29º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 45,1.4-6 - 1Tes
1,1-5 -
Mt 22,15-21
Los discípulos de los fariseos y
herodianos reconocen que Jesús:
-Es el Maestro que dice la verdad… -Enseña
el camino de Dios…
-No
se deja influenciar por nadie… -No
se fija en las apariencias…
Así
es Jesús. Vive al servicio del Reino de Dios y su justicia,
pues
quiere que todos nosotros tengamos una vida digna y plena.
Maestro,
¿es lícito pagar impuestos?
Esta vez, para acusar a Jesús, se han
unido dos grupos enemigos:
-los fariseos (fanáticos religiosos que
se consideran nacionalistas), y
-los herodianos
(serviles al imperio romano y traidores a su pueblo).
Se
asemejan a nuestros politiqueros: Se
picotean pero se necesitan.
Con
la intención de acusarlo, se acercan y preguntan a Jesús:
Maestro,
¿es lícito pagar impuestos al César, o no?
Si
dice “no”, Jesús puede ser acusado
como subversivo (Lc 23,2).
Si
responde “sí”, está en contra de su
pueblo y del señorío de Dios.
Sin
embargo, Jesús los desenmascara llamándolos: ¡Hipócritas!;
pues
llevan en la bolsa la moneda del imperio romano, donde se lee:
Tiberio César, Augusto, hijo del divino
Augusto. Pontífice Máximo.
Es
un dinero divinizado que como el becerro
de oro busca víctimas,
sobre
todo entre los pobres, obligados a pagar impuestos: -a
Roma,
-al templo de Jerusalén, convertido en cueva de ladrones (Mt
21,13),
y
-a los sumos sacerdotes que viven en
barrios residenciales.
Mientras
los hipócritas “creyentes” piensan
que todo es dinero,
Jesús
de Nazaret nos pide una opción radical frente a ese ídolo,
porque:
No
se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6,24).
En
nuestros días, el Papa Francisco se atreve llamar terrorismo,
cuando en el centro de la economía mundial está el dios dinero
y
no la persona, el hombre y la
mujer…
Luego, insiste diciendo:
Han desechado la maravilla de la
creación, el hombre y la mujer,
y han puesto allí el dinero. Este es el
terrorismo fundamental
contra toda la humanidad (viaje de
Polonia a Roma, 31 julio 2016).
A
Dios lo que es de Dios
Aquellos hipócritas preguntan pagar…
y Jesús responde devolver:
Lo del César devuélvanselo al César, y a
Dios lo que es de Dios.
Desde
entonces, esta respuesta ha tenido diversas interpretaciones.
Muchas
personas e instituciones se han servido de esa frase
para
levantar un muro de separación entre: fe
cristiana y política.
De
esta manera nuestra fe quedaría encerrada en la sacristía,
como
algo privado, sin voz ni voto en lo social y en el bien común.
La
respuesta del Maestro Jesús, va a la raíz del problema:
Dios y el emperador romano no están en
el mismo nivel.
Dios
tiene exigencias que superan las de cualquier autoridad terrenal.
El
emperador no puede atribuirse competencias que son de Dios, pues
la
gloria de Dios consiste en que el hombre y la mujer tengan vida.
Devolver al César su moneda
significa denunciar a los corruptos
que
se aprovechan del poder… para perpetuar la pobreza y la miseria.
Al respecto meditemos en este texto del
Deuteronomio (30,15ss):
Pongo delante de ti: la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha.
Hoy tomo como testigos contra ustedes al
cielo y a la tierra;
te pongo delante bendición y maldición.
Elige la vida, y vivirás tú y tu descendencia, amando al Señor tu Dios,
escuchando su voz, uniéndote a Él,
porque de eso depende tu vida.
Sobre
este tema, los Santos Padres han hablado con mucha claridad:
*¿Es que se va a llamar ladrón a quien desnuda al que está vestido
y habrá que darle otro nombre al que no
viste al desnudo…?
-Del hambriento es el pan que tú tienes.
-Del desnudo es el abrigo que tienes
guardado en el armario.
-Del descalzo es el zapato que se está
pudriendo en tu poder.
-Del necesitado es el dinero que tienes
enterrado
(S. Basilio, 330-379).
*Tratándose del entierro de un rico, S.
Juan Crisóstomo (349-407)
escribe:
Los que contemplan su palacio no dejarán
de decir:
-Con cuántas lágrimas se ha edificado esta mansión.
-Cuántos huérfanos se han quedado desnudos.
-Cuántas viudas han sufrido el abandono.
-Cuántos obreros han sido privados de su salario.
¿De
qué sirven ciertas celebraciones
religiosas… si no acogemos
a
las personas pobres que son imágenes de Dios (Gen 1,26s)?
¿Seguimos a Jesús? ¿Practicamos el Evangelio que anunció?
J. Castillo A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario puede ayudar a mejorar este blog