Cuerpo y Sangre de Cristo, (ciclo B)
Ex 24,3-8 - Heb
9,11-15 - Mc 14,12-26
En aquella época, los fariseos no comían
con personas extrañas,
menos
aún con los cobradores de impuestos, gente impura y pecadora.
Jesús,
que vino a darnos vida plena, nos muestra un camino nuevo:
los
despreciados y marginados son acogidos y participan en su mesa,
pues,
Él no vino a llamar a los justos, sino a
los pecadores (Mc 2,17).
Veinte
siglos después, al celebrar la fracción
del pan (Hch 2,42),
¿partimos
el pan -como hace Jesús- para dar vida a los hambrientos?
Denles
ustedes de comer
Jesús recorre los pueblos de Galilea anunciando el Reino de Dios.
Con
esta misma finalidad envía a sus discípulos
de dos en dos,
para
que anuncien desde las casas donde sean acogidos (Mc 6,7ss).
Cuando
ellos vuelven, van a un lugar despoblado para descansar,
sin
embargo, unas cinco mil personas van corriendo y llegan primero.
Jesús,
al verlos, se compadece, porque eran como ovejas sin pastor
y,
de inmediato, se pone a enseñarles muchas cosas.
Como
ya era tarde, sus discípulos se acercan y le dicen: Despídelos.
Pero
Jesús no piensa así y les responde: Denles ustedes de comer.
Luego
ordena que se sientan en grupos de cien y de cincuenta.
En
este contexto, Jesús celebra la fracción
del pan y da de comer:
Toma
los cinco panes, alza los ojos al cielo, bendice, lo parte,
y
se lo va dando a sus discípulos para que los sirvan.
Reparte
también los pescados, todos comen y quedan satisfechos.
Jamás
debemos olvidar que hemos sido creados a imagen de Dios,
y
cada persona es templo de Dios y su Espíritu habita en nosotros.
Por
eso, Jesús acoge a todos los que viven como ovejas sin pastor,
y
los invita a participar de una comida donde recuperan su dignidad.
Que
nuestras Eucaristías expresen las enseñanzas y obras de Jesús:
-acoger a los que sufren hambre, -partir y compartir con ellos
nuestro
pan, -hasta que todos queden satisfechos.
Tengamos presente:
lo
que hacemos con ellos, lo hacemos con el mismo Jesús (Mt 25).
Tengo
compasión de esta gente… no tienen qué comer
En otra ocasión, Jesús llega a tierra de paganos –despreciados
por
los judíos- y al ver a unos cuatro mil hombres y mujeres
que
se habían reunido, llama a sus discípulos para decirles:
Tengo compasión de esta gente, ya son tres días que están conmigo
y no tienen qué comer. Si los despido a
casa en ayunas, desfallecerán
por el camino, pues algunos han venido
de lejos.
Luego,
sabiendo que ya llega el día en que vendrán
de oriente
y occidente, del norte y del sur, y se
sentarán a la mesa en el Reino
de Dios (Lc 13,29),
Jesús ordena a la gente sentarse en el suelo,
y,
una vez más, realiza la fracción del pan con sabor a Eucaristía:
Toma
los siete panes, da gracias, los parte
y
se los da a sus discípulos para que los sirvan a la gente.
También
bendice los pescados y manda que los sirvan.
Todos
comieron hasta quedar satisfechos (Mc 8,1ss).
En
nuestros días, para que el mensaje del
Evangelio sea creíble,
hacen
falta cristianos que alimenten a los que tienen hambre,
sin
fijarse en aspectos raciales, religiosos, políticos, económicos…
Pan
partido para un mundo nuevo
Desde que Jesús empieza a sanar a los
enfermos, los fariseos
y
maestros de la ley: le espían y buscan
acabar con Él (Mc 3,6).
Años
después, las autoridades religiosas, conspiran
para detenerlo
y, darle muerte.
Lamentablemente, Judas Iscariote, uno de los Doce,
traiciona a su Maestro a
cambio de dinero (¿negocio… coima…?).
En
este ambiente de miedo y traición, Jesús celebra la cena pascual,
recordando: la liberación de su pueblo de la
esclavitud de Egipto,
y
el largo camino que realizó por el desierto, comiendo el pan
que
el Señor les daba, y bebiendo el agua
de la roca (Ex 16-17).
Cuando
Jesús y sus discípulos llegan a la casa, se sientan a la mesa.
Mientras
comen, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición,
lo
parte, y se lo da, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo.
Luego
coge la copa, da gracias, se lo da y todos beben. Y les dice:
Esta
es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos.
Al
partir el pan y compartir el vino, Jesús nos pide identificarnos
con su Persona que nos ama
hasta derramar su propia sangre.
Comulgar
no es recibir “algo”, sino encontrarnos con “Alguien”,
con
Jesús que nos dice: Ejemplo les he dado… hagan lo mismo.
J. Castillo A.
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