16º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Sab 12,13-19 - Rom
8,26-27 - Mt 13,24-43
Para anunciar la Buena Noticia, Jesús
observa el medio ambiente
y
la sociedad: el cielo, el sol, la tierra, el agua, el viento… el trigo,
la cizaña, la vid, la
higuera, la mostaza, el árbol, la
flor, el vino…
el
buey, la oveja, la gallina y sus pollitos… el campesino, el pescador,
el
pastor, la mujer que da a luz, prepara
el pan o limpia la casa…
El
Hijo del Hombre siembra la buena semilla
La parábola del trigo y la cizaña (y
cualquier otra mala hierba)
es
una respuesta a la impaciencia de “los buenos y sabios” quienes,
escandalizados
por la corrupción e injusticia que hay en la sociedad,
quieren
eliminar a “los malos”, con el fin de reinar ellos solos.
Jamás
se puede justificar la violencia que causa muertes inocentes,
pues,
nada ni la religión puede ser utilizada contra la vida humana.
Hablando
a los campesinos, Mons. L. Vallejos dice: Quiero animar
tu
esperanza. Decirte que ames la tierra que germina, tu siembra,
los
animales, tus herramientas… Que ames tu cultura, tu canto,
tu
lenguaje, tu estilo, tu familia y tu paisaje. Que junto a otros
campesinos
te prepares y organices, porque es solamente la unidad
lo
que hace la fuerza… (Cusco, 31 de enero de 1982).
Sin
embargo, hoy, se violan los derechos humanos, sobre todo,
de
los campesinos cuyas tierras son contaminadas o expropiadas, por
culpa
de quienes no oyen el grito de la tierra
ni de los pobres (LS,
49).
En
esta situación, ¿cómo sembrar buena semilla?... ¿qué hacer?...
*Como
toda persona, reconocer nuestras limitaciones y convertirnos.
*Denunciar a los que destruyen la vida
de la tierra y del ser humano.
*Y,
sobre todo, como seguidores/as de Jesús, el Profeta de Nazaret,
anunciar que el Reino de
Dios es vida, justicia, paz… y
arriesgarnos
para
liberar a los oprimidos… y con ellos liberar a los opresores.
*Solo
al final, Jesús el Hijo del Hombre separará el trigo de la cizaña:
En
el Reino de Dios, los justos brillarán como el sol. Los malvados
que
han sido arrojados, llorarán… El que tenga oídos que escuche.
El grano de mostaza
Al
anunciar el Reino, Jesús no lo compara con el cedro, que nos
llevaría
a buscar: poder, dinero, privilegios, honores (Ez 17,22s).
Los
cristianos no debemos hacer de la Eucaristía una ceremonia
triunfalista, llenando de multitud los
coliseos, estadios, plazas…
El
ideal que Jesús nos propone está en lo pequeño, humilde, ordinario,
por
ejemplo, en las pequeñas comunidades reunidas en una casa para:
oír
la Palabra de Dios y participar en la fracción del pan (Hch 2,42).
Se trata de hacer realidad una Iglesia
pobre entre los pobres.
No
olvidemos que la pequeña semilla de la mostaza es perjudicial,
porque
se multiplica con facilidad y acaba con las plantas útiles.
Luego
vienen las aves, otra plaga, que se aprovechan de los frutos.
Para
los poderosos de siempre, el Reinado de Dios es perjudicial
y
no pueden librarse de él, aunque persiguen o asesinen: La sangre
de
los mártires es semilla de nuevos cristianos (Tertuliano,
160-220).
La
levadura y la harina
En Nazaret, Jesús veía que su madre y
otras mujeres se levantaban
temprano
los viernes para preparar el pan para toda la semana.
Hoy
también, hay personas que preparan nuestro
pan de cada día.
Para
ello, mezclan la levadura con la harina hasta que todo fermente.
Poca
levadura tiene fuerza suficiente para fermentar toda la masa.
Así
-dice Jesús- actúa Dios, desde adentro, de una manera sencilla.
En
esta parábola, no debemos olvidar otro elemento cultural,
pues
la levadura -para los judíos- era algo negativo para lo sagrado;
es
por eso que durante la Cena pascual comían pan sin levadura.
Levadura
mezclada en la masa era, exactamente, como los poderosos
miran
el movimiento de Jesús, algo que molesta “desde adentro”.
Al
respecto, ¿por qué los ricos tienen miedo a la gente pobre
que: ve… oye… habla… se levanta… camina…
y sigue a Jesús?
Por la sencilla razón que ya pueden
denunciar las ayudas paliativas:
Quizás das limosna. Pero, ¿de dónde la
sacas sino es de tus robos,
del sufrimiento, de las lágrimas, de los
lamentos?
Si
el pobre supiera de dónde viene tu limosna, la rechazaría;
porque
tendría la impresión de morder la carne de sus hermanos…
Él te diría: -no sacies mi sed con las
lágrimas de mis hermanos…
-deshaga tu pandilla y nosotros sabremos
desenvolvernos muy bien.
(Gregorio
de Nisa, 335-394, Sermón contra los usureros).
J. Castillo A.
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