - Flp
4,12-14.19-20 - Mt 22,1-14
El mensaje de la parábola de este domingo
tiene dos partes,
y
está centrado en conocer y participar en
el Reino de Dios.
Para
ello, Dios invita a todos, pero hay personajes que le rechazan.
En
cambio, los despreciados aceptan y
participan del banquete.
El
vestido de fiesta no es un adorno
externo para lucirse,
se
trata de revestirnos de Jesús para
amar a Dios y amar al prójimo.
Vengan,
el banquete ya está preparado
Jesús recorre pueblos y ciudades
predicando el Reino de Dios.
Este
Reino -de amor y de vida- es como un
banquete,
al
que todos están invitados: malos y
buenos… ricos y pobres…
Esta
invitación es anunciada con palabras y también con obras.
Por
eso, Jesús: -comparte el pan con las
personas que sufren hambre,
-sana a los enfermos abandonados, -acoge y perdona a los pecadores.
Ahora
bien, la respuesta a esta invitación puede ser un sí o un no,
todo
depende del uso que hagamos de nuestra libertad.
Por
ejemplo, en la parábola, algunos invitados no quieren ir…
otros,
en cambio, no hacen caso porque prefieren sus negocios…
y
no faltan quienes maltratan y asesinan a los servidores del rey…
Hoy,
muchos que formamos parte de una comunidad cristiana,
aprovechamos ciertas
ventajas (privilegios, poder, dominio…);
sin vivir conforme al
Evangelio, anunciado y practicado por Jesús.
*¿Hasta cuándo “el capitalismo salvaje”
seguirá maltratando
y asesinando a los
indefensos, dando preferencia al “dios-dinero”?
*¿Por qué preferimos acumular cosas, refugiarnos en el placer,
depender
de las drogas; en vez de oír la invitación que Dios nos hace?
*¿Es justo que se siga saqueando,
envenenando y destruyendo
los
bienes que nos ofrece la Pacha Mama, nuestra Madre Tierra?
Que
nuestra participación en la Cena del Señor, nos comprometa
a
trabajar para que el pan y el vino que ofrecemos, sean fruto:
de
una tierra fértil e incontaminada, y de un trabajo humano digno.
Salgan
a los caminos e inviten a todos los que encuentren
El banquete está listo pero los invitados
no han sido dignos.
Dios
no se desanima. Sus servidores irán a los cruces de los caminos,
para
buscar e invitar al banquete de
bodas: a los malos y buenos…
a los pobres, hambrientos, sedientos,
enfermos, forasteros, desnudos.
Jamás
debemos olvidar que Dios es un Padre misericordioso que:
*Levanta de la basura al pobre y eleva al
necesitado (Sal 113,7).
*Derriba del trono a los poderosos y enaltece
a los humildes,
colma de bienes a los hambrientos y
despide vacíos a los ricos (Lc 1).
Es
por eso que Jesús nos dice: Cuando
ofrezcas un banquete,
invita a los pobres, inválidos, cojos,
ciegos; y tú serás feliz,
porque ellos no tienen con qué pagarte (Lc 14,13s).
Para
comprender plenamente la celebración de la Cena del Señor,
tengamos
presente que en las comidas realizadas por Jesús,
muchos
publicanos y pecadores estaban con Él, en la misma mesa;
porque
son los
enfermos los que tienen necesidad de médico,
y Él vino a
llamar no a los justos sino a los pecadores (Mt 9,12s).
Lo
mismo hace el padre que tiene dos hijos: ofrece un gran banquete
cuando
vuelve su hijo menor…esto irritó al hijo mayor (Lc 15,11-32).
Amigo,
¿cómo has entrado sin el vestido de fiesta?
Para entrar en un templo se aconseja o se
exige un vestido digno.
Pero
el vestido del que habla la parábola
va en otra dirección,
debemos
revestirnos
de Jesús, como lo dice el apóstol san Pablo:
*Ustedes saben en qué tiempos vivimos y que ya
es hora de despertar.
La salvación está ahora más cerca que
cuando empezamos a creer…
Dejemos, pues, las obras de las
tinieblas y revistámonos de la luz,
para actuar dignamente como en pleno
día.
Basta ya de banquetes con borracheras,
de inmoralidades y vicios,
de pleitos y envidias; al contrario revístanse del Señor Jesucristo,
y no se dejen conducir por los deseos de
la carne
(Rom 13,11-14).
*Como elegidos de Dios, consagrados y amados, revístanse:
de compasión, bondad, humildad,
mansedumbre y paciencia.
Si alguien tiene motivo de queja contra
otro,
sopórtense los unos a los otros y
perdónense mutuamente.
Así como el Señor les perdonó también
ustedes perdonen a los demás.
Pero, por encima de todo esto, revístanse del amor,
que es el vínculo de la perfección (Col 3,12-14;
cf. Apc 19,7s).
J. Castillo A.
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