miércoles, 29 de julio de 2020

Compartir nuestro pan

18º Domingo, Tiempo Ordinario, ciclo A
Is 55,1-3  -  Rom 8,35-39  -  Mt 14,13-21

   Al jefe de los fariseos que le había invitado a comer, Jesús le dice:
invita a los pobres, a los mancos, a los cojos y ciegos (Lc 14,12ss).
   Lamentablemente, hay ricos que ofrecen soberbios banquetes, pero
son incapaces de ver el hambre de los pobres Lázaros (Lc 16,19ss).
   Muy diferente la práctica de Jesús… Sus comidas dan vida, porque
acoge a pecadores y despreciados, y come con ellos (Lc 15,1s).  

La muerte del profeta Juan
   Juan Bautista es asesinado el día del cumpleaños del rey Herodes,
durante un banquete con autoridades y personas importantes. Motivo:
Herodes ha tomado como mujer a Herodías, esposa de su hermano
Filipo. Juan le dice: No puedes tenerla como esposa. En ese banquete,
la hija de Herodías bailó de tal manera que Herodes prometió darle
lo que pide. Ella -utilizada por su madre- pide la cabeza de Juan,
la traen en un plato, la entregan a la joven y ella a su madre (Mt 14).
   Jesús que recorre pueblos y ciudades para dar vida, está advertido,
los profetas de Dios son perseguidos por los poderosos de siempre.
Pero Él no retrocede… Se va en una barca a un lugar apartado.
Como en otras ocasiones, el Profeta de Nazaret se retira para orar.
Al respecto, meditemos en las siguientes oraciones de Jesús:
*Padre nuestro… Danos hoy el pan de cada día… (Mt 6,9ss).
*Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos,
y las diste a conocer a la gente sencilla (Mt 11,25).
*En la última Cena, mientras comen, Jesús toma en sus manos el pan
y, habiendo dado gracias a Dios, lo parte y se lo da a sus discípulos
diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo (Mt 26,26s).
*Padre mío, si es posible, líbrame de este cáliz amargo,
pero que no se haga lo que yo quiero, sino tu voluntad (Mt 26,39).
*Cerca de las tres de la tarde, Jesús grita con fuerza:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt 27,46).

No tienen necesidad de irse
   Al desembarcar, Jesús ve una multitud de hombres, mujeres y niños,
se compadece de todos ellos… y sana a muchos enfermos. 
Con su mirada de compasión y con sus manos que dan vida,
Jesús nos muestra el camino que los cristianos debemos de seguir:
anunciar con nuestro testimonio que Dios es amigo de la vida.
¿Habiendo tantos recursos, por qué hay niños que mueren de hambre?
   Al atardecer, los discípulos se acercan a Jesús y le dicen:
Estamos en un lugar despoblado y ya es tarde, despide a la gente
para que vayan a los pueblos vecinos a comprar alimentos.
   Hoy, para reactivar la economía se favorece a empresarios ricos,
quienes se apropian de nuestras riquezas naturales, y despiden a los
nativos y campesinos, para que emigren a la ciudad o al extranjero.
El problema del hambre, ¿se soluciona, explotando a los pobres?
¿Puede un seguidor de Jesús competir de una manera egoísta para
acaparar riquezas materiales… en vez de compartir con los demás?

Jesús bendice los panes y los pescados
   Jesús en cambio va a la raíz del problema: compartir nuestro pan,
y nos dice: No tienen necesidad de irse, denles ustedes de comer.
Cinco panes y dos peces no van a solucionar el hambre de los pobres,
pero es el inicio para desencadenar una auténtica generosidad,
donde los que tienen algo para comer colaboran y comparten,
y los que no tienen, son acogidos en una comunidad fraterna.
   A diferencia de Herodes que invita a un grupo de gente poderosa,
Jesús acoge a las personas excluidas por la sociedad y la religión:
Alza la mirada al cielo… Da gracias… Parte los panes…
Se los da a sus discípulos… Y ellos los reparten entre la gente.
   Estos gestos tienen relación con la celebración de la Eucaristía,
donde los seguidores de Jesús nos alimentamos espiritualmente,
sacamos fuerzas para amarle y amar a sus hermanos (Mt 25),
y para superar las persecuciones entregando nuestra propia vida.
   Ante el grave problema del hambre, el Concilio Vaticano II dice:
Alimenta al que tiene hambre, porque si no lo alimentas, lo matas.
Comparte tus bienes, ayuda en primer lugar a los pobres,
para que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos (GS, n.69).
   ¿Qué sentido tiene ofrecer a Dios el pan y el vino, frutos de la tierra
y del trabajo de las personas, cuando no compartimos? 
J. Castillo A.

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