miércoles, 3 de junio de 2015

La fracción del pan

Cuerpo y Sangre de Cristo, (ciclo B)
Ex 24,3-8  -  Heb 9,11-15  -  Mc 14,12-26

   En aquella época, los fariseos no comían con personas extrañas,
menos aún con los cobradores de impuestos, gente impura y pecadora.
   Jesús, que vino a darnos vida plena, nos muestra un camino nuevo:
los despreciados y marginados son acogidos y participan en su mesa,
pues, Él no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores (Mc 2,17).
   Veinte siglos después, al celebrar la fracción del pan (Hch 2,42),
¿partimos el pan -como hace Jesús- para dar vida a los hambrientos?

Denles ustedes de comer
   Jesús recorre los pueblos de Galilea anunciando el Reino de Dios.
Con esta misma finalidad envía a sus discípulos de dos en dos,
para que anuncien desde las casas donde sean acogidos (Mc 6,7ss).
   Cuando ellos vuelven, van a un lugar despoblado para descansar,
sin embargo, unas cinco mil personas van corriendo y llegan primero.
Jesús, al verlos, se compadece, porque eran como ovejas sin pastor
y, de inmediato, se pone a enseñarles muchas cosas.
   Como ya era tarde, sus discípulos se acercan y le dicen: Despídelos.
Pero Jesús no piensa así y les responde: Denles ustedes de comer.
Luego ordena que se sientan en grupos de cien y de cincuenta.
   En este contexto, Jesús celebra la fracción del pan y da de comer:
Toma los cinco panes, alza los ojos al cielo, bendice, lo parte,
y se lo va dando a sus discípulos para que los sirvan.
Reparte también los pescados, todos comen y quedan satisfechos.
   Jamás debemos olvidar que hemos sido creados a imagen de Dios,
y cada persona es templo de Dios y su Espíritu habita en nosotros.
Por eso, Jesús acoge a todos los que viven como ovejas sin pastor,
y los invita a participar de una comida donde recuperan su dignidad.
   Que nuestras Eucaristías expresen las enseñanzas y obras de Jesús:
-acoger a los que sufren hambre, -partir y compartir con ellos
nuestro pan, -hasta que todos queden satisfechos. Tengamos presente:
lo que hacemos con ellos, lo hacemos con el mismo Jesús (Mt 25).

Tengo compasión de esta gente… no tienen qué comer
   En otra ocasión, Jesús llega a tierra de paganos –despreciados
por los judíos- y al ver a unos cuatro mil hombres y mujeres
que se habían reunido, llama a sus discípulos para decirles:
Tengo compasión de esta gente, ya son tres días que están conmigo
y no tienen qué comer. Si los despido a casa en ayunas, desfallecerán
por el camino, pues algunos han venido de lejos.
   Luego, sabiendo que ya llega el día en que vendrán de oriente
y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el Reino
de Dios (Lc 13,29), Jesús ordena a la gente sentarse en el suelo,
y, una vez más, realiza la fracción del pan con sabor a Eucaristía:
Toma los siete panes, da gracias, los parte
y se los da a sus discípulos para que los sirvan a la gente.
También bendice los pescados y manda que los sirvan.
Todos comieron hasta quedar satisfechos (Mc 8,1ss).
   En nuestros días, para que el mensaje del Evangelio sea creíble,
hacen falta cristianos que alimenten a los que tienen hambre,
sin fijarse en aspectos raciales, religiosos, políticos, económicos…
  
Pan partido para un mundo nuevo
   Desde que Jesús empieza a sanar a los enfermos, los fariseos
y maestros de la ley: le espían y buscan acabar con Él (Mc 3,6).
Años después, las autoridades religiosas, conspiran para detenerlo
y, darle muerte. Lamentablemente, Judas Iscariote, uno de los Doce,
traiciona a su Maestro a cambio de dinero (¿negocio… coima…?).
   En este ambiente de miedo y traición, Jesús celebra la cena pascual,
recordando: la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto,
y el largo camino que realizó por el desierto, comiendo el pan
que el Señor les daba, y bebiendo el agua de la roca (Ex 16-17).
   Cuando Jesús y sus discípulos llegan a la casa, se sientan a la mesa.
Mientras comen, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición,
lo parte, y se lo da, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo.
Luego coge la copa, da gracias, se lo da y todos beben. Y les dice:
Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.
   Al partir el pan y compartir el vino, Jesús nos pide identificarnos
con su Persona que nos ama hasta derramar su propia sangre.
Comulgar no es recibir “algo”, sino encontrarnos con “Alguien”,
con Jesús que nos dice: Ejemplo les he dado… hagan lo mismo.
J. Castillo A.

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