miércoles, 10 de junio de 2015

Parábolas del Reino

XI Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo B
Ez 17,22-24  -  2Cor 5,6-10  -  Mc 4,26-34

   Lo central en la vida de Jesús es hacer realidad el Reino de Dios:
vida… amor… gracia… santidad… verdad… libertad… justicia…paz
Por esta causa Jesús es perseguido y crucificado como un delincuente.
   Sus seguidores, de ayer y de hoy, debemos comprometernos,
no con proyectos paliativos: “cambiar algo para que nada cambie”;
sino anunciando el Reino de Dios y su justicia como lo hace Jesús.

El Reino de Dios es como una semilla
   En una ocasión, Jesús enseña a la gente diciendo: El Reino de Dios
es semejante a la semilla que el hombre siembra en la tierra.
En la semilla hay una fuerza interior que es vida, crece poco a poco;
pero necesita la participación humana: sembrar… cultivar… cosechar.
El Reino de Dios es un don, un regalo gratuito de Dios… y también
una tarea, pues depende de nosotros aceptarlo y hacerlo fructificar.
   El Reino es don de Dios, pues tanto amó Dios al mundo, que nos
envió a su Hijo único, no para juzgar al mundo sino para salvarlo.
Para ello, como toda semilla, Jesús realiza un camino muy humilde:
-Nace pobre en un establo… y vive en Nazaret un pueblo despreciado.
-Recorre los pueblos sanando enfermos y acogiendo a los marginados.
-Pasa su vida haciendo el bien. Sin embargo es asesinado muy pronto:
Si así tratan al árbol verde, ¿qué no harán con el árbol seco? (Lc 23).
   El Reino de Dios es tarea de la persona que lo acoge libremente.
Por eso, Jesús llama a un grupo de seguidores para que vivan con Él
y, después, los envía a anunciar el Reino de Dios, diciéndoles:
No lleven nada fuera de un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero
Lo que importa no son las cosas materiales, sino el testimonio de vida
para anunciar y promover, con palabras y gestos, el Reino de Dios. 
   Tengamos la humildad de reconocer que Dios es quien hace crecer
la semilla del Reino, pero sin excluir la acción del ser humano:
Cuando hayan hecho todo lo que Dios les manda, digan: somos
simples servidores, solo hemos cumplido nuestro deber (Lc 17,10).

El Reino de Dios es como el grano de mostaza
   Jesús no permanece indiferente: al ver el sufrimiento de la gente
en la región marginada de Galilea… y al oír sus quejas y lamentos
Sus enseñanzas no son frases teóricas para aprenderlas de memoria,
sino que parten de la vida real de un pueblo oprimido por los ricos.
   Cuando Jesús compara el Reino de Dios con el grano de mostaza,
las personas sencillas lo aceptan y aprueban; no así los terratenientes.
En efecto, la mostaza de cualquier especie se multiplica con rapidez,
acabando con las plantas útiles; además, ya convertida en arbusto,
vienen los pajaritos, otra plaga que perjudica la agricultura.
   Desde el punto de vista de los terratenientes y poderosos en general,
el Reino de Dios que Jesús anuncia es un mensaje que les mueve
el piso, pues Dios humilla al árbol elevado y eleva al árbol humilde.
¿Cuál será la reacción de aquel terrateniente necio que acumula
riquezas en vez de compartir (Lc 12,13-21)?... Acabar con Jesús.
   Muy diferente la actitud de los pobres. A todos ellos Jesús les dice:
Felices ustedes los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece.
La gente humilde, viendo la vida que hay en nuestra madre tierra,
descubre fácilmente el pecado de quienes se empeñan en acaparar
oro, plata, cobre… destruyendo la naturaleza y privando a amplios
sectores de nuestra población del derecho al pan de cada día.
Ojalá los responsables de capitalismo salvaje escuchen estas palabras:
El que quiera salvar su vida la perderá. En cambio quien la pierda
por mí y por la Buena Noticia del Reino de Dios, la salvará.
¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo, si pierde su vida?
¿Qué precio pagará el hombre a cambio de su vida? (Mc 8,35s).
   Felizmente, hay personas que defienden la vida de los excluidos,
y cuestionan a los que hacen del capitalismo un objeto de culto:
Los pueblos indígenas no eligieron nacer ni morir aquí.
Y sin embargo siguen viviendo, siguen siendo, y lo hermoso
de su existencia es que son el vivo ejemplo de que el neoliberalismo,
el capitalismo y el lucro individual no son la única forma de vida
para todos y todas. Y quizá por eso los neoliberales prefieren
su muerte bajo la forma de colonialismo, extractivismo y dominación
cultural, pues la presencia indígena les recuerda que otro mundo
es posible, que se puede convivir en comunidad con una economía
por y para la comunidad (C. Cisneros, La República 7/06/2015).
J. Castillo A.

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